“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

19/5/09

Notas sobre la vida y la muerte de mi abuelo Isaías Pérez Borjas


Isaías Pérez Borjas, 1923, a los 80 años de edad

Omar Montilla

Mi abuelo Isaías Antonio Pérez Borjas, nació en El Tocuyo, hijo de Francisco Antonio Pérez y María Magdalena Borjas, cuando José Antonio Páez, quien fue presidente de la República en tres ocasiones, estaba concluyendo su segundo periodo, el 28 de enero de 1843. Se iniciaba también el  segundo período presidencial del general Carlos Soublette que concluyó en 1847. Hasta los primeros meses de ese año, cuando asumió la presidencia José Tadeo Monagas, el personaje política y militarmente más influyente en esta etapa de la historia de Venezuela, había sido sin duda el general Páez, pero esa camarilla que lo apoyaba, ese círculo tan influyente que la misma historia llama la “oligarquía conservadora”, comenzó a ser puesta de lado, hasta quedar completamente derrotada después del enfrentamiento con el presidente Monagas en enero de 1848. En el plano regional, era gobernador de la provincia de Barquisimeto, el general Jacinto Lara, héroe de la independencia, que luego de las memorables acciones de Corpahuaico y Ayacucho, fue ascendido al grado de General de División por el mariscal Sucre. De acuerdo a ciertas opiniones, Lara desempeñó sus funciones “con decoro y probidad”, cualidades muy difíciles de encontrar en un funcionario público.

Ese período que va de 1830, cuando Venezuela se separa de lo que era Colombia, hasta 1847, ha sido llamado por Augusto Mijares como “Gobierno Deliberativo”, porque imperaba un cierto equilibrio del terror entre las diversas facciones que no se atrevían a enfrentarse frontalmente unas con otras, lo que no impidió que se pusieran de acuerdo para echar al pusilánime José María Vargas. Durante ese período pues, cuando mi abuelo Isaías nació, en Venezuela se observó una abierta discusión de los problemas nacionales y cierto equilibrio entre el ejecutivo y el legislativo, como ramas del Poder Público. El poder judicial seguía los vaivenes de la política, de acuerdo al ritmo que se marcara en cada ocasión.

Monagas también gobernó una segunda vez a partir del 31 de enero de 1855 hasta el 15 de marzo de 1858, fecha en la que fue derrocado por Julián Castro; pero éste también fue tumbado el 1 de agosto de 1859. El general Monagas, que se mantenía activo a pesar de que era un octogenario no se aguantó más y quiso volver a gobernar a Venezuela para lo cual promovió una de las primeras revoluciones de colores de que tengamos noticias, la “revolución azul”, a partir del 25 de junio de 1868, la que, triunfante, “invitó” al Congreso para que nombrara a Monagas para un nuevo período. La muerte vino en auxilio de Venezuela y se llevó al general José Tadeo el 18 de noviembre de ese mismo año, antes de tomar posesión. Manuel Felipe de Tovar fue el primer presidente elegido por sufragio universal directo y secreto (12 de abril de 1860), pero renunció o lo renunciaron, el 20 de mayo de 1861, cuando mi abuelo tenía 18 años y comenzaba su andar por la vida.

En la época de la lucha por la independencia los pobladores de El Tocuyo y sus alrededores, permanecieron leales a España, a excepción de unos pocos, como siempre, entre ellos el que después sería el general José de la Trinidad Morán, que se hizo famoso en la Campaña del Sur, en Perú. No sólo Morán, sino toda su familia se sumaron activamente a favor de la Patria. Pero las cosas cambian, y es así como el 16 de abril de 1821, antes de la batalla de Carabobo, el cabildo de la ciudad invitó a Bolívar a un homenaje que le brindaría la ciudad. El Libertador aprobó la petición, y manifestó que lo hacía “… como un homenaje a una de las ciudades más antiguas de Venezuela que aportó inviolables recursos y valientes patriotas a la causa de la Independencia.”
Vista de El Tocuyo, antes de ser destruido por el terremoto de 1950

Humboldt nos relata que consiguió trigales y molinos de ruedas hidráulicas para producir harina de trigo en la “Muy Leal Ciudad de El Tocuyo”, que fue la primera permanentemente fundada por los españoles en tierra firme llegándose a convertir en la más importante de toda Venezuela, por sus actividades agrícolas, ganaderas y comerciales. El Tocuyo fue también el punto desde donde partieron los colonizadores a fundar otras ciudades (entre ellas a Caracas, Valencia, Barquisimeto y Trujillo), motivo por el cual se le conoce como la “Ciudad Madre de Venezuela”; además fue la capital de venezolana hasta 1576, con su respectivo asentamiento político y gubernamental, cuando la capitalidad es trasladada a Caracas. Otro nombre con el que ha sido distinguido El Tocuyo es “La Ciudad de los Lagos Verdes”, apodado así por el poeta Roberto Montesinos, también se le conocía como la “Ciudad de los Siete Templos”, entre ellos el la Inmaculada Concepción, San Francisco, Belén, Santa Ana, Santo Domingo, San Juan Bautista y La Valbanera.

Para la época en que nació mi abuelo, el valle de El Tocuyo albergaba quizás las haciendas más prósperas del país, porque se encontraban abrigadas de las constantes guerras civiles que azotaron a nuestro país, a pesar que se hallaba en la ruta que desde la época colonial comunicaba a Venezuela con la Nueva Granada. Fruto de esos contactos aun subsisten en las famosas acemitas, cuya receta fue traída por andaluces y su origen etimológico es la voz arábiga “semid” que por la lógica evolución del lenguaje dio lugar a “asemid”. La palabra acema o acemita, significaban “flor de la harina” y asimismo “pan hecho con levadura”. Otras exquisiteces gastronómicas de El Tocuyo, es el llamado “pan de Tunja”, cuya receta original vino de la población neogranadina a través de la ruta comercial que existía.

Río Tocuyo, antes de llegar a la ciudad

Una de esas haciendas agropecuarias llamada “El Molino” llegó a ser propiedad de don Isaías, situada en la vía que de El Tocuyo conducía a Humocaro Alto, denominación que tomó el lugar donde estaba asentada y donde había funcionado una factoría donde se procesaba el trigo para obtener la harina de ese cereal. La dedicación de don Isaías al cultivo de la tierra le permitió incrementar largamente el patrimonio familiar, llegando a ser uno de los más adinerados de la ciudad y como demostración de su riqueza, tanto la aldaba como los pomos de la puerta eran de oro.

Una disputa con sus hermanos por la repartición de la herencia, le hicieron tomar la determinación de abandonar su casa de El Tocuyo y trasladarse hasta Guajirita, un poco mas allá de El Molino, donde se encontró con Rafaela López [1], mi abuela, con quien tuvo 6 hijos, que se sumaron a los otros 6 que ya había procreado antes. En 1904, cuando don Isaías contaba 61 años nació mi tío Miguel Ángel, nombre con el cual fue bautizado para honrar al artista italiano. El último de sus hijos Jesús María, nació en 1916, cuando don Isaías contaba 73 años. Era un hombre que se había graduado de bachiller en el Colegio La Concordia, bajo la dirección del eminente maestro Egidio Montesinos, por lo que su nivel cultural estaba muy por encima del común de la población de nuestro país en aquella época, y nos referimos a la sexta década del siglo XIX.

La conjugación de ese nivel cultural con la riqueza material, más lo que se ha denominado “don de gente”, que hoy se traduciría como “carisma”, más su impecable apariencia física y adornada con un par de ojos azules, de contextura delgada, casi enjuto y de estatura mediana, ejercitada diariamente en el campo, hacían a don Isaías prácticamente irresistible para las mujeres. Sólo por la imposición del padre José de la Cruz Terán, fue cuando finalmente don Isaías dejó el celibato y accedió a casarse en 1920 con mi abuela Rafaelita, quien era prima del padre Terán, viéndose obligado también a “reconocer” a los hijos que con ella había procreado, entre ellos mi madre María Magdalena.

El Tocuyo siempre se destacó por sus actividades agrícolas, prevaleciendo entre ellas el cultivo de la caña de azúcar y en los pueblos aledaños el cultivo del café, productos que a través de esas montañas eran transportados hasta Motatán, estado Trujillo donde eran trasbordados en el ferrocarril que los llevaba al puerto de La Ceiba en el lago de Maracaibo. La prosperidad de esta ciudad comenzó a declinar con la construcción de la carretera trasandina, construida durante el gobierno de Juan Vicente Gómez e inaugurada el 24 de julio de 1925, tres años antes de la muerte de don Isaías. Si bien durante la guerra de independencia El Tocuyo y su oligarquía siguieron siendo fieles al rey, durante los peores momentos de nuestras guerras civiles el triángulo formado por los estados Trujillo, Portuguesa y Lara, densamente poblado y dedicado fundamentalmente al cultivo del café, fue un reducto inexpugnable contra las tiranías, y el último de sus  fieros guerreros fue el general José Rafael Montilla, primo hermano de Antonio Montilla mi abuelo paterno, cuya vida ha sido ampliamente documentada por el historiador José León Tapia. Como castigo por esa rebeldía, El Tocuyo, Guarico, Chabasquén, Biscucuy y Boconó fueron marginados, dejados de lado, y en su lugar se perfiló el eje Carora-Valera, que permitió un gran desarrollo económico a esas comunidades, en desmedro de las primeras, situación que todavía, 84 años después se mantiene como monumento a una injusticia histórica.
Trino Orozco, nacido en Humocaro Alto, fragmento de "Tarde en la montaña"

Don Isaías vivió 20 de los 27 años de la dictadura de Gómez. Ya antes había visto pasar los gobiernos de  Carlos Soublette, tres veces a José Tadeo Monagas, a su hermano José Gregorio y a su sobrino José Ruperto; a Julián Castro, los efímeros gobiernos de Pedro Gual, Manuel Felipe Tovar, Gregorio Cedeño, Hermógenes López y Juan Pablo Rojas Paúl. Nuevamente presenció cuando José Antonio Páez, también por poco tiempo (dos años), ejerció el poder. Fue testigo del triunfo de la guerra “federal” con la presidencia de Juan Crisóstomo Falcón y después la presencia formidable del “ilustre americano”, Antonio Guzmán Blanco (1870-1877, 1879-1884  y 1886-1887), interrumpido brevemente (1877-1878) por Francisco Linares Alcántara y por Joaquín Crespo (1884-1886). Después vendrían: Raimundo Andueza Palacio (1890-1892), Joaquín Crespo (1892-1898), Ignacio Andrade (1898-1899), Cipriano Castro (1899-1908) y la larga noche gomecista. No hay constancia de actividad política alguna de don Isaías durante todos los largos años de su vida, dedicados íntegramente hasta su muerte, al cultivo de la tierra. Aunque no hay que descartar las influencias “liberales” adquiridas en el Colegio de don Egidio Montesinos y en el ambiente intelectual de la ciudad a finales del siglo XIX.

Mi abuelo Isaías tuvo una muerte singular y digna de ser contada: uno de sus hijos, el penúltimo de nombre Pablo Marcial mientras se divertía con sus amigos en una de las haciendas de El Tocuyo, fue herido de bala en forma accidental. Avisado don Isaías del hecho corrió rápidamente hasta el lugar donde se encontraba el hijo herido, inconsciente y tendido en el suelo, justo cuando éste iba a ser trasladado para ser reconocido por un médico. Fue tanta la impresión que le causó el episodio a papá Isaías, que se dio media vuelta, se dirigió a su casa, se encerró en su cuarto y nunca más, durante el tiempo que medió hasta que murió, que fue aproximadamente un año, pronunció palabra alguna.

De nada valieron los cuidados que le proporcionó su hijo mayor de nombre Pastor Valera, quien cursaba medicina en la Universidad Central de Venezuela, dejando los estudios cuando estaba en el 4º año de la carrera. Mi tío Pastor hizo trasladar a papá Isaías hasta el pueblo de Humocaro Alto, donde vivía y tenía una farmacia. Mientras lo trataban a papá Isaías para que se repusiera de su estado, fue atendido por mi tía Isabel, quien para entonces sólo tenía 15 años. De nada valieron, como ya he dicho, esos cuidados, porque la vida de papá Isaías se fue apagando lentamente hasta morir el 6 de abril de 1928.

Ángel Hurtado, pintor nacido en El Tocuyo, "Alrededor del Cobalto", 1976

Al día siguiente de su muerte, cuando enterraban a mi papá Isaías, una nueva Venezuela renacía, porque ese día debía estallar una insurrección popular cívico-militar, pero que fue abortada antes de producirse. Para esa fecha, ya estaban en libertad los estudiantes que habían protagonizado los sucesos que tuvieron lugar con la celebración del carnaval de aquel año en Caracas, donde el poeta tocuyano Pío Tamayo leyó unos versos dedicados a la reina del carnaval, Beatriz. Así, Pedro Juliac, Rafael Chirinos, Ricardo Razetti, Antonio Sánchez Pacheco, Antonio Anzola Carrillo, Clemente Parparcén, Eduardo Celis Sauné, Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, José Antonio Marturet e Inocente Palacios, junto con 200 de sus compañeros, fueron conducidos al inhóspito presidio de Palenque en el estado Guárico. Los demás, fueron trasladados al Castillo de Puerto Cabello, hasta principios de 1929, cuando fueron expulsados del país. A Pío Tamayo [2], uno de los precursores de la divulgación de las ideas marxistas en Venezuela y poeta comprometido con nuestro pueblo, la libertad recién adquirida de nada le valió, y ya lo había escrito poco antes: “Por lo demás, no temo la muerte, ni la llamo ni la rechazo, la acepto tranquilamente, como un hecho ineludible”.

Notas
[1] Rafaela Ramona López Hernández, a quien llamaban “Rafaelita”, era hija de Pedro López e Isabel Hernández, nació en El Tocuyo, posiblemente en 1880, y murió el 26 de octubre de 1.949 en la misma ciudad, donde está sepultada.