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El automóvil fue en muchos aspectos la mercancía emblemática
del siglo XX. Su importancia deriva no del ingenio tecnológico o de la
sofisticación de la cadena de montaje sino de la capacidad de reflejar y
moldear la sociedad. Nuestras formas de producir, consumir, utilizar y
normalizar los automóviles eran una ventana sobre el capitalismo de aquella
centuria, un atisbo del entrelazamiento y la tensión entre lo social, lo
político y lo económico. En una era caracterizada por la financiarización y la
globalización, en la cual la “información” es oro, la idea que una mercancía
defina una época puede sorprender. Sin embargo, las mercancías no son menos
importantes hoy y nuestras relaciones con ellas siguen siendo primordiales para
comprender la sociedad. Si el automóvil es fundamental para comprender el siglo
pasado, el teléfono inteligente (en adelante smartphone) es la mercancía que define nuestra época.