Marcelo Sandoval
- “Hace[r] saltar a una determinada época fuera del transcurso homogéneo de la historia; así hace saltar también a una determinada vida fuera de su época, y a una determinada obra fuera de la obra completa de una vida […] La obra singular está conservada y superada en la obra completa, lo mismo que en la obra completa la época y en la época el curso entero de la historia. De los que vendrán no pretendemos gratitud por nuestros triunfos, sino rememoración de nuestras derrotas” / Walter Benjamin
Mijaíl Bakunin ✆ Uluk Suçsuzer |
El 30 de mayo de 1814 o el 20 de mayo de 1814 (Cappelletti,
1986) o el 11 de mayo de 1814 (Lehning, 1999) nació Mijaíl Bakunin. La fecha
exacta en el tiempo cronológico no importa mucho, a fin de cuentas el tiempo
cronológico es una temporalidad homogénea y vacía, lo que nos importa es el
calendario. El calendario de lucha, organización y rebelión que se puede evocar
desde la vida, la acción y el pensamiento de Bakunin.
En la tradición libertaria hay un rechazo a identificarse y
nombrarse a partir de una persona ―no existen los proudhonianos, ni los
bakuninistas, ni los kropotkianos― (Graeber, 2011), existe la negativa a pensar
que un individuo puede ser el centro del pensamiento y la acción de un
movimiento en el que han participado y dado su vida cientos de miles o quizá millones
de colectividades e individualidades a lo largo de más de 150 años de
existencia del horizonte libertario. Esta tentativa de evocar los primeros
tiempos del anarquismo en particular y de toda la historia del movimiento
libertario en general, a partir de una vida, la vida de Mijaíl Bakunin, y
viceversa, no se hace para exaltarlo ni para darle un lugar superior a los
demás militantes libertarios de su época.
Traer al tiempo del ahora la vida y lucha de Bakunin nos
increpa a los militantes anarquistas del presente, nos hace recordar una
pluralidad de posicionamientos ético-políticos, formas de hacer política y de
organización que potencian tentativas autogestivas de ruptura, existencias
rebeldes y en tensión. Pensar para volver parte de nuestra memoria insumisa a
Bakunin significa la irrupción de un hacer pensante anti-estatista y
anti-capitalista, anti-patriarcal y anti-teologista, es decir, contra la
dominación, contra la división de la sociedad entre unos que mandan y otros que
obedecen.
El hacer militante de Mijaíl Bakunin es parte de una
constelación insurrecta que desde el mundo del trabajo se enfrentó al capital y
al Estado. Es parte de un movimiento que existió en todo momento de forma
instituyente, recurriendo a la creatividad y la imaginación, recreando las
prácticas y el pensamiento, soñando y luchando por lo imposible.
En ese instante de insubordinación, donde está inserto
Bakunin, se dieron las bases de un movimiento que rompió, desde su origen y
hasta el día de hoy, con la dicotomía izquierda-derecha, fue más allá, pues se
posicionó-posiciona contra toda forma de dominación. Se configuró como un
movimiento que ha rechazado en todo momento la formula autoritaria que piensa
que el fin justifica los medios, pues reconoce que de acuerdo a los medios y al
método será el mundo que se construya.
Con Bakunin y la constelación rebelde de la que es parte,
surge el anarquismo socialista y revolucionario, un anarquismo que entiende la
política como la acción directa de los interesados mismos para resolver sus
propias necesidades e intereses, un anarquismo que reconoce que la emancipación
es un acto de auto-emancipación, donde se acabe con los jefes y las
vanguardias.
La vida de Bakunin evoca una irreductibilidad ética que
caracteriza a una buena cantidad de los militantes libertarios, una ética que
se niega a crear relaciones utilitarias con los otros, que rechaza cualquier
forma de poder coercitivo y de autoritarismo, que niega la dominación del
hombre sobre la mujer. Una ética que no separa la militancia de la vida diaria.
Cuando las corrientes dominantes de izquierda revolucionaria
decían que el sujeto de la revolución era el proletariado, en la versión más
abierta, o el obrero industrial europeo, en las interpretaciones más ortodoxas.
Anarquistas como Bakunin expresaron que el sujeto revolucionario es cualquier
persona y colectividad en el instante en que desobedece, cuando se insubordina
y resiste contra la dominación. Cuando se organiza e instituye su hacer y
pensar en el sentido de la rebelión. Ser un sujeto revolucionario no está
determinado por el lugar de nacimiento ni por la clase a la que se pertenece,
como una cuestión preestablecida, abstracta, ser sujeto revolucionario es
luchar contra la opresión desde lo que cada quien es y para dejar de ser lo que
somos, para destruir las relación sociales de dominación, explotación y
patriarcales.
Con Bakunin, con los anarquistas de la Internacional
Antiautoritaria que nació en el Jura suizo en 1872 y con cada iniciativa
libertaria que irrumpe en América, Asia y Europa en la segunda mitad del siglo
XIX, germina una forma de organización y de hacer política que rechaza la
forma-partido y cualquier tipo de jerarquía en la acción política, recurren a
la afinidad, la complicidad, la confianza y a las formas federativas-descentralizadas
de organización. Con el socialismo revolucionario, como se hacían llamar los
libertarios de ese tiempo, nació el sindicalismo revolucionario y anarquista,
surge como contraposición de los partidos, pues es una forma de organización que
se nutre desde las necesidades de los sujetos en lucha en el ámbito de trabajo,
como enfrentamiento directo contra los patrones y el Estado, mediante las
huelgas salvajes y el sabotaje cotidiano, actos que desembocaban de tanto en
tanto en revueltas generalizadas.
Las sociedades secretas que promueven Bakunin y los
libertarios de esa época evocan los grupos de afinidad libertarios, espacios de
lucha y organización donde se reconoce la libre iniciativa y el libre acuerdo,
donde lo que une es la confianza y la amistad, colectivos que están en
movimiento y recreándose de acuerdo a sus necesidades, imaginación y
creatividad.
La actitud política de Bakunin que resuena en el movimiento
libertario a lo largo de su historia, es el rechazo a la postura autoritaria y
utilitarista que se contenta con estarse aprovechando de la coyuntura,
montándose en las luchas y resistencia de los otros para dirigirlas,
reconducirlas u obstruirlas, como lo ha hecho la izquierda estatista de todos
los tiempos. Los zapatistas del EZLN hace poco nos volvieron a recordar que no
se trata de aprovechar las coyunturas, sino de crearlas; el movimiento
anarquista en sus momentos instituyentes se ha abocado a crear tentativas
insurreccionales y de rebelión que fueran capaces de poner en cuestión y
trastocar las relaciones sociales de dominación.
En el ahora-tiempo nos sigue resonando Bakunin, nos increpa
y nos cuestiona. Nos fuerza a seguir en el horizonte ético-político
anti-estatista, anti-capitalista y anti-teologista, en horizonte de la autonomía
como proyecto, que existe en cada tentativa de lucha y rebelión donde se
recurra a la auto-organización, a la acción directa, a la afinidad y la
descentralización.
Con Bakunin nos encontramos en la perspectiva de una
revolución social de la vida cotidiana, donde se insurreccione la vida,
destruyendo las relaciones sociales y significaciones de dominación y se creen
relaciones sociales y significaciones en el sentido de la autogestión
generalizada, de la vida como poesía.
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