“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

11/1/16

Descripción de Simón Bolívar, El Libertador

Simón Bolívar, El Libertador
Daniel Florencio O’Leary   /   Conocí entonces al Libertador, y aunque el bosquejo que de él trascribo en seguida fue escrito muchos años después de aquella época, varió él tan poco en su aspecto físico y en su carácter moral, que casi no difiere del personaje que en 1818 me recibió con benevolencia y aprobó mi conducta. Bolívar tenía la frente alta pero no muy ancha y surcada de arrugas desde temprana edad —indicio del pensador—. Pobladas y bien formadas las cejas; los ojos negros, vivos y penetrantes; la nariz larga y perfecta; tuvo en ella un pequeño lobanillo que le preocupó mucho, hasta que desapareció en 1820 dejando una señal casi imperceptible. Los pómulos salientes; las mejillas hundidas desde que le conocí en 1818. La boca fea y los labios algo gruesos. La distancia de la nariz a la boca era notable. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; cuidábalos con esmero; las orejas grandes pero bien puestas; el pelo negro, fino y crespo; lo llevaba largo en los años de 1818 a 1821 en que empezó a encanecer y desde entonces lo usó corto. Las patillas y bigotes rubios; se los afeitó por primera vez en Potosí en 1825. Su estatura era de cinco pies, seis pulgadas inglesas. Tenía el pecho angosto y el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Las manos y los pies pequeños y bien formados, que una mujer habría envidiado. Su aspecto, cuando estaba de buen humor, era apacible, pero terrible cuando irritado; el cambio era increíble.

Cataluña: un modelo de democracia

Miguel Manzanera Salavert   /   En el último minuto, tras tres meses de negociaciones, las fuerzas soberanistas catalanas han llegado a un acuerdo para investir al nuevo Presidente de la Generalitat, el alcalde convergente de Gerona, Carles Puigdemont.  Este acuerdo permite estabilizar la frágil situación política en Cataluña, con consecuencias decisivas en el Estado español; es por tanto una buena noticia para la izquierda, que hubiera tenido dificultades para repetir sus resultados de las últimas elecciones, caso que las autonómicas tuvieran que repetirse, arrastrando probablemente a las elecciones generales en el Estado español.