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De hecho, la reputación de la Rusia de Putin en el Oeste no
es precisamente maravillosa -es incluso peor que la de la Unión Soviética de Brezhnev-.
Pero a lo que asistimos ahora está completamente fuera de lo habitual. No hubo
nada parecido durante la Guerra Fría, durante el conflicto checheno o durante
el choque entre Rusia y Georgia. No vale la pena ni mencionar la acción de
Yeltsin al bombardear el parlamento ruso; en ese momento, el Oeste liberal
aplaudió.