Gral. Antonio Guzmán Blanco |
La vanidad de un
autócrata
Exclusivo para La Página |
Ningún
personaje de la historia de Venezuela supera en egolatría y vanidad a Antonio
Guzmán Blanco, quien ejerció una férrea hegemonía sobre este país durante casi
dos decenios, al detentar, con claro sesgo autocrático, la Presidencia de la
República de 1870 a 1877 (el “Septenio”), de 1879 a 1884 (el “Quinquenio”) y de
1886 a 1888 (el “Bienio”, eufemísticamente denominado “La Aclamación”).
Gral. Matías Salazar |
Su desmedido
engreimiento y su petulante convicción de ser el líder indispensable, elegido
por la Providencia para cumplir una tarea mesiánica, lo conducirán una y otra
vez a las más ridículas iniciativas para intentar -mediante el desvergonzado
abuso de su poder casi absoluto- construirse ante a sus compatriotas una
aceptable figura de héroe nacional.
Sugestiva es la visión de Mariano Picón Salas, expuesta en su ensayo Trayectoria
del pensamiento venezolano, publicado en el primer número de la Revista Nacional de
Cultura (noviembre de 1938): Después de la Guerra Federal había entrado el país
en un proceso de barbarización que no alcanzó a superar ni vencer el sedicente
“despotismo ilustrado” de la época de Guzmán Blanco. Imbuido de la suntuosidad
ornamental y aparatosa del Segundo Imperio Francés, inteligente e intuitivo,
pero al mismo tiempo vanidoso y cerrado en su providencialismo, Guzmán olvidó
por la obra de ornato o por la empresa entregada al capital extranjero las
cuestiones inmediatas de la tierra: su progreso se quedó en la periferia y no
llegó a lo profundo de la vida nacional. (Picón Salas, 1938: 6)
El fusilamiento de
Matías Salazar
Un
suceso histórico de singular importancia debemos destacar de esta época: la
captura y posterior fusilamiento de Matías Salazar, destacado héroe de la
Federación, alzado contra el gobierno de Antonio Guzmán Blanco. Matías Salazar
había nacido en El Pao de San Juan Bautista, a sólo 40 kilómetros de
Tinaquillo, el año 1828. Jefe político y militar, torero, agricultor, albañil,
criador de ganado, buhonero, escribiente de abogado, guerrero federal,
legislador en Carabobo (en 1866). Matías
Salazar, uno de los jefes militares más populares de la Revolución Azul,
al alzarse contra Guzmán proponía una especie de guerra de clases - o de
colores - en el interior mismo de la causa liberal.
En
el año 1872, Tinaquillo va a ser protagonista y testigo de este nuevo
sacrificio al dios de la guerra. El 28 de abril Matías Salazar es derrotado en
Palmarito, un lugar ubicado a orillas del río Tirgua, al Norte de Tinaquillo,
en una acción ejecutada por el General Narciso Rangel, quien lo conduce a
Tinaquillo el 11 de mayo, a donde llegará en horas de la tarde. De inmediato el
caudillo fue encerrado en la casa contigua a la que ocupaba el Estado Mayor del
ejército de Guzmán, la cual se hallaba frente a la plaza principal del pueblo.
Luego de ser sometido a un Consejo de Guerra, formado por 23 Generales en Jefe,
presidido por José Ignacio Pulido (Ministro de Guerra), se le condena a ser
fusilado. Poco después de las once de la mañana del 17 de mayo de 1872, un
pelotón de fusilamiento cercenaría la vida del general Matías Salazar, uno los
más importantes caudillos populares de la segunda mitad del siglo XIX. Es
importante destacar la actuación de tres personajes singulares, en esta hora
menguada: el Presbítero Gaspar Yanes, cura de Tinaquillo, y a quien Matías designa
su albacea testamentario y depositario de los documentos que le habían
incautado (y quien en 1873, en el Congreso, siendo Diputado por Cojedes,
salvara su voto al debatirse el Mensaje y las Memorias de los Ministros, en lo
relacionado con el proceso de Salazar; el Presbítero Doctor Octaviano González,
quien auxilió espiritualmente en sus últimos momentos al condenado, capellán
del Ejército, y quien, años más tarde, sería en dos oportunidades Rector de la
Universidad del Zulia, y el General Ricardo Silva, hijo de José Laurencio Silva,
hombre de agudo temple, periodista, poeta y militar, quien se negó ante Guzmán
Blanco a encabezar el pelotón de fusilamiento, actitud que le honraría, pero le
valdría la inquina y el odio permanentes del Presidente, recayendo entonces la
misión de dirigir el pelotón de fusilamiento en uno de los más tristes
personajes de la historia venezolana: Julián Castro. Al respecto, nos cuenta José
León Tapia en su texto Los Julios, Prólogo al libro Héroes y villanos, llaneros
y llanuras en las narraciones de José León Tapia, de Julio Rafael Silva Sánchez
(2008) que: ...el General Ricardo Silva fue compadre y amigo del General
Guzmán, hasta el momento del Consejo de Guerra que condenó a muerte al General
Matías Salazar, pues en el momento de la firma de la sentencia, le dijo de
frente a Guzmán: Yo no firmo, General, porque Matías Salazar es mi amigo y
compadre, tal y como lo es usted. Y el Presidente enfurecido le contestó: Está
bien, General Silva, pero recuerde que donde quiera que usted llegue, hasta
allí lo alcanzará el látigo de mi mandador. Y fue tal y como lo predijo: el
General Ricardo Silva se retiró del ejército y se fue por los pueblos de
Venezuela como educador. Y donde quiera que llegaba y conseguía un puesto de
maestro, al poco tiempo se recibía un telegrama o una carta de Guzmán objetando
el nombramiento. (Tapia, 2008: 15).
Y
como única señal de todo lo acontecido quedó allá en la sabana, en el portal de
una humilde vivienda en Tinaquillo, una cruz de hierro con una inscripción mal
dibujada que anuncia el sitio donde fue fusilado el general Matías Salazar, en
la oprobiosa mañana de aquel fatídico 17 de mayo de 1872.
El testimonio literario
Consideramos
pertinente destacar que estos sucesos serán recogidos por el escritor,
diplomático, filólogo y periodista
merideño Gonzalo Picón Febres, quien en 1899 publicará la novela El
sargento Felipe, la cual aparecerá por
entregas en El Cojo Ilustrado, entre el 15 de julio y el 15 de septiembre de
1899 (números del 182 al 186). Luego, fue publicada en 1960 por la recordada
Biblioteca Popular Venezolana y posteriormente, en 1979, por el Instituto de
Estudios Literarios de la Universidad de Los Andes, edición en la cual
abrevamos. Esta novela recoge el drama venezolano de aquellos años en el
escenario de Tinaquillo, incluyendo los albures del fusilamiento de Matías
Salazar. Su personaje central, Felipe, es uno de los muchos reclutas que
alimentan las tropas y, como muchos, cae en una de las cargas al machete,
herido mortalmente, vencida la cabeza de un sablazo. La descripción del
novelista es un acierto literario que refleja con nitidez y precisión aquella
realidad política, social y ética que se vivía en Tinaquillo en esa época
azarosa. El protagonista rememora al Tinaquillo de ese tiempo y, con acento
patético, recuerda cómo sobre aquel escenario dantesco, frente a la embestida de la guerra: …antes de que
rayara el día, los pobres campesinos se escapaban de sus casas y volvían en la
noche para dormir en ellas. Mientras tanto, las escoltas recorrían las veredas,
los atajos, los repechos que conducían a las casitas (…) Muchas veces se
emboscaban detrás de algún cercado, observaban con atención la ruta que tomaban
las mujeres y agazapados se iban tras ellas, hasta descubrir los escondrijos en
donde se ocultaban los infelices
campesinos. Las mujeres suplicaban de mil modos que no se los llevaran, pero
las súplicas, los ruegos, las lágrimas de aquellas desgraciadas eran recibidas
con chacotas y contestadas con palabras descompuestas, con reticencias sucias,
con interjecciones cínicas y brutales tratamientos. (Picón Febres, 1979: 83)
Referencias
bibliográficas
Picón
F., G. (1979). El sargento Felipe. Mérida: Ediciones del Instituto de
Investigaciones Literarias de la Facultad de Humanidades y Educación de la
Universidad de Los Andes.
Picón S., M. (1938). “Antítesis y tesis
venezolana”, en Revista Nacional de Cultura, No. 3. Caracas: edición del
Ministerio de Educación de los Estado Unidos de Venezuela.
Tapia,
J. L. (2008). “Los Julios”, Prólogo a Héroes y villanos,
llaneros y llanura en las narraciones de José León Tapia, de Julio Rafael Silva
Sánchez. Barinas: Ediciones UNELLEZ.
La
novela El sargento Felipe, de Gonzalo
Picón Febres, aparecerá por entregas en El Cojo Ilustrado, entre el 15 de julio
y el 15 de septiembre de 1899 (números del 182 al 186)
El presente texto es un fragmento del discurso de incorporación de Julio Rafael Silva Sánchez como Miembro Correspondiente a la Academia de Historia del estado Carabobo (05/11/2011)