Mijaíl Bakunin ✆ Granger |
El pasado 30 de mayo se cumplieron dos siglos del nacimiento de Mijaíl
Aleksándrovich Bakunin, uno de los personajes esenciales en los
comienzos del anarquismo. Las ideas colectivistas y federalistas que
defendió en su madurez son bien conocidas, como lo es su largo
cautiverio en Rusia y su fuga, o su polémica posterior con Karl Marx.
Sin embargo, otros aspectos de su vida lo son mucho menos. Mijaíl
Bakunin, que vive entre 1814 y 1876, en el fervor del romanticismo,
reúne en él un cúmulo de contradicciones que parece imposible encajar.
Es un aristócrata revolucionario, un filósofo idealista que evoluciona
hasta acabar encontrando el sentido de su existencia en las luchas
obreras, un apóstol de la libertad que no duda en organizar cuando lo
cree necesario sociedades secretas donde imperaba la más estricta
obediencia, un profeta de la religión de la humanidad capaz de caer en
ocasiones en clichés racistas.
Bakunin se nutre al principio de metafísica alemana, pero descubre luego la revolución y le entrega su vida; recorre entonces Europa en todas direcciones, olfateándola como hace un sabueso con su presa. Fue un pensador profundo y
llegó a concebir un nuevo orden social basado en la libre federación de asociaciones de trabajadores, pero su reflexión estuvo siempre volcada en la praxis del momento. Eso explica su larga evolución del eslavismo al anarquismo, del nacionalismo burgués al internacionalismo proletario. Y fue de los pocos que vieron claramente que un socialismo autoritario podría fácilmente transformarse en una atroz forma de explotación. En este sentido, hay varios textos suyos que resultan estremecedores por lo que hay en ellos de profético.
Bakunin se nutre al principio de metafísica alemana, pero descubre luego la revolución y le entrega su vida; recorre entonces Europa en todas direcciones, olfateándola como hace un sabueso con su presa. Fue un pensador profundo y
llegó a concebir un nuevo orden social basado en la libre federación de asociaciones de trabajadores, pero su reflexión estuvo siempre volcada en la praxis del momento. Eso explica su larga evolución del eslavismo al anarquismo, del nacionalismo burgués al internacionalismo proletario. Y fue de los pocos que vieron claramente que un socialismo autoritario podría fácilmente transformarse en una atroz forma de explotación. En este sentido, hay varios textos suyos que resultan estremecedores por lo que hay en ellos de profético.
Enamorado de la revolución, al ver en ella la única vía
posible para la liberación del ser humano, no cree sin embargo Bakunin que esta
tenga que ser necesariamente
violenta, y considera la posibilidad de una “evolución gradual” en el caso poco probable de clases dirigentes dispuestas a admitir reformas democráticas que socaven sus privilegios. Y llegada la gran hora, tiene claro que son las instituciones las que han de ser destruidas y que ello ha de hacerse con el mínimo derramamiento de sangre. Encontramos en él también al pionero de un sindicalismo horizontal y adaptado a las circunstancias de cada lugar. Su énfasis en un socialismo basado en la libertad, la solidaridad y la autogestión dota de una enorme actualidad a su pensamiento.
violenta, y considera la posibilidad de una “evolución gradual” en el caso poco probable de clases dirigentes dispuestas a admitir reformas democráticas que socaven sus privilegios. Y llegada la gran hora, tiene claro que son las instituciones las que han de ser destruidas y que ello ha de hacerse con el mínimo derramamiento de sangre. Encontramos en él también al pionero de un sindicalismo horizontal y adaptado a las circunstancias de cada lugar. Su énfasis en un socialismo basado en la libertad, la solidaridad y la autogestión dota de una enorme actualidad a su pensamiento.
Humanamente, fue un personaje extraordinario, como
comprobará el que lea los datos biográficos que siguen. Con un carácter noble y
franco, ajeno a cualquier doblez, nunca tuvo un enemigo que pensara que lo era
para siempre, si descontamos el Imperio austriaco. Sobre su vida amorosa se ha
discutido mucho, pero es probable que jamás mantuviera lo que se suele llamar
relaciones sexuales completas. Era un ángel de 1,90 m de estatura y 120 kg, en
sus últimos años, con ojos claros de un azul grisáceo y barba y melena
enmarañadas, un visionario con una mente privilegiada, al que podemos contar
entre los que mejor intuyeron en aquella época cómo era posible transformar el
mundo en un lugar habitable, y al mismo tiempo un niño dispuesto a confundir
continuamente, en los trajines de la vida cotidiana, sus deseos con la
realidad.
Rusia 1814-1840
Mijaíl Aleksándrovich Bakunin nace en 1814 en una familia de
propietarios rurales. Su abuelo había comprado en 1779 la finca de 500 almas de
Pryamújino, a orillas del Osuga, en la provincia de Tver. En ella, su hijo
Aleksandr, que en su juventud viajó por Europa y vivió bastantes años en
Italia, y su esposa Varvara criaron diez vástagos que recibieron en la pila
bautismal los nombres de Liubov, Varvara, Mijaíl, Tatiana, Aleksandra, Nikolái,
Iliá, Pável, Aleksandr y Alekséi. Mijaíl, el mayor de los chicos y un líder
natural idolatrado por todos, es enviado en 1828 con catorce años a San
Petersburgo, la capital, para preparar el ingreso en la escuela de cadetes de
artillería. A pesar de los conflictos y desencuentros que aquí se relatarán,
Mijaíl siempre guardará un gran recuerdo de su padre, culto y afable, que
despertó en él “el amor por la naturaleza y el sentimiento de lo bueno y lo
bello”, como reconoce en una de sus cartas.
En San Petersburgo, Mijaíl vive en casa de una hermana de su
padre, progresa adecuadamente y consigue el nombramiento de alférez de
artillería en enero de 1833. Inteligente y tímido entre extraños, su único
defecto es la innata capacidad para acumular deudas que lo acompañará toda su vida
y entonces se manifiesta por primera vez. Tiene amores con una prima lejana y
cuando estos son desaprobados por sus tíos se distancia de ellos. En agosto de
1833 regresa a la casa paterna tras casi cinco años de ausencia que lo han
convertido en un hombre. Su felicidad entre los suyos es completa, aunque
pronto se desata un conflicto. Cuando se entera de que Liubov, la mayor de las
hermanas se ha prometido por imposición paterna con un ricachón al que no ama,
lidera la revuelta contra la vieja generación. Se consigue que la boda no se
realice, pero las relaciones entre padres e hijos quedan dañadas.
De regreso en la capital, Mijaíl deja de lado los estudios y
se dedica intensamente a la vida social, con lo que a primeros de 1834 es
expulsado de la academia y enviado a un regimiento en la frontera polaca. En él
se siente como encerrado en una ratonera, pero aprovecha las largas horas
ociosas para leer. En enero de 1835, durante un viaje de servicio a Tver visita
Pryamújino y decide abandonar el ejército con un vago pretexto de enfermedad y
el consiguiente disgusto de su padre. Las influencias familiares logran que sea
“dado de baja del servicio a petición propia y por falta de salud.”
En marzo viaja a Moscú con dos de sus hermanos y allí
comienza a relacionarse con Nikolái Stankévich (1813-1840), padre del
romanticismo ruso. Se manifiesta ya por entonces una aversión al amor sexual
que será una característica de su personalidad toda su vida, al tiempo que
madura la idea de sentirse llamado para alguna misión extraordinaria aún sin
concretar. En una visita de Nikolái a Pryamújino, este convence a Mijaíl de la
necesidad de profundizar en el conocimiento de la metafísica alemana, con lo
que la emprenden con Kant y su Crítica de la razón pura, mientras
Nikolái no pierde el tiempo con Liubov, la mayor de las Bakunin. Al comienzo de
1836, Aleksandr Bakunin, anciano y casi ciego, pide a su hijo mayor que siente
la cabeza e ingrese en el servicio civil, pero este no desea de ninguna manera
un gris destino de funcionario. Escapa a Moscú y ante el ultimátum de su padre,
rompe con él. Se ganará la vida como profesor de matemáticas y seguirá sus
estudios filosóficos.
En aquella época, con Nicolás I (Nicolas Garrote) en el
trono y tras la represión de la revuelta decembrista de 1825, el espíritu
liberal de Rusia se había refugiado en Moscú, donde destacaban dos círculos
intelectuales: el capitaneado por Aleksandr Herzen (1812-1870) y Nikolái
Ogariov (1813-1877), más comprometido políticamente, y el que lideraba Nikolái
Stankévich, más filosófico-literario. Al segundo es al que se aproxima nuestro
Mijaíl, y trama en seguida amistad con Visarión Belinski (1811-1848), llamado a
ser el gran crítico literario de su generación, al tiempo que estudia (Fichte
es su mayor influencia por entonces), hace vida social y acumula deudas que no
se preocupa mucho en pagar.
Decepcionado de sus relaciones femeninas, Mijaíl regresa a
Pryamújino en mayo de 1836 buscando la compañía de sus queridas hermanas. Él es
en estos momentos un perfecto romántico, habitante de un mundo ideal que su
propio yo llena a rebosar y dispuesto siempre a afrontar empresas sublimes o
que tal se lo parecen. En el verano, Belinski visita Pryamújino y es convertido
rápidamente por Mijaíl al sistema fichteano, que adopta con entusiasmo. Se
gana, sin embargo, la animadversión del viejo Bakunin con sus alabanzas a la
Revolución francesa y al enamorarse Tatiana de él, los celos de Mijaíl son tan
feroces que le hace la vida imposible. Mijaíl permanece en Pryamújino hasta noviembre,
cuando no soporta los reproches que su padre le dirige (con razón) como
instigador de un intento de fuga a Moscú de los tres hermanos menores,
colegiales en Tver.
En 1837 se rompe el noviazgo de Liubov y Nikolái Stankévich,
debido a la indecisión de él y también a su enfermedad. Ese mismo año, Mijaíl
comienza un estudio intensivo de la filosofía hegeliana, en la que halla una
“racionalidad” que piensa que podrá liberarlo del “sentimentalismo estéril” de
Fichte. Este es el año también en que bajo su influencia, su hermana Varvara se
distancia de su marido y emprende un viaje a Alemania. Acompañarla era el sueño
de Mijaíl, pero la carencia de presupuesto le obliga a renunciar a ello. La
amistad con Belinski, deteriorada en Pryamújino, se reanuda cuando en un alarde
de sinceridad, Mijaíl reconoce haber actuado movido por los celos.
En 1838 Mijaíl tiene algunos escarceos sentimentales que no
cristalizan en nada serio, y firma su primer trabajo filosófico, que aparece en
la nueva revista de Belinski, El Observador
de Moscú. Es sobre Hegel, naturalmente, y en él este es presentado como el
instrumento para abandonar los mundos abstractos e irreales y redescubrir “la
bella realidad rusa”. Evidentemente, este Bakunin no es todavía el definitivo.
En poco tiempo rompe con Belinski y deja de colaborar en su revista. Visarión
analiza certeramente en sus cartas la personalidad de Mijaíl en esta época:
fuerza, brillantez, idealismo y, al mismo tiempo, fanfarronería, soberbia,
falta de escrúpulos y necesidad de influir en los que le rodean, lo que con sus
hermanas resultaba a veces penoso.
Los meses que siguen son de dudas y desaliento para Mijaíl.
Reside largas temporadas en Pryamújino y busca un entendimiento con sus padres,
a los que ayuda en la gestión de la propiedad. Sus lecturas son voraces y
variadas. Viaja a Petersburgo para tratar de conseguir el divorcio de Varvara,
y hace de intermediario en el frustrado noviazgo entre Aleksandra, la menor, y
su amigo y mecenas, Botkin. A finales de 1939, trata en Moscú a Herzen y
Ogariov, aunque no se aprecia que sus ideas sean influenciadas por ellos en
aquel momento. Hace vida social y su prepotencia y su arraigada capacidad para
gastar el dinero ajeno le granjean enemistades. Sufre solitario, se autocritica
severamente y ve en el conocimiento filosófico la única redención posible, lo
que lo empuja cada vez más a Alemania, la patria del espíritu que lo nutre.
Con financiación de su padre, al que promete que regresará
hecho una lumbrera, y Herzen, consigue al fin dinero para realizar su sueño,
aunque sus últimos días en la capital, donde embarca con destino a Lübeck el 30
de junio de 1840, están oscurecidos por un episodio desagradable. El caso es
que meses antes en Moscú, Mijaíl había presenciado una escena comprometida entre
María, la mujer de Ogariov y un tal Katkov. Cuando comentó su descubrimiento a
sus amigos, provocando el consiguiente escándalo, Katkov había jurado vengarse,
y aprovechó para hacerlo al encontrarse en San Petersburgo esos días y saber
que Mijaíl visitaría a Belinski. Así, lo espera en casa de este y lo insulta
llamándole canalla y eunuco. Sigue una pelea y un conato de duelo que Mijaíl
esquiva proponiendo que se realice en Alemania “debido a la severidad de las leyes rusas sobre el particular.”
Europa occidental
1840-1847
En Berlín aguarda a Mijaíl la noticia de la muerte de
Stankévich en Italia en los brazos de su hermana Varvara. A los pocos días
conoce a Iván Turguénev (1818-1883), jovencísimo pero peregrino ya por Europa
desde hace años. Los dos congenian enseguida, asumiendo Mijaíl el papel de
mentor que hasta entonces había desarrollado Stankévich, y convirtiéndose Iván,
en justa correspondencia, en fuente de fondos para Mijaíl. La silueta de los
dos muchachotes rusos enzarzados en su charla se hace pronto habitual por Unter
den Linden y vías aledañas. Varvara viaja a Berlín para reunirse con su
hermano.
Ese invierno, Iván y Mijaíl estudian intensamente con
Werder, discípulo-sucesor de Hegel, fallecido nueve años antes, y Schelling,
pero sin olvidar la vida social: veladas literario-filosóficas y conciertos del
idolatrado Beethoven con la amplia colonia rusa en la que pronto aparece Katkov
(aparentemente nadie recuerda nada) y los alemanes que se les unen. En agosto
de 1841, Pável, el más afín a Mijaíl de todos los hermanos, llega a Berlín para
estudiar allí filosofía junto a él.
Varvara regresa a Rusia en junio de 1842 para reconciliarse
con su marido, no sin una oposición de Mijaíl que provoca el distanciamiento
entre los dos hermanos, y Pável, que no había demostrado ningún interés por los
estudios, hace lo propio en noviembre. Turguénev está también en Rusia y es
además atado corto por su madre en lo que a dinero se refiere, con lo que ha
dejado de prestar su apoyo financiero a Mijaíl. Este está solo por primera vez
en su vida y comprende sin embargo que su destino no está ya ligado a su patria
y su familia.
1842 es el año de la conversión de Mijaíl Bakunin al credo
revolucionario. Llega a él por la influencia de hegelianos como Arnold Ruge o
Ludwig Feuerbach, que están reinterpretando el sistema del maestro en el
sentido de que la dialéctica de lo real no favorece el conservadurismo, sino la
revolución, que queda así armonizada con la razón. En el verano de ese año,
Mijaíl se establece en Dresde y allí publica con un seudónimo francés, en el Deutsche
Jahrbücher, el periódico de Ruge “La reacción en Alemania”, que contiene una
lectura revolucionaria de Hegel. Este trabajo le gana la admiración de Herzen y
lo reconcilia con Belinski. Ya en esta época, Mijaíl comienza a leer a los
socialistas franceses, como Saint Simon, Fourier o Proudhon, cuyas utopías se
le antojan más reales y prácticas que toda la metafísica alemana de la que
hasta ahora se ha nutrido.
En 1842, Mijaíl se hace amigo, en una visita de este a
Dresde, de Georg Herwegh, que el año anterior había publicado sus Poemas
de un hombre vivo. Estos lo habían convertido en uno de los escritores más
conocidos, junto a Heinrich Heine exiliado en París, de los “jóvenes alemanes”
que defienden los ideales democráticos. Georg va a pasar a ocupar en el corazón
de Mijaíl el hueco que dejó la partida de Turguénev, y cuando es expulsado de
Alemania, lo seguirá a su exilio, estableciéndose los dos jóvenes en Zúrich a
principios de 1943. Allí mientras Herwegh prepara su boda con una rica
heredera, Mijaíl lee con devoción a George Sand, pero pronto se abaten sobre él
graves problemas económicos cuando sus deudas se hacen excesivas y lo reclamado
por Ruge desde Dresde lo amenaza ya con la cárcel. Se ve obligado a recurrir in
extremis a Turguénev y a Pryamújino, que salvan a duras penas la situación.
Ese año conoce también Mijaíl a Wilhelm Weitling, un sastre
alemán que llevaba una vida errante de revolucionario y acababa de publicar Garantías
de la armonía y de la libertad, un furibundo alegato contra el estado y en
defensa de una nueva sociedad que prefiguraba los ideales anárquicos. La
influencia de estas opiniones sobre Mijaíl fue enorme, pues por primera vez en
su vida percibió la revolución no como un objetivo filosófico, sino como una
realidad práctica que es necesario construir aquí y ahora. Weitling es
perseguido, y al aparecer el nombre de Mijaíl Bakunin en sus papeles, informada
la embajada rusa, se incoa contra él un proceso criminal que lo condena en rebeldía
a trabajos forzados en Siberia.
Mijaíl huye al ser requerido por la embajada rusa para
volver a su patria y se establece en Bruselas con Adolf Reichel, un buen amigo
de Dresde, músico de profesión. En marzo de 1844 pasará unos días en París y en
el verano se muda allí en compañía de Reichel. La ciudad era entonces la Meca
de la revolución y en ella conoce a todo tipo de socialistas y se afilia a la
masonería. Trata a Karl Marx (1818-1883), cuyo talento de economista admira
profundamente, así como su entrega a la causa del proletariado, pero desde el
principio la diferencia de caracteres hace difícil la amistad entre los dos
hombres: “Él me tildaba de idealista sentimental y tenía razón. Yo le llamaba
arisco, vanidoso y falso, y yo también tenía razón.”
Conoce además a Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), al que
considerará siempre uno de sus maestros. De él tomará el federalismo que está
en los cimientos de su pensamiento político, y en este caso la influencia fue
mutua, pues Mijaíl instruyó a su amigo francés en las posibilidades
revolucionarias de la filosofía de Hegel. En esta estancia en París, Bakunin
trata también a Ogariov, que abandonado por su mujer llevaba una vida errante,
y a Herzen, Belinski, Turguénev, absorbido ya por Paulina Viardot, y Herwegh,
olvidado de sus ideas radicales y alternando con la mejor sociedad. Tras su
proscripción en Rusia, ya no tiene Mijaíl noticias de Pryamújino, lo que le
duele enormemente, e intenta hacer llegar misivas a Tatiana y Pável.
A finales de 1847, sus actividades a favor de la liberación
de Polonia del yugo ruso, que él explicaba como una lucha paralela a la del
propio pueblo ruso contra la autocracia zarista, le acarrean la expulsión de
Francia y se establece en Bruselas otra vez. Circulaba por entonces el
calumnioso rumor de que Bakunin era en realidad un agente del gobierno ruso. En
Bélgica, trata de nuevo a Marx y su círculo, a los que describe “abstraídos en
una teorización intolerante y ajena a la realidad”. En febrero de 1848, con el
estallido de la revolución en París, le falta tiempo a Mijaíl para regresar a
Francia.
El año revolucionario
1848
Los del comienzo de la revolución de 1848 fueron, en
palabras de Herzen, los días más felices de la vida de Bakunin. El sueño de una
Europa convertida toda ella en una república federal parecía entonces al
alcance de la mano. Mijaíl vive y trabaja vertiginosamente mientras la
subversión se extiende por Europa (Italia, Austria, Alemania…). Viendo que sólo
en Rusia no prende la llama, el 31 de marzo parte para Poznan, con la misión de
levantar Polonia contra el zar. En Berlín es detenido y se le autoriza sólo a
ir a Breslau, donde pasa el mes de mayo recibiendo malas noticias de
estancamiento de la revolución en Francia y Alemania. Los planes de los
patriotas polacos tampoco avanzan y las buenas nuevas sólo vienen del sur. En
Viena hay otro alzamiento popular el 15 de mayo y el emperador huye a
Innsbruck. Hungría y Chequia son virtualmente independientes y en Praga se
convoca un congreso eslavo. Allí está ya Bakunin el 3 de junio.
Los trescientos cuarenta delegados reunidos plantean una
compleja red de intereses nacionalistas y democráticos en conflicto en un
contexto de dominio imperial de Austria y Rusia. Bakunin se propone como
objetivo fundir los nacionalismos eslavos en un ideal paneslavo al que luego
inyectar savia y espíritu revolucionarios. Certeramente ve, contra lo que
algunos opinaban, que los grandes enemigos de esta libre federación de pueblos
eslavos son los susodichos imperios. Bakunin queda en minoría con sus ideas
ante el predominio de visiones mucho más moderadas y tras participar en la
revuelta de obreros y estudiantes checos que estalla en el mes de junio, al ser
aplastada esta, huye a Berlín, donde pasa el verano de 1848.
El 6 de julio, la Neue Rheinische Zeitung, el periódico
de Marx, publica la información calumniosa de que Mijaíl Bakunin es un espía
ruso, citando como fuente George Sand, que envía después un desmentido al mismo
periódico. Expulsado sucesivamente de Prusia y Sajonia, Mijaíl pasa los últimos
meses del año revolucionario en la pequeña localidad de Koethen y en diciembre
aparece suLlamamiento a los eslavos, que contiene su filosofía política en ese
momento. Esta puede resumirse en tres puntos:
1) La burguesía, que en los primeros meses de ese año había coqueteado con la revolución, había acabado después masacrando al proletariado, con lo que quedaba caracterizada como una clase esencialmente reaccionaria. Sigue Bakunin fielmente a Marx en este punto.2) La condición fundamental de la revolución en Europa oriental es la destrucción del Imperio austriaco, que puede permitir la instauración de una federación de pueblos eslavos libres. Prefigura esto de alguna forma lo ocurrido en 1918, aunque la idea fue recibida con protestas por Engels en la Neue Rheinische Zeitung.3) El campesinado estaba llamado a ser (específicamente el ruso) un elemento clave de la revolución. Este es un sueño que fructificaría en 1917. Bakunin señala en este sentido los gloriosos antecedentes de Stenka Razin y Pugachov.
En los primeros meses de 1849, Mijaíl vive sucesivamente en
Leipzig, Praga y Dresde, desde donde trata de organizar pequeñas sociedades
secretas bajo su control que aceleren la revolución, sobre todo en Chequia. En
Dresde conoce a Richard Wagner (1813-1883), cuyo arte impresiona al melómano
Bakunin. Wagner lo describe así en sus treinta y cinco años de edad: “Todo en
él era colosal y lleno de exuberancia primitiva y de fuerza (…) Era
sencillamente imposible contrarrestar sus ideas y opiniones, expuestas siempre
con la máxima convicción y traspasando, en todas las direcciones, los límites,
incluso los más extremos, del radicalismo.”
A primeros de mayo de 1849 estalla una insurrección popular
en Dresde, al oponerse el rey de Sajonia a la constitución federal que había
propuesto para Alemania la Asamblea Nacional de Fráncfort y la Dieta sajona
había aprobado. Hay muertos en las calles, aunque es una revolución en la que
dominan los elementos burgueses y ello provoca el desdén de Bakunin en un
principio. No obstante, cuando comprueba la impericia revolucionaria de los
sublevados, no resiste la tentación de ofrecer su ayuda a la que no deja de ser
una revuelta contra el orden establecido.
Lo que sigue es simplemente trágico. Se organiza una
resistencia desesperada contra las tropas prusianas que se acercan para
“restablecer el orden”, pero a la hora de la verdad casi todos huyen. Entre los
que se quedan está Heubner, uno de los miembros del gobierno provisional
establecido, un pangermanista que por coherencia personal decide asumir su
compromiso constitucional hasta el fin, y Bakunin, este sólo por no dejar a
Heubner en la estacada. Se retrata aquí el Quijote que era en el fondo de su
alma Mijaíl Aleksándrovich. Cuando la resistencia es vencida, los dos son
detenidos.
En la boca del lobo
1849-1861
Bakunin es encarcelado en Dresde y después en Königstein. Es
tratado con consideración, lee, estudia inglés y matemáticas y asiste a las
sesiones del juicio. En enero de 1850 es condenado a muerte junto a Heubner. No
obstante, al existir demandas de extradición de Austria y Rusia, es entregado
primero a las autoridades austriacas y el 14 de junio está ya en la ciudadela
de Praga, donde es recluido en el monasterio de S. Jorge. En marzo de 1851 es
trasladado a la fortaleza de Olmütz. Allí la comida mejora, pero es encadenado
a la pared de la celda.
Tras un breve proceso, el 15 de mayo es condenado a morir en
la horca, y la pena es inmediatamente conmutada a cadena perpetua. Sin embargo,
esa misma noche parte para Rusia. Seis gendarmes y veinte cosacos se hacen
cargo de él en la frontera y cambien los grilletes austriacos por otros
sólidamente rusos. Luego afirmó haberles dicho en cuanto les vio: “Bien muchachos. Me alegro de haber
regresado a mi tierra…, aunque sólo sea para morir en ella.” La respuesta
del oficial fue comunicarle que no le estaba permitido hablar.
El 11 de mayo de 1851 (pasamos a la cronología rusa), es
recluido en la fortaleza de Pedro y Pablo. En toda la Europa que anhelaba la libertad
se sigue con interés su suerte, aunque el paso del tiempo va haciendo que sólo
unos pocos amigos fieles lo recuerden. Hasta julio, nadie comenta a Mijaíl las
intenciones que hay para con él y es por entonces cuando el conde Orlov, primer
ayudante de campo del zar, se presenta en su celda y le propone que escriba una
“completa confesión de todas sus culpas” al emperador, no como la haría a un
juez, sino a un padre espiritual.
La Confesión, que está terminada en dos meses y no será
dada a conocer hasta 1921 por Víctor Serge, narra los detalles de la vida de
Bakunin desde su salida de Rusia hasta su detención, y expresa el más profundo
arrepentimiento por sus pensamientos y actos “ridículos, insensatos,
presuntuosos y delictivos.” Aparte de esto, el leitmotiv del texto es un
vehemente odio a todo lo alemán y un paralelo amor a todo lo eslavo. La
motivación obvia es un intento de ganarse la benevolencia del zar en cuyas
manos estaba, aunque también es cierto que introduce conceptos “peligrosos”,
como su admiración por el proletariado francés de febrero de 1848 o la
necesidad de libre opinión en Rusia. Termina pidiendo que se le envíe a
Siberia, pues el encierro inactivo se le hace intolerable y que se le permita
ver por una única y última vez a su familia.
Nicolás I leyó y anotó la Confesión. Se conservan sus
comentarios al margen, que revelan complacencia por cómo el famoso
revolucionario que había zarandeado los tronos de Europa se prostraba ante él
tan humildemente. Decidió atender su segunda petición y como el viejo Aleksandr
Bakunin de 83 años y ciego, no podía hacer el viaje, Nikolái y Tatiana
visitaron a Mijaíl a finales de 1851. Ver a los que amaba tiernamente “devolvió
la paz y el calor a su corazón.” Tatiana, marcada por un idilio frustrado con Turguénev,
estaba algo enferma y había vivido en Crimea tratando de restablecerse. Ahora
cuidaba a sus padres. De los otros hermanos, Varvara estaba con su marido y
Aleksandra, la más guapilla de las Bakunin, casada con un oficial, era una
ejemplar madre de familia numerosa. Los chicos habían seguido cada uno su
camino, dominando funcionarios y terratenientes, aunque con el estallido de la
guerra de Crimea, muchos de ellos ingresarían en el ejército. Nikolái y Alekséi
pasaron sendas temporadas en Pedro y Pablo por proponer medidas que se juzgaron
liberales en exceso.
De 1852 a 1854, Mijaíl recibe visitas de Tatiana y Pável.
Las notas que consigue entregarle a ella indican su auténtico estado de ánimo
en estos momentos, pues su correspondencia era censurada. Se sentía
desesperado, “enterrado vivo”, condenado a la impotencia y a la vez consciente
de que se acercaban tiempos decisivos para la humanidad en los que daría lo que
fuera por participar. En 1854, con la guerra inminente y el temor a bombardeos
ingleses, Bakunin es trasladado a la fortaleza de Schlüsselburg, a orillas del
lago Ladoga. En diciembre de ese año muere su padre y su madre lo visita poco
después. El estado deplorable de su hijo, que había padecido escorbuto y
perdido los dientes estimula su instinto maternal y dedicará todos sus
esfuerzos a tratar de mejorar su suerte con gestiones ante el nuevo zar,
Alejandro II, en las que hizo valer sus influencias.
En febrero de 1857, cuando ya acariciaba la idea del
suicidio, se le permite a Mijaíl ir desterrado a Siberia. En el camino, visita
Pryamújino, donde se han reunido su madre y hermanos para recibirlo. Menos
Aleksandr y Pável, todos lo verán allí por última vez. Fue una experiencia
dolorosa. El joven apasionado y pletórico de vida e ideas regresaba ahora como
un hombre envejecido de cuarenta y tres años, vigilado por gendarmes que lo
llevaban al destierro.
Tras dieciocho días de viaje, sus acompañantes lo dejan
libre en Omsk y vuelven a la capital. Mijaíl se establece en Tomsk y allí
conoce a los Kwiatkowski, una familia de comerciantes polacos afincados en
Siberia, a algunos de cuyos miembros da clases de francés. Con la mayor de las
hijas, Antonia, contraerá matrimonio a finales del verano de 1858. Antonia
Kwiatkowski era una hermosa muchacha de dieciocho primaveras, de carácter
apacible y sin excesivas inquietudes intelectuales.
Entra ahora en acción también un importante personaje,
Nikolái Muraviov, primo segundo de Bakunin y gobernador general de Siberia
oriental. Este funcionario, altamente estimado pues acababa de conseguir la
anexión a Rusia de amplios territorios al norte y oeste del río Amur, era
además un liberal comprometido sinceramente con las reformas del comienzo del
reinado de Alejandro II. Los dos primos se conocen a finales de 1858 y la
simpatía es mutua y profunda. Muraviov será el protector de Bakunin y este verá
en él el líder capaz de derrotar a Austria y reunir a los eslavos oprimidos por
su yugo. Mijaíl llegó a publicar tres largas cartas en defensa de Muraviov en La
campana, la revista que Herzen editaba en Londres, en respuesta a una campaña
contra su amigo y bienhechor.
Cuando Muraviov es sustituido en 1861 por Aleksandr
Dondukov-Kórsakov, con una de cuyas primas acababa de casarse Pável Bakunin,
Mijaíl ya lleva desde 1859 en Irkutsk, donde trabaja de viajante de comercio.
La libertad de movimientos de que goza le hace concebir un arriesgado plan y el
5 de junio de 1861, parte de Irkutsk y baja a Nikolaievsk, en la desembocadura
del Amur, desde donde con escala en Japón, consigue llegar a San Francisco el
14 de octubre. Tras viajar a Nueva York vía Panamá, allí se embarca y el 27 de
diciembre lo tenemos en Liverpool.
Como solía ser habitual en sus actividades, la huida de
Bakunin fue subvencionada por desinteresados préstamos de sus amigos: los
viejos, como Herzen, y los nuevos, como un clérigo inglés que conoció en el
barco que lo llevaba a California, o el comerciante ruso que financió su viaje
de “negocios” por el Amur. Respecto a las responsabilidades penales por su
fuga, el hecho de que las más altas instancias estuvieran de alguna forma
implicadas, hizo que apenas fueran depuradas.
Resurrexit 1862-1863
En la tarde del 27 de diciembre de 1861, Bakunin irrumpe en
la residencia londinense de Herzen cuando este y Ogariov se disponen a cenar.
Natalia, segunda esposa del segundo y amante del primero, que acababa de dar a
luz gemelos, reposaba en un diván. El saludo de Mijaíl fue: “¡Así que tenemos
ostras para cenar, eh…!” La situación en Europa que sus amigos le describen no
es como para inspirar ánimos al viejo revolucionario; en trece años, las ascuas
prendidas se han enfriado completamente. En Austria, Francisco José reina
tranquilo en su trono y hasta en Rusia, Alejandro II ha promovido reformas que
le han ganado fama de liberal.
Bakunin colabora en La campana, aunque el
distanciamiento llega en seguida cuando queda claro que su ideario rebasa el
del moderado Herzen. Hay que decir que este había sufrido un gran trauma
personal por las relaciones de su esposa, Natalia (1814-1852), con Georg
Herwegh. El enfrentamiento de Herzen y Herwegh había incluido notas a la prensa
y la constitución de un “tribunal de honor” y había acabado involucrando a toda
la intelectualidad liberal europea. Mijaíl siempre fue un niño grande y eso
hizo que pronto fuera apodado entre los Herzen Big Liza, por sus
afinidades psicológicas con la pequeña Liza, la hija de tres años de Ogariov
(Herzen).
La fuga de Bakunin se había hecho famosa en todo el mundo y
recibe ofertas para escribir libros que podían haber aliviado su situación
económica, pero siempre tiene cosas más importantes que hacer y la financiación
de sus actividades estará como es habitual a cargo de sus amigos. De Rusia
llega la triste noticia de la muerte de Varvara y Mijaíl desarrolla una intensa
relación epistolar con Natalia, la esposa de Pável. Trata también de conseguir
que Antonia se reúna con él y al fin lo logra. En febrero de 1863 ella sale de
Rusia, comprometiéndose por escrito a no regresar nunca más.
En 1862 y 1863, Bakunin realiza diversos intentos de
predicar la revolución en Rusia, y así obtiene el apoyo de La campana para
el grupo “Tierra y libertad”, que dirigía Serno-Soloviévich y había conseguido
extenderse por varias ciudades rusas. No obstante, el acontecimiento más
señalado de estos años es la participación de Bakunin en la sublevación polaca
que estalla en enero de 1863 y en cuya preparación había tenido cierto papel.
En febrero parte para ayudar sobre el terreno y termina sumándose a la
expedición del vapor inglés Ward Jackson, liderada por el coronel Lapinski, que
transportaba más de doscientos hombres, aunque la traición del capitán del
barco hizo que no alcanzara su destino.
El 8 de abril está en Estocolmo y allí se le une Antonia,
que había llegado a Londres unos días antes y había recibido de Herzen una fría
acogida que Mijaíl, tan dado a olvidar las ofensas a él dirigidas, no le
perdonará nunca. Esta revuelta, en la que los objetivos democráticos y
emancipadores iban demasiado unidos a reivindicaciones sobre territorios con poblaciones
mayoritarias de otras nacionalidades, hizo que Bakunin se distanciara de los
patriotas polacos. La gran sublevación eslava se veía cada vez más lejana, pero
había otros campos de acción en los que su instinto revolucionario le haría
centrarse enseguida.
En Estocolmo, Bakunin disfruta de una enorme popularidad en
los ambientes liberales, y se entrevista con el rey Carlos XV, aunque la
llegada del hijo mayor de Herzen, Sasha, dio lugar a conflictos de liderazgo y
escenas tensas. En octubre de 1863, los Bakunin abandonan Suecia y poco después
se produce una difícil reunión en París con Herzen. Las diferencias de
estrategia y objetivos políticos, e incluso personales, tras lo ocurrido con
Sasha, auguraban una tormenta, pero no se llegó a la ruptura entre ellos.
La Francia bonapartista no era un lugar idóneo para las
actividades de Bakunin, mientras que en Italia existía un activo partido
radical. Era este el único sitio de Europa donde se habían logrado victorias en
la lucha contra Austria, su particular bête noire; y era además un país
barato. Allí se establecen Mijaíl y Antonia en enero de 1864.
Italia 1864-1867
Tras visitar en la isla de Caprera a Garibaldi, que siempre
fue un ídolo para Bakunin, este jura a su esposa que antes de un mes hablará
italiano. La pareja se establece en Florencia, donde lleva una existencia
tranquila. En un viaje a Londres, el 3 de noviembre de 1864, Mijaíl tiene su
última entrevista personal con Karl Marx, que acababa de jugar un papel
esencial en el lanzamiento de la I Internacional. Luego, este comenta por carta
a Engels la grata impresión que le ha producido el amigo ruso y buscará
epistolarmente su apoyo para la expansión de la Internacional en Italia.
En Florencia, Bakunin trabaja en la constitución de una
Hermandad Revolucionaria, una sociedad secreta que trata de reclutar
voluntarios para la difusión de sus ideas. De esta época es también la ruptura
de Mijaíl con cualquier forma de religión y su conversión a un culto a la
humanidad que será desde entonces una de las bases de su filosofía. En mayo de
1865, los Bakunin dejan Florencia para pasar unos días en Sorrento con Pável y
su esposa Natalia, que viajaban por Italia. Tras este encuentro, se establecen
en Nápoles.
En la ciudad del Vesubio, Bakunin prosigue la búsqueda de
miembros para su Hermandad, llamada ahora Hermandad Internacional, en la que
consigue enrolar a dos personajes que serán importantes en nuestra historia y
la del anarquismo: el ingeniero y arquitecto Giuseppe Fanelli (1827-1877),
destinado a ser el introductor de estas ideas en España, y el abogado Carlo
Gambuzzi (1837-1902). La vida de Bakunin era generosamente financiada en esta
época por Zoé Obelinski, princesa rusa de simpatías liberales e inmensa
fortuna.
El Catecismo revolucionario (1865) que Mijaíl
escribió como programa de su hermandad es un valioso documento que refleja su
evolución ideológica, caracterizada por un alejamiento del nacionalismo como
factor revolucionario y la reivindicación de “una sociedad basada en la
libertad, la razón, la justicia y el trabajo.”, y construida con una estructura
federal y democrática, con igualdad económica entre los individuos y
desaparición de la herencia. Las vendas iban cayendo de sus ojos y si en 1849
cayó la de la “burguesía revolucionaria”, ahora lo hacía la del “nacionalismo
revolucionario”.
En agosto de 1867, los Bakunin se transladan a Suiza, donde
ya se había instalado la princesa Obolenski; Herzen y Ogariov también estaban
allí. Influyó además el hostigamiento policial sobre Mijaíl. Hay que decir que
en esta época, Antonia y Carlo Gambuzzi habían comenzado una relación amorosa
que fue asumida con “naturalidad” por todos, y de la que a Mijaíl aparentemente
nunca se le ocurrió sentir celos.
Suiza 1867-1876
En septiembre de 1867 se inaugura en Ginebra un congreso que
aspiraba a ser el “Tribunal de la Democracia Europea” con una nutrida
representación de la burguesía liberal de todo el continente. A él asisten
Bakunin y Ogariov, que por aquella época ya vivía con Mary Sutherland, la
exprostituta inglesa que traerá paz a los últimos años de su vida. Herzen
estaba en Niza con Natalia Ogariov. Bakunin elegido para el Bureau ejecutivo
sube a la tribuna y es abrazado calurosamente por Garibaldi, provocando un
aplauso emocionado de todos los reunidos.
En su discurso, Bakunin se declara enemigo de todos los
estados centralistas y sostiene que la constitución de unos estados unidos de
Europa, que se perfilaba como el objetivo del congreso sólo podría lograrse a
través de la libre federación de las unidades sociales, a partir del municipio.
El congreso consigue poner en marcha una institución denominada “Liga de la Paz
y la Libertad” que se reunirá anualmente, pero las discrepancias ideológicas
entre los asistentes hacen que de la resolución final aprobada fueran excluidos
todos los aspectos polémicos, quedando sólo una vaga declaración de
intenciones.
En los meses siguientes, Bakunin se establece en Berna y
regresa al círculo de los íntimos de la princesa Obolenski, al que se habían
incorporado buen número de revolucionarios rusos exiliados. Trabaja en la
conversión de la Liga a los principios federativos socialistas y ateos que él
propugna, pero aunque se marca un éxito en la primavera de 1868, con la
publicación de un programa que recoge estas ideas, el segundo congreso de la
Liga, celebrado puntualmente en septiembre, se niega a adherirse a ellos.
Bakunin y los miembros más radicales se ven obligados a abandonarla. A mediados
de octubre de 1868, Mijaíl y Antonia se instalan otra vez en Ginebra.
Tras este traspiés, Bakunin organizó la denominada “Alianza
Internacional de la Democracia Socialista”, en la que se congregaron sus
partidarios y que consiguió crear secciones en Lyon, Marsella, París, Nápoles,
Madrid y Barcelona, las dos últimas merced a un viaje de Fanelli a España en el
que encontró terreno abonado para las ideas que predicaba. El objetivo era que
estas secciones se integraran en la Internacional conservando cierta
independencia, pero al negarse esta posibilidad desde Londres, en la primavera
de 1869, la sección ginebrina de la Alianza se reorganizó como sección de la
Internacional, mientras las demás secciones se disolvían.
La I Internacional, liderada por Marx, había alcanzado un
buen desarrollo y gran influencia en los ambientes obreros en este tiempo, y
ahora se convertía en el escenario natural para Bakunin y los que compartían
sus ideas. De hecho él ya había solicitado el ingreso en la sección ginebrina
de la internacional el verano pasado. En otro orden de cosas, en el otoño de
1868, Antonia había dado a luz una niña que los próximos a la familia pensaban
que era hija de Gambuzzi. A principios de 1869, Bakunin traba amistad con James
Guillaume (1844-1916), un profesor y sindicalista de las montañas del Jura, en
la Suiza francesa, que en poco tiempo será el más eficaz de sus colaboradores.
El cuarto congreso de la Internacional, que se celebró en
Basilea en septiembre de 1869, fue el único al que asistió Mijaíl. Uno de los
asuntos discutidos fue el Derecho de herencia y el hecho de que la propuesta de
abolición patrocinada por él alcanzara más votos que la de simple regulación,
avalada por Marx y el Consejo general, fue un toque de atención para los que
hasta entonces habían dirigido sin contratiempos mayores la Internacional. A
finales de octubre de 1869, un nuevo embarazo de Antonia invita a buscar un
lugar discreto para pasar el invierno y la familia se establece en Locarno, en
un alojamiento con una hermosa vista sobre el lago.
1869 es también el año en que Mijaíl conoce a Serguéi
Necháev (1847-1882), un revolucionario que acababa de huir de Rusia. Este se
presenta como delegado de un comité revolucionario ruso inexistente y consigue
la colaboración de Bakunin para una serie de folletos de propaganda. Además,
logra su apoyo para hacerse con los fondos Bajmétiev, una donación que era
custodiada por Ogariov y Herzen. En el verano de 1870, cuando sus mentiras
comienzan a hacerse evidentes y acosado por la policía, Necháev se establece en
Londres. Mijaíl, engañado y estafado, envía cartas a todos sus conocidos poniéndoles
en guardia contra él. Necháev pensaba que todo estaba permitido a un
revolucionario en su lucha y sirvió de inspiración para Piotr Verjovenski, el
protagonista de Demonios de Dostoievski.
En 1870 fallece Aleksandr Herzen (enero) y estalla la guerra
franco-prusiana (julio). La derrota francesa en Sedán (septiembre) dio lugar a
una situación revolucionaria en Lyon, donde los partidarios de Bakunin tenían
cierta fuerza. Allí llega él el 15 de septiembre y se pone al frente de un
proceso en el que la buena disposición de las masas y algunos de sus líderes no
contó con el apoyo militar necesario para imponerse a la reacción. La revuelta
fracasó, aunque fue el toque de clarín para muchas otras que culminaron en la
Comuna de París del año siguiente. Mijaíl huye a Marsella, y a finales de
octubre está de regreso en Locarno, profundamente abatido y sin dinero para
satisfacer las necesidades más apremiantes. En agosto de 1871, cuando Giuseppe
Mazzini (1805-1872), eterno enemigo del socialismo, ataca la Comuna de París,
se lanza en su defensa con un brillante panfleto que aparece en italiano y
francés.
En el verano de 1872, Antonia, con sus dos hijas, parte para
Rusia a ver a su familia tras el fallecimiento del único hermano que le
quedaba. Mijaíl en ese tiempo se relaciona con jóvenes exiliados rusos y de
otras nacionalidades eslavas y se establece en Zúrich, donde un día sobresalta
a todos la noticia de la detención de Necháev en esa misma ciudad. Considerado
como un delincuente común, en breve es extraditado a Rusia, donde fallecerá,
heroicamente, todo hay que decirlo, en la fortaleza de Pedro y Pablo en 1882.
Por lo que respecta a la Internacional, el campo estaba
fragmentado entre Inglaterra y Alemania por un lado, que apoyaban a Marx, y los
países latinos, partidarios de Bakunin, por otro, con Suiza dividida: el Jura
con Bakunin y Ginebra con Marx. Los dos bandos van a verse las caras en el
congreso de la Haya, en septiembre de 1872, único al que asistieron Marx y
Engels. En él, se utilizan actos deshonrosos de Necháev, en los que la
implicación de Bakunin era muy dudosa, para lograr su expulsión y la de
Guillaume. Se decide también trasladar el Consejo general a Nueva York, lo que
suponía dar el tiro de gracia a la institución. Esta se disolverá en julio de
1876.
La noticia de las expulsiones llega pronto a Zúrich, y allí
van recalando bakuninistas de diversas nacionalidades, optándose por convocar
un congreso anti-autoritario en Saint-Imier en el Jura para el 15 de
septiembre. Se celebra este con asistencia de representantes de federaciones
suizas, francesas, italianas, españolas y norteamericanas, y deciden rechazar
las decisiones de la Haya y constituirse en unión libre de federaciones de la
Internacional. En octubre, Bakunin regresa a Locarno y en poco tiempo las
disensiones entre sus seguidores eslavos de Zúrich acaban aburriéndolo y
alejándolo de ellos.
Se concentra en sus escritos y 1873 es el año en el que
aparece Estatismo y anarquía, que contiene una síntesis de su pensamiento
político y fue publicado en ruso e introducido clandestinamente en su patria.
En este tiempo, su salud se había deteriorado bastante. Su enorme apetito no
había disminuido, ni su afición al beefsteak, su plato favorito, que
combinaba en Italia con maccheroni orisotto cocinados, eso sí,
con una generosa capa de grasa, pero su corazón estaba enfermo, retenía
líquidos, padecía asma, que le impedía dormir, y jadeaba al menor esfuerzo.
Lo angustiaba además a veces a la idea de ser detenido y
extraditado a Rusia, y se propone por ello como objetivo conseguir la
ciudadanía helvética. En octubre de 1873 publica su Carta a mis camaradas
de la Federación Jurásica, en la que proclama a los cuatro vientos su abandono
de toda actividad política. Tiene entonces la suerte de que por esas fechas
Carlo Cafiero, uno de sus discípulos, que acababa de heredar una cuantiosa
fortuna, ponga esta a su disposición para que compre una propiedad. Esta le
dará el aire de respetabilidad necesario para lograr su objetivo y servirá de
refugio para revolucionarios de todo el mundo prófugos por sus ideas.
La propiedad elegida resulta ser una hermosa finca
denominada la Baronata, cerca de Locarno, y con la despreocupación habitual de
nuestro Mijaíl en temas pecuniarios, en ella irá a enterrarse en breve la
fortuna de Cafiero para desesperación de este. No obstante, la situación se
complica aún más cuando Bakunin propone a Cafiero que Antonia venga con sus
tres niños (el tercero había nacido al poco de llegar a Siberia), sus ancianos
padres y su hermana a establecerse en “el paraíso” de la Baronata, diciéndole
además a ella que este paraíso se había comprado con la parte de la herencia
familiar que los hermanos de Mijaíl le habían al fin entregado. Cafiero dice
que sí a todo, de momento.
En julio de 1874 están ya los viajeros en Locarno, pero la
situación es explosiva; Antonia no era muy apreciada por la mayor parte de los
discípulos de Bakunin. Cuando Cafiero por fin se enfada, Mijaíl le hace entrega
de la propiedad e incapaz de decir la verdad a Antonia, emprende un penoso
viaje a Bolonia, donde está a punto de estallar una sublevación, con la
esperanza de lograr allí una muerte honrosa. Fracasado el intento
revolucionario, Bakunin regresa a Suiza y sufre al comprobar que todos le
reprochan su conducta irresponsable, incluido Guillaume. Son días muy
dolorosos, pero al fin llega una carta de Antonia que lo invita a reunirse con
ella en Lugano. El 7 de octubre de 1874 están juntos.
Le quedan a Mijaíl menos de dos años de vida que pasará con
estrecheces económicas como siempre, entretenido en lecturas y estudios, y con
la irritación que le produce el triunfo de la reacción por toda Europa. Fiel a
sí mismo hasta el fin, cuando hay indicios de que sus hermanos le abonarán su
parte de la herencia, se lanza a comprar una finca cerca de Lugano, Villa
Bresso, que bautiza Villa Bakunin. Allí se trasladan en diciembre de 1875, pero
se acumulan las deudas y ante un desahucio inminente, la única alternativa es
la instalación de todos en Nápoles con Gambuzzi. Como es necesario un visado que
permita establecerse en Italia al viejo revolucionario, con el fin de
conseguirlo, Antonia parte para allí en junio de 1876.
Tras la marcha de su esposa, Mijaíl acude a Berna a
despedirse del músico Adolf Reichel y su mujer, María, y el médico Adolf Vogt,
que lo trataba de sus múltiples males. Ante la gravedad de su estado, Vogt lo
lleva al hospital y allí fallece Mijaíl Bakunin el 1 de julio de 1876. El día 3
fue enterrado. Era un hermoso día de verano y sus compañeros y amigos hablaron
ante la tumba, aunque Guillaume estalló en sollozos en medio de su discurso.
Antonia, informada por un telegrama, llegó a Berna unos días más tarde.
Los resortes del alma
La biografía Mijaíl Bakunin invita a algunas reflexiones.
Nada sabemos sobre las causas de su abstención del amor físico, pero tal vez
podamos intuir algo sobre sus consecuencias. Fuera cual fuese el
desencadenante: un trastorno orgánico o una experiencia infantil traumática, el
resultado podría haber sido una neurosis grave de la que la vida de Bakunin no aporta
evidencias. Esto no fue así porque desde muy joven desarrolla una poderosa
capacidad de sublimar estos impulsos. ¿En qué dirección?
Sorprende desde la juventud de Bakunin su obsesión por
“liberar” a las personas que están sometidas a una imposición sexual contra sus
deseos (incluso dentro del matrimonio). Es esta una “manía” que se repite con
sus hermanas Liubov (recordemos la primera trifulca familiar) y Varvara, y
luego con Johanna Pescantini por ejemplo. En una carta a Pável fechada en París
el 29 de marzo de 1845, le dice: “Amar es querer la libertad, la completa
independencia de otro. No se puede amar verdaderamente más que a un ser
perfectamente libre. (…) Querer, al amar, la dependencia de aquel a quien se
ama, es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano
de la cosa más que por la libertad; y si el amor implicase también la
dependencia, sería la cosa más peligrosa y la más infame del mundo, porque
sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la
humanidad.”
Esta obsesión por la libertad es en él poderosa porque se
nutre de su libido más profunda. A lo largo de su vida, su inteligencia no hace
más que desarrollar este impulso, extendiéndolo al conjunto de los seres
humanos y desentrañando lúcidamente los obstáculos que se oponen a esta
libertad. Después de su entrevista de noviembre de 1864, Marx escribe a Engels
sorprendido en este sentido: “Debo confesarte que me gustó mucho, mucho más que
anteriormente. Es una de aquellas pocas personas que durante estos dieciocho
años han caminado hacia delante, no hacia atrás.” Su trayectoria vital consiste
en ir quitando espantajos que enmascaran este anhelo profundo de libertad y
acabar perfilando el sueño de una sociedad de hombres federados
capaces de desarrollar al máximo sus potencialidades.
Nota sobre la
bibliografía consultada
> Para este
artículo he usado sobre todo la biografía de E. H. Carr: Mikhael Bakunin (1937; versión
castellana de 1970 en Ediciones Grijalbo, trad. de G. Gayá Nicolau), que
contiene una aproximación detallada al hombre y sus ideas. Tan detallada, que
cuando el autor se ensaña con el protagonista, los datos aportados son tan
claros que permiten al lector formarse su propia opinión. Si se quiere más
información sobre Herzen, Ogariov y otros personajes notables de la trama, Los
exiliados románticos del mismo autor es una lectura muy recomendable, por
su caudal de información y por la lectura absorbente que regala. Son estos
probablemente los mejores libros de Carr, que vivió entre 1892 y 1982 y fue uno
de los historiadores más influyentes del siglo XX, y también uno de los de
prestigio más discutible. Liberal en su juventud, con una biografía muy crítica
sobre Marx: Karl Marx: A Study in
Fanaticism de 1934, se convierte luego en quasi-marxista y en un
defensor extremado y acrítico de la Unión Soviética en libros como The Russian Revolution: From Lenin to Stalin
(1917-1929) de 1979. Propagandista en los años 30 de la política de
apaciguamiento con Hitler, viaja en 1937 por la Unión Soviética y la Alemania
nazi, y luego defiende ambos regímenes en una conferencia en Chatham House,
definiendo Alemania como “...almost a free country”. La seducción del
poder era en su caso extrema, aunque en sus trabajos se muestra muchas veces un
riguroso y amante coleccionista de datos.
> De la monumental biografía en tres volúmenes que Max
Nettlau dedicó a Bakunin existen sólo cincuenta copias manuscritas que él envió
a las principales bibliotecas del mundo y esperan su difusión en la era de
internet. Nettlau es autor también de diversos esbozos biográficos sobre
Bakunin. Este artículo se ha enriquecido con la lectura del incluido en The political philosophy of Bakunin,
(1953; versión castellana de 1990 en Alianza Editorial, traducción de Antonio
Escohotado). Este libro tiene la virtud además de presentar una colección de
escritos de Bakunin hábilmente escogidos e hilvanados por Grigori P. Maksímov y
que constituyen un magnífico compendio de sus ideas políticas y filosóficas.
Trae además otro estudio sobre Bakunin debido a Rudolf Rocker.
> Anarchist
portraits de Paul Avrich (Princeton University Press, 1988), contiene
tres capítulos sobre Mijaíl Bakunin que resultan imprescindibles para
comprender su pensamiento político y su relación con Serguéi Necháev. El
análisis de una carta de Bakunin a Necháev de junio de 1870, en la que desaprueba
sus métodos, es importante para desmontar la insidiosa y funesta maraña de
mentiras tejida en torno a la relación entre los dos personajes.
> Biografía de
Miguel Bakunin de James Guillaume nos regala la impresión y el
sentimiento de uno de sus principales colaboradores (Ediciones Halcón, 1968).
> Eslavismo y
anarquía, editado por Antonio Elorza (Espasa Calpe, 1998), tiene la
principal virtud de reunir textos de diversas épocas, incluida su Confesión,
que muestran la evolución del pensamiento de Bakunin.
> Conversaciones
con Bakunin de Arthur Lehning (Anagrama, 1999) contiene una
recopilación de documentos, cartas e informes de distintos autores que ayudan a
perfilar el carácter y el pensamiento de Bakunin.
> Otras biografías de Bakunin que han sido consultadas
son las incluidas en los siguientes libros:
> Carlos Díaz.- Las
teorías anarquistas (Zero, 1976).
> Heleno Saña.- El
anarquismo, de Proudhon a Cohn-Bendit (Índice, 1976).
http://www.rebelion.org/ |