◆ Siempre, permanentemente, te
vigilan estos ojos inquisidores, en tu casa o en la calle, en el trabajo o en
el bar, de noche y de día: no hay ninguna intimidad posible — George Orwell, 1984
Ignacio Ramonet
Hace
quince años, y en nombre de la “necesaria protección” a la población, el
arsenal de medidas de control y vigilancia, que desde la Segunda Guerra Mundial
no había dejado de reforzarse, explotó literalmente. Todo comienza en la
primavera de 1941, en pleno conflicto mundial. Para penetrar en el secreto de
la célebre máquina alemana de codificación Enigma [1], considerada inviolable,
los Estados Unidos y el Reino Unido deciden sellar una alianza SIGINT [2] y
cooperar en materia de información. Intercambian sus protocolos de recogida de
información, comparten sus códigos, y unifican su terminología. Los analistas
estadounidenses, que acababan de descifrar el código japonés PURPLE, transmiten
a Londres sus técnicas y conocimientos [3]. Estadounidenses y británicos se
ponen también de acuerdo sobre la forma de gestionar las informaciones
recogidas y las telecomunicaciones interceptadas por todos los medios posibles
(radio, radar, cable, etc.).
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
28/2/17
Los “Cinco Ojos” y la Red Echelon — El sistema mundial de vigilancia masiva
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