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El caso Soria ha tenido una importante significación
política. En la jugada de Soria –el
ministro de industria dimitido por los papeles de Panamá-, el señor Rajoy
–primer ministro en funciones-, ha intentado implementar en el Estado español
su propia versión del golpe blando contra la democracia, tal como ha sido
realizado estos últimos años en Honduras, Paraguay y ahora en Brasil con la
destitución de Dilma Rousseff. Se trata
de gobernar en estado de excepción, a partir de la crisis política provocada
por el propio gobernante; en el Estado español esa crisis deriva del final del
bipartidismo, pero –como resulta de sentido común-, debería solucionarse con el
relevo de los implicados en casos de corrupción en los puestos de
responsabilidad. Sin embargo, la
derecha prefiere la estrategia golpista de tomarse la ley y el bien público en
función de sus intereses particulares: son los vientos que corren en Europa.