Walter Benjamin ✆ David Levine |
Para Benjamín el historiador tiene un papel clave en la constitución de la historia, pues él se vuelve un producto mismo de la historia, algo que dejaba de lado el historicismo. Se pregunta Benjamín entonces ¿qué tipo de historia queremos definir y bajo qué modelo? Para dar respuesta a ello desarrolla, a lo largo de su vida, tres modelos de comprensión de la Historia: teológico, estético y político.
Mosès dice que el paradigma teológico, desde el punto de vista diacrónico está presente a lo largo de toda la evolución intelectual de Benjamín, pero es el modelo político el que combinó todos los elementos de su visión de la Historia, y el paradigma estético el que desempeña el papel de mediación entre lo teológico y lo político2. Veamos cada uno de los tres paradigmas que nos propone.
Sobre el paradigma teológico de la historia
La historia, desde la visión teológica, es un proceso de
decadencia y restauración, de degradación y redención. En ese sentido el ser
humano aparece como productor de signos y del lenguaje. Por tanto lo que da
sentido a la humanidad son las diferentes fases del ser humano y su relación
con el lenguaje. Es decir, lo que le interesa a Benjamín de la teología no es
el problema de dios sino la función que ocupa el lenguaje. Pues para él, el
lenguaje es una manera, también, de elaboración de conocimientos.
Benjamín distinguirá tres etapas, según la historia bíblica
del lenguaje: el divino, el adámico
y el paradisiaco.
El lenguaje divino aparece
como palabra creadora, es decir, el lenguaje coincide con la realidad que
nombra, o en otras palabras, el lenguaje crea realidades nuevas. Mientras que
el lenguaje adámico es donde se funda el lenguaje original del ser humano,
que se ha perdido pero que sigue presente a través de símbolos, es decir, el
lenguaje tiene un función simbólica y poética. Pero aquí el lenguaje y la
realidad ya no son idénticos, pero permanece un vínculo originario, que hace
presente la esencia de la realidad. Y el tercero, el lenguaje paradisiaco, es cuando el lenguaje se degrada, es
decir, el lenguaje se reduce únicamente como instrumento de comunicación, se
pierde la relación original entre la palabra y la cosa.
Benjamín dice que el proceso de purificación del lenguaje en
la historia lo hacen los poetas, pero sobre todo los traductores, es decir, la
vuelta a la “creación de un nuevo
significado de signos (…) hacia el lenguaje de los orígenes”3. En ese sentido, Benjamín dirá que
la verdad se forma de una multiplicidad de intuiciones fundamentales, y se
presenta como siempre múltiple y discontinua, es decir “que ninguna síntesis conseguirá totalizar jamás ”4. Pero si bien las ideas son
múltiples, no son infinitas, dice. Así nos presenta su ontología de la verdad.
Para explicar mejor su teoría del conocimiento, utiliza la metáfora del cielo y
sus constelaciones, dirá “Cada idea es un
sol y se relaciona con los demás lo que mismo que los soles se relacionan entre
sí ”5. También las utiliza, como
metáforas del origen, y de la aparición incesante de lo nuevo. El símbolo de la
estrella fugaz representa la existencia de una esfera ética trascendente, como
una luz de esperanza, como la aparición única de una lejanía, y una nostalgia
del pasado. "La estrella fugaz
que cae en la lejanía del espacio se ha convertido en el símbolo mismo del
deseo cumplido (...) El tiempo de que está cargado el instante en el que nos
deslumbra el fulgor de una estrella fugaz está formado por una materia (...)
'hay tiempo en la eternidad misma' "6.
Entonces, el sentido de la Historia, para Benjamín no sería
en sí el proceso de su evolución, sino las rupturas de su continuidad, es
decir, sus fallos y accidentes, o la aparición repentina de lo imprevisible que
se revela como estrella fugaz, como una constelación, “como un relámpago,
un fragmento de verdad original”.
Sobre el paradigma estético de la historia
Benjamín propone un vínculo-no de relación causal- entre
diferentes momentos del tiempo histórico a través de la estética. Una de sus
fuentes principales, para elaborar su modelo estético de la historia, es el
romanticismo alemán.
Por ejemplo, menciona que, en la ‘ahistoricidad’ de la obra
de arte se manifiesta siempre algo radicalmente nuevo, aparece así una
temporalidad discontinua, y aparece una individualidad de cada época. Permite
además, la articulación diacrónica y sincrónica de la historia, es decir, se
genera una temporalidad autónoma que genera su propio presente, su propio
pasado y su propio futuro.
El conocimiento subjetivo en el arte permite acceder a una
forma de totalidad, es decir, el conocimiento estético nos permite conocer lo
universal que es revelado en lo particular, "Descubrir en el análisis del mínimo momento particular el cristal
del devenir en su totalidad."7. La totalidad se encarna así
en lo particular.
Bajos estas ideas, Benjamín dirá que la verdad no se
constituye sólo como dialéctica superadora continua, en el que siempre se
conserva lo anterior, sino que se manifiesta en discontinuidades originales. La
identificación de lo original vendría dado como intuiciones estéticas. Por eso,
las diferentes época historias no se debe concebir como eslabones de una sola
cadena, sino como unidades o ‘estructuras’, “Reconocer una obra como original es descubrir en ella algo
absolutamente primordial y al mismo tiempo radicalmente nuevo”8. Esa percepción de lo original
seria el reclamo de un presente en el cual se constituyen las dimensiones del
pasado y el futuro.
Sobre el paradigma político de la historia
El paradigma político que desarrolla Benjamín mantiene
elementos del modelo teológico y estético, pero ahora lo político es la
categoría nueva y por encima de las otras dos. Pues hace una reinterpretación
del papel del historiador, de su presente en el que escribe la historia. A
Benjamín le interesa registrar la cara oculta de la historia, a través de la
actualidad del instante histórico y no sólo desde la contemplación estética.
Ese conocer el instante histórico, el presente, implica
mantenerse en vigilia, rememorar el pasado y despertar9. Dice Benjamín, que se trata de
escribir la historia al revés, a partir del presente del historiador, y del
descubrimiento de la verdad del pasado.
La metáfora del despertar, significa el momento de la
revolución, Mosès señala “transponer
la experiencia del tiempo vivido desde la esfera personal a la esfera
histórica, desformalizar el tiempo de la historia (…) sustituir la idea de
tiempo objetivo y lineal por la experiencia subjetiva de un tiempo cualitativo
en el que cada instante se vive en su singularidad incomparable.” 10
Ese despertar implica recuperar la memoria como conciencia
política del presente, recuperar el pasado para reanimarlo y realizar hoy lo
que falló ayer. No se trata de superar o recuperar el pasado, sino de ‘salvar
el pasado’. Para ello es necesario no olvidar la historia de los vencidos, la
de los sin nombre de la historia, sino salvarla, redimirlos.
La redención significa para Benjamín la ruptura de la
temporalidad histórica, la aparición de lo imprevisible, de lo nuevo. La historia
entonces no presenta un final, sino que siempre es incierta, pero se mantiene
una utopía latente basada en la esperanza del hoy, basada en la herencia de los
vencidos, de salvar lo que fracasó, de encontrar las chispas de esperanza
ocultas en el fondo del pasado.
El historiador entonces debe leer la historia como una serie
de fracturas y recomienzo. La continuidad y el hecho que las cosas sigan
funcionando igual es lo que Benjamín llama catástrofe11 o progreso, por eso señala “El
infierno no es lo que nos podría pasar, es nuestra vida presente.” 12
La relación utópica con el pasado implica la rememoración,
no sólo como recordar el pasado, sino de transformar el pasado, corregir los
errores del pasado, "La
rememoración puede terminar lo que había quedado inacabado (la felicidad) y
transformar lo que había sido acabado (el sufrimiento) en algo inacabado." 13
Notas
1 Mosès, Stéphane (1992). El ángel de la historia. Rosenzweig,
Benjamín, Sholem. Ediciones Cátedra, Madrid. p.84
2 Ibíd. P. 86
3 Ibíd. P.88
4 Ibíd. P.90
5 Ibíd. P.94
6 Ibíd. P96
7 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès
Op Cit. p. 109
8 Mosès Op Cit. P.115
9 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès
Op Cit. p. 126
10 Mosès Op Cit. P.127
11 Benjamin, Walter. Tesis de filosofía de la historia. Tesis
IX.
12 Benjamin, Walter. La obra de los pasajes. Citado en Mosès
Op Cit. p.140
13 Ibid. P. 148
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