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Es necesario aclarar tres cosas: En primer lugar resulta
evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico,
completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en
Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un
operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la
presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del
mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial” demostración de
fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en
realidad el primer paso del nuevo régimen.