Amelia Castillo / Jarrón (17-03-2003) |
Nota: Este es un mensaje que recibí por vía electrónica y que he querido compartir con mis amigos. Me tomé la licencia de ponerle el título, que fué extraído del mensaje mismo
Jorge Barbich Duprat
Nosotros tenemos la costumbre de reaccionar tarde, ellas son más perspicaces para cada detalle de la vida. Como siempre, preparan el terreno para darnos una sorpresa al final, probablemente, porque saben lo incapaces que podemos ser los hombres para vivir la cotidianeidad.
El reencuentro será espectacular, así, como cada vez que abrimos la puerta de nuestra casa y buscamos en silencio los ruidos familiares de nuestra compañera en algún rinconcito. Nunca demostramos la felicidad sentida al verlas haciendo algo para nosotros, para la humanidad (como los hijos), construyendo con sus mentes, espíritus y desde el interior de la biología tan frágil en la fantasía machista y tan poderosa en el terreno de la creación.
Hace unos días me enteré sobre la muerte de la esposa de mi mejor amigo, se fue "Luli", su esposa. Recuerdo mi actuación como Cupido en los años de recorrido por la juventud interminable sobre los senderos tortuosos de la argentinidad, por eso le escribí algo salido de los recuerdos marcados a fuego en el arcaico sistema electrónico de primera generación, ese alimentado a máquina de escribir de cinta bicolor negra y roja o a pura pluma y tinta en tintero de cerámica. Le escribí algo que deseo compartir con usted ya que coinciden los tiempos compartidos, el amor dibujado y pintado al óleo, el recuerdo que no se separará de la carne y los olores flotando en los ambientes compartidos.