Alvar Aalto ✆ Rufus & Jason |
Auditorio de la Universidad de Tecnología de Helsinki ✆ Alvar Aalto |
Ese era Alvar Aalto, que había tenido una educación
sentimental que no podía huir de los siniestros nacionalismos que encenderían
Europa. En 1918, con veinte años, Aalto había militado en el ejército blanco
durante la guerra civil finlandesa que, en los primeros meses de 1918, enfrentó
a las milicias de la Guardia Roja con las tropas burguesas de la Guardia
Blanca, que, apoyadas por Alemania con miles de soldados, y por oficiales
suecos, consiguieron tomar Helsinki y ganar la guerra. El bando rojo estaba
compuesto por los socialdemócratas (que habían recibido el apoyo de Lenin,
mientras Trotsky negociaba en Brest-Litovsk), y fue perseguido con saña tras la
derrota.
En 1921, con veintitrés años, Aalto sale arquitecto de la
Universidad Politécnica de Helsinki, donde todavía imperaba el nacionalismo
romántico. Cuando el joven Aalto abre su despacho de arquitectura, el más
relevante arquitecto finlandés de la época, Eliel Saarinen, se va a vivir a
Estados Unidos, y la recepción del Movimiento Moderno en Finlandia es en los años
treinta, poco después del primer CIAM de La Sarraz conducido por Le Corbusier y
por Giedion, que sería amigo de Aalto: esa nueva mirada sobre el espacio y la
vida se impondrá a una sencilla arquitectura popular que bebía de la historia
finlandesa. También en la vecina Suecia (tan influyente siempre, como Rusia, en
Finlandia), las ideas del Movimiento Moderno llegan con los funcionalistas Sven
Gottfrid Markelius , Uno Åhrén y Paul Gunnar Hedqvist.
En 1924, Aalto viaja a Italia con su mujer, Aino Marsio, y
la influencia de la cultura italiana se convertirá en uno los elementos clave
de su trabajo como arquitecto; el renacimiento es una de las matrices para las
iglesias y capillas que construye a finales de los años veinte, como puede
verse en las iglesias de Jämsä y de Muurame. Con treinta años, mantiene con su
mujer un despacho de arquitectura, y Aalto viaja por Francia y Holanda,
interesado en ver obras de Le Corbusier, J. J. P. Oud, Willem Marinus Dudok,
André Lurçat, y, al año siguiente, conoce a Sigfried Giedion, a quien visitará
con frecuencia en Zurich; se relaciona con Gropius, Moholy-Nagy, y, más tarde,
con Léger. Se interesa por el cine, y crea, en 1934, la primera asociación
cinematográfica finlandesa, Projektio.
El sanatorio para tuberculosos de Paimio, acabado en 1933, le supone el
reconocimiento internacional. Aalto no era nada religioso, pero dedicó mucho
tiempo a construir iglesias, y, en cambio, aunque quiso hacer hospitales,
participando en concursos para su construcción, no consiguió hacer ninguno
desde el sanatorio de Paimio. Pocos planes de reordenación urbanística de Aalto
se construyeron: su interés por el medio ambiente encarecía la construcción, y
creaba problemas económicos; además, tenía gran interés por los espacios
cívicos, y es probable que su aportación más relevante sea en los edificios
destinados a usos culturales; no en vano la cultura era una cuestión central
para él; por eso, los museos eran sus trabajos favoritos: son relevantes el
proyecto que hizo para el concurso convocado para el Museo de Bellas Artes de
Tallinn, y el plan para el Museo de Arte Moderno de Shiraz.
Palacio de Conciertos y Congresos de Finlandia ✆ Alvar Aalto |
En 1932, Aalto gana un concurso y crea una serie de cuencos,
platos y jarrones que tienen formas onduladas, y que se fabricaban con un
vidrio prensado cuya producción era barata, y se adentra cada vez más en el
diseño de muebles y objetos. En 1935, el matrimonio Aalto crea la empresa Artek, para la distribución
internacional de los muebles que planean, con la pretensión de unir el arte y
la técnica (de ahí, artek) en la
producción industrial de objetos para la vida cotidiana que, además, fuesen
hermosos y con valor artístico. En 1937, realiza su primer proyecto fuera de
Finlandia: el pabellón finés para la Exposición Universal de París; allí conoce
a Picasso, Brancusi, Calder. En 1938 había sido protagonista en el MoMA, cuando
el museo neoyorquino prepara la primera exposición sobre su arquitectura. Hace
entonces su primer viaje americano, que repetirá en 1939. Aalto hizo también el
Pabellón para la Exposición Universal de Nueva York de 1939, que consistía en
un gran cubo blanco, con un interior de madera donde se mostraba la vida
finlandesa y donde se proyectaba una película, Suomi Colling, (La llamada
de Finlandia), de Heikki Aho y Björn Soldan. El equilibrio y la armonía
finlandesa en la confusa jungla neoyorquina.
En ese segundo viaje americano, Aalto conoce la
nueva Bauhaus de Chicago, de Moholy-Nagy, y, ya en los años
cincuenta, visita en Río de Janeiro a Óscar Niemeyer. Es un exponente del
Movimiento Moderno, y le interesan los relieves orgánicos de Arp, la acción
entre la luz, el volumen y el movimiento en las obras de Calder, y cree que la
arquitectura puede expresar y dirigir la síntesis de las distintas disciplinas
artísticas, ser el instrumento para crear la armonía entre el amasijo de los
preceptos que gobernaban aisladamente la vida, siguiendo la idea propuesta por
Léger. Es ya un arquitecto famoso, un diseñador imprescindible, sus edificios
son gesamtkunstwerke, una obra
de arte total, como quiso Wagner; cuenta con amistades relevantes y sabe
utilizar la relevancia que otorga la prensa.
El estallido de la guerra entre Finlandia, con fuertes lazos
con Alemania, y la URSS, en noviembre de 1939, abre un período de
enfrentamiento militar que dura hasta marzo de 1940, y que lleva a Aalto a
incorporarse como teniente, realizando tareas militares de propaganda. Durante
la Segunda Guerra Mundial, Aalto fue oficial de relaciones públicas en el
ejército finés. De nuevo, Finlandia, junto a la Alemania nazi, entra en guerra
con la URSS, tres días después de que Hitler lance la “operación Barbarroja”,
que se prolongará hasta 1944, recibiendo ayuda de la Alemania nazi, mientras
los tanques y la aviación finlandesa llevaban la svástica en su carrocería. La prensa finesa apoyaba la campaña
nazi, y, así, vemos a Aalto en 1943 con Arno Breker, Aarne Ervi, Esko Sukonen y
Jussi Paatela, en Berlín. Había acudido invitado por Albert Speer. Para la
mirada de nuestra época, que sabe que los nazis perdieron la guerra, era una visita
comprometida, pero no debe olvidarse que Finlandia era aliada de Hitler. En ese
viaje, Aalto se entrevista con Brecker, Speer y Ernst Neufert. No es el
primero, ni mucho menos: esa primavera, también viajan a Berlín, artistas
franceses como Maurice de Vlaminck, André Derain, Cornelis Van Dongen, y
Charles Despiau, pero esos años y ese gesto son una sombra sucia sobre Aalto.
No tenía simpatías por el fascismo, pero ese viaje fue un grave error, porque
visitar el corazón de la bestia nazi cuando ya había asesinado a millones de
personas proyecta una mancha imborrable.
Butaca Paimo ✆ Alvar Aalto |
Tras la guerra, Aalto realiza proyectos para Francia,
Italia, Suiza, Estados Unidos, y, sobre todo, Alemania. Entre 1945 y 1946, fue
también profesor en el MIT, y aprovecha para visitar a Wright en Milwaukee.
Estados Unidos había sacado provecho de la guerra en Europa: a caballo de los
años cuarenta, se han establecido en Estados Unidos numerosos artistas y
arquitectos innovadores: Mies van der Rohe está en Chicago, donde Moholy-Nagy
había fundado la New Bauhaus en
1937; Herbert Bayer y los pintores Amédée Ozenfant y Piet Mondrian, en Nueva
York; Walter Gropius y Marcel Breuer están en Harvard, y Erich Mendelsohn en
San Francisco. Pero Aalto era demasiado finlandés, y vuelve a su país, aunque la
obra de Wright le influye, y adereza los postulados del Movimiento Moderno con
rasgos organicistas de Wright. En 1967, realizará su último viaje a Estados
Unidos. Diez años atrás, en 1957, el rey Faisal de Iraq había invitado a varios
arquitectos, entre ellos Wright y Aalto, para que construyesen en Bagdad, donde
tenía que levantarse el Museo de Bellas Artes. En un año, Aalto acaba los
planos del Museo, pero un golpe de Estado destrona a Faisal, y el proyecto no
se llevó a cabo. Tampoco el proyecto para Shiraz en Irán.
Centro cultural de Wolfsburg ✆ Alvar Aalto |
En Espacio,
tiempo y arquitectura, publicado en 1949, Giedion sitúa a Aalto al nivel de
Wright, Gropius, Mies van der Rohe y Le Corbusier, como uno de los impulsores
del Movimiento Moderno. En 1959, es un hombre célebre y reconocido: a la fiesta
que, para honrarlo, se celebra en la Maison Carré, en
Bazoches-sur-Guyonne, acuden Cocteau, Calder, Braque, Arp, Le Corbusier,
Giedion. Esa casa, que acababa de inaugurarse, se la había construido cerca de
París al galerista parisino Louis Carrée, a quien Aalto había conocido tres
años atrás en la Bienal de Venecia. Diseña también los muebles, lámparas, la
biblioteca, y piensa en un jardín descendente en forma de terrazas como si
fuera un espacio de representación. En 1962, visita la URSS: lo vemos en Moscú,
en 1962, con A. Sajarov, V. Boutousov, I. Yaralov. Y en Ispahan y Persépolis,
en esa Persia legendaria. Su influencia fue muy notable: en un país rural como
Finlandia, Aalto trabajó para la industria maderera, defendió la creación de
núcleos de residencia que articulasen la vida y evitasen la despoblación del
campo y la emigración hacia las ciudades más importantes, y para ello creó
conjuntos culturales y administrativos, como el de la sede para la Cooperativa
Agrícola Finlandesa, en Turku, donde albergó, en un edificio, el teatro
municipal, un hotel, tiendas y un restaurante. Hizo una arquitectura donde
mezclaba elementos de la tradición finesa con algunos rasgos de la arquitectura
universal: la plaza urbana y los edificios públicos eran muy importantes para
Aalto, en la tradición de las piazze italianas
que articulaban la vida ciudadana, aunque no perdía de vista las necesidades
modernas que imponía el aumento del tráfico en las calles, y trabajaba también
en la planificación urbana.
En España, que visitó en 1951 (Barcelona, Madrid, Palma,
Granada), su llegada fue el detonante para la creación del Grupo R (que se
reconocía en el GATCPAC y el CIAM y reunía a arquitectos como Antoni de
Moragas, Josep Antoni Coderch, Joaquim Gili, Josep Maria Sostres, Manuel Valls,
Oriol Bohigas, Josep Martorell), y para el Manifiesto de la Alhambra, que quería recuperar las propuestas del
Movimiento Moderno. En sus conversaciones, Aalto reconoce algunas influencias
españolas, como la de Miró en el techo de la biblioteca de Víborg, que, según
él, tenía una forma sinuosa como en un cuadro de Miró. Esa biblioteca rusa,
compuesta por dos estructuras cúbicas, está iluminada por grandes tragaluces, y
ha sido recientemente restaurada.
Aalto combina exterior e interior, mezcla lo moderno con lo
viejo, utiliza la madera, el cobre, la piedra; diseña sillas y muebles de
abedul, y sus sillas de madera laminada son un hito; utiliza líneas ondulantes
en su arquitectura que recuerdan a los lagos fineses, tan numerosos en el país,
pues no en vano cree que las formas de la naturaleza son una de sus fuentes de
inspiración. Interesado en la pintura, admiraba los paisajes de Pekka Halonen y
su representación artística del paso del tiempo y de las estaciones. Cautivado
por el cine, fundó el primer cineclub finés, sin olvidar la fotografía, el
teatro: inspirándose en Piscator y Moholy-Nagy, elaboró la escenografía
para S.O.S, obra contra el nacionalismo, de Hagar Olsson, una autora que
escribía en sueco.
El trabajo de Aalto se expresa en casi quinientos proyectos,
aunque no todos se realizaron. La ambición por la obra de arte total, gesamtkunstwerke, recorre su
trayectoria: en la residencia de estudiantes del MIT, la Baker House, en Boston, de 1948; en el
proyecto para el nuevo centro urbano de Helsinki, de 1959-1964, donde intenta
crear un lago en el corazón de la ciudad, aunque sólo podrá construir un par de
edificios, entre ellos, el Palacio de Congresos y conciertos, con mármol de
Carrara (idea adquirida en un viaje a Italia) y techos de cobre; en el edificio
cultural para Leverkusen, de 1962; en el centro de la ciudad de Rovaniemi, de
1963-1965; en el conjunto de viviendas para once mil vecinos en Pavía, Italia,
de 1966, que tampoco llegará a construirse; en la Casa de Cultura de Helsinki,
de 1955-58; en el centro cultural de Siena, de 1966, construido en medio de una
fortaleza barroca, aspecto que recuerda el mismo procedimiento de Mijaíl
Vasilievich Posojin para el palacio de congresos en el corazón del Kremlin
moscovita, aunque en este caso todo era de mayores dimensiones; en el sanatorio
antituberculoso de Paimio, de 1928, donde construyó el edificio y los muebles y
acabados interiores, para crear una “atmósfera única”, funcionalista; en la
Biblioteca de Víborg, de 1927, construida en 1930-1935, que fue destruida en la
guerra ruso-finlandesa, y reconstruida en 2013. También, en el aserradero de
Varkaus, de 1945-46, una de las industrias más importantes de Finlandia. Hizo,
además, iglesias y cementerios; edificios de alquiler como el del barrio de
Hansa, en Berlín, de 1955-1957; o la torre de viviendas de Bremen, de 1958,
construida en 1959-1962. Su lámpara “granada de mano”, de 1950-1969, sencilla,
resuelta con dos cilindros, el “jarrón Savoy”, hecho en vidrio para un
restaurante de Helsinki que tenía ese nombre, son relevantes muestras del
diseño finlandés y europeo del siglo XX. Para muchos, las obras más notables de
Aalto son su propia casa, el ayuntamiento de Säynätsalo, y la Maison
Carrée. La villa Mairea, en Noormarkku, fue un encargo de Harry
Gullichsen, un empresario maderero para quien Aalto había diseñado viviendas
obreras y fábricas; y para quien pensó una casa y una sauna unidas por una
pérgola, utilizando una parte del interior para la colección que había reunido
Maire, la mujer de Harry Gullichsen, que contaba con obras de Léger, Picasso,
Calder y Arp, artistas todos ellos muy estimados por el propio Aalto.
Iglesia de Riola di Vergato ✆ Alvar Aalto |
Además del edificio, del diseño de los muebles, las
lámparas, las manijas, Aalto incorpora la percepción del espacio, los sonidos y
la luz, incluso las sensaciones producidas por una mano que palpa los
materiales, en un todo armónico que quiere preservar la individualidad. Su idea
de utilizar piezas industriales baratas, útiles para producir muebles diversos,
desde mesas hasta sillas o taburetes, hizo posible su aplicación a la
construcción y la aparición de modelos de casas prefabricadas que resolvieron
muchas necesidades tras la destrucción de la guerra, en un trabajo donde se
daban la mano el diseño y el humanismo. Era un hombre sencillo, a quien le
gustaba la tradición, un arquitecto apasionado por la Antigüedad clásica y el
Renacimiento italiano, aunque esa inclinación no le llevó a conjugar los
estilos históricos. Individualista, partidario de la solidaridad, la figura de
Kropotkin fue muy importante para él, sobre todo en su juventud, durante su
formación. Creía en la justicia social, en la razón, y juzgaba que su función
como arquitecto no era la construcción de obras que exaltasen su propia figura,
sino una forma de participar en el cambio social, siempre con el objetivo de
dignificar la vida de los ciudadanos; inclinaciones humanistas que le llevaban
a pensar que la riqueza debía ser distribuida, como si postulase una sociedad
sin clases. Por eso, otorgaba gran importancia a las viviendas, pero también a
industrias y fábricas, donde transcurría buena parte de la existencia de la
gente común, tal vez sin reparar demasiado en que ese era el espacio de la
explotación pero también de la ruptura de la soledad por medio de la dignidad
del trabajo obrero y de las manos que construían la vida y soñaban el futuro.
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