“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

8/7/14

Mijaíl Bakunin | Revolución para la libertad

Mijaíl Bakunin ✆ Granger
Jesús Aller
El pasado 30 de mayo se cumplieron dos siglos del nacimiento de Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, uno de los personajes esenciales en los comienzos del anarquismo. Las ideas colectivistas y federalistas que defendió en su madurez son bien conocidas, como lo es su largo cautiverio en Rusia y su fuga, o su polémica posterior con Karl Marx. Sin embargo, otros aspectos de su vida lo son mucho menos. Mijaíl Bakunin, que vive entre 1814 y 1876, en el fervor del romanticismo, reúne en él un cúmulo de contradicciones que parece imposible encajar. Es un aristócrata revolucionario, un filósofo idealista que evoluciona hasta acabar encontrando el sentido de su existencia en las luchas obreras, un apóstol de la libertad que no duda en organizar cuando lo cree necesario sociedades secretas donde imperaba la más estricta obediencia, un profeta de la religión de la humanidad capaz de caer en ocasiones en clichés racistas.

Bakunin se nutre al principio de metafísica alemana, pero descubre luego la revolución y le entrega su vida; recorre entonces Europa en todas direcciones, olfateándola como hace un sabueso con su presa. Fue un pensador profundo y