“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

11/11/14

Haití: la revolución negra

Alexandre Petion
Charles Williams
[…] los haitianos solo serán conocidos en adelante bajo la denominación genérica de negros. | Art. 14 Constitución de 1805  (20 de mayo del año II)  

Ricardo Sánchez Ángel 
El panorama de la época

Como en ninguna otra sociedad nacional, Haití enfrenta enfoques no solo distintos, sino antagónicos en la interpretación de su historia y su existencia contemporánea. Los hechos actuales son apropiados para señalar perspectivas diferentes, dándole a todo esto la impronta secular de los colonialismos, pero también la presencia subterránea, y a veces volcánica, de los nativos y afrodescendientes.

Haití irradió su ejemplo en el continente, alimentando las esperanzas por la independencia de los colonialismos, tal como lo reiteró Simón Bolívar, quien era un hombre agradecido, en tanto la revolución haitiana está contenida en su propia obra de emancipador. Se puede señalar una crítica historiográfica a Hebe Clementi, cuando en su obra panorámica sobre la abolición de la esclavitud en América Latina no contempló la revolución haitiana como capítulo, lo que sí sucede con otros países[1].

Esta revolución se dio primero como antiesclavista y luego como anticolonial, entre 1791 a 1804. El contenido de estos logros va a ser: 1) la creación de una lengua, el creole, como sincretismo de los lenguajes vernáculos ante el francés, la lengua dominante de los colonialistas[2]; 2) la formación de un ejército profesional nacional; 3) la conversión de las plantaciones esclavistas en haciendas de asalariados, reforma y economía agraria; 4) la proyección de la revolución a las Antillas, el Caribe, Venezuela y la América Continental; 5) la unidad de toda la isla bajo la égida del nuevo Estado.

Es conocida la circunstancia del apoyo de Alexander Petión, como presidente de Haití, al Libertador Simón Bolívar. Igualmente, en 1806, un tal Jorge Martín, seudónimo de Francisco de Miranda, buscó apoyo de armas y hombres para que formaran parte de su ejército, con la condición de liberar a los esclavos, lo que cumplió el precursor en 1811 como presidente de la junta de gobierno. Es menos conocido el que Santo Domingo fue convertido desde el primero de diciembre de 1821 hasta febrero de 1822 en un protectorado de Colombia, con el nombre de Haity Español, por el gran prestigio alcanzado por los éxitos de Simón Bolívar. Esta situación solo fue conocida por el Libertador cuando ya los haitianos habían logrado el triunfo unificador de toda la isla[3].

El gobierno de Petión apoyó a Bolívar en un primer intento que fracasó, y luego en un segundo le entregó inicialmente 2.000 fusiles y posteriormente otros 4.000, 15.000 libras de pólvora, otras tantas de plomo, una imprenta, y las goletas El Bolívar, La Nariño, La Constitución, La Brion, La Piar, La Félix y El Conejo. Acompañaron a Bolívar 30 oficiales y 600 voluntarios negros y mulatos que trajeron directamente la llama de la libertad[4]. Se cuentan en el periplo haitiano del Libertador, entre otros, los caudillos populares de Mompox y Cartagena, los hermanos Gutiérrez de Piñeres y el futuro almirante negro José Prudencio Padilla, el armador mulato holandés Brión y el corsario francés Luis Aury.

La actitud política de Bolívar fue el apoyo al antiesclavismo y la independencia de la Revolución Haitiana, además del reconocimiento a sus aportes en materia de constitucionalismo en Nuestra América. La posición de Bolívar frente a la abolición de la esclavitud en la revolución continental fue derrotada, pese a la legislación que expidió y a la elocuencia en sus discursos políticos. Esto es clave para comprender el curso de los acontecimientos. Bolívar a su vez temía el gobierno de castas, no solo las españolas, sino también de la “pardocracia” y la guerra entre razas, moviéndose en un equilibrio entre mantener su propósito estratégico, la independencia, y el avance del antiesclavismo. El triunfo de la “pardocracia” significaba la destrucción de la unidad nacional continental, que el programa de la élite bolivariana, incluyendo el ejército, estaban logrando.

Al comenzar su campaña en Venezuela, entre 1816 y 1818, Bolívar dictó cuatro edictos ordenando la abolición de la esclavitud, al igual que vinculó a los esclavos a las fuerzas armadas, con el concepto de que estos tenían el derecho a defender su libertad combatiendo. En el Congreso de Angostura de 1819, Bolívar exaltó de manera enfática el aporte de la Revolución Haitiana en su discurso, que es una lograda elaboración de sus ideas constitucionales. En dicho Congreso, la postura del Libertador no fue acogida, lo cual significó un revés para su política, de la misma manera que en la Constitución de Cúcuta de 1821 fue derrotada por la preponderante fracción esclavista, pese a la propuesta transaccional de diferir la libertad de los esclavos al momento de nacer en el territorio de la República.

Más discutible es el cálculo político de Bolívar, junto con Santander, de no invitar a Haití al Congreso de Panamá por razones de geopolítica mundial, al igual que no abrir las relaciones diplomáticas con el Estado haitiano en 1824. No obstante, hay que mostrar que en esos actos el enorme miedo que causaba la influencia de Haití, libre e independiente, en las grandes potencias y en los sectores de notables criollos ligados a la causa de la independencia, era significativo. La historiadora AlineHelg difiere de esta perspectiva del balance de la actitud de la élite bolivariana frente a la libertad de los esclavos, y manifiesta su sorpresa porque al final de su carrera política, al defender la constitución boliviana de 1826, el Libertador renueva sus elogios a Petión y Boyer, dos presidentes emblemáticos de la isla, por el aporte que ellos hicieron al régimen presidencial que inspiró a Bolívar en su propuesta. Claro está que una lectura atenta, comparada, del constitucionalismo haitiano en materia de las libertades e instituciones, como el derecho a la intimidad, muestra que la influencia fue más amplia sobre el diseño bolivariano[5]

El nombre nativo original de la isla era Ayiti. Al arribo de Cristóbal Colón y la conquista española se bautizó como Hispanolia, con su capital Santo Domingo. El moderno nombre de Haití es obra de la revolución de 1804, una recuperación del nombre original. Durante la dominación colonial francesa, la parte occidental se denominó Saint-Domingue.

La colonia haitiana era próspera, representaba las dos terceras partes del comercio exterior de Francia, nación que la consideraba su mejor colonia, la joya más preciada, con una extensión de 27.550 kilómetros cuadrados, medio millón de esclavos africanos, unos pocos nativos sobrevivientes y con 40.000 blancos, principalmente franceses, además de 28.000 mulatos. Muchos de estos últimos eran propietarios de tierra y de esclavos, controlaban hasta una tercera parte de las plantaciones con esclavos, y llegaron a tener proyección política en París, donde organizaron la Societé des Amis des Noirs.

Los mulatos fueron reconocidos por el gobierno francés como iguales a los blancos mediante decreto del 4 de marzo de 1792. Se dio entonces una compleja interrelación de alianzas y enfrentamientos entre los esclavos, los mulatos y los blancos, en el contexto de entendimientos indistintos con España, Inglaterra y Francia[6]

Su economía, al igual que la de Cuba, las Antillas y Jamaica, giró en torno a la plantación azucarera, el “oro blanco” tan apetecido en Francia y las capitales metropolitanas. Los otros productos fueron el café, el tabaco, el arroz, el algodón y las maderas. El azúcar estructuró una compleja armazón en el capitalismo marinero de constructores y dueños de barcos y puertos, estimuló una tupida red de financistas, comerciantes y burócratas, beneficiando también a la nobleza parasitaria, a la burocracia militar y al epicentro del imperio francés.

El colonialismo en Haití, al igual que en Guadalupe y Santa Lucía, se constituyó en un motor satelital en la fase de formación y extensión del mercado mundial capitalista, una de las fuentes de su esplendor en la acumulación originaria. Su procedencia, la piratería de los bucaneros franceses con base en la Isla Tortuga, una “República Pirata”.

El Caribe y las Antillas fueron también el centro de otros imperialismos, como el español, el inglés y el holandés, los cuales competían por las posesiones y los territorios. En menor medida el danés y el sueco, que fungían como neutrales y en puertos libres. Un espacio cosmopolita con dimensión popular de aventureros y perseguidos de todas las naciones.

Un mundo maravilloso de mares y gentes, de audacia, despotismo y libertad. Sin embargo, son ante todo sociedades de la esclavitud con su oprobiosa explotación, opresión, humillación y ofensa. Los esclavos trabajaban de sol a sol como mandaban los códigos coloniales, en que la resistencia era castigada con tratos crueles y torturas. Estos africanos son uniformados en la condición de negros, de acuerdo con el designio de los propietarios, desarraigados de sus naciones, culturas diversas y ricas en prácticas culturales y lenguas[7].

En la sociedad esclavista, las resistencias se alimentaron con el recuerdo de la memoria y el cuerpo, con su cultura oral, los tambores, la música, el baile, las religiones y cocinas. Todo esto y mucho más, englobado en la utopía de sus orígenes, en el deseo del retorno a donde la vida era decente, y sobre todo suya, lo cual es poderoso alimento espiritual que estimula la conciencia de la rebeldía: la pereza, el suicidio en los barcos negreros, el malungaje[8], los motines a bordo y luego el cimarronismo, el arcabuco, el palenque y los cabildos negros. La dialéctica del amo y el esclavo en todo su furor, alcanzando rebeliones parciales y globales.

Este es el fermento histórico sobre el que se realizará la revolución de 1791 a 1804.

En 1793 se proclamó la libertad general en Saint-Domingue. En 1795 el Tratado de Basilea concede a Francia la parte española, lo cual aprovecha ToussaintL´Ouverture para tomar posesión como presidente vitalicio de esta región en 1801 y adoptar una Constitución que garantizó las libertades. En 1802 Francia, bajo el mando del general Leclerc, intentó la reconquista y su ejército fue derrotado, pero logró la capitulación de Toussaint y el exterminio de los rebeldes en Guadalupe. Luego Dessalinesasumió el liderazgo, y gobernó del 1 de enero de 1804 al 12 de octubre de 1806, cuando fue asesinado, dejando una defensa organizada del país.

Haity va a tener dos capitales con la declaración de independencia de 1804: Gonaïves, ubicada al oeste de la isla, y luego, en la ciudad del cabo, al norte, Haitien, con el rey Cristhoper. Para 1818 Francia, expulsada, cede los derechos coloniales sobre la parte oriental a España, que también es derrotada.

Los fueros de autonomía se alimentaron desde la independencia, siendo notable la rebelión de los cimarrones en la península del sur al mando de Jean-BaptistePerrier, o Duperrier, alias Goman o Gauman, que duró dieciocho años. En lugares colindantes se desató otra rebelión, cuyo líder, Acaau, la llevó al éxito en 1843. Su aporte es decisivo en la configuración de la nación haitiana, que no está compuesta de negros, como lo definió el colonialismo y su cultura, sino de los congos, mandinguas o ibos, y los sobrevivientes nativos indígenas, los arawaks.

Hacia 1822, el presidente Boyer ocupa la parte oriental de la República de Haití, unificando la isla hasta 1843, en total 21 años, cuando vuelve la división con la separación de República Dominicana. Las intenciones de Haití en 1849 de volver a unificar los territorios son infructuosas. Ese mismo año, ElieSoulouque se proclamó “emperador Faustino I”.

Estas pretensiones de unidad de la isla por los gobernantes y el ejército de Haití muestran la toma de conciencia de la importancia de un solo Estado con distintas etnias, lenguas y culturas. La unidad geográfica era una necesidad histórica; de lo contrario surgirían, como aconteció, dos estados débiles a merced de los juegos del nuevo imperio de Estados Unidos, que terminó dominando con la independencia de Cuba y la Enmienda Platt, al igual que con el control de Panamá, Puerto Rico, la zona del Caribe y las Antillas[9] 

El Vudú: entre la liberación y la perversión 

La mitología religiosa de católicos y protestantes satanizó el ritual liberador del 22 de agosto de 1791 en los bosques de Morne Rouge con la envoltura del vudú, presentándolo como un pacto diabólico en el que si lograban derrotar a los franceses le serían leales a Satán, evento que dio paso a todas las desgracias de la historia de Haití. El reverendo Pat Robertson señala que el reciente sismo de enero de 2010 se explica por la vigencia de este pacto. Este pastor es dueño del imperio mediático Christian Broad Casting Network, y él mismo es showman del programa televisivo Club 700, de vasta audiencia internacional[10].

El abate de la Haye, párroco del Dondón, voltairiano y partidario de los derechos humanos, participa de esta ceremonia del vudú, que incluía el sacrificio del cerdo, y es, a la vez, redactor de la declaratoria de guerra por la libertad. Los vasos comunicantes de las culturas liberadoras se mezclaban en una pluralidad de actores.

El 22 de agosto de 1791, en los bosques de Morne Rouge, el líder Boukman, un papaloi, alto sacerdote, impartió las órdenes y, “tras los conjuros del vudú, tras sorber sangre de cada sacrificado”, sugestionó a sus seguidores por medio de una plegaria, en criollo:
“[…] ha llegado hasta nosotros. El dios que creó al sol que nos alumbra, que riza las olas y gobierna las tormentas, aunque oculto tras las nubes, nos contempla. Ve todos los actos de los blancos. El dios de los blancos incita al crimen, pero el dios de los negros inspira la bondad. Nuestro buen dios nos ordena vengar nuestras ofensas. El dirigirá nuestras armas y nos ayudará. Derribemos el símbolo del dios blanco que tan a menudo nos ha obligado a llorar, escuchemos la voz de la libertad, que habla en el corazón de todos nosotros”[11].
 Esta bella proclama en que se contrasta el dios de los blancos con el dios de los negros constituye el acta inicial de la revolución de los haitianos. El terror era la religión colonialista y el dios de los blancos era quien lo ejercía, en contraste con la religión y el dios bueno de los negros.

El líder Boukman fue muerto después de luchar valerosamente, y la asamblea colonial exhibió su cabeza en Le Cap sobre un cartel con la leyenda: “Esta es la cabeza de Boukman, el jefe de los rebeldes”. Como a Túpac Amaru y José Antonio Galán, el líder comunero en la Nueva Granada, y tantos otros héroes populares. La persecución al vudú o vadú, de manera sistemática, está ligada al hecho de que sus cantos y rituales alimentaron la revolución negra. El legendario Mackandal era un negro jamaiquino, cuya praxis religiosa con el vudú suscitó su liderazgo, con la envoltura religiosa para la rebelión. Como dice Alejo Carpentier: “Se trataba de un Pacto Mayor entre los iniciados de acá y los grandes Loas del África, para que la guerra se iniciara bajo los signos propicios”[12] y “Detrás del tambor madre se había erguido la humana persona de Mackandal. El mandinga Mackandal. Mackandal hombre. El manco. El restituido. El acontecido”[13].

El veneno fue el arma letal de los cimarrones contra los colonialistas, como el tambor era el gran comunicador de reuniones secretas, de buenas noticias, de alertas, peligros, fiestas y oficios del vudú, al igual que convoca al incendio, al fuego contra el esclavista colonizador. 

El escritor afrocolombiano Manuel Zapata Olivella, en su novela sobre la saga de la Africanía en el Nuevo Mundo, recupera la épica de la revolución, desde el protagonismo de sus más esclarecidos caudillos. Con la poética redime la humanidad magnífica de los haitianos en su gesta por la libertad y la independencia[14].

La respuesta de los blancos colonialistas fue implacable: torturaron y asesinaron por doquier, sin lograr desmovilizar la rebelión. La influencia de la Revolución Francesa y su culto a la razón, con libertad, igualdad, solidaridad, tenía partidarios muy firmes entre los rebeldes y sus dirigentes. Estos veían con desconfianza y preocupación el vudú, porque podía ser manipulado perversamente, así que ToussaintL´Ouverture, el líder nacional, procedió a ilegalizar estas ceremonias religiosas. Más adelante, en la era de Duvalier, el vudú fue utilizado como arma política del régimen terrorista para dominar, sumiendo en la pasividad a los trabajadores.

Sin embargo, al terror implacable de los colonizadores, que no exhibía fisuras ni hacía concesiones, que era sistemático, no cabía otra alternativa que el terror de los anticoloniales. Esta certeza se había interiorizado en el corazón y la razón de los rebeldes, en la dialéctica amigo-enemigo, amo-esclavo, en que no existía reconocimiento del derecho de los esclavos a defenderse. La consigna fue oponer el terror negro al terror blanco.

En la plantación de Gallifet, los esclavos ejercieron el arma de la destrucción. “Como los campesinos de la Jacquerie o los luditas insumisos, buscaban la salvación en el recurso más elemental, la destrucción de lo que sabían era la causa de sus padecimientos; destruyeron mucho, porque habían sufrido mucho”[15]. La persecución al vudú se acompaña con la presencia civilizadora de la Iglesia católica, que termina oprimiendo y persiguiendo las culturas tradicionales.

El inmenso dolor y odio de la sistemática explotación, humillación y ofensa, de malos tratos, torturas y asesinatos, al igual que la conciencia de una utopía, del retorno a África, donde todo tiempo pasado fue mejor, llevaron a los trabajadores a una revolución amplia y sostenida. Lo hicieron con astucia y furia, con la solidaridad y el implacable deseo de liquidar a los explotadores, las plantaciones y lograr primero la libertad y luego la independencia de Francia. 


Toussaint L'Ouverture
Jacob Lawrence
El gran caudillo 

Toussaint L’Ouverture fue una figura emblemática de la gesta de la revolución haitiana, que logró la unidad nacional al someter a los caudillos a su mando; conformó en diez años un ejército profesional e intentó una conversión de los esclavos en trabajadores en las antiguas plantaciones, con una participación que se estimó favorable para estos proletarios, que eran por fin libres de la esclavitud.

Toussaint concibió la guerra como una resistencia a los desmanes colonialistas, por la liberación de los esclavos, pero como parte integrante de Francia. Tenía una apreciación positiva de la Revolución Francesa, y la concebía como el gran suceso de la historia a favor del progreso y la civilización. 

Buscó hasta el final el acuerdo, el entendimiento. No solo utilizó la guerra, sino la política y la diplomacia. Encaró las contradicciones hasta convertirse en un personaje trágico de carácter universal. Fue víctima de la ilusión de haber conseguido el acuerdo con Leclerc, el general derrotado en esa larga guerra. Toussaint capituló, no porque fuera derrotado, sino porque venció en toda la línea. Dice James que “Fue su confianza absoluta en su ejército y el pueblo lo que lo llevó a cometer su error”[16]. Sus movidas habían erosionado su gran logro, la confianza y unidad en otros jefes como Dessalines, quien tenía su propio plan para llevar la independencia hasta el final.

Para Toussaint la agricultura era la clave de la producción. Era partidario de una ética del trabajo como necesario: “Es una virtud, contribuye al bienestar general del Estado”. Impuso el trabajo obligatorio con restricción de movimiento, pero pagando y repartiendo una parte de lo producido. A los blancos propietarios se los asignó al trabajo obligatorio, bajo estrictas condiciones. Era la supremacía del Estado, base de la necesidad y posibilidad de reconstruir el tejido social, organizar la economía hacia el capitalismo y embarcar a Haití en el logro de una Nación. La desorganización, la devastación de la guerra, las necesidades extremas lo convencieron de que esta era la alternativa más correcta.

En la Constitución de 1801 se dice en su artículo 15: “Cada plantación es una industria que exige un conjunto de obreros y campesinos; es el refugio tranquilo de una familia constante y activa, cuyo padre será siempre el propietario del suelo o su representante”[17].

El jefe francés Laveaux da este testimonio sobre la parroquia de PetiteRiviére, donde visitó a Toussaint: “Ofrecía el grato espectáculo de ver a más de 15.000 trabajadores reincorporados al trabajo, imbuidos todos ellos de gratitud a la República: negros, blancos, mulatos, obreros, propietarios, bendiciendo unánimes al ‘virtuoso jefe’ a cuyos desvelos debían el mantenimiento de la paz y el orden”[18].

Los años de 1795-1796 son los del esplendor de Toussaint; para el último año, él encarnaba la ley y la confianza. Eran cuatro años de ejecutorias desde 1792, cuando comenzó su liderato. Vino luego la prisión de Toussaint, su destierro a Francia y su muerte, provocada de manera planificada por el cónsul Bonaparte, y la unidad de los mulatos a los negros y su participación en la guerra bajo la dirección del herrero Alexander Petión, hijo de Úrsula, quien desplegó una enérgica actividad militar.

Esta unidad de negros y mulatos selló la suerte del colonialismo. Toussaint valoraba muy bien el papel negativo de la pretensión esclavista y colonial de Francia, España e Inglaterra para el desarrollo de la sociedad, la Nación y el Estado en Haití. Tenía una perspectiva del mundo de su época donde se situaba la revolución.

En la carta de Toussaint al Directorio de París, llama a defender la conquista de la libertad por los haitianos aboliendo la esclavitud, hecho este reconocido por la República Jacobina, y que los colonos blancos y mulatos querían revertir con el apoyo de los comerciantes de esclavos de Estados Unidos e Inglaterra. La belleza y claridad de la prosa expresa un alto concepto ético de la dignidad, tal como la Revolución Francesa en su tendencia jacobina y cosmopolita estaba promoviendo (véase anexo 1).

La derrota colonial 

Los historiadores del colonialismo suelen ocultar ciertas derrotas o minimizarlas, sobre todo cuando las logran los trabajadores. Así sucedió en Haití, no solo con los franceses, sino con los españoles y los británicos, porque tres colonialismos fueron derrotados en su pretensión. España conservó sus dominios en Santo Domingo. La historia de la derrota británica fue celosamente ocultada en la basura del olvido, hasta que en 1906 el historiador del ejército británico Fortescue la reveló y James la consignó en sus Jacobinos Negros:


“Fue una historia que permaneció completamente olvidada durante más de un siglo, hasta que en 1906 la desenterró Fortescue, el historiador del Ejército británico. Fortescue atribuye la culpa a Pitt y a Dundas “que estaban plenamente al tanto de que en esa ocasión no se enfrentarían solo a paupérrimos y enfermizos franceses sino a la población negra de las Indias Occidentales. Pese a ello condujeron a sus tropas hacia estas islas pestilentes, a la espera de poder destruir así el poder de Francia, para encontrarse, demasiado tarde, con que no habían sino prácticamente destruido el Ejército británico”[19].


Desde 1791 los británicos habían ocupado parte de la isla, y planearon la derrota de la rebelión ante la debilidad de los franceses. Una expedición de los británicos fue abatida por los campesinos esclavos libertos de una manera contundente. Para 1794, 7.000 ingleses con 19 navíos ocuparon Martinica, Santa Lucía y Guadalupe. La base inglesa era Barbados y Jamaica. Para 1795, Toussaint le aconsejó al francés Laveaux desconfiar de la paz firmada en Basilea entre España y Francia, dada la condición fundamentalista de los españoles.

Un aliado telúrico aparece en contra de las fuerzas armadas expedicionarias inglesas, y lo mismo sucederá con españoles y franceses: la fiebre amarilla, el mal de Siam, transmitido por el zancudo, contra el que el colonialista nunca pudo, parodiando al panfletario Vargas Vila. Mientras los jacobinos negros con Toussaint a la cabeza derrotaron a los ingleses, siendo decisiva la acción del jacobino francés VictorHugues, quien “los venció batalla tras batalla, 1795, afirma Fortescue, es el año más funesto en la historia del ejército británico”[20].

Este VictorHugues, mulato y personalidad de la Revolución Francesa, fue encargado de transmitir las noticias de la liberación de los esclavos por la Asamblea Nacional Francesa, con un contingente de 15.000 hombres. Este personaje de novela fue recreado en El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier[21], y formó un ejército de negros; con ellos realizó exitosamente la reconquista de Guadalupe, Martinica y Santa Lucía, en ese entonces en manos de los británicos.

La razón política que inflamó los espíritus de los negros fue el reconocimiento por parte del jefe colonial francés del abolicionismo implantado mediante el decreto del 20 de agosto de 1793, sin autorización de París. Lo que buscaba era reconocer una realidad y, así, garantizar la presencia francesa, lo cual incluyó el nombramiento como procónsul de Toussaint.

Los propietarios de esclavos y plantaciones tenían favoritismo por los ingleses, por su decisivo esclavismo y la promesa de restaurarlo, dándole una base social a su presencia en Haití. Inicialmente lograron imponer una capitulación el 3 de septiembre de 1793 con el contenido de que Gran Bretaña era Estado protector, se volviera a implantar el sistema esclavista y la discriminación a los mulatos y el exclusivismo, cuidándose de agregar que el sistema sería corregido, esto último una promesa pía.



Jean Jacques Dessalines
Antoine Leday
Libertad o muerte

Al contrario de Toussaint, Dessalines practicó la guerra a muerte al invasor, desarrolló la guerra racial de negros contra blancos y cultivó un heroísmo destacado, siendo el artífice de la derrota de Leclerc y su ejército desmoralizado y diezmado en la batalla de Vertiéres, el 18 de noviembre de 1803.

Sin embargo, Dessalines no era un bárbaro. Su personalidad requiere un balance más adecuado y James lo analiza: “Brutal y tosco, con sus manos manchadas de sangre, Dessalines se merece ocupar su lugar entre los héroes de la emancipación humana. Era un magnífico soldado, y no aspiraba a nada más. Pero el odio hacia los que merecían ser odiados y aniquilados había aguzado su ingenio, y su papel fue decisivo”[22].

La batalla de la defensa de Crête-à-Pierrot, la fortaleza y el sistema múltiple de respuesta al ejército francés constituyen una página gloriosa en la guerra de independencia, una batalla en la que Dessalines se exhibió como un líder carismático, un guerrero invencible, un ingeniero militar, un estratega consumado. Esta batalla fue decisiva porque el desempeño de estos soldados jacobinos negros era contra tropas profesionales.

Al contrario de otros sectores proclives al acuerdo con el general Leclerc, Dessalines sospechó que lo que se fraguaba era el retorno a la esclavitud abolida por los haitianos y por la Revolución Francesa. Pero eran tiempos de Termidor, y Bonaparte la restableció, cediendo a las presiones de la burguesía marítima, mas no pudo en Haití. Los franceses llevaron la reconquista a un punto de terror sistemático, con asesinatos y torturas. Esta actuación bien merece figurar en las primeras páginas de la historia del colonialismo. En ese sentido Dessalines es hijo legítimo de esta tragedia, y al encarnar la venganza y la destrucción, acogió el comportamiento de “ojo por ojo, diente por diente”. Al terror blanco opuso el terror negro. Libertad o muerte fue su lema.

La virtud de esta prosa insurgente se acentúa con lo claro de los propósitos, como puede corroborarse en la proclama de independencia del primero de enero de 1804. Es un texto brevísimo, una pieza antirretórica que contrasta con la elocuencia, pompa y frondosidad del idioma burocrático del imperio (véase anexo 2).

En esta confrontación concurrieron la guerra de clases, esclavos contra esclavistas; de liberación nacional contra el colonialismo francés; y la guerra racial, blanco contra negro y viceversa. También entraron en escena los mulatos, que apoyaron a los blancos por intereses económicos, y porque veían con preocupación la hegemonía de los negros.

Armaron su propio ejército, formaron un “Estado” mulato y buscaron la hegemonía, pero los franceses los enfrentaron. Quisieron pero no pudieron; luego se unieron con los negros para sellar la independencia. Esta interrelación de procesos socioeconómicos y militares tuvo la dimensión de una guerra popular de alcances internacionales. Se estaba enfrentando al imperialismo francés en todo su esplendor.

La dimensión de la derrota francesa es múltiple: perdió la próspera colonia, la trata de esclavos, su explotación en las plantaciones, y exhibió su debilidad ante las otras potencias. En 1793 se desató la guerra entre Inglaterra y Francia: la pérfida Albión tenía intereses y presencia en el Caribe y las Antillas, y procedió a manifestarlo militarmente.

El costo fue inmenso. De los 34.000 soldados que habían desembarcado para la campaña de Leclerc, 24.000 murieron y 8.000 estaban heridos; quedaban 2.000 unidades. Una cifra incalculable de muertos se dio del lado de los haitianos. Muerto Leclerc, desembarcaron 25.000 soldados más hasta alcanzar la cifra de 60.000. Toda esta fuerza fue derrotada[23].

En la proclama de independencia, Dessalines acentúa la precisión: libertad, igualdad, independencia o muerte, orgullo nacional. A la guerra a muerte de los colonialistas se opone la guerra a muerte bajo la forma de la venganza de los revolucionarios (véase anexo 3)[24]. En el texto todo separa a los franceses señalados como verdugos de los haitianos, referenciados por ellos mismos como invalorables, sensibles e idénticos a todos los pueblos libres que ostentan el orgullo de ser odiados por los colonialistas.

Dessalines enfatiza en que la proclama la firman y apoyan todos los oficiales del ejército nacional, con el pueblo en sus distintas configuraciones: mujeres, niños, familias, hombres. En este texto se entiende, de cuerpo entero, el radical ideario de la élite de libertadores, quienes tienen conciencia plena de que se está fundando una República democrática en armas.

La revolución haitiana, como suceso histórico anticolonial, se combinó con la realización de la gran revolución en Francia. La influencia directa sobre los haitianos era impresionante, y las propias multitudes de trabajadores y sanscoulottes, los jacobinos y los otros núcleos a la izquierda, estaban en lucha radical contra los privilegios feudales, la monarquía, y por la República con democracia. La igualdad era llenada de contenidos reales; la utopía igualitaria, el autogobierno en la comuna, la fraternidad, los derechos del hombre y el ciudadano y el pueblo en armas eran los propósitos en curso en la nueva aurora de la humanidad. El código de estos revolucionarios plebeyos era más que cosmopolita. Irradiaba un sentido internacional, donde la fraternidad era el horizonte. Esto hace que la gravitación de la idea y la praxis de la Revolución Francesa sean decisivas en el desenlace haitiano. Claro está, la burguesía y la Gironda querían la primacía de la propiedad y la libertad económica. La esclavitud era una preciosa propiedad, y el comercio de esclavos un lucrativo negocio para la burguesía marítima. Los colonos franceses, explotadores hasta lo inverosímil, se aferraban a sus plantaciones esclavistas con todo su poder y su furia. Y el Estado francés obtenía la supremacía.

 La gran frustración 

La derrota de estos propósitos revolucionarios no anula la justeza de lo que se hizo y se propuso para la unidad diversa de la isla. Durante la segunda mitad del siglo xix, Haití se repliega hacia una economía y sociedad campesina y en paz, aunque no escapa a algunas guerras civiles.


Una sociedad aldeana —los Lakon— vigoriza la cultura tradicional y la asumida en la independencia. Las grandes potencias se “olvidan” de Haití y le dan la espalda, no sin que Francia expida una cuenta de cobro por los daños sufridos en la independencia, de 17.500 millones de euros hoy, equivalente a 150 millones de francos-oro, que el gobierno de Boyer (1818-1843) en 1825 se vio obligado a aceptar bajo la amenaza de un bombardeo de 11 barcos de guerra franceses al frente de Puerto Príncipe.


El humanista cálculo de Boyer era evitar otra sangría inmensa de sus pueblos y eventualmente una reconquista. El resultado no obstante fue que empobreció más las finanzas públicas, y desde entonces el Estado haitiano quedó atrapado en las redes de los empréstitos a la banca internacional[25]. La explicación de la gran frustración está marcada por el odio colonialista y sus ansias de venganza por haber derrotado los haitianos a franceses, ingleses y españoles en guerras populares de liberación nacional.

A su vez, resuelto el problema de la unidad con la guerra de la unión liderada por Lincoln contra el sur esclavista, Estados Unidos se erige en un Estado-Continente, donde múltiples naciones y culturas acicatean el capitalismo, la democracia y la voluntad cultivada desde antes en los años de Monroe por el expansionismo. La verdad es que los colonos de Estados Unidos, antes y después de la independencia de este país, hicieron presencia comercial en el Caribe y las Antillas. Estados Unidos influyó por partida doble: de una parte, mantuvo el esclavismo de forma férrea, y de otra impulsó la libertad económica y política.

A comienzos del siglo xx surge el moderno imperialismo, con Estados Unidos a la cabeza, y en su larga marcha sobre Nuestra América aparece Haití como una clave de su dinámica neocolonial. En 1915 la isla es ocupada y controlada férreamente por las tropas de la potencia del Norte durante dieciocho años. República Dominicana es ocupada en 1916, una genuina desgracia, en tanto la obra de la ocupación es destructiva de la economía aldeana, de las costumbres, las autonomías y la cultura. Además, se endosa las instituciones colocándolas a su servicio, corrompe a la élite gobernante, y a la delgada capa de ricos los coloca en la órbita de sus intereses. El ejército nacional, cuyos orígenes vienen de la revolución de independencia, es disuelto por el invasor, y se crea un ejército nuevo, la Guardia de Haití, como fuerza subordinada al ejército colonial y como instrumento represivo contra la resistencia.

 El anticolonialismo de los haitianos ofrece una singularidad en sus expresiones. Existe y se debe visualizar. Esta apreciación del sociólogo haitiano Jean Casimir lo ilustra:

“A pesar de la veneración que merecen los esfuerzos de los héroes que combaten la ocupación norteamericana, conviene recordar no obstante que la tenaz resistencia campesina proviene ante todo de las costumbres, de los hábitos, de los principios, de los reglamentos y de muchos otros lazos invisibles que definen a las comunidades. Sin minimizar el papel de los dirigentes, es de primera importancia comprender que la civilización campesina en su totalidad se opone a la presencia y al proyecto de los extranjeros”[26].


Y más adelante, agrega:

“Tres días después del desembarco, la guerrilla campesina al mando del doctor Rosalvo Bobo marchaba sobre Puerto Príncipe. El movimiento guerrillero, conocido como el de los cacos, alcanzó su apogeo en 1919 con el liderazgo de CharlemagnePéralte. Éste es asesinado en noviembre de este año. BenoitBatraville continuó la lucha hasta mayo de 1920 cuando perdió la vida”[27].


Esta contra-cultura y sociedad alternativas constituyen el legado ancestral de África y de los Arawaks de Ayiti, y la herencia de 1804, cuando se derrotó a los colonialismos, al sistema de plantación esclavista, dando lugar a los pensamientos y lenguas haitianas, con el creole como lengua franca de la inmensa mayoría.

Entre 1915 y 1946 surge y se consolida un proletariado en las grandes plantaciones agrícolas y agroindustriales de caña de azúcar, piña, plátano, henequén y caucho. De acuerdo con Hector Michel, hacia finales de los años treinta había veinticinco mil obreros agrícolas en esas empresas, y hacia 1943, en una sola, sesenta y cuatro mil trabajadores.

Igualmente, en el contexto de la segunda guerra mundial, surgieron fábricas de tejido, aceites, bebidas, tabaco y pequeña industria, toda una estela de bienes de consumo. El desarrollo de actividades de obras públicas y urbanas creó un proletariado en ese sector. Aparece y se desarrolla el sindicalismo. Las figuras históricas del campo proletario van a ser Jacques Roumain y Christian Beaulieu. Un vigoroso movimiento de los trabajadores y de los estudiantes irrumpe en la historia social y política de Haití, y allí la cuestión de los negros, los afrohaitianos, está presente. La propiedad de estos negocios corresponde a compañías extrajeras, especialmente norteamericanas, con una estructura de atraso y sobreexplotación del trabajo. En 1947 comienza una fuerte represión contra el movimiento obrero, al ser duramente castigada la convocatoria a una huelga general. Este clima dura hasta 1957, año en que irrumpen en la escena movilizadora los maestros, trabajadores de los bancos, choferes y, de nuevo, los estudiantes. El vigoroso reavivamiento huelguístico y de protesta dura hasta 1968. El acicate de enfrentar la dictadura terrorista de Duvalier contribuye a la radicalización de las luchas. Lo que viene desde 1963 es el abominable control terrorista de los tontonmacoute sobre los sindicatos, los cuales entran en agonía[28].

Haití pasa a ser proveedor de fuerza de trabajo en calidad de trabajadores a destajo en República Dominicana, Cuba, Bahamas, Guyana Francesa, con un régimen de neoesclavitud, del capitalismo despótico. En la República Dominicana, el dictador Trujillo asesina aproximadamente a 15.000 haitianos para imponer su régimen de terror a estos pueblos. Una vez retirados los marines norteamericanos el 15 de agosto de 1934, se instauran distintos gobiernos títeres con la fórmula del golpe de estado o renuncias forzadas de gobernantes. En la década de los cuarenta se reedita la cristianización con el nombre de “campaña antisupersticiosa”, “campaña de acto de fé”, mediante el etnocidio de católicos y protestantes contra el vudú y las creencias ancestrales.

En 1957 llega al poder el médico Duvalier, “Papa Doc”, quien ejerce el terror sistemático y el asesinato de sus opositores, mediante grupos paramilitares conocidos como los TontonMacoute. El 21 de abril de 1971, antes de su muerte, nombra como su sucesor y “presidente vitalicio” a su hijo Jean Claude BabyDocDuvalier, cargo que ejerce hasta 1986.

Hoy Haití es un país castigado por partida doble. De un lado, el sismo generalizado, que destruyó Puerto Príncipe y otros lugares de la isla en enero de 2010, al igual que el capitalismo de las multinacionales, las mafias y los grandes propietarios han sumido históricamente al país en la pobreza, con los peores indicadores de desarrollo humano. Con una realidad ambiental de explotación forestal indiscriminada, carencia de agua, sin soberanía alimenticia, en donde las remesas de los haitianos del exterior constituyen el 50 % de los ingresos familiares. Hambre y enfermedad generalizadas, particularmente con la epidemia reciente del cólera, que ha cobrado más de dos mil víctimas, sobre todo entre mujeres y niños, quienes además están sometidos a la neoesclavitud de la prostitución y el rapto.

Haití es un país extremadamente vulnerable, en lo humano-social y en su equilibrio ecológico, con una población cercana a los diez millones de habitantes, la gran mayoría afrohaitianos, y con un territorio de apenas 27.750 kilómetros cuadrados. No obstante, su ubicación geopolítica es de la mayor importancia para las Antillas y el Caribe.

Lo que constituye un asunto de preocupación y de rechazo es la alternativa de Estados Unidos a esta crisis en el 2010, con la ocupación militar inicial de 17 mil efectivos, que se sumaron a los 11 mil del ejército multinacional de las Naciones Unidas, la Minustah. La explicación de fondo es garantizar la influencia de la gran potencia sobre la nación haitiana, y su preponderancia en los planes de reconstrucción con los parámetros del capitalismo de los desastres, al igual que el despliegue naval sobre las Antillas y el Caribe por parte de la IV Flota, para consolidar un dominio geopolítico, y, por supuesto, castigar la protesta de la muchedumbre de damnificados.

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Otras fuentes














Anexo 1
Carta de Toussaint L'Ouverture al Directorio de París, que intenta restablecer el Dominio sobre la Colonia y la Esclavitud [29]



El impolítico e incendiario discurso de Vaublanc no ha afectado apenas a los negros en comparación con la seguridad que albergan respecto de los planes que están tramando los propietarios de Saint-Domingue: las declaraciones insidiosas no deberían surtir efecto alguno sobre los sabios legisladores que han decretado la libertad para las naciones. Pero los ataques a esa libertad que proponen los colonos son tanto más temibles cuanto que sus detestables planes se recubren con el velo del patriotismo. Sabemos que buscan imponer algunos de estos planes mediante promesas ilusorias y falaces, para que vuelvan a repetirse en esta colonia pasadas escenas de horror. Pérfidos emisarios se han introducido ya entre nosotros para hacer fermentar el caldo destructivo preparado por los liberticidas. Pero no lo conseguirán. Juro que la libertad mantendrá su lugar sagrado. Mi adhesión a Francia y mi conocimiento de los negros hacen que sea deber mío informarlos tanto de los crímenes que están preparando como del juramento que renovamos: enterrarnos bajo las ruinas de un país en el que vuelve a alentar la libertad antes que sufrir el retorno de la esclavitud.



Les corresponde, ciudadanos del Directorio, despejar de nuestros espíritus la tormenta que los enemigos eternos de nuestra libertad incuban al amparo del silencio. Les corresponde imponer un tono ilustrado a esta legislatura, impedir que los enemigos del sistema actual se propaguen sobre nuestras desventuradas costas para mancillarlas con nuevos crímenes. No permitan que nuestros hermanos, nuestros amigos, sean sacrificados a hombres que desean reinar sobre las ruinas de la especie humana. Pero no, sus conocimientos los salvarán de las peligrosas serpientes que nuestro común enemigo os reserva...



Adjunta a esta carta encontrarán una declaración que los pondrá al corriente de la unidad existente entre los propietarios de Saint-Domingue residentes en Francia, en los Estados Unidos, o sirviendo bajo bandera británica. Verán en ella la determinación, inequívoca y metódicamente elaborada, de restablecer la esclavitud; verán que su determinación los ha llevado a cubrirse con el manto de la libertad con el único propósito de asestarle golpes más mortales. Verán que se aprovechan del miedo que me provoca lo que pueda ocurrirles a los niños para arrastrarme hacia sus pérfidos puntos de vista. No es sorprendente que estos hombres que sacrifican su país a sus intereses sean incapaces de concebir cuántos sacrificios puede tolerar el amor a un país en un padre que es mejor que ellos, puesto que yo baso incuestionablemente la felicidad de mis hijos en la de mi país, que ellos y solo ellos desean destruir.



Nunca dudaré entre mi felicidad personal y la seguridad de Saint-Domingue; pero no tengo nada que temer. A la solicitud del gobierno francés he confiado a mis hijos… temblaría horrorizado si fuese a manos de los colonos donde los hubiese enviado como rehenes; pero aunque así fuese, deben saber que al castigarlos por la fidelidad de su padre solo añadirían un grado más a su barbarie, sin esperanza alguna de llegar a hacerme vacilar en mi deber… ¡Qué ciegos son! No pueden ver hasta qué punto esta conducta odiosa por su parte puede llegar a convertirse en señal de nuevos desastres e irreparables desgracias, ni que están lejos de volver a obtener lo que a su juicio perdieron cuando se declaró la libertad para todos, ni que se exponen a su ruina total y exponen la colonia a su inevitable destrucción. ¿Creen que los hombres que han conocido la bendición de la libertad se quedarán de brazos cruzados viendo cómo se la arrebatan? Solo soportaron sus cadenas mientras no conocieron mejor condición que la de la esclavitud. Pero no, la misma mano que ha roto nuestras cadenas no volverá a esclavizarnos. Francia no revocará nuestros principios, no nos retirará el mayor de sus beneficios. Nos protegerá contra todos nuestros enemigos; no permitirá que se pervierta su sublime moralidad, que se destruyan aquellos principios que más la honran, que se degraden sus más altos logros y que se revoque su Decreto del 16 de Pluvioso que honra a toda la humanidad. Pero si, para restablecer la esclavitud en Saint-Domingue, se pretendiese llevar esto a cabo, entonces declaro que sería aspirar a lo imposible: hemos sabido cómo enfrentarnos al peligro para obtener la libertad; sabremos afrontar la muerte para defenderla.



Ésta, ciudadanos del Directorio, es la moral del pueblo de Santo Domingo, los principios que os transmiten a vosotros por mi boca. Los míos ya los conocéis. Basta con renovar, mi mano en la vuestra, el juramento que presté, dejar de vivir antes de que la gratitud muera en mi corazón, antes de que deje de serle fiel a Francia y a mi deber, antes de que el dios de la libertad sea profanado y pisoteado por los liberticidas, antes de que puedan arrebatar de mi mano la espada, las armas, que Francia me confió para la defensa de sus derechos y los de la humanidad, para el triunfo de la libertad y la igualdad.



Toussaint L'Ouverture, 5 de noviembre de 1797.



Anexo 2
Libertad o muerte. Año Primero de la Independencia [30]



Hoy, primero de enero de mil ochocientos cuatro, el general en jefe del ejército indígena, acompañado de los generales y jefes del ejército, convocados al efecto de tomar las medidas que deben tender a la felicidad del país.



Después de haber hecho conocer a los generales reunidos sus verdaderas intenciones de asegurar para siempre a los indígenas de Haití un gobierno estable, objeto de su más viva solicitud; lo que él ha hecho por medio de un discurso que tiende a hacer conocer a las potencias extranjeras la resolución de hacer al país independiente, y de disfrutar de una libertad consagrada por la sangre del pueblo de esta isla; y después de haber recogido los pareceres, ha pedido que cada uno de los generales reunidos pronunciara el juramento de renunciar para siempre a Francia, de morir antes que vivir bajo su dominación, y de combatir hasta el último suspiro por la independencia.



Los generales, penetrados de estos principios sagrados después de haber dado con una voz unánime su adhesión al proyecto bien manifiesto de la independencia, han jurado todos ante la posteridad, ante el universo entero, renunciar para siempre a Francia y morir antes que vivir bajo su dominación.



Hecho en Gonaïves, este 1ro. de enero de 1804, y el primer día de la independencia de Haití.



Firman esta declaración: Dessalines, general en jefe; Christophe, Petión, Clervaux, Geffrard, Vernet, Gabart, generales de división; P. Romain, E. Gerin, F. Capoix, Daut, Jean-Louis Francois, Ferou, Cange, L. Bazelais, MagloireAmbroise, J.J . Herne, ToussaintBrave, Yayou, generales de brigada; Bonnet, F. Papalier, Morelly, Chevalier, Marion, ayudantesgenerales; Magny, Roux, jefes-de-brigada; Chararion, B. Loret, Quene, Markajoux, DupuyCarbonne, Diaquoi el mayor, J. Rapahél, Malet, Derenon-Court, oficiales del ejército; y Bisrond-Tonerre, secretario.



Anexo 3
Discurso pronunciado por Dessalines después de declarar la independencia [31]



Del general en jefe al pueblo de Haití:



Ciudadanos:



No basta con haber expulsado de nuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado durante dos siglos; no basta con haber puesto freno a las facciones siempre renacientes que se burlaban, unas tras otras, del fantasma de libertad que Francia colocaba ante vuestros ojos; es necesario, por medio de un acto último de autoridad nacional, asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; es necesario arrancar al gobierno inhumano que mantiene desde hace tanto tiempo a nuestros espíritus en el letargo más humillante, toda esperanza de dominarnos; es necesario, en fin, vivir independientes o morir.



Independencia o muerte… Que estas palabras sagradas nos vinculen, y sean señal de combates y de nuestra reunión. Ciudadanos, mis compatriotas, he reunido en este día solemne a estos valientes militares, que, a punto de recoger los últimos suspiros de la libertad, prodigaron su sangre para salvarla; esos generales que han guiado vuestros esfuerzos contra la tiranía, no han hecho aún bastante por vuestra felicidad. El nombre francés lugubra (sic) todavía nuestra tierra.



Aquí todo trae el recuerdo de ese pueblo bárbaro: nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestras ciudades, todo lleva aún el sello francés; ¿qué digo?, hay aún franceses en nuestra isla, y vosotros os creéis li bres e independientes de esa república que ha combatido a todas las naciones, es cierto, pero que jamás ha vencido a los que han querido ser libres.



¡Y bien!, víctimas durante catorce años de nuestra credulidad y nuestra indulgencia, vencidos, no por ejércitos franceses, sino por la triste elocuencia de las proclamas de sus agentes, ¿cuándo dejaremos de respirar su mismo aire? ¿Qué tenemos de común con este pueblo verdugo? Su crueldad comparada con nuestra patente moderación; su color con el nuestro; la extensión de los mares que nos separan, nuestro clima vengador, nos dicen suficientemente que ellos no son nuestros hermanos, que no lo devendrán jamás, y que si encuentran asilo entre nosotros, seguirán siendo los maquinadores de nuestros problemas y de nuestras divisiones.



Ciudadanos indígenas, hombres, mujeres, niños, pasead la mirada sobre todas las partes de esta isla; buscad en ella vosotros a vuestras esposas, vosotras a vuestros maridos, vosotras a vuestros hermanos, vosotros a vuestras hermanas, ¿qué digo?, ¡buscad allí a vuestros hijos, vuestros niños de pecho! ¿En qué se han transformado?... Me estremezco al decirlo… En presa de esos cuervos. En lugar de esas víctimas dignas de atención, vuestros ojos consternados no perciben más que a sus asesinos, más que a los tigres todavía ahítos de sangre, y vuestra culpable lentitud para vengarlos. ¿Qué esperáis para apaciguar sus manes?; pensad que habéis querido que vuestros restos reposaran junto a los de vuestros padres en el momento en que abatisteis la tiranía; ¿bajareis a la tumba sin haberlos vengado? No, sus osamentas rechazarían las vuestras.



Y vosotros, hombres invalorables, generales intrépidos que, insensibles a las propias desgracias, habéis resucitado la libertad al prodigarle toda vuestra sangre, sabed que nada habéis hecho si no dais a las naciones un ejemplo terrible, pero justo, de la venganza que debe ejercer un pueblo orgulloso de haber recobrado su libertad, y celoso de mantenerla…



Que tiemblen al abordar los franceses nuestras costas, si no por el recuerdo de las crueldades que en ellas han ejercido, al menos por nuestra terrible resolución, que tomaremos, de condenar a muerte a quien, nacido francés, ose hollar con su planta sacrílega el territorio de la libertad.



Hemos osado ser libres, osemos serlo por nosotros mismos y para nosotros mismos; imitemos al niño que crece: su propio peso rompe los andadores que se tornan inútiles y traban su marcha. ¿Qué pueblo ha combatido por nosotros? ¿Qué pueblo quisiera recoger los frutos de nuestros trabajos? ¿Y qué absurdo deshonroso es el de vencer para ser esclavos? ¡Esclavos!... Dejemos a los franceses este epíteto calificativo: han vencido para dejar de ser libres.



Marchemos sobre otras huellas, imitemos a los pueblos que, llevando su celo hasta el porvenir, y temiendo dejar a la posteridad el ejemplo de la cobardía, han preferido ser exterminados antes que borrados del concierto de las naciones libres.



Y tú, pueblo demasiado tiempo infortunado, testigo del juramento que pronunciamos, recuerda que conté con tu constancia y tu coraje cuando me lancé a la carrera de la libertad, para combatir el despotismo y la tiranía contra los cuales tú luchaste desde hace catorce años; recuerda que todo lo sacrifiqué para correr en tu defensa: padres, hijos, fortuna, y que ahora mi única riqueza es tu libertad; mi nombre llena de horror a todos los pueblos que desean la esclavitud, y los déspotas y los tiranos no lo pronuncian sin maldecir el día que me vio nacer; y si alguna vez rehusaras o murmuraras de las leyes que el genio que vela por tus destinos me dictara para tu bienestar, merecerías la muerte de los pueblos ingratos.



Pero lejos de mí esta horrible idea; tú serás el sostén de la libertad que amas, el apoyo del jefe que te conduce.


Notas

[1] Ver: Clementi, H. La abolición de la esclavitud en América Latina. Buenos Aires: La pléyade, 1974.
[2] El creole es un proceso cultural-lingüístico de formación compleja, al que la revolución le da mayor dinamismo, coexistiendo con el lenguaje francés, incluso después del triunfo revolucionario.
[3] Ver: James, C. L. R. Los Jacobinos Negros. ToussaintL’Ouverture y la Revolución de Haití. Madrid: Turner/ Fondo de Cultura Económica, 2003. Moya Pons et al. enHistoria del Caribe (Barcelona: Editorial Crítica, 2001)reúne once capítulos de los volúmenes 5, 9 y 13 de la Cambridge History of LatinAmerica, en que aparecen tres textos sobre Haití. En el apartado Ensayos bibliográficos se dice: “El trabajo mejor y más amplio sobre la revolución haitiana continúa siendo el de C.L.R. James, The Black Jacobins: ToussaintL´Ouverture and the San Domingo Revolution, Nueva York, 1938”. Igualmente, Geggus, D. The impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World. Columbia: University of South Carolina Press, 2001; Genovese, E. D.  From Rebellion to Revolution: Afro-Americam Slave Revolts in the Making of the Modern World.Baton Rouge: LouisianaStateUniversityPress, 1980; y Bosch, J. De Cristóbal Colón a Fidel Castro (El Caribe frontera imperial). Madrid: Editorial Sarpe. 1985, Vol. 2. Bosch, en el capítulo xxi, Los años del reajuste, señala: “Santo Domingo, convertido desde el 1 de diciembre de 1821 en un protectorado de Colombia con el nombre de Haity Español, iba a ser invadido por fuerzas haitianas poco más de dos meses después. El 9 de febrero (1822) Jean Pierre Boyer, presidente de Haití, llegaba frente a la ciudad de Santo Domingo, capital del protectorado colombiano, con dos ejércitos que habían entrado en el país siguiendo las rutas tradicionales de las invasiones haitianas”, p. 220.
[4] Ver: Arciniegas G. Biografía del Caribe. México: Editorial Porrúa, 1993. pp. 271, 278; Grau, M. I. La Revolución Negra, la rebelión de los esclavos en Haití 1791-1804. México: Editorial Ocean Sur, 2009. También: Ruiz Martínez, J. P. de A. Sobre conspiración de negros esclavos franceses.Cartagena 1799. En: “Revista Goliardos”, No. XIV. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2011. pp. 9-18. La importancia del apoyo de Petión fue reconocida en distintos momentos por Bolívar. Menos conocido es que este le solicitó al Libertador mantenerlo en secreto, lo cual fue acatado por Bolívar. Ver: Liévano Aguirre, I. Bolívar. Bogotá: Editorial Oveja Negra,1979. pp. 164-179; Masur, G. Simón Bolívar. Bogotá: FICA, 2008. pp. 246-260; Frank, W. El Nacimiento de un Mundo. En:“Simón Bolívar, Obras Completas”. Bogotá: FICA. 2007. pp. 159-176. Tomo X; y Córdova-Bello, E. La Independencia de Haití y su influencia en Hispanoamérica. Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1964.
[5] Ver: Helg, A. Libertad e igualdad en el caribe colombiano 1770-1835. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2010. Esta investigación constituye un valioso aporte documental y analítico sobre el tema escogido, en el que su preocupación por la presencia de Haití en el proceso independentista es sobresaliente.
[6] Moya Pons et al. Op. Cit. pp. 3-12.
[7] Ver: El Código Negro sancionado en 1685 por el rey de Francia Luis XIV, en http://www.afcam.org/index.php?option=com_content&view=article&id=225&Itemid=225, versión original disponible en francés con traducción al español.
[8] El malungaje surge como expresión de solidaridad colectiva de los esclavos, como identidad común y lugar originario de la resistencia, frente a su condición en el barco negrero, esa cárcel marinera del colonialismo. Ver: Branche, J. Op. Cit.
[9] Ver: Bosch, J. Ob. Cit. pp. 95-124.
[10] Esta declaración del reverendo Pat Robertson fue ampliamente divulgada por la televisión y demás medios de comunicación, para explicar el sismo de enero de 2010.
[11]James, C. L. R. Op. Cit. p. 93.
[12]Carpentier, A. El Reino de este Mundo. Barcelona: Editorial Seix-Barral, 2004. p. 60.
[13] Ibídem. p. 44.
[14] Zapata Olivella, M. Op. Cit. Tercera Parte, La Rebelión de los Vodús, pp. 242-311. Ver también: Gautier Carmona, J. Op. Cit. los apartadosInsumisión en las Antillas francesas, pp. 113-123, y Construyendo la Primera República Negra, pp. 125-127.
[15]James, C. L. R. Op. Cit. p. 93.
[16] Ibídem. p. 305.
[17]Mariñas Otero, L. Las Constituciones de Haití. Madrid: Ediciones Cultura hispánica, 1968. p. 111.
[18]James, C. L. R. Op. Cit. p. 153.
[19] Ibídem. pp. 143-144.
[20] Ibídem. pp. 157.
[21]Carpentier, A. El Siglo de las Luces.Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979.
[22] James, C. L. R. Op. Cit. p. 325.
[23] Ibídem. pp. 339-340.
[24] Carlos Marx entendió muy bien de qué se trataba la revolución en Haití: “[San Sancho] se imagina que los negros revolucionarios de Haití y los negros fugitivos de todas las colonias no querían liberarse a sí mismos, sino liberar ‘al hombre’ ”. En: Marx, Karl y Engels, Friedrich. Materiales para la historia de América Latina. Córdoba: Cuadernos Pasado y Presente-30,1972. p. 151.
[25]Moya Pons et al. Op. Cit. p. 28.
[26]Cassimir, J.  Haití, Acuérdate de 1804.México: Siglo XXI Editores, 2007. p. 47.
[27] Ibídem. p. 87, nota 10.
[28]Michel, H. El movimiento obrero haitiano. En: González Casanova, P. (Coord.). “Historia del movimiento obrero en América Latina”. México: Siglo XXI Editores. pp. 184-252. Vol. 1.
[29]James,C. L. R. Op. Cit. pp. 187-189.
[30]Fernández Retamar, R. Por el Bicentenario de la Independencia de Haití.En: Revista Anales del Caribe. 2004. Recuperado de http://www.casa.cult.cu/publicaciones/analescaribe/2004/retamar.htm
[31]Fernández Retamar, op. cit.