Jónatham F. Moriche | En las elecciones generales de marzo de
2008, las primeras celebradas bajo la sombra de la entonces aún incipiente
crisis económica global, PSOE y PP sumaron 21'5 millones de votos, el 83'8% de
los emitidos, y 323 escaños en el Congreso de los Diputados. En noviembre de
2011, tras cuatro años de imparable desplome económico y creciente desafección
política, PP y PSOE sumaron 17'9 millones de votos, el 73'4%, y 296 escaños. En
diciembre de 2015, tras la legislatura socialmente más dolorosa y políticamente
más exasperada de nuestra historia reciente, ambos grandes partidos han sumado
solo 12'7 millones de votos, el 50'7%, y 213 escaños. La primera impresión que
nos dejan estas elecciones generales del 20 de diciembre es que los daños en el
mecanismo de turno bipartidista que ha articulado la política española durante
las últimas tres décadas y media son ya estructurales y, muy probablemente,
irreversibles.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
5/1/16
Después de las elecciones del 20-D en España
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