“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

14/1/16

Los tres modelos de comprensión de la Historia en Walter Benjamín — Otro mundo es posible

Walter Benjamin ✆ David Levine
Evelyn Patricia Martínez   /   Comprender la Historia es importante para Walter Benjamín para entender el presente, lo cual implica conocer el pasado, la historia de los vencidos. Ello supone hacer posibles las iluminaciones históricas de revolución de los oprimidos, que redima el pasado, el presente y el futuro. Para desarrollar su Filosofía de la historia, Benjamín parte de una profunda critica el historicismo de la época, pues se basaban en los métodos de las ciencias naturales. Según esta corriente, se consideraba un hecho histórico únicamente a un hecho científico, que respondiera a leyes generales. La visión del tiempo histórico era una visión del tiempo físico (la mecánica newtoniana), es decir, un tiempo continuo y lineal, en el que se encadenan causas y efectos. Las leyes históricas suponían hacer previsiones del futuro. Es decir, hacerla objetiva, Mosès menciona “comprender una época es, para el historicismo, reconstruirla realmente ‘tal y como era realmente’, es decir, tal y como se comprendía a sí misma”1. Benjamín criticara fuertemente esta concepción de la historia.

Para Benjamín el historiador tiene un papel clave en la constitución de la historia, pues él se vuelve un producto mismo de la historia, algo que dejaba de lado el historicismo. Se pregunta Benjamín entonces ¿qué tipo de historia queremos definir y bajo qué modelo? Para dar respuesta a ello desarrolla, a lo largo de su vida, tres modelos de comprensión de la Historia: teológico, estético y político.

Mosès dice que el paradigma teológico, desde el punto de vista diacrónico está presente a lo largo de toda la evolución intelectual de Benjamín, pero es el modelo político el que combinó todos los elementos de su visión de la Historia, y el paradigma estético el que desempeña el papel de mediación entre lo teológico y lo político2. Veamos cada uno de los tres paradigmas que nos propone.
Sobre el paradigma teológico de la historia
La historia, desde la visión teológica, es un proceso de decadencia y restauración, de degradación y redención. En ese sentido el ser humano aparece como productor de signos y del lenguaje. Por tanto lo que da sentido a la humanidad son las diferentes fases del ser humano y su relación con el lenguaje. Es decir, lo que le interesa a Benjamín de la teología no es el problema de dios sino la función que ocupa el lenguaje. Pues para él, el lenguaje es una manera, también, de elaboración de conocimientos.

Benjamín distinguirá tres etapas, según la historia bíblica del lenguaje: el divino, el adámico y el paradisiaco.

El lenguaje divino aparece como palabra creadora, es decir, el lenguaje coincide con la realidad que nombra, o en otras palabras, el lenguaje crea realidades nuevas. Mientras que el lenguaje adámico es donde se funda el lenguaje original del ser humano, que se ha perdido pero que sigue presente a través de símbolos, es decir, el lenguaje tiene un función simbólica y poética. Pero aquí el lenguaje y la realidad ya no son idénticos, pero permanece un vínculo originario, que hace presente la esencia de la realidad. Y el tercero, el lenguaje paradisiaco, es cuando el lenguaje se degrada, es decir, el lenguaje se reduce únicamente como instrumento de comunicación, se pierde la relación original entre la palabra y la cosa.

Benjamín dice que el proceso de purificación del lenguaje en la historia lo hacen los poetas, pero sobre todo los traductores, es decir, la vuelta a la “creación de un nuevo significado de signos (…) hacia el lenguaje de los orígenes”3. En ese sentido, Benjamín dirá que la verdad se forma de una multiplicidad de intuiciones fundamentales, y se presenta como siempre múltiple y discontinua, es decir “que ninguna síntesis conseguirá totalizar jamás ”4. Pero si bien las ideas son múltiples, no son infinitas, dice. Así nos presenta su ontología de la verdad. Para explicar mejor su teoría del conocimiento, utiliza la metáfora del cielo y sus constelaciones, dirá “Cada idea es un sol y se relaciona con los demás lo que mismo que los soles se relacionan entre sí ”5. También las utiliza, como metáforas del origen, y de la aparición incesante de lo nuevo. El símbolo de la estrella fugaz representa la existencia de una esfera ética trascendente, como una luz de esperanza, como la aparición única de una lejanía, y una nostalgia del pasado. "La estrella fugaz que cae en la lejanía del espacio se ha convertido en el símbolo mismo del deseo cumplido (...) El tiempo de que está cargado el instante en el que nos deslumbra el fulgor de una estrella fugaz está formado por una materia (...) 'hay tiempo en la eternidad misma' "6.

Entonces, el sentido de la Historia, para Benjamín no sería en sí el proceso de su evolución, sino las rupturas de su continuidad, es decir, sus fallos y accidentes, o la aparición repentina de lo imprevisible que se revela como estrella fugaz, como una constelación, “como un relámpago, un fragmento de verdad original”.
Sobre el paradigma estético de la historia
Benjamín propone un vínculo-no de relación causal- entre diferentes momentos del tiempo histórico a través de la estética. Una de sus fuentes principales, para elaborar su modelo estético de la historia, es el romanticismo alemán.

Por ejemplo, menciona que, en la ‘ahistoricidad’ de la obra de arte se manifiesta siempre algo radicalmente nuevo, aparece así una temporalidad discontinua, y aparece una individualidad de cada época. Permite además, la articulación diacrónica y sincrónica de la historia, es decir, se genera una temporalidad autónoma que genera su propio presente, su propio pasado y su propio futuro.

El conocimiento subjetivo en el arte permite acceder a una forma de totalidad, es decir, el conocimiento estético nos permite conocer lo universal que es revelado en lo particular, "Descubrir en el análisis del mínimo momento particular el cristal del devenir en su totalidad."7. La totalidad se encarna así en lo particular.

Bajos estas ideas, Benjamín dirá que la verdad no se constituye sólo como dialéctica superadora continua, en el que siempre se conserva lo anterior, sino que se manifiesta en discontinuidades originales. La identificación de lo original vendría dado como intuiciones estéticas. Por eso, las diferentes época historias no se debe concebir como eslabones de una sola cadena, sino como unidades o ‘estructuras’, “Reconocer una obra como original es descubrir en ella algo absolutamente primordial y al mismo tiempo radicalmente nuevo”8. Esa percepción de lo original seria el reclamo de un presente en el cual se constituyen las dimensiones del pasado y el futuro.
Sobre el paradigma político de la historia
El paradigma político que desarrolla Benjamín mantiene elementos del modelo teológico y estético, pero ahora lo político es la categoría nueva y por encima de las otras dos. Pues hace una reinterpretación del papel del historiador, de su presente en el que escribe la historia. A Benjamín le interesa registrar la cara oculta de la historia, a través de la actualidad del instante histórico y no sólo desde la contemplación estética.

Ese conocer el instante histórico, el presente, implica mantenerse en vigilia, rememorar el pasado y despertar9. Dice Benjamín, que se trata de escribir la historia al revés, a partir del presente del historiador, y del descubrimiento de la verdad del pasado.

La metáfora del despertar, significa el momento de la revolución, Mosès señala “transponer la experiencia del tiempo vivido desde la esfera personal a la esfera histórica, desformalizar el tiempo de la historia (…) sustituir la idea de tiempo objetivo y lineal por la experiencia subjetiva de un tiempo cualitativo en el que cada instante se vive en su singularidad incomparable.” 10

Ese despertar implica recuperar la memoria como conciencia política del presente, recuperar el pasado para reanimarlo y realizar hoy lo que falló ayer. No se trata de superar o recuperar el pasado, sino de ‘salvar el pasado’. Para ello es necesario no olvidar la historia de los vencidos, la de los sin nombre de la historia, sino salvarla, redimirlos.

La redención significa para Benjamín la ruptura de la temporalidad histórica, la aparición de lo imprevisible, de lo nuevo. La historia entonces no presenta un final, sino que siempre es incierta, pero se mantiene una utopía latente basada en la esperanza del hoy, basada en la herencia de los vencidos, de salvar lo que fracasó, de encontrar las chispas de esperanza ocultas en el fondo del pasado.

El historiador entonces debe leer la historia como una serie de fracturas y recomienzo. La continuidad y el hecho que las cosas sigan funcionando igual es lo que Benjamín llama catástrofe11 o progreso, por eso señala “El infierno no es lo que nos podría pasar, es nuestra vida presente.” 12

La relación utópica con el pasado implica la rememoración, no sólo como recordar el pasado, sino de transformar el pasado, corregir los errores del pasado,   "La rememoración puede terminar lo que había quedado inacabado (la felicidad) y transformar lo que había sido acabado (el sufrimiento) en algo inacabado." 13
Notas
1 Mosès, Stéphane (1992). El ángel de la historia. Rosenzweig, Benjamín, Sholem. Ediciones Cátedra, Madrid. p.84
2 Ibíd. P. 86
3 Ibíd. P.88
4 Ibíd. P.90
5 Ibíd. P.94
6 Ibíd. P96
7 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès Op Cit. p. 109
8 Mosès Op Cit. P.115
9 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès Op Cit. p. 126
10 Mosès Op Cit. P.127
11 Benjamin, Walter. Tesis de filosofía de la historia. Tesis IX.
12 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès Op Cit. p.140
13 Ibid. P. 148
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