“Los libros hermosos están escritos en una especie de lengua
extranjera.” | Proust, Contre Sainte–Beueve
Gabriel Pulecio | Escribir
indudablemente no es imponer una forma (de expresión) a una materia vivida. La
literatura se decanta más bien hacia lo informe, o lo inacabado, como dijo e
hizo Gombrowicz. Escribir es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre
en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida. Es un proceso, es
decir un paso de Vida que atraviesa lo vivible y lo vivido. La escritura es
inseparable del devenir; escribiendo, se deviene–mujer, se deviene–animal o
vegetal, se deviene–molécula hasta devenir–imperceptible. Estos devenires se eslabonan unos con otros de acuerdo con
una sucesión particular, como en una novela de Le Clézio, o bien coexisten a
todos los niveles, de acuerdo con unas puertas, unos umbrales y zonas que
componen el universo entero, como en la obra magna de Lovecraft. El devenir no
funciona en
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
29/6/14
Gilles Deleuze | La literatura y la vida
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Crónica,
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