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sonoro fracaso electoral. En el momento en que terminamos este texto el monarca español, ¡acaba de anunciar su abdicación! Lo que pone de manifiesto que las fuerzas del régimen se han dado cuenta de que deben iniciar ya la reforma constitucional para evitar que lo que se inicie sea un verdadero proceso constituyente. Pero a todas luces es demasiado tarde, han perdido años preciosos para hacerlo.
Así que no es momento de ataques FUD (fear, uncertainty and
doubt) ni de entonar un acre “échale la culpa a la tele”. Había, para estas
elecciones, dos proyectos solventes de innovación, arraigo y ruptura, que han
planteado explícitamente el desalojo de los partidos de la deuda y el
austericidio: Podemos y Partido X. Los resultados merecen comentarios
técnicos, pero son lo que se dice paladinos. Sin embargo, hay algo más
importante: Podemos ha generado, ha consolidado, y previsiblemente contribuirá
a expandir una creencia y una convicción que incluso tras el 15M era sumamente
minoritaria: se pueden asaltar los parlamentos de la antidemocracia a través
de las urnas, se puede dar inicio a un proceso constituyente y a un cambio
sistémico por medios fundamentalmente pacíficos. Algo va mal en la
subjetividad política cuando la alegría contagiosa no afecta también a
quienes habían apostado por otros métodos y estrategias. Cuando se olvida que
solo las prácticas y sus resultados mandan al fin y al cabo.
Dicho esto, es decir, dando por sentado que Podemos es el
actor-proceso determinante en la secuencia que se abre hasta las próximas
elecciones generales, preguntémonos: ¿en qué consiste el posse de
Podemos? Recordemos que el posse[poder] es, en la filosofía de
Giambattista Vico, uno de los elementos definitorios de lo humano, junto al velle [querer]
y el nosse [conocer]; de lo humano en tanto que “finitud que tiende a
lo infinito”. El posse es un poder-potencia antes que un poder
soberano, coercitivo, estatal o explotador. Pero consideremos los aspectos
principales en los que ese poder-potencia se muestra tan presente e
incontenible como problemático.
1. De Europa al
cuarto de estar
Evoquemos para empezar el modo en que, a decir de Gilles
Deleuze, las personas se perciben a sí mismas en Japón: no partiendo de un
yo, mi casa, mi barrio, mi ciudad, mi país… sino del cosmos, el planeta, el
continente… Y hoy en el mapa electoral europeo todo es pesadumbre e inquietud
por la democracia salvo en dos países del Sur: en Grecia, donde el programa de
lucha dentro de la UE y contra la austeridad de la candidatura de Tsipras ha
obtenido la mayoría y ha conseguido recibir consensos en el conjunto del
país; y por estos lares, donde tanto IU como Podemos, formalmente adheridos a
la lista Tsipras, se acercan al 20% de los sufragios. Tenemos así un dato de
tendencia importante para la estrategia europea de Podemos y en general para la
estrategia de las necesarias revoluciones democráticas dentro de y en los
limes de la UE: allí donde no ha habido experiencias como el 15M o los
aganaktisménoi [indignados] de la Plaza Síntagma de Atenas, tenemos una
continuidad o un reforzamiento de los partidos de la austeridad o la
consolidación de fuerzas xenófobas y antieuropeas. En Italia, el M5S,
que ha realizado una campaña marcada por el catastrofismo antieuropeo, ha
cosechado un golpe durísimo cuando había apostado por el sorpasso definitivo
sobre el Partido Democrático de Renzi, y por añadidura emboca el camino de su
autodestrucción coqueteando con el xenófobo y antieuropeo Nigel Farage. La
campaña de Podemos ha sido bastante prudente respecto a la agitación
irresponsable de un sentimiento antieuropeo, y también lo ha sido la de IU (no
obstante las posiciones pretridentinas del último congreso del PCE).
Conclusión provisional: el antieuropeísmo refuerza el miedo a una mayor
inestabilidad y legitima el statu quo (caso italiano) o bien refuerza
poderosamente a las extremas derechas. El europeísmo que ve en la UE una
batalla común por la democracia, contra la deuda, la austeridad y la dictadura
tecnofinanciera se ve reforzado allí donde existen verdaderos contrapoderes
políticos en las calles y en las redes. Así, pues, no atender a este dato
sería un error gravísimo de las orientaciones de Podemos. Dar la batalla
junto a Tsipras en el europarlamento cobra una importancia decisiva para la
democracia, el fin de la deudocracia y las aspiraciones democráticas
catalanas, vascas y gallegas en el reino de España. En esta legislatura
europea el europarlamento está condenado a cobrar una importancia histórica,
tanto por el asalto ultraderechista y fascista como por la batalla por la
supervivencia y la dignidad que viene de las propuestas emancipadoras del sur
de la UE.
2. De la televisión
de régimen y las redes
Causa fruición escuchar y leer a las huestes del TDT party
mientras se increpan unos a otros por haber dejado colarse a Pablo Iglesias en
el mundo televisivo. No es poca cosa que haya tenido más tiempo de presencia
televisiva que el candidato Cañete. Al mismo tiempo causa tristeza que desde
los partidos de la red se pretenda explicar el éxito de Podemos por la mera
presencia televisiva, contraponiendo sin más la tele a la red. Sin embargo,
los datos de influencia y viralidad en las redes demuestran que Podemos
también se ha impuesto en las redes sociales. Estamos, por el contrario, ante
un feed-back virtuoso entre distintos tipos de redes y procesos de calle que ya
hemos conocido con el 15M. Pero no podemos ser ingenuos para no ser paranoicos.
El éxito de Pablo Iglesias en la televisión se explica en cierta medida por
el buen hacer y la experiencia previa de Pablo Iglesias, pero es inexplicable
sin atender a dos factores: la demanda de “caras televisivas” de la protesta en
el lucrativo negocio de las tertulias y, last but not least, el pacto
(implícito o no, lo desconocemos) con una parte de la oligarquía de los
medios – Jaume Roures, en concreto – que ha proporcionado en el momento
decisivo un aval de aceptabilidad a la irrupción de Pablo Iglesias y posterior
y más levemente a la irrupción pública de Podemos. En lo sucesivo hay que
tener muy en cuenta que, a pesar del desconcierto y de la contradicción entre
intereses económicos e intereses colectivos del régimen, se busque la manera
de disminuir al máximo la presencia televisiva de Pablo Iglesias y de Podemos,
combinada con las campañas de destrucción de la personalidad pública.
Tenemos aquí un motivo capital para ampliar las estrategias
comunicativas de Podemos, los talones de Aquiles de la personalización, pero
fundamentalmente para integrar en el dispositivo los saberes y las prácticas
tecnopolíticas nacidas y crecidas con el 15M y que no se han integrado en el
proceso Podemos. No creo exagerar diciendo que la fortuna de la empresa
constituyente va en ello. Ninguna ambición política puede llevar a actuar
como si el sistema red que fue el 15M, y la tecnopolítica que en él se
inspira, hubieran sido un episodio efímero y sin efectos irreversibles que
afectan y predeterminan el proceso de los contrapoderes ciudadanos y la forma
política de la ruptura costituyente.
3. Podemos más que
Podemos en las municipales y autonómicas
Las próximas municipales y autonómicas ya han sido
señaladas desde distintos lugares como ocasión para los pactos entre los
partidos constituidos como IU o Equo y el proceso Podemos. Tenemos que
preguntarnos si estamos ante una cuestión de sentido común y realismo
político o ante una tentativa refleja de sobrevivir y/o neutralizar el
acontecimiento. Sin embargo, no cuesta mucho advertir que aquí nos encontramos
ante opciones excluyentes y que dependen de consideraciones e intereses
sumamente dispares. El acontecimiento Podemos no ha hecho más que estallar.
Aún no ha demostrado lo que puede dar de sí un proceso de desintermediación
política radical y de control del proceso desde abajo, mientras ese “abajo” se
enriquece y se expande transversalmente en la sociedad. Las municipales y
autonómicas se prestan a esa segunda fase del proceso Podemos, pero al mismo
tiempo permiten relativizar algunos de las invariantes de la primera fase. Las
principales: a) el “efecto Pablo” no es susceptible de rendimientos crecientes
sine die. En la pugna del espacio político, olvidar la finitud del sujeto, la
erosión y vulnerabilidad que produce la refriega constante, pero también la
necesidad de cumplir razonablemente con el mandato europeo contraído en las
elecciones, puede llevar a cometer errores decisivos. No solo son precisas
caras, sino que no tiene sentido contraponer un movimiento sin rostro a una
política basada en un personaje, como bien enseñan los zapatistas. Pero al
mismo tiempo no se puede despreciar la singularidad local y contextual de unas
elecciones municipales y autonómicas en las que factores como el arraigo, la
relación con luchas y movimientos, etc., son determinantes para decidir los
primeros puestos de una lista, primarias mediante. Pablo no va a poder estar en
todas partes, y hay que contar con las tentativas de apagón televisivo que
hemos mencionado más arriba; y b) el municipalismo es un repertorio y una
práctica extendida en muchas ciudades y territorios, y parece configurarse
como un terreno de experimentación decisiva de una síntesis constituyente
entre dispositivos de ataque electoral y redes de lucha y contrapoder
ciudadano. Y en buena medida el potencial de transversalidad de Podemos está
en esas síntesis antes que en la dinámica de pactos, que para Podemos podría
ser lo más parecido a una balzaquiana peau de chagrin: tocar el poder para
perder vida y energías. Una neutralización del proceso, vaya. Algo tan
inmaduro en su estructura y funcionamiento como Podemos, no puede verse
obligado a dedicar su tiempo a decidir si hace pactos con formas partido como
IU o Equo si no quiere salir bastante lastimado. Tiene más sentido combinar la
irradiación general y transversal del acontecimiento Podemos con la
construcción de procesos y candidaturas ciudadanas radicalmente democráticas
e inclusivas de las luchas en las que, al mismo tiempo que se sabe que están
avaladas y nutridas por los participantes en Podemos, cobran en el proceso
rasgos propios y expresivos de toda la potencia política local concatenable.
4. Desbaratar la
formación de una derecha mimética y victimista
La dialéctica amigo-enemigo, que en el caso español tiende
a superponerse a la distinción histórica izquierda/derecha, puede ofrecer una
última ocasión de unidad y predominio a una derecha noqueada. Los promotores
de Podemos saben que los procesos constituyentes recientes en América Latina
no solo han tenido que inventar formas originales de relación entre
movimientos y nuevas elites de gobierno, sino que han tenido que construir
trabajosamente formas de hegemonía transversal que sean capaces de sustraer el
consenso y la obediencia de clases medias y populares a los bloques
oligárquicos. Mutatis mutandis, la situación se plantea con la misma
intensidad aquí. Un Podemos que no se muestre capaz de incluir al adversario
político en su margo hegemónico (y por supuesto en la subalternidad en la que
un proceso constituyente emancipador inevitablemente le colocaría) corre el
riesgo de instaurar un proceso de reconstitución de una derecha y una extrema
derecha unidas por el miedo y la reacción a un Podemos retratado como el
eterno retorno de la antiEspaña. Impedir esa operación está a fin de cuentas
fuera de las posibilidades de Podemos o de cualquiera. Pero dificultarla,
sabotearla, neutralizarla es posible evitando, por así decirlo, “entrar al
trapo”.
5. A la búsqueda de
la materia oscura abstencionista
A falta de análisis en profundidad sobre la composición
del voto de Podemos, se puede afirmar que este ha tenido un grado considerable
de transversalidad social: no solo ha arrebatado a muchos votantes del PSOE, IU
y posiblemente votantes volátiles del PP, sino que ha conseguido entrar en la
zona oscura del abstencionismo pertinaz. Esta era la tarea que se había
propuesto también el Partido X, con mucha mayor claridad y anticipación que
Podemos, pero ha sido manifiestamente incapaz de llevarla a cabo con éxito.
Ahora bien, entrar de lleno en el espacio político constituido y en su
política de la relación tiende a generar una representación fija y separada,
en particular de Pablo Iglesias, en tanto que uno más de la “elite”. La
cárcel de la representación mediática solo puede ser horadada y demolida por
la inteligencia de los enjambres de red, que no se crean ad libitum ni mediante
consigna política del líder aclamado. Pero cuesta lo indecible negar con
argumentos y datos que el efecto Pablo Iglesias en las televisiones ha
permitido activar distintos tipos de abstencionismo y distintas generaciones de
votantes. Así que para el “efecto Pablo” conviene recordar el carpe diem,
quam minimum credula postero. Y esto se traduce, entre otras cosas, en
apartarse de formatos y tópicos de alianzas y coaliciones de izquierdas, del
tipo “frente amplio”, “frente de izquierdas” que carecen de esa capacidad de
afectar y activar el alma electoral de la “materia oscura” de la abstención, e
incluso pueden permitir a los adversarios activarla en sentido contrario. El
éxito de Syriza en Grecia es importante, pero pretender reproducirlo aquí
convirtiendo a Pablo Iglesias en un improbable Alexis Tsipras revelaría una
miopía política inoperable: las potencialidades de transversalidad del
proyecto político son a corto plazo mucho mayores. Por otra parte, no es
exagerado decir que Syriza y Tsipras son la única vía de escape para evitar
una catástrofe social y política aún mayor en Grecia. Mientras que el
campo político en el reino de España debe contar con un pluralismo político
y social que va más allá del formato cultural y político de la izquierda. Es
algo que debemos al acontecimiento 15M, no tiene nada de casualidad ni de
tópico político-cultural. La primera expedición a la materia oscura fue
precisamente ese 15M, y Podemos no es, teorías de la hegemonía y
rostrificación de la alternativa aparte, sino un efecto diferido, una
histéresis de ese acontecimiento en el plano electoral, un boquete irreparable
a corto plazo en la muralla china del sistema de partidos constitucional.
6. Remember Robert
Michels
Una semana después, la onda expansiva aún no ha terminado.
Aún no se sabe si los daños en el edificio del régimen del 78 han afectado a
pilares estructurales, que obliguen a los interesados con instinto de
supervivencia a declarar la ruina inminente del edificio constitucional y a
aceptar explícitamente las próximas elecciones generales como elecciones
constituyentes. De esto nos alegramos sin reparos. En el mundo activista, han
sido muchísimas las personas que han apoyado y/o se han sumado a Podemos
partiendo de un supuesto clásico: lo que necesita el pueblo, lo que necesitan
los subalternos. Es decir, no tanto de una proyección de las propias
convicciones políticas más íntimas, sino de un razonamiento característico
de las elites políticas de la protesta cuando tratan de ponerse en el lugar de
los que menos saben, menos tiempo tienen, y presuntamente menos empoderados
están: hagamos “como si” necesitáramos un líder carismático; hagamos “como
si” la simplificación extrema de los problemas resolviera la cuestión del
empoderamiento y de la autoorganización social y política de los subalternos
antes y después de ganar unas elecciones. La paradoja consiste en que tales
creencias se convierten en una fuerza material que produce efectos limitados de
alegría colectiva y por ende de empoderamiento, en que una falsa proyección
imaginaria en un actor televisivo genera una transferencia de posibilidad y
poder colectivo. Ahora son muchos los que se precipitan a demostrar a elección
pasada que el populismo de la “cadena equivalencial” y del “significante
(Pablo) flotante” era el huevo de Colón que nadie había advertido. Pero
olvidamos que el 15M practicaba otro populismo, el de las “máscaras” para
escapar de la categorización y la neutralización mediante una política de
relación entre identidades fijas y previsibles. Y, si prescindimos de las
performances televisivas de Pablo Iglesias, Podemos y su “hablar popular” no
son sino otra máscara de máscaras para introducirse en el centro del mundo de
la representación dominante (mediática y política). Una máscara
transicional. Que resulta indistinguible e inseparable del metamorfismo
subjetivo y organizativo que han experimentado las redes de redes posteriores
al 15M, en extensión y en intensidad del malestar y del deseo de cambio real.
Dicho de otra manera: si hay algo que experimentar en lo sucesivo, no es una
reproducción adaptada de los procesos populistas latinoamericanos (que, por
cierto, se encuentran en una crisis de sostenibilidad de gravísimas
consecuencias continentales), sino en todo caso un populismo plebeyo,
distribuido y susceptible de crear uno o varios sistemas red, que debe ser la
clave de bóveda de la construcción de los círculos, pero también del afuera
organizativo de Podemos. Fuera de este esquema, pesa sobre nuestras
cabezas la maldición de Weber y Michels, esto es, la que ve, en primer lugar,
la dialéctica del reconocimiento entre líder carismático y seguidores
[Anhänger] derivar en una Veralltäglichung, que podría traducirse como
un “cotidianización”, que tiende a dar paso a un carisma institucionalizado,
administrativo y casi ritual y que corresponde de manera precisa a la modalidad
del “carisma televisivo” que tanta importancia ha tenido en la irrupción de
Podemos, pero que no se explica sin esa extraña alianza que ha permitido que
haya habido, por así decirlo, “Pablo hasta en la sopa”; pero también la que
cae bajo el dominio, en segundo lugar, de la llamada “ley de hierro de la
oligarquía” formulada por Michels y que sin duda está caracterizando el
devenir de los nuevos gobiernos latinoamericanos, interrumpiendo los circuitos
de agonismo y cooperación tan necesarios para la transformación del Estado y
para la vitalidad del llamado “poder popular”. En el caso de la Promotora de
Podemos este peligro es, más allá de buenismos y adulaciones irresponsables,
un problema serio del que seguramente son conscientes, pero que ninguna
confianza beata en que “a nosotros no nos pasará” estará en condiciones de
evitar. No hace tanto que tuvimos un “no nos falles” como para reiterarlo
ahora, sobre todo en una crisis terminal de régimen. La gran ventaja de
nuestra situación es que, gracias al espesor de la mutación tecnopolítica
creada por el 15M, se puede ganar con un pueblo/plebe distribuido y empoderado
y uno o varios líderes carismáticos desempoderados porque su papel, finito,
transicional, es el de hacer de arietes decisivos para echar abajo el muro de
cristal deformante de la representación. Limitándose, como ha dicho el propio
Pablo.
Título
original: “El posse de Podemos. Notas tras elecciones y abdicación”
http://www.euronomade.info/ |