“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

22/7/12

Palabras clásicas / La cultura era una especie de reserva de sabiduría a la que acudir en momentos de desánimo o de incomprensión

Marcos Mayer

Durante mucho tiempo existió una especie de acervo de la humanidad que gozaba, no siempre con justicia, de un amplio consenso. Es lo que se conoció por siglos como “los clásicos”, cuyo catálogo era de conocimiento obligatorio, o casi. Un caballero del siglo XIX podía recitar fragmentos enteros de La Ilíada o de La Divina Comedia y el acceso a ellos marcaba también diferencias de clase y de origen. Un gentleman porteño, como Lucio V. Mansilla, apela aquí y allá a ese tesoro compartido por el resto de su clase y un provinciano como Sarmiento se ve restringido a acudir a autores más contemporáneos, como un tal Fourtoul, convirtiéndolo en esa frase célebre que se trae a colación cuando la situación se pone pesada: “Bárbaros, las ideas no se matan”.

La cultura era una especie de reserva de sabiduría a la que acudir en momentos de desánimo o de incomprensión y, también, como una contraseña para discriminar leídos de ignorantes. En el ámbito académico más reciente, en Estados Unidos sobre todo, pero también entre nosotros, apareció una noción que, siendo antigua, está puesta sobre rieles nuevos.

Lecciones mexicanas para la izquierda

Gonzalo Fernández Ortíz de Zárate

Tan cierto es que cada proceso electoral es diferente -dependiendo de la coyuntura, la historia, la cultura democrática y la relevancia geopolítica de cada país- como que de todos ellos se pueden extraer enseñanzas interesantes que, en su justa medida, deberían servir como aprendizajes políticos globales, sobre todo, en un mundo como el actual, marcado por la interdependencia.

En este sentido, la izquierda no debe dejar de analizar los comicios celebrados en México el pasado domingo, caracterizados fundamentalmente por tres cuestiones: la victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su regreso a la presidencia de la mano de Peña Nieto; la nueva derrota de López Obrador y del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en su afán de constituirse en alternativa a la derecha; la pujanza durante toda la campaña -incluso durante parte importante del último sexenio- de la sociedad civil organizada como verdadero motor de oposición y de construcción de propuestas.

La insensata estrategia de la “troika” y Mariano Rajoy para España / Una explicación económica

La llamada “troika” [тройка - vocablo de la lengua rusa que significa tres] está integrada por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional

Alberto Garzón Espinoza

Especial para La Página
Podemos perfectamente considerar que el gobierno de Rajoy es un gobierno vasallo que se limita a obedecer el dictado de la llamada troika -Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional-, lo que significa que en la práctica está asumiendo la estrategia económica de estas instituciones supranacionales. Una estrategia que es ante todo ideológica, es decir, que persigue un determinado modelo de sociedad. Concretamente un modelo de sociedad donde el orden social se recompone a partir de un empobrecimiento de la mayoría de la población y en beneficio de determinadas minorías (grandes fortunas) vinculadas a la propiedad del capital financiero (bancos) y el gran capital productivo (grandes empresas). Es decir, estamos asistiendo a una recomposición de las clases sociales en nuestro país.

La estrategia tiene un objetivo y dos principios fundamentales. El objetivo es recuperar el crecimiento económico para poder volver a generar empleo a cualquier precio. Los principios son la austeridad y las reformas estructurales. A su vez todas las medidas económicas se pueden estructurar en tres ejes: la consolidación presupuestaria, la confianza en los mercados internacionales de deuda y la reestructuación de los fundamentos económicos. Este planteamiento sistemático adolece de errores tan graves que podemos asegurar que es una estrategia suicida, porque no responde a los problemas reales de la economía y de hecho consigue agravarlos. Las consecuencias económicas y sociales serán brutales.