En los años sesenta Gilbert Simondon señaló cómo las
máquinas industriales eran ya dispositivos informacionales, en cuanto
introducían por primera vez una bifurcación entre la fuente de trabajo
mecánico (la energía natural) y la fuente de información (el trabajador). En
1963, describiendo las nuevas condiciones de trabajo en la fabrica Olivetti de
Ivrea, Romano Alquati acuño la noción de información valorizante como
puente conceptual entre el valor marxiano y la definición cibernética de
información. En 1972, Gilles Deleuze y Felix Guattari inauguraron su
ontología maquínica, a partir del momento en que la cibernética
abandonaba la fábrica para actuar sobre toda la sociedad.
A través de estos aparatos conceptuales (desarrollados hace
casi medio siglo) se introduce la máquina de Turing como el modelo más empírico
entre aquellos disponibles para estudiar los interiores del capitalismo cognitivo
contemporáneo.
De acuerdo con la definición marxiana de máquina como medio para la amplificación de plusvalor, el algoritmo de la máquina de Turing se propone como motor de las nuevas formas de valorización, medida del plusvalor de red y ‘cristal’ del conflicto social. La máquina informática no es simplemente una ‘máquina lingüística’ sino en realidad una nuevo dispositivo entre información y metadatos. Esta ulterior bifurcación tecnológica posibilita particularmente nuevas formas de control biopolítico: una sociedad de metadatos se perfila como evolución de aquella ‘sociedad de control’ ya descrita por Deleuze en 1990 en relación al ‘poder’ ejercido a través de las bases de datos.
De acuerdo con la definición marxiana de máquina como medio para la amplificación de plusvalor, el algoritmo de la máquina de Turing se propone como motor de las nuevas formas de valorización, medida del plusvalor de red y ‘cristal’ del conflicto social. La máquina informática no es simplemente una ‘máquina lingüística’ sino en realidad una nuevo dispositivo entre información y metadatos. Esta ulterior bifurcación tecnológica posibilita particularmente nuevas formas de control biopolítico: una sociedad de metadatos se perfila como evolución de aquella ‘sociedad de control’ ya descrita por Deleuze en 1990 en relación al ‘poder’ ejercido a través de las bases de datos.
“A cada tipo de sociedad, evidentemente, se puede hacer corresponder un
tipo de máquina: las máquinas simples o dinámicas para las sociedades de
soberanía, las máquinas energéticas para las disciplinarias, las cibernéticas y
las computadoras para la sociedad de control. Pero las máquinas no
explican nada, sino que hay que analizar los agenciamientos colectivos de los
que las máquinas no son sino un aspecto.”: Gilles Deleuze [1]
1. Las máquinas industriales ya eran máquinas informáticas
“La industria aparece
cuando la fuente de información y la fuente de energía se separan, cuando el
Hombre no es sino la fuente de la información y la Naturaleza está obligada a
proporcionar la energía. La máquina se distingue del instrumento en que es un dispositivo:
tiene dos puntos de entrada, el de la energía y el de la información”. [2] Esta
intuición de Gilbert Simondon sobre la segunda revolución industrial no pretende
subrayar un continuum entre las dos épocas tecnológicas, para decir
que informacionalismo e industrialismo son en última instancia lo mismo, sino
que al contrario sirve para reconocer, como Gilles Deleuze y Felix Guattari
reconocerán, una bifurcación del phylum máquínico.[3] De
hecho la historia de la información parece comenzar bajo una huella
todavía anterior. El espectro de la información incluso parece
habitar los instrumentos de la primera revolución industrial: por ejemplo, el
telar de Jacquard (inventado en 1801) parecía una ‘máquina matemática’
controlada por tarjeta perforada idéntica a la que en el siglo veinte será
estandarizada por IBM como memoria externa. George Caffentzis señaló cómo estas
tecnologías textiles influyeron en el primer Analytical Engine de
Charles Babbage. Por tanto, se puede decir que las máquinas informacionales
preceden incluso a la invención del motor a vapor.
Nos guste o no, Babbage estaba trabajando en
sus Calculating Engines antes que Sadi Carnot publicase
su Reflexions on the Motive Power of Fire (1824) —el inicio de la
termodinámica clásica— y ciertamente antes de 1834 Babbage había teorizado el
computador universal o, anacrónicamente, la máquina de Turing. En consecuencia
no puede decirse que la teoría de los motores térmicos preceda a la teoría de
los computadores universales.[4]
En la novela The Difference Engine los dos
escritores de ciencia-ficción William Gibson e Bruce Sterling imaginaron el
surgimiento de la sociedad de la información en la época del Impero Británico
operando las máquinas de vapor (!) en lugar de eléctricas.[5] A
pesar de algunos mecanismos en circulación, naturalmente los tiempos no estaban
maduros para desarrollar una revolución informática, ni siquiera para capturar
el componente cognitiva de las nuevas formas de producción, como el
propio Caffentzis recuerda:
Para Babbage y sus seguidores el vínculo entre el telar de
Jacquard y el Analytical Engine era exactamente este,
una transposición de un contexto industrial a uno matemático, en vez
de la indicación de un tercer espacio matemático-industrial que caracterizara
el proceso del trabajo en general.[6]
Caffentzis emprende una interesante reconstrucción histórica
de los primeros instrumentos informáticos para argumentar en contra de la
noción de trabajo inmaterial expuesta por Michael Hardt y Antonio Negri.[7] Pero,
paradójicamente, tal reconstrucción puede usarse para reforzar la hipótesis del
capitalismo cognitivo en términos propiamente marxianos, como se verá más
adelante. El artículo de Caffentzis es de todas modos importante para recordar
que falta todavía hoy terreno común entre media studies y la política
económica, máquinas de Turing y marxismo.[8]
2. Alquati, 1963: el plusvalor de la información
En los años en los que Simondon estaba esbozando una
contra-ontología de la cibernética, Romano Alquati introduce el concepto
de información valorizante, que puede ser entendido como puente conceptual
entre las nociones de información en cibernética y valor en
Marx. En el largo artículo “Composición orgánica del capital y fuerza de
trabajo en la Olivetti”, publicado en Quaderni Rossi en dos partes (1962 y
1963), Alquati intenta uno de los primeros análisis marxistas de la
cibernética. Es interesante destacar cómo Alquati encuadra el aparato
cibernético (que hoy llamaríamos ‘red digital’) como extensión de la burocracia
interna en la fábrica, como aparato que permite monitorizar el proceso
productivo a través de ‘informaciones de control’.
El aparato burocrático es vertical porque no es
‘productivo’: es un conjunto de líneas jerárquicas representables como ejes
verticales, como sondas insertadas en los nodos estructurales de la
valorización para succionar al trabajo productivo las ‘informaciones de
control’ que permiten al patrón verificar si el flujo llega en los canales
predispuestos.[9]
La burocracia de fábrica desciende a los cuerpos de los
trabajadores a través de la mediación de los circuitos de la cibernética y de
las máquinas. Alquati introduce el concepto de ‘información valorizante’ para
identificar el fluido vital que circula en estos circuitos y los alimenta. Por
primera vez, la concepción moderna de información entra en la definición esencial
de trabajo vivo y por tanto en la propia idea de plusvalor, que es precisamente
la de ser continuamente absorbido en las máquinas y condensado en las
mercancías de este modo.
La información es la esencia de la fuerza de trabajo, es lo
que el trabajador transmite a los medios de producción a través del capital
constante sobre la base de valoraciones, mediciones, elaboraciones para operar
en el objeto de trabajo todos los cambios formales que le dan el valor de uso
necesario.[10]
La siguiente frase de Alquati podría
entenderse ante-litteram como el primer postulado del considerado
capitalismo cognitivo y es preciso recordar la fecha: 1963.
El trabajo productivo se define en la calidad de las
informaciones elaboradas y transmitidas por el trabajador a los medios de
producción, con la mediación del capital constante.[11]
Aquí puede fácilmente aplicarse la típica distinción
‘orgánica’ de Marx: la información viva es continuamente producida
por los trabajadores para ser transformada en información muerta y
ser cristalizada en las máquinas y en todo el aparato burocrático. La mediación
de la máquina a lo largo del ciclo mismo de la información es clara: la
burocracia interna en la fábrica es una división específica del trabajo que
vienen reflejada, implementada y extendida por la cibernética. Efectivamente,
la importante intuición avanzada por Alquati es este continuum que
une burocracia, cibernética y maquinaria: la cibernética desvela la naturaleza
maquínica de la burocracia de fábrica y al mismo tiempo el rol ‘burocrático’ de
las máquinas, en cuanto devienen aparatos de feedbackpara controlar al
trabajador y capturar el conocimiento y la experiencia del proceso productivo.
La información valorizante es aquello que entra en la máquina cibernética y es
transformado en una especie de conocimiento maquínino. Específicamente,
es la dimensión numérica de la cibernética que permite codificar el
conocimiento de los trabajadores en bit y, consecuentemente,
transformar los bit en números de planificación económica. En otras
palabras, operando como interfaz numérica entre los dominios del conocimiento y
del capital, el código digital transforma la información en valor.
La cibernética recompone globalmente y orgánicamente las
funciones del trabajador complejo pulverizadas en las micro-decisiones
individuales: el ‘bit’ suelda el átomo obrero a las ‘cifras’ del ‘Plan’.[12]
En los albores de la era industrial el capitalismo explota
la energía mecánica de los cuerpo humanos, pero pronto se da cuenta de que la
serie de actos creativos, medidas y decisiones que los trabajadores toman
constantemente es el valor más importante. Alquati define
como información precisamente estas micro-decisiones innovadoras que
los trabajadores toman a lo largo de todo el proceso productivo para
dar forma al producto final pero también para dar forma al
aparato maquínico.
3. Marx: la máquina como medida del hombre.
Para Alquati la máquina siempre encarna el diagrama de las
relaciones de poder entre clases. La innovación procede primero de los
trabajadores, porque es el trabajo vivo que mueve, forma e instruye cada nueva
generación de máquinas. En este sentido, tanto las máquinas industriales como
las cibernéticas pueden ser definidas como ‘cristalización’ del conflicto
social.
Que una máquina (incluida una computadora) ocupe siempre el
espacio descrito por una precedente división del trabajo era ya un postulado
compartido por los pioneros de la cibernética, como Charles Babbage. El propio
Marx cita a Babbage ya en 1847 en su texto Miseria de la filosofía:
“Cuando, por efecto de la división del trabajo, cada operación particular se
reduce al empleo de un instrumento simple, la reunión de todos estos
instrumentos accionados por un solo motor constituye una máquina”.[13] Si
la máquina se instala sobre una precedente división del trabajo, es para
expandirse a un nivel ulterior y a una escala de complejidad superior.
Gracias a la aplicación de la máquina y del vapor la
división del trabajo ha podido asumir tales dimensiones que la gran industria,
separada hoy del terreno nacional, depende únicamente del mercado mundial, de
los intercambios internacionales, de una división del trabajo internacional. En
fin, la máquina ejerce tal influencia sobre la división del trabajo, que cuando
en la fabricación de cualquier producto se encuentra el medio de producir
maquínicamente alguna parte del mismo, su fabricación se divide inmediatamente
en dos gestiones independientes una de otra. [14]
Lógicamente, en el primer libro de El Capital el
capítulo sobre las máquinas sigue al capítulo sobre la división del trabajo. Y,
en perspectiva, la división del trabajo puede ser considerada como una especie
de máquina abstracta. La lección importante que aprendemos aquí
de Marx es precisamente el rechazo del determinismo tecnológico. [15] Marx
es el primero en sugerir que toda máquina siempre es la reterritorialización de
precedentes relaciones de poder. En tanto en cuanto la división del trabajo se
plasma a partir de los conflictos sociales y la resistencia de los
trabajadores, del mismo modo procede la evolución tecnológica. Las partes del
‘mecanismo’ social se ‘ajustan’ a sí mismas a la composición técnica según su
grado de resistencia y conflicto. Las máquinas están configuradas por las
fuerzas sociales y evolucionan de acuerdo a ellas.
Realmente las máquinas informáticas son la cristalización de
tensiones sociales. Si aceptamos esta intuición política, que significa prestar
atención a las relaciones sociales y a los conflictos sustituidos por las
máquinas informáticas, tenemos finalmente una metodología para clarificar las
definiciones genéricas de ‘sociedad de la información’, ‘sociedad del
conocimiento’, ‘sociedad de red’, etc... en tanto en cuanto las máquinas
industriales no remplazan ya a los caballos de vapor de los trabajadores,
sino a todo un conjunto de relaciones desarrolladas en el periodo
manufacturero, así las máquinas informáticas vienen a remplazar un conjunto de
relaciones cognitivas del trabajo dentro de la fábrica industrial.
Andrew Ure, científico escocés definido por Marx como “el
Pindaro de la fábrica automática”, describía el aparato industrial como “un
vasto automaton, compuesto por distintos órganos mecánicos e
intelectuales, que se mueven concertada e ininterrumpidamente para producir un
mismo objeto, todos subordinados a una fuerza motriz que se auto-regula”. [16] Por
tanto, la considerada división del trabajo es, antes que nada, una bifurcación
de los órganos mecánicos de los intelectuales (donde bifurcación no significa
separación sino articulación). Como escribe Marx:
Es en la gran industria organizada sobre el fundamento de las máquinas
que se verifica la separación de las facultades
intelectuales [Potenzen] del proceso de producción del trabajo manual, y
la transformación de estas facultades en dominio [Mächte] del
capital sobre el trabajo. La habilidad específica del simple trabajador-máquina
[Maschinen-arbeiter] se anula como accesorio absolutamente insignificante
frente a la ciencia, a las gigantescas fuerzas naturales y al trabajo social en
masa, que se incorporan en el sistema mecánico y forman conjuntamente el poder
del ‘patrón’ [master]. [17]
Este pasaje (similar a la intuición de Simondon citada
anteriormente) parece anticipar el conocido ‘fragmento sobre las máquinas’ de
los Grundrissse, donde los simples ‘órganos intelectuales’ se
convierten en un vasto ‘cerebro social’ absorbido por la maquinaria y
transformado en capital fijo.[18] La evolución de la noción de conocimiento
de El Capital a los Grundrisse es el paso de los
atomizados órganos intelectuales del Gesamtarbeiter (el ‘trabajador
colectivo’) a un nivel en que “el saber social general deviene fuerza
productiva inmediata”. En los Grundrisse Marx parece referirse a una
dimensión autónoma del conocimiento, una especie de saber
vivo capturado antes de su cristalización en las máquinas. Antes de
discutir este controvertido y decisivo pasaje, es necesario aclarar la
definición de máquina en relación al plusvalor y, especialmente, contextualizar
la noción de maquínico introducida por Deleuze y Guattari en el
léxico filosófico contemporáneo.
Si Marx abre el capítulo sobre las máquinas en el primer
libro de El Capital escribiendo que la máquina es “un medio para
la producción de plusvalor”, después aclarará precisamente que la máquina es un
medio para la amplificación de plusvalor (en términos marxianos las
máquinas no pueden producir plusvalor, porque no pueden ser ‘explotadas’, solo
los trabajadores producen plusvalor). Si en los Grundrisse las
máquinas encarnan el conocimiento colectivo, se trata de un conocimiento
llamado a dirigir el aumento de plusvalor (y en este sentido deviene parte del
capital fijo). La idea de Alquati de la cibernética como aparato para la
acumulación de información valorizante extiende orgánicamente la idea
marxiana de la máquina como medio para la amplificación de plusvalor.
Obviamente, tanto en Alquati como en Marx, la relación del trabajador con la
máquina es siempre conflictiva y la información
viva (también conocimiento vivo) que alimenta cada día a la máquina
cibernética es campo de resistencia y lucha. El límite de esta transformación
del conocimiento vivo en conocimiento muerto es y el límite
entre el cerebro individual y el cerebro social son cuestiones aún sin resolver
del debate actual sobre trabajo e información. Desde esta perspectiva hay que
afrontar la noción de maquínico de Deleuze y Guattari.
4. La neutralización de la ontología maquínica
La noción de maquínico en Deleuze y Guattari presenta
diversas genealogías que no pueden ser exploradas aquí, pero políticamente
puede considerarse una reacción ‘productivismo’ marxista en los mismos años en
que los medios de comunicación propagaban el consumismo y la primera onda de la
cibernética penetraba en la sociedad industrial norteamericana y europea.
En Mille pianiresumen así el surgimiento de la sociedad-fábrica:
En la composición orgánica del capital, el capital variable define un
régimen de sumisión del trabajador (plusvalor humano), que tienen como marco
principal la empresa o la fábrica; pero cuando el capital constante crece
proporcionalmente cada vez más, en la automatización, aparece una nueva
servidumbre y, al mismo tiempo, el régimen de trabajo se transforma, el
plusvalor deviene maquínico y el marco se extiende a toda la sociedad.[19]
La noción de maquínico se inspiraba, en particular, en
la mécanología introducida por Gilbert Simondon en su libro Du
mode d’existence des objets techniques,[20] presentándose
a sí misma como reacción al rígido determinismo de la cibernética, a su
‘feedback system’ y a la idea de la información como unidad mensurable
matemáticamente. Desde el inicio, lo maquínico pretendía cubrir el dominio de
las máquinas informáticas.
En 1972, en El Anti-Edipo, Deleuze y Guattari
introducen la noción de máquina deseante para fundamentar una
economía política inmanente, donde el ‘deseo’ pueda ser finalmente reconocido ontológicamente
(y económicamente) como fuerza productiva y no sólo como operador negativo del
teatro psicanalítico lacaniano. De acuerdo con la noción de producción
maquínica, Deleuze y Guattari describen además un plusvalor
maquínico. Ocho años después, Mille piani parece introducir una
lectura mucho más postmoderna centrada en concatenaciones
maquínicas y máquinas abstractas. También la cadena maquínica es
inmanente y productiva (como las máquinas deseantes), pero en Mille piani está
claro el paso a una ontología más relacional. Debido a esta ambivalencia,
recientemente, la noción de maquínico parece entenderse y reducirse a un mero
paradigma relacional de concatenamientos que cancelan la dimensión
misma de la producción del pensamiento de Deleuze y Guattari a la vez
que su formación marxista. Como ejemplo principal de esta ‘teoría del
concatenamiento’ (en inglés assemblage theory) y anulación de la categoría
marxiana de plusvalor del pensamiento de Deleuze y Guattari véase la obra de
Manuel Delanda.[21]
Efectivamente, en los estudios actuales sobre el
post-estructuralismo, cuando se acude a la etimología de la noción de
maquínico, es decir al latín machina y al griego antiguo mechané,
el resultado siempre es el de medio, instrumento, artefacto, dispositivo,
estructura.[22] En
cualquier caso, es interesante destacar que la idea de excedente y de
amplificación de hecho aparece en la propia raíz etimológica de la palabra
máquina. Los diccionarios más precisos recuerdan específicamente la
raíz mach- que significa crecimiento, aumento, amplificación de
fuerza. La misma raíz mach-aparece, por ejemplo, tanto en el
latín magia como en magnus. En el alemán antiguo la
palabra macht se refiere a poder, capacidad, habilidad y riqueza de
manera similar al latín potentia. En otras palabras, cuando Deleuze y
Guattari hablan de plusvalore maquínico, simplemente hacen resonar la
antigua raíz de la palabra máquina. Siguiendo las sugerencias de esta
etimología (solo como ejercicio imaginativo), podríamos definir ‘máquina’ como
un aparato para la amplificación y acumulación de un determinado flujo (energía,
trabajo, información, etc...), donde ‘dispositivo’, ‘instrumento’ y ‘medio’
serían más apropiados para describir solo la traducción y extensión de tal
flujo. Por tanto, la máquina se define más en relación a un excedente que a un
artilugio.
En una nota del El Anti-Edipo, Deleuze e
Guattari muestran conocer el capítulo sobre las máquinas de los Grundrisse.
[23] Probablemente
inspirados en esta lettura, introducen el concepto de “plusvalor maquínico
producto del capital constante”, “reconociendo que también las
máquinas trabajan o producen valor, que siempre han trabajado, y
trabajan cada vez más respecto al hombre, dejando de ser parte constitutiva del
proceso de producción para devenir adyacente a este proceso”. ¿Cómo interpretar
tal definición de plusvalor maquínico? Deleuze y Guattari se refieren
claramente al proceso de transformación del general intellect en
capital constante, es decir, a la transformación de un plusvalor de
código (conocimiento) en un plusvalor de flujo (en su lenguaje,
el plusvalor marxiano propiamente dicho).
Toda máquina técnica presupone flujos
particulares: flujos de código interno y externo a la máquina, y la
formación de los elementos de una tecnología y también de una ciencia. Incluso
estos flujos de código se encasillan a su vez, codificados o
surcodificados en la sociedad precapitalista de modo tal que ya no asumen
independencia. Pero la decodificación generalizada de los flujos en el capitalismo
ha liberado, desterritorializado, decodificado, los flujos de código en
comparación a los otros —al punto que la máquina automática los tiene cada vez
más interiorizados en el propio cuerpo o en su estructura como campo de
fuerzas, dependiendo al mismo tiempo de una ciencia y de una tecnología, de un
trabajo llamado intelectual distinto del trabajo manual del trabajador
(evolución del objeto técnico).[24]
Estos pasajes muestran que ya en 1972 Deleuze y Guattari
eran conscientes de las nuevas formas de acumulación de valor producidas por el
conocimiento y de un componente cognitivo activo que es
parte del plusvalor producido por cada sujeto.
En definitiva, los flujos de código “liberados” en la
ciencia y en la técnica por el régimen capitalista generan un plusvalor
maquínico que no depende directamente de la ciencia ni de la propia técnica,
sino del capital, y que se añade al plusvalor humano, corrigiendo la caída
relativa, constituyendo ambos el conjunto del plusvalor de flujo que
caracteriza al sistema. El conocimiento, la información y la
formación cualificada son partes del capital (“capital de conocimiento”) tanto
como la tarea más elemental del trabajador.[25]
Curiosamente, la noción de máquina abstracta, que
Deleuze y Guattari ponen en el centro de su ontología en Mille
Piani, está inspirada en el mismo término usado en cibernética, donde
por máquina abstracta se entiende el proyecto de un algoritmo que
consecuentemente puede ser implementado en una máquina virtual (como
un programa software) o en una máquina material (en el hardware de
una computadora o en cualquier aparato mecánico).[26]
5. El éxodo de la fábrica del conocimiento vivo
Si la noción de maquínico se aplica superficialmente, puede
proyectar un continuum apolítico donde ‘todo devenga productivo’ y,
por tanto, donde sería imposible distinguir trabajo vivo y trabajo muerto,
capital variable y capital constante —es decir, distinguir explotación y
autonomía. Reuniendo la relación maquínica con la innovación tecnológica, el operaismo italiano
ha introducido aquí una polarización bien precisa. En 1966, en el famoso giro
copernicano de Operai e capitale, Mario Tronti reconduce y reconoce
la primacía constituyente a la clase obrera: la lucha de clases produce el
desarrollo capitalista y no al contrario, como ha creído la ortodoxia marxista.
Esta primacía del trabajo vivo no será aplicada por
el operaismo al conocimiento vivo hasta los primeros
años 90, redescubriendo el llamado ‘fragmento sobre las máquinas de
los Grundrisse traducido y publicado mucho tiempo antes,
concretamente en 1964 en el cuarto número de Quaderni Rossi.
Junto a Antonio Negri y Maurizio Lazzarato,[27] Paolo
Virno fue uno de los primeros pensadores del operaismo en liberar el
conocimiento vivo de los engranajes de la máquina industrial y hacerlo respirar
el aire de la ciudad.
Llamamos intelectualidad de masa al conjunto del trabajo
vivo postfordista (no ya, claro está, a cualquier sector particularmente
cualificado del terciario) en cuanto el mismo es depositario de competencias
cognitivas no objetivables en las máquinas.[28]
El general intellect se presenta no solo
‘cristalizado’ en las máquinas sino difundido a través de toda la
‘sociedad fábrica’ de la metrópoli. Por tanto, lógicamente, si el conocimiento
industrial proyectaba y operaba máquinas, también el conocimiento colectivo
fuera de la fábrica debe ser de algún modo maquínico. Aquí debemos prestar
atención a las manifestaciones del general intellecta través de la
metrópoli para comprender cuando lo encontramos ‘muerto’ o ‘vivo’, ya ‘fijado’
o potencialmente autónomo. Por ejemplo, ¿a qué nivel hoy el tan celebrado Free
Software y la llamadafree culture son cómplices de las nuevas formas de
acumulación del capitalismo digital? ¿Y a qué nivel, la ideología de la
creatividad y la Ciudad Creativa preparan simplemente el terreno a la
especulación inmobiliaria y a nuevas formas de renta metropolitana?[29]
Realmente todo el debate sobre el postfordismo y sus
‘industrias culturales’ puede condensarse en la siguiente pregunta: ¿puede el
conocimiento/trabajo vivo devenir autónomo? A esto puede resumirse la original
contribución que el operaismo ha hecho a la economía política
contemporánea y al mismo tiempo en torno a este tema se concentran los ataques
de quienes aún consideran a los trabajadores como ‘bestias de carga’ utilizados
para producir sólo energía mecánica (los llamados ‘caballos de vapor’). Por
supuesto, en este éxodo de la fábrica, los viejos límites marxianos entre
capital constante y capital variable ya no existen: una definición más precisa
de maquínico debe avanzarse para poder explorar este límite.
6. Las fábricas del hombre: lo viviente como capital fijo
En un ensayo dedicado al ‘capitalismo digital’ Christian
Marazzi señala cómo el tradicional capital fijo —es decir, el capital invertido
en máquinas en su forma física— había perdido importancia como factor para la
producción de riqueza.[30] Desde
el punto de vista del capital fijo, continúa Marazzi, el conocimiento tiene hoy
un rol productivo imponente, como el caso de las grandes compañías de software
está demostrando. Remplazando trabajo vivo con trabajo muerto, es decir, con
nuevos aparatos maquínicos ‘inmateriales’, el conocimiento se convierte en una
especie demáquina cognitiva. En esta nueva composición orgánica del capital,
continúa Marazzi, no sólo el conocimiento colectivo deviene capital fijo, sino
el propio cuerpo humano. En este sentido, Marazzi describe el surgimiento de
un modelo antropogenético de producción que Robert Boyer
llama producción del hombre a través del hombre (parafraseando la más
famosa expresión ‘producción de mercancías por medio de mercancías’).[31] Este
nuevo modo de producción es claramente, y más prosaicamente, el sector de los
servicios, el terciario, todo lo que tiene que ver con las soft
industries como educación, sanidad, nuevos medios e industrias culturales.
Dentro de este biocapitalismo o ‘fábrica de lo viviente’, finalmente
Marazzi hace líquida la noción de máquina e introducelo viviente como capital
fijo.
En el modelo de la ‘producción del hombre a través del
hombre’ el capital fijo, desaparece en su forma material y fija, reapareciendo
en la forma móvil y fluida de lo vivente.[32]
Marazzi insiste sobre la transposición del capital fijo
maquínico en el cuerpo humano. “En nuestra hipótesis,
el cuerpo de la fuerza de trabajo, además de contener
la facultad del trabajo, contiene también las funciones típicas del
capital fijo, de los medios de producción en cuanto sedimentación de conocimientos
codificados, conocimiento históricamente adquirido, gramáticas productivas,
experiencias, en definitiva trabajo pasado”.[33] Este
pasaje de Marazzi es radical: si para Marx, el capital es una relación social,
entonces no hay necesidad de actores ‘importantes’ como
máquinas, management industriales e investigación científica para
describir la producción contemporánea —la fuente maquínica de beneficios puede
ser externalizada en el propio cuerpo de los trabajadores.
La hipótesis de trabajo sobre la que hay que detenerse es la
siguiente: en el nuevo capitalismo, en el modelo antropogenético emergente que
lo distingue, lo viviente contiene en sí mismo tanto las funciones del capital
fijo como del capital variable, esto es, de materiales e instrumentos de
trabajo pasado y de trabajo vivo presente. En otras palabras, la
fuerza de trabajo se expresa como la suma de capital variable (V) y de capital
constante (C, más exactamente la parte fija del capital constante).[34]
Estas incursiones de Marazzi en la gramática de la economía
política son cruciales para subrayar, una vez más, que al referirnos a
capitalismo cognitivo o a la hegemonía del trabajo inmaterial, no nos referimos
a algo inmaterial o impalpable sino al verdadero y auténtico complejo maquínico
de nuestros cuerpos y relaciones sociales.
Con un estilo distinto y una atenta lectura de los textos
marxianos, Carlo Vercellone ha intentado sistematizar toda la estructura
maquínica del conocimiento bajo la definición general de capitalismo cognitivo.
Para Vercellone la época del general intellect significa una nueva
división del trabajo, apareciendo la historia del capitalismo como la sucesión
de los siguientes estadios de antagonismo: subsunción formal (capitalismo
manufacturero), subsunción real (capitalismo industrial), general
intellect (capitalismo cognitivo).
Las nociones de subsunción formal, subsunción real y general
intellect son utilizadas por Marx para calificar, en su sucesión
lógico-histórica, diversos mecanismos de subordinación del proceso de trabajo
por parte del capital (y del tipo de conflictos y de crisis que generan).[35]
El rol de las máquinas ‘materiales’ y de la evolución
tecnológica también es secundario para Vercellone, porque lo que aquí se
destaca es la más importante y más general máquina abstracta de la
división del trabajo y su antagonismo intrínseco.
La dinámica conflictual de la relación conocimiento/poder
ocupa un lugar central en la explicación de la tendencia al aumento de la
composición orgánica y técnica del capital. Esta tendencia, escribe Marx,
resulta el medio por el que el sistema de las máquinas surge en su totalidad:
“Esta vía es el análisis, a través de la división del trabajo, que transforma
cada vez más las operaciones de los trabajadores en procedimientos mecánicos,
de modo que a un cierto punto el mecanismo puede sustituirlo”.[36]
En la hipótesis del capitalismo cognitivo, el capital fijo,
es decir, la máquina, es absorbido por el capital variable, los trabajadores.
Como Vercellone indica, ya Marx en los Grundrisse reconocía que el
propio ser humano estaba convirtiéndose en el principal capital fijo.[37] Aquí
la división del trabajo parece seguir movimientos de desterritorialización y
reterritorialización, usando las expresiones de Deleuze y Guattari: las
máquinas industriales reterritorializan la división del trabajo de la
manufactura dentro de la fábrica industrial, mientras que las máquinas
informáticas desterritorializan la división del trabajo por toda la sociedad.
Para concluir: existe una dimensión maquínica del
conocimiento que es externa al capital industrial ‘fijado’ en las máquinas.
Marx llama en los Grundrisse ‘general intellect’, ‘conocimiento
social general’, ‘trabajo científico general’, etc... a la dimensión colectiva
del conocimiento maquínico, Esta dimensión colectiva es doblemente productiva:
físicamente se encarna en máquinas industriales, infraestructuras de
comunicación y network digitales, pero también como intelectualidad de
masa que gestiona la nueva división del trabajo y produce
nuevas formas de vida que se transforman en mercancías. Por otra
parte, la dimensión individual del llamado trabajo inmaterial puede distinguir
entre trabajo cognitivo (que trabaja dentro de la máquina y
crea nuevas máquinas materiales, inmateriales y sociales) y trabajo
informacional (que opera frente a la máquina y produce
información valorizante). Naturalmente la distinción entre conocimiento
maquínico e intelectualidad de masa, trabajo cognitivo y trabajo informacional
tiende a menudo a desaparecer. Lo que es importante señalar aquí es la primacía
del conocimiento vivo y del trabajo vivo contra toda
lectura fatalista de las nuevas tecnologías como obstáculo perverso a la
autonomía de lo viviente.[38]
7. La máquina de Turing como motor de valorización
Curiosamente, todavía hoy, todas las metáforas usadas para
describir la dimensión maquínica del conocimiento que se evade de la fábrica y
se extiende por la sociedad son adoptadas del industrialismo: por ejemplo
expresiones como ‘industrias culturales’, ‘industrias creativas’ o incluso la
propia ‘edu-factory’. En su época, recuerda Caffentzis, el lenguaje de Marx
estaba influenciado por las ciencias físicas y químicas, como indica la imagen
del trabajo ‘cristalizado’ en las máquinas.[39] pero,
en general, podríamos decir que en la época de Marx la máquina industrial
era entendida como medida universal del hombre, y por tanto del trabajo.
No es casual que en termodinámica el término ‘trabajo’ se refiera de hecho a la
energía transferida de un sistema a otro y wattsea la medida
del trabajo por unidad de tiempo. Pero ¿cuáles son los paradigmas
empíricos y las medidas empíricas que pueden usarse hoy para describir el
panorama de la producción?
Junto al giro maquínico del
postestructuralismo, en el debate postmoderno ha sido mayoritario el
llamado giro lingüístico. En 1994 Marazzi fusiona estos dos ‘giros’ y
propone la máquina de Turing como modelo de la máquina
linguística que gobierna el trabajo y la producción en el postfordismo.[40] El
‘lenguaje’ del postfordismo no es sólo el lenguaje de la creatividad y
del virtuosismo sino, sobre todo, un lenguaje lógico-formal capaz de
expresar instrucciones operativas.
Si distintas son las concreciones del general
intellect y de la intelectualidad de masa, aquí se propone simplemente la
máquina de Turing como el modelo empírico más general a nuestra
disposición para describir los interiores del llamado trabajo inmaterial y del
capitalismo cognitivo. La máquina de Turing es entendida como
la medida empírica de las nuevas relaciones de producción, motor
de las nuevas formas de valorización y ‘cristal’ mismo del conflicto social. Su
fórmula debería ayudar a desenredar la promiscua relación entre conocimiento
vivo y conocimiento muerto en el capitalismo cognitivo. Más precisamente, si es
cierto que las máquinas proceden de las fuerzas sociales, deberíamos reconocer
en la máquina de Turing la silueta del conocimiento vivo.
Si Simondon definía la máquina industrial como un
dispositivo que operaba entre dos flujos, el de la energía y el de la
información, sugiero introducir una distinción ulterior entre tres tipologías
de flujo que atraviesen la máquina de Turing: información, metadatos y código
maquínico. Si Simondon señalaba que el flujo de la electricidad se podía usar
para transportar tanto la energía como la información,[41] sugiero
prestar atención al enorme flujo de la información digital como el medio
también de una componente maquínica (el código software, para entendernos). La
superposición de estas cuatro dimensiones (es decir, energía, información,
metadatos y código maquínico) es obviamente fuente de confusión. Es mediante la
extracción de la dimensión maquínica del código digital que trataré de vincular
la máquina de Turing a la idea marxiana de la máquina como instrumento para la
acumulación y amplificación del plusvalore.
8. El código digital es maquínico
Si, siguiendo a Marx, tanto las máquinas industriales como
las máquinas informacionales pueden ser definidas como aparatos para la amplificación
de plusvalor y la cristalización del general intellect, las máquinas de
Turing introducen una ‘composición orgánica’ diferente entre información y
conocimiento, trabajo y capital. Todos los ‘órganos’ materiales e intelectuales
del automatonque Ure situaba en el corazón de la fábrica industrial,
hoy se organizan en un network digital que se extiende por todo el globo. Como
Marazzi recuerda, “en el biocapitalismo el concepto mismo de acumulación del
capital se ha transformado… ya no consiste, como en la época fordista, en la
inversión en capital constante y en capital variable (salario), sino en la
inversión en dispositivos de producción y captación del valor
producido fuera de los procesos directamente productivos”.[42] Las
máquinas cibernéticas, en otras palabras, huyen de la fábrica y gradualmente
transforman la cooperación social y la comunicación en fuerzas productivas. Hoy
es difícil encontrar un virtuoso, como Virno definió al trabajador
postfordista,[43] cuya
‘performance’ no sea mediada por un dispositivo digital.
El giro lingüístico ha tentado a los economistas
tanto como a los primeros estudiosos de la cultura digital. Desde el principio
las disciplinas humanísticas han formado el campo de la teoría de los nuevos
medios, importando una metodología que encuadraba el código digital
principalmente come texto (¡celebrado a veces como poesía!) y los
lenguajes de programación como fundamentalmente similares a los lenguajes
naturales.[44] Esta
confusión también se ha producido en la percepción académica y popular desde el
primer debut histórico de las primeras máquinas de Turing, usadas por los
aliados para descifrar los códigos secretos de las fuerzas alemanas durante la
segunda guerra mundial. Bajo la voz ‘Code’ del lexico Software Studies, Friedrich
Kittler cita al propio Alan Turing cuando explicaba que las computadoras habían
sido creadas muy probablemente con el objetivo principal de decodificar el
lenguaje humano.[45] A
propósito Alexander Galloway ha subrayado que “el código es un lenguaje, pero
un tipo de lenguaje muy especial. El código es el único lenguaje que es
ejecutable”.[46] Y
el propio Kittler remarca: “no existe ninguna palabra en el lenguaje ordinario
que haga lo que dice. Ninguna descripción de una máquina la pone en
funcionamiento”.[47] Efectivamente
la ejecutabilidad del código digital no debe ser confundida con
la performatividad de los lenguajes humanos, advierte Florian Cramer.[48] El
código “es una máquina para convertir el significado en acción”, concluye
Galloway.
Está claro que el término ‘código digital’ se refiere a tres
diferentes elementos: a las cifras binarias que codifican una señal analógica
en secuencias de impulsos 0 e 1; al lenguaje en que se escribe un programa
software (como por ejemplo C++, Perl, etc…); al texto o fuente que ejecuta este
programa software (que encarna la forma lógica de un algoritmo, donde reside el
componente maquínico).
En este texto propongo arrojar luz sobre
el algoritmo como la forma lógica intrínseca de las máquinas
informacionales y del código digital. El rol central del algoritmo es
reconocido por la mayoría de los estudiosos de la media theory y de
manera unánime por los de la cibernética, donde el algoritmo es el fundamento
de la noción de ‘máquina abstracta’.[49] Como
ocurre en los videojuegos, el algoritmo no se presenta sólo como una abstracción
matemática sino que ‘proyecta’ una auténtica subjetividad física fuera de sí
mismo. El algoritmo sale de la pantalla y ‘juega’ a su vez con el operador que
está frente a la máquina. Como explica Galloway:
Un videojuego no es simplemente un juguete. También es una
máquina algorítmica, y como todas las máquinas funciona y opera a través de
reglas codificadas. El jugador —el operador— es el que debe activarse
[engage] en esta máquina. Hoy en día, es una diversión, y también un trabajo.[50]
La operación conceptual que aquí sugiero es aplicar la
noción de maquínico a los algoritmos del código digital para reconocer dicho
código y los programas software como una forma de máquina en sentido marxiano,
es decir, como máquina usada para acumular y aumentar el plusvalor (también
deberíamos discutir detalladamente la unidad de medida, o
mejor desmesura, de tal plusvalor).
9. Plusvalor de red y sociedad de los metadatos
Los algoritmi no son objetos autónomos, sino plasmados por
la ‘presión’ de las fuerzas sociales externas. El algoritmo revela la dimensión
maquínica de las máquinas informacionales contra la interpretación simplemente
‘lingüística’ de media theory. De todos modos, se distinguen dos
tipos de máquinas informacionales o algoritmos: algoritmos para
traducir información en información(cuando se codifica un flujo en otro
flujo) y algoritmos para acumular información y extraer metadatos, es decir, para
producir información sobre información. La escala de extracción de
metadatos es la que revela nuevas perspectivas sobre la economía y sobre
la governance de los nuevos medios de producción. La magnitud de la
actual acumulación de metadatos es tal que The Economist la ha definido como
una auténtica ‘revolución industrial de datos’.[51]
Si, como se ha visto anteriormente, Simondon ya reconocía a
la máquina industrial como dispositivo info-meccanico, una
ulterior bifurcación hoy del phylum maquínico debe ser
introducida para reconocer a la máquina de Turing como un dispositivo
meta-informacional, que gestiona precisamente información y metadatos (o
información sobre información). Los metadatos representan la ‘medida de la
información, el cálculo de su dimensión ‘social’ y su inmediata traducción en
valor. Como demuestra Alquati, el aparato cibernético debe ser continuamente
alimentado y sostenido por los flujos de información producidos por los
trabajadores, pero es específicamente la información sobre la información, o
metadatos, la que sirve para mejorar la organización de toda la fábrica, el
diseño de las máquinas y el valor de los productos.
Gracias a esta intuición de Alquati, las máquinas de Turing
se pueden definir generalmente como máquinas para la acumulación de
información, extracción de metadatos e implementación de inteligencia
maquínica. El diagrama de la máquina de Turing ofrece un modelo pragmático
para comprender cómo se transforma la información viva en
inteligencia maquínica. Igual que las termo-máquinas industriales medían el
plusvalor en términos de energía por unidad de tiempo, las info-máquinas
del postfordismo sitúan el valor dentro de un hipertexto y lo miden en términos
de link por nodo (véase el claro ejemplo del algoritmo PageRank de
Google).[52]
La masiva acumulación de información y extracción de
metadatos que se llevan a cabo todos los días en las redes digitales globales
—mediante motores de búsqueda como Google, social networkcomo Facebook,
librerías online como Amazon, y muchos otros servicios —representa un nuevo y
complejo campo de investigación (big data). Brevemente, puede resumirse aquí
diciendo que los metadatos se usan: 1) para medir la acumulación y el valor de
las relaciones sociales; 2) para mejorar el diseño del conocimiento maquínico;
3) para monitorizar y prever comportamientos sociales (la denominada datavigilancia).
Los metadatos se usan para medir el valor de las relaciones
sociales. A un primer nivel, la acumulación de información refleja y mide la
producción de relaciones sociales para transformarlas en valor de una
determinada mercancía. Las tecnologías digitales son capaces de condensar y
cartografiar al detalle aquellas ‘relaciones sociales’ que para Marx
constituyen la naturaleza del capital (y que para Hardt y Negri componen ‘la
producción del común’). [53] véase social media como Facebook y el modo en
que transforman la comunicación colectiva en economía de la atención, véase la
economía de prestigio establecida por el algoritmo PageRank de Google. Los
metadatos describen aquí un plusvalor de red —donde por red se
entiende la red de las relaciones sociales en sentido marxiano (el capital como
relación social).
Los metadatos se usan para perfeccionar la inteligencia
maquínica. A un segundo nivel, la extracción de metadatos proporciona
informaciones para mejorar y poner a punto la inteligencia maquínica de cada
dispositivo: desde los programas software al knowledge
management, desde el uso de las interfaces a la logística. La esfera
digital es una especie de autonomon que se regula a sí mismo: los
flujos de información se usan constantemente para mejorar la organización
interna y para crear algoritmos más eficientes. Como en la fábrica cibernética
descrita por Alquati, los flujos de información valorizante se transforman en
capital fijo: lo que significa que se transforman en inteligencia de las
máquinas’. Véase nuevamente el algoritmo PageRank de Google y el modo en que
evoluciona en función del tráfico de datos que recibe y analiza. Los metadatos
describen aquí un plusvalor de código que es la cristalización del
conocimiento vivo y del general intellect marxiano.
Los metadatos se usan para nuevas formas de control
biopolítico (datavigilancia). Más que para operaciones
de profiling de un solo individuo, los metadatos se pueden usar para
el control de masas y la previsión de comportamientos colectivos, como sucede
actualmente con los gobiernos que rastrean la actividad online de
los social media, los flujos de pasajeros en los medios públicos o la distribución
de mercancías (incluyendo también en la datasfera dispositivos RFID y otras
fuentes de datos offline). Estadísticas en tiempo real de determinadas
palabras clave pueden mapear con mucha precisión tanto la difusión de una
epidemia en un país como prever tumultos sociales (véase aquí los servicios
Google Flu y Google Trends como ejemplo de estepanopticon de metadatos).
Medios sociales como Twitter y Facebook se pueden manipular fácilmente mediante
la extracción de datos sobre las tendencias de tráfico generales. Los metadatos
describen aquí una sociedad de los metadatos, que aparece como una
evolución de la ‘sociedad de control’ introducida por Deleuze, en cuanto se
basa en datastream (flujos
de datos) que son activa y ya no pasivamente producidos por los usuarios
durante sus actividades cotidianas.