Pues en efecto, ¿alguien podría explicarqué
tiene de novedad el asalto de Kiev por la extrema derecha ucraniana, respecto
de la marcha sobre Roma liderada por Mussolini?Porque a mí me parece que en sus
formas externas esos dos
acontecimientos tienen muchos puntos en común; y hace falta un análisis muy preciso para distinguir las diferencias que pueda haber entre ambas movilizaciones de la extrema derecha, más allá de los rasgos particulares de cada cultura. ¿No llegaron, en efecto, ambas movilizacioneshasta el control del Estado mediante un violento derribo del poder político legalmente establecido? ¿No han sido apoyadas, tanto la una como la otra, por las elites imperialistas dominantes a nivel internacional?
acontecimientos tienen muchos puntos en común; y hace falta un análisis muy preciso para distinguir las diferencias que pueda haber entre ambas movilizaciones de la extrema derecha, más allá de los rasgos particulares de cada cultura. ¿No llegaron, en efecto, ambas movilizacioneshasta el control del Estado mediante un violento derribo del poder político legalmente establecido? ¿No han sido apoyadas, tanto la una como la otra, por las elites imperialistas dominantes a nivel internacional?
Y ¿no son resultado de la crisis cíclica del
capitalismo liberal?Con una diferencia temporal que bien puede entenderse como
resultado de un ciclo económico –una onda larga del desarrollo capitalista,
según la explicación de Mandel, interpretable por tanto desde las premisas
teóricas de El Capital-, los
mecanismos de mercado dejados a su libre determinación nos han vuelto a traer
un tremendo desastre histórico. Las condiciones objetivas para la superación
del capitalismo están dadas en ese desastre económico; pero fallan las
condiciones subjetivas.
Por tanto, las similitudes son extraordinarias
y no se entiende bien cómo alguien puede hablar de la novedad enesta
movilización fascista del siglo XXI. ¿Tal vez porque nadie se lo esperaba ya a
estas alturas de la historia?Pero hay más semejanzas;la coyuntura histórica
repite cansinamente las mismas pautas evolutivas, apenas perceptibles para el
entendimiento de la humanidad a causa del bloqueo ideológico de la conciencia
social. Desde luego: ¿no llegó el fascismo italiano al poder acompañado por un
terremoto político mundial, que dejaría el Estado en manos de la extrema
derecha dentro de la mayor parte de los países europeos? Del mismo modo, la
marcha sobre Kiev tiene por compañía la violencia sectaria del extremismo
islámico, el ascenso de la ideología nacionalista conservadora en Europa del
Este, y no tan al Este, la violencia de los liberales latinoamericanos en
Venezuela, Colombia, Honduras, Paraguay, etc., -una nueva ofensiva imperialista
en América Latina-.
Acontecimientos históricos muy similares,identidadestructural
en el desarrollo capitalista de la historia; el asalto fascista al poder, ni entonces,
siglo XX, ni ahora, siglo XXI, ha consistido en hechos aislados, sino en un
ambiente de rebeldía ampliamente generalizado a nivel internacional. ¿Se trata
de una moda con profundas raíces en la mentalidad de la especie humana? ¿O es
más bien un resultado de los condicionamientos estructurales en los que se
mueve la acción humana? O las dos cosas al tiempo: la repetición del fenómeno
es índice de que nos encontramos ante un rasgo determinante de la naturaleza
humana.
Y sin embargo, si afinamos nuestra vista, en
medio de tantos paralelismos tal vez podamos descubrir entre ellosalgunas
diferencias esenciales.El evidente salto temporal, más de 90 añosdespués, no puede
ocultarnos las concomitancias; casi un siglo, la barbarie vuelve a presentarse
en el seno de las masas europeas. Pero la diferencia temporal nos aporta una
categoría esencial: la experiencia histórica. La subjetividad humana ha
cambiado en este tiempo. Pero entonces,¿qué ha pasado para que la situación
objetiva se mantenga idéntica y el fascismo vuelva a repetir sus gestas?, ¿por
qué no hemos aprendido las lecciones de la historia? Decía HannaAhrend que no
debíamos olvidar los campos de concentración, porque al hacerlo corríamos el
riesgo de repetir su horror. Pero ahora sabemos que el horror se repite en
nuestro mundo ante la indiferencia de la opinión pública. ¿Es que nos hemos
olvidado ya de aquello? Debe haber algo más que eso, cuando ni siquiera un
presidente de los EE.UU. –el hombre más poderoso del país más poderoso-, es
capaz de cumplir su promesa electoral de cerrar un pequeño campo de
concentración en Guantánamo.
Creo
que en la reflexión de Ahrend se deslizaron algunos errores básicos; su
equivocación fue no haber reconocido que el caso alemán no fue tan excepcional
como ella pretendía,el haber insistido en su singularidad.Cierto que le tocaba
muy de cerca y para ella fue excepcional. Pero los genocidios se repiten en la
historia con mayor frecuencia de lo que sería deseable,para afirmar la
racionalidad en la especie humana.Echemos un vistazo a la historia. Un genocidio
que seguramente Ahrend querría olvidar, fue la conquista de Palestina por los
israelitas hace más de 3000 años, tal como nos lo cuenta la Biblia–genocidio que
hoy se repite en el exterminio palestino provocado por el Estado de Israel-. Seguramente
en ese olvido, tan inconsciente como interesado, está el prejuicio que originó
el error en su análisis de la monstruosidad fascista.
Esel prejuicio etnocéntrico, típico de la
mentalidad liberal europea. En el debe del imperialismo europeo y liberal está
el genocidio americano durante la colonización de aquel continente, la
esclavitud de los negros africanos prolongada durante varios siglos, y algunos
otros genocidios modernos, incluido el lanzamiento de la bomba atómica. Ese
liberalismo tan racional para incrementar el desarrollo económico hasta límites
inconcebibles, es también una ideología de la explotación del hombre por el
hombre,puesto que sin explotación, esclavización y destrucción cultural no hay
acumulación de capital. El desarrollo económico que impulsa el imperialismo
europeo se apoya en la creación de millones de víctimas en aras del progreso;
ésa es la matriz del fascismo europeo y olvidarlo es verse condenados a repetir
la historia. Frente a la miopía de Ahrend, debemos situar las tesis de la
filosofía de la historia de Walter Benjamin.
Se dirá que esos hechos históricos son cosas
antiguas; pero siguen pesando en la indiferencia europea ante el cataclismo
histórico en el que nos encontramos. Esa memoria cultural pesa en la conciencia
deformada de los ciudadanos en los Estados imperialistas. Late en la ignorancia
histórica del intelectual progresista, que se pregunta cómo es posible que la
extrema derecha esté consiguiendo aprovecharse de la crisis para destruir otra
vez los derechos naturales de la humanidad.Son aquellos intelectuales que, como
Ahrend, basan su buena intención en los prejuicios arraigadosdel etnocentrismo
cultural, como parte de su estrategia de acomodación a los poderes hegemónicos.
Éstos, como la opinión pública democrática, no se han enterado todavía de que
estamos ante una crisis terminal de la civilizaciónliberal; pero todos lo
intuyen y la crisis económica lo evidencia. La senilidad del liberalismo, más
que la experiencia histórica, es la diferencia que aporta el paso del tiempo. Y
como fiera acorralada por el tiempo, el imperio se apresta a vencer a la
desesperada lo que podría ser su último mortal combate.
Se podría haber esperado que la Segunda Guerra
Mundial hubiera sido la lección histórica que nos redimiera de nuestras más
torpes miserias humanas. Ya se ve que no. Por el contrario, el fascismo está
ahora más extendido que nunca. A lo largo del siglo XX los europeos perdieron
la oportunidad de regenerarse diciendo adiós de una vez al colonialismo y sus
nefastas consecuencias históricas para la humanidad. No hubo valor ni decencia
suficientes. Ahora,noventa años después, nos damos cuenta de que no hemos
aprendido nada y vemos el fascismo como una novedad histórica, exactamente
igual que Ahrend nos contaba que los nazis eran una novedad histórica. Pero no
es la primera vez que Ucrania es invadida por el fascismo, apoyado por los
europeos occidentales; noventa años después los rusos siguen teniendo razón.
Otra diferencia podría serla geográfica,
espacial; en el sentido de que el fascismo fue un fenómeno europeo en el siglo
XX, pero ahora en el siglo XXI es un fenómeno mundial. Durante estas décadas
ominosas de comienzos del siglo XXI, el fascismo se exporta fuera, a lugares
donde nunca había existido antes ni podía imaginarse su existencia.
Civilizaciones y culturas, hasta ahora pacíficas y pacifistas, parecen inmersas
en un frenesí integrista, que estaba lejos de pertenecer a sus señas de
identidad. ¿Cómo es posible que la religión musulmana, compendio de sabiduría
práctica, haya dado paso a la barbarie wahabita? ¿Por qué las culturas
centroafricanas andan exterminándose entre sí a machetazo limpio? ¿A qué fue
debido que países latinoamericanos con largas tradiciones liberales y
democráticas se convirtieran en Estados dictatoriales durante décadas en el
siglo XX?
¿No sucede
como si la imagen que el imperialismo exporta, fuera asumida como identidad
propia por las demás culturas humanas? Los yihadistas buscan el renacimiento
del Islam, mirando a Europa y desconociendo su propio pasado; los negros
asesinos de los Grandes Lagos reproducen la imagen del salvaje fabricada por
los europeos colonizadores; los fascistas latinoamericanos se reconocen enlos
colonizadores españoles que organizaron el genocidio de los indígenas en aquel
continente.¿No es, precisamente la Europa liberal el modelo de inhumanidad que
triunfa con el fascismo rampante?
¿Y de
dónde nace esa inhumanidad europea? La tesis que propongo a discusión: el
antirracionalismo forma parte esencial de la ideología imperialista, porque
está en las entrañas mismas de la cultura europea. Esas entrañas, constituidas
por el cristianismo romano, sus ritos sacramentales y sus mitos absurdos,
catequizados pacientemente durante milenios a los pueblos europeos. No hay más
que conocer los supuestos metafísicos de la filosofía de Locke o de la teoría
del mercado, para comprender que el liberalismo está contaminado por la misma
ideología imperialista que subyace al monoteísmo religioso. Y perteneciendo a
los prejuicios culturales de nuestra civilización, habría que preguntar si no
contamina también a la mayor parte de la izquierda progresista europea, y sus
influencias por el mundo, como agentes inconscientes del imperialismo.
La
conclusión es que resulta absolutamente necesario desprenderse de esos
prejuicios etnocéntricos, para entrar en el nuevo mundo que ha producido la
globalización.Reconozco que después de lo que ha pasado en estos últimos
treinta años, tengo muy poca confianza en la capacidad de los europeos para
superar esos estigmas de la historia. Creo que mientras la superioridad militar
esté en la OTAN, mal le va a ir al mundo y a la humanidad: el fascismo estará
siempre a las puertas del triunfo. Frente a la banal indiferencia con que los
pueblos europeos ignoran el desastre humano que provoca su egoísmo, apenas nos
queda una terca resistencia, fundada en la memoria de las víctimas, y confiar
que las nuevas sociedades emergentes en el mundo sean capaces de encontrar una
solución a los problemas radicales de la humanidad moderna.
No me
cabe duda de que esas soluciones serán republicanas: construir una sociedad
justa requiere reconocer los límites del desarrollo humano, sin renunciar a los
derechos fundamentales. En lugar de la expansión imperialista propugnada por el
imperialismo capitalista, la sociedad autocontenida fundada en la virtud moral
de los ciudadanos. Donde la política sea entendida como negociación entre los
intereses diversos, armonizados en el bien común; y dentro de un Estado fundado
en el consenso y no en la coerción, que administre los bienes públicos para satisfacción
de los derechos humanos universales. Donde el Estado renuncie al uso de la
fuerza en las relaciones internacionales y la ONU sea el foro que determine
racional y pacíficamente la solución de los inevitables conflictos intra-específicos.
Quizás no estemos tan lejos de ello; pero todavía no sabemos
verlo.
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