|
Alvar Aalto ✆ Rufus & Jason |
Higinio Polo | “Todo lo que es superfluo se vuelve feo con
el tiempo”, dijo Alvar Aalto, el arquitecto funcionalista orgánico que
rechazaba el ascendiente de Le Corbusier o de Wright en su obra, y, en cambio,
consideraba que las mayores influencias en su arquitectura venían de sus
padres, de su infancia y de los lugares donde creció y se hizo adulto. Aalto,
era hijo de un topógrafo y una funcionaria de Correos, hablaba sueco, y nació
en el Imperio ruso. Cuando inició sus estudios de arquitectura en Helsinki,
Finlandia era todavía territorio del imperio zarista, aunque la revolución
bolchevique cambiaría las cosas. Era un hombre que estimaba a escritores como
Anatole France y Ludwig Holberg, y quería capturar la estética, en una armonía
con la vida arraigada en la soledad finesa, y repartía la luz y anudaba las
necesidades humanas para crear una arquitectura multisensorial, donde los
materiales ayudaban a dar satisfacción al habitante, al ser humano, en un
minucioso espacio en cuya definición fue decisivo el trabajo de Moholy-Nagy con
los materiales y la luz. Si hoy los arquitectos-estrella crean grandes
edificios y conjuntos, semejantes a los grandes palacios y mansiones de siglos
anteriores, Aalto insistía en los proyectos para viviendas.