Un nuevo orden político está emergiendo en Oriente Medio y
Turquía aspira a ser su líder asumiendo una posición contraria a los regímenes
autoritarios. A principios de esta semana, el primer ministro turco, Recep
Tayyip Erdogan, llegó incluso a denunciar como “intento de genocidio” las
continuas matanzas de civiles a cargo del gobierno sirio.
El deseo de Turquía de defender los derechos humanos en la
región es un hecho positivo, pero la condena de Siria por parte de Erdogan es
muy hipócrita. Mientras Turquía siga negando los crímenes cometidos contra los
no-turcos a principios del siglo XX, durante los últimos años del Imperio
Otomano, su llamada a la libertad, la justicia y los valores humanitarios
sonará falsa.
El intento de Turquía por cultivar una imagen como
protectora global de los derechos de los musulmanes se ve comprometida por un
legado de limpieza étnica y de genocidio contra los cristianos y de terror
contra los árabes y los kurdos. El recuerdo de estos crímenes está muy vivo en
todos los antiguos territorios otomanos. Y Turquía no puede servir de modelo de
democracia hasta que reconozca la violencia brutal, los traslados de población
y el genocidio que subyacen al Estado turco moderno. >> Read
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Usando documentos de los archivos gubernamentales otomanos
en Estambul, documentos que hubo un tiempo en que estaban clasificados como
alto secreto, he intentado retirar el velo de un siglo de negación de Turquía.
Estos documentos demuestran claramente que la política demográfica otomana
desde 1913 hasta 1918 fue genocida. De hecho, la frase “crímenes contra la
humanidad” fue acuñado como término legal y utilizada por primera vez el 24 de
mayo de 1915, en respuesta al genocidio contra los armenios y otros civiles
cristianos.
Gran Bretaña, Francia y Rusia definieron inicialmente las
atrocidades otomanas como “crímenes contra el cristianismo”, pero más tarde lo
sustituyeron por “la humanidad”, después de considerar la reacción negativa que
ese término específico podría provocar entre los musulmanes de sus colonias.
Hoy en día, el Sr. Erdogan pretende ser un portavoz global
de los valores musulmanes. En junio de 2011, dijo ante miles de personas
reunidas para celebrar la aplastante victoria de su Partido de la Justicia y el
Desarrollo, conocido como AKP: “Sarajevo ganó hoy tanto como Estambul, Beirut
tanto como Izmir, Damasco tanto como Ankara. Ramallah, Nablus, Jenin,
Cisjordania, Jerusalén y Gaza ganaron tanto como Diyarbakir. “
Hacer declaraciones en apoyo de los musulmanes oprimidos le
ha otorgado popularidad. Pero si Erdogan aspira a defender la libertad y la
democracia en la región, también debe abordar los temores legítimos de los
cristianos de Oriente Medio. Al igual que las potencias europeas optaron por el
universalismo en 1915 por denunciar los “crímenes contra la humanidad”, el Sr.
Erdogan debe ir más allá de su estrecho enfoque sobre “crímenes contra los
musulmanes.” Todos los pueblos oprimidos merecen protección.
No es una coincidencia que muchos cristianos y otras
minorías apoyen Siria al partido Baath de Bashar al-Assad, ocurre que
están dispuestos a sacrificar la libertad por la seguridad. Mientras la
retórica turca apela a la reclamación de la mayoría sunita musulmana por la
libertad en Siria, no alivia la ansiedad de los cristianos sirios acerca de su
futuro. Por el contrario, a los cristianos sirios escuchar al Sr. Erdogan y su
retórica negacionista les retrotrae a 1915, y eso hace que Turquía parezca más
una amenaza que garantía de seguridad.
Confrontarse con el pasado es algo que está estrechamente
vinculado a la seguridad, la estabilidad y la democracia en Oriente Medio. La
negación persistente de las injusticias históricas no sólo impide la
democratización, sino que también dificulta las relaciones estables entre los
diferentes grupos étnicos y religiosos.
Esto es particularmente cierto en las antiguas tierras
otomanas, donde las gentes se ven unas a otras bajo el manto de sus
antepasados. Además de los ecos del genocidio armenio, los crímenes masivos
contra los kurdos y alevis en Turquía , la violencia contra los kurdos y árabes
en Iraq y las tensiones entre cristianos y musulmanes en Siria y el Líbano
continúan envenenando la política contemporánea.
La popularidad del AKP en Turquía y el mundo musulmán le da
a Erdogan una oportunidad para marcar el comienzo de una era de tolerancia.
Reconociendo el genocidio contra los cristianos y los crímenes contra otros
grupos, los turcos pueden llegar a ser líderes en el campo de los derechos
humanos. Pero los esfuerzos de Turquía por sí presentarse como un faro de
libertad y democracia fracasarán siempre y cuando Turquía se niegue a expiar
los pecados otomanos.
Los puristas morales y los realistas inflexibles creen
erróneamente que perseguir la justicia y los intereses nacionales es algo
mutuamente excluyente. Pero reconocer los errores históricos no es un juego de
suma cero.
En Oriente Medio, el pasado es el presente. Y la verdad y la
reconciliación son esenciales para el establecimiento de un nuevo y estable
orden regional fundado en el respeto de los derechos humanos y la dignidad.
Turquía debe predicar con el ejemplo.