“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

1/11/12

Meditación sobre la percepción / El vacío es… ¿una cuestión de tiempo o de espacio?

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
Mientras mis alumnos practicaban sendos ejercicios retóricos, pude meditar en la segunda conferencia de Williams James, impartida en el Manchester College (1909). El nombre de la diatriba fue: `El idealismo monista´. La tesis central fue esta: "defensa de la visión pluralista en oposición a la visión monista". El filósofo, como el artista, busca la totalidad del mundo, mientras que el científico busca sólo especializarse en ciertas áreas del saber.

James sostiene que le parece raro que "el pluralismo radical haya tenido tan poca aceptación entre los filósofos". Los filósofos no quieren dejar nada fuera de sus sistemas, pues tienen gula epistemológica. La filosofía es la disciplina creadora de sistemas y de conceptos. La ciencia, en cambio, tiene como filosofía de vida generar diversas técnicas para analizar los sistemas de los filósofos.

Turquía y la cuestión armenia / Reconocer los errores históricos no es un juego de suma cero

Taner Akçam 

Un nuevo orden político está emergiendo en Oriente Medio y Turquía aspira a ser su líder asumiendo una posición contraria a los regímenes autoritarios. A principios de esta semana, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, llegó incluso a denunciar como “intento de genocidio” las continuas matanzas de civiles a cargo del gobierno sirio.

El deseo de Turquía de defender los derechos humanos en la región es un hecho positivo, pero la condena de Siria por parte de Erdogan es muy hipócrita. Mientras Turquía siga negando los crímenes cometidos contra los no-turcos a principios del siglo XX, durante los últimos años del Imperio Otomano, su llamada a la libertad, la justicia y los valores humanitarios sonará falsa.

El intento de Turquía por cultivar una imagen como protectora global de los derechos de los musulmanes se ve comprometida por un legado de limpieza étnica y de genocidio contra los cristianos y de terror contra los árabes y los kurdos. El recuerdo de estos crímenes está muy vivo en todos los antiguos territorios otomanos. Y Turquía no puede servir de modelo de democracia hasta que reconozca la violencia brutal, los traslados de población y el genocidio que subyacen al Estado turco moderno.       >> Read in English