Esta experiencia se hace palpable para Hegel en todos los
ámbitos de la vida: está presente en el desarraigo del individuo frente a un
entorno natural reducido a objeto de las ciencias empíricomatemáticas y de la
dominación de la técnica, se hace visible en el ámbito de lo político, en el
que un individualismo exacerbado y una visión mecanicista de la sociedad
generaron un estado contractual de sujetos egoístas para los que la vida
pública era tan solo el medio para satisfacer sus intereses particulares, y está
presente en la esfera del arte, donde el romanticismo imperante había hecho del
sentimiento subjetivo el principio dominante, con lo que la obra de arte ya no
podía cumplir la función constituyente e integradora de lo social que, por
ejemplo, tenía entre los griegos. En todos estos casos, los individuos se
encuentran divididos entre tendencias contrapuestas, entre la búsqueda de la
autonomía individual y la pertenencia a tradiciones históricas y comunidades
naturales, entre el ideal de un saber metódico y las verdades evidentes, pero
no operacionalizables, de la religión o el arte (ver Giusti, 1986, pág. 27).
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
13/5/15
El camino de la experiencia: la ‘Fenomenología del espíritu’
Luis Eduardo Gama |
Como en todo gran pensador, la reflexión
filosófica de Hegel surgió de una experiencia vital e inquietante con la
realidad espiritual de su momento. La inquietud fundamental que anima desde sus
inicios al pensamiento hegeliano proviene de la experiencia del desgarramiento
del individuo moderno en esferas antitéticas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)