“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

16/3/12

El horror y las heridas de la interminable guerra en Afganistán

Amy Goodman

Especial para La Página 
Quizá nunca sepamos qué fue lo que llevó a un sargento del Ejército estadounidense a salir de su base en Afganistán en medio de la noche y asesinar a al menos 16 civiles en sus hogares, entre los que se encuentran nueve niños y tres mujeres. La masacre ocurrida cerca de Balambai, en Kandahar, Afganistán, conmovió al mundo entero e intensificó los pedidos de que se ponga fin a la guerra más larga en la historia de Estados Unidos. El ataque fue calificado de 'trágico', y por supuesto que lo es. Pero cuando los afganos atacan a las fuerzas estadounidenses se habla de “terrorismo”. Esta es, quizá, la mayor incoherencia de la política estadounidense que impone la democracia a punta de pistola y combate el terrorismo con terrorismo.

“Fui yo”, dijo el supuesto asesino múltiple cuando regresó a la base militar de las afueras de Kandahar, la ciudad del sur denominada “el corazón del Talibán”. Se informó que habría dejado la base a las 3 de la madrugada y habría caminado hacia tres casas vecinas, donde mató sistemáticamente a quienes se encontraban dentro. El agricultor Abdul Samad no estaba en su casa en el momento de la matanza. Su esposa y sus ocho hijos e hijas fueron asesinados. Algunas de las víctimas fueron apuñaladas, otras fueron incineradas. Samad le dijo al New York Times: “Nuestro gobierno nos dijo que regresáramos al pueblo y luego dejan que los estadounidenses nos maten”.

Américo Silva / La condición de humana de un guerrero venezolano

Especial para la Página
Fernando Silva

No todos los hombres dejan huella en su paso por la vida. Quienes la estampan sobreviven a su muerte, es el caso de los héroes revolucionarios. Hay que conocer a ese tipo de hombres y el tiempo que les tocó vivir para comprender cómo llegaron a transformarse en luchadores sociales, capaces de arriesgar la vida por un ideal, después de transitar por largo, difícil y contradictorio proceso de conformación de una conciencia social radical. Siempre son luchadores sociales idealistas. Ni ángeles ni demonios. Visionarios, predicadores, combatientes por un mundo justo. Creyentes en su verdad. Encarnan aspiraciones del colectivo en época de cambios. No deben confundirse con los idealistas mesiánicos que terminan siendo demagogos, autócratas, falsos idealistas creadores de vanas ilusiones en las masas oprimidas. Mientras persistan las causas que propician la insurgencia de los hombres, recordar a los idealistas revolucionarios es un compromiso moral, más que un reto político. Su ejemplo no tiene que ser una invitación histórica a la imitación.

El machismo de todos nosotros / 57 pautas de conducta machista en la vida cotidiana

Carlos Arroyo

El lenguaje no puede reparar los estragos del machismo y, si se le encomienda políticamente esa función con carácter coactivo, el machismo seguirá vivo, pero el lenguaje se degradará.

Esa es, a mi juicio, la conclusión esencial del informe de Ignacio Bosque, suscrito por todos los académicos de la Lengua asistentes a la sesión del 1 de marzo de 2012. Mi intención inicial era abandonar rápidamente el tema del lenguaje y pasar al de las conductas machistas, pero no debo hacerlo sin decir tres cosas. En primer lugar, el informe de Ignacio Bosque me parece irreprochable, fundado y meritorio, porque ha desmontado pieza a pieza muchos tópicos de corrección político-lingüística, con un temple y un respeto formal dignos de admiración, y reorienta implícitamente el núcleo de la lucha contra el machismo al ámbito extralingüístico o, como mínimo, demuestra los límites intrínsecos del lenguaje como instrumento supuestamente facilón de lucha contra el machismo.

Un manual no sexista gramaticalmente correcto

Antonia Ma. Medina Guerra

La lengua, como producto social que es, se ve a veces condicionada en su uso por factores extralingüísticos, algunos de ellos de marcado carácter ideológico. Y siempre que tras los usos lingüísticos se esconden motivaciones ideológicas se suscitan acalorados debates de los que se hacen eco los medios de comunicación. Piénsese, por ejemplo, en los que provocaron el nombre del idioma o la planificación lingüística de distintas comunidades autónomas. No podemos sorprendernos, pues, que otro tanto ocurra con los llamados procedimientos igualitarios.

Como es sabido, el interés por las alternativas para erradicar el sexismo lingüístico viene a coincidir en España con la llegada de la democracia. Así, una sociedad que aspira a alcanzar la igualdad entre los sexos comienza a demandar unos usos lingüísticos más acordes con la nueva realidad. Es cierto que no todos los recursos igualitarios merecen la misma consideración atendiendo a las normas gramaticales vigentes (unos son agramaticales como la @, otros lentifican el discurso como el uso abusivo de los desdoblamientos y otros como los abstractos o los colectivos, por ejemplo, son rentables y de utilidad en muchos contextos); pero, en mi opinión, merecen respeto en tanto que intentan dar respuesta a una demanda social: no estando de más recordar que es la lengua la que está al servicio de la sociedad y debe responder a sus necesidades, y no a la inversa.