Walter Benjamin
Es posible mantener las más elevadas determinaciones del
conocimiento que dio Kant y, no obstante, contradecir su concepción teórico-cognitiva
de la estructura sobre conocimiento natural o experiencia. Estas supremas
determinaciones descansan en el sistema de las categorías. Pero como se sabe,
Kant no ha establecido dichas determinaciones como únicas, sino que ha hecho
dependiente la validez de las categorías para la experiencia de la naturaleza
de su relación respecto de contextos determinados espacio-temporalmente. En
esta explicación de la dependencia de la validez de las categorías descansa la
contraposición de Kant hacia la metafísica. La afirmación sobre la posibilidad
de la metafísica puede tener ahora realmente por lo menos tres significaciones
diferentes, de las cuales Kant afirmó la positiva posibilidad de una y discutió
la de las otras dos. Kant escribió una metafísica de la naturaleza y en ella
trata aquella parte de la ciencia natural que es pura, es decir, que no
proviene de la experiencia sino meramente de la razón a priori, determinándose
el conocimiento hacia el sistema de la naturaleza; ella indaga, entonces, por
lo que pertenece al concepto de la existencia de una cosa en general o de una
cosa en particular.
En este sentido, la metafísica de la naturaleza habría de designarse, más o menos, como constitución a priori de las cosas naturales sobre la base de las determinaciones del conocimiento natural en general. Esta significación de la metafísica podría conducir fácilmente ahora, con el concepto de experiencia, a su colapso total y nada temíó tanto Kant como este vacío. Buscó evitarlo, en primer lugar, en interés de la certeza del conocimiento natural y, sobre todo, en interés de la integridad de la ética, refiriendo todo conocimiento natural y por lo tanto también la metafísica de la naturaleza, no sólo a espacio y tiempo como a conceptos ordenadores en ella, sino que hizo de ellos toto coelo determinaciones diferentes de las categorías. De esta manera se evitó desde un principio un centro teórico uniforme de conocimiento cuya, en exceso, poderosa fuerza de gravedad podría arrastrar toda experiencia en sí; de otra parte, fue comprensible de suyo la necesidad de lograr producir algo para un fondo de posibilidad a posteriori de la experiencia, es decir, cuando tampoco el contexto haya roto la continuidad de conocimiento y experiencia. Resultó como expresión de la separación de las formas de intuición con respecto a las categorías, la así llamada 'materia de la sensación' que, por decirlo así, se mantuvo alejada artificialmente del centro vivificante del contexto categorial a través de las formas de la intuición en las que fue absorbida incompletamente. Así se efectuó la separación de metafísica y experiencia, esto es, según la propia expresión de Kant, de conocimiento puro y experiencia.
El temor frente a un exaltado uso de la razón, frente a las
exigencias de un entendimiento no referido más a ninguna intuición, la
preocupación por la protección de la particularidad del conocimiento ético no
fueron, quizá, los únicos motivos de esa estructura fundamental de la crítica
de la razón pura. A esto se agrega sea como poderosa componente, sea como
resultante de estos motivos el decidido rechazo contra el tercer concepto de la
metafísica (cuando el segundo designa la ilimitada aplicación de las
categorías, es decir, pues, lo que entiende Kant por un uso trascendental). Ese
tercer concepto de la posibilidad de la metafísica es el concepto de la
deducibilidad a partir del principio o contexto supremo del conocimiento o -en
otras palabras, el concepto de conocimiento especulativo en el preciso sentido
de la palabra. Es sumamente curioso que Kant establece una aguda separación y
discontinuidad en interés del carácter apriorístico y la logicidad, allí donde
los filósofos prekantianos buscaron producir a partir del mismo interés la más
intima continuidad y unidad, esto es, producir la más íntima conexión entre
conocimiento y experiencia a través de la deducción especulativa del mundo.
Aquel concepto de experiencia que Kant relaciona con el concepto de
conocimiento, por lo demás nunca a la manera de continuidad en relación, no
tiene la riqueza del concepto de experiencia de los filósofos anteriores. Es, a
saber, el concepto de experiencia científica.
Puede ser aceptado que el interés de Kant en una prohibición
de los vacíos, fantásticos, vuelos del pensamiento se haya realizado de otra
manera que a través de la doctrina de la estética trascendental. Mucho más
importante y difícil, por otra parte, es la cuestión de su posición frente al
conocimiehto especulativo. Pues en esta relación, el proceso de razonamiento de
la estética trascendental es, ciertamente, la contradicción que se opone a toda
transformación del idealismo trascendental de la experiencia en un idealismo
especulativo. ¿Sobre qué descansaba la resistencia de Kant a la idea de una
metafísica especulativa, es decir, al protoconcepto de una metafísica que
aprehendiese deductivamente el conocimiento? Esta cuestión está tanto más
justificada, en cuanto que las aspiraciones de la escuela neokantiana insisten
en la superación de la rigurosa distinción entre formas de intuición y
categorías; pero con la superación de esa dístinción parece surgir, de hecho,
la transformación de la filosofía trascendental de la experiencia en una filosofía
trascendental pero especulativa, cuando bajo el pensamiento especulativo se
entiende un pensamiento tal que deduce el conocimiento entero de sus
principios. Quizá sea permitida ahora la presunción de que en un tiempo en que
la experiencia estuvo abstraída en una enorme trivialidad e impiedad, el
interés filosófico, cuando fue sincero, no pudo tener más ningún interés en la
salvación de esa experiencia para la esencia del conocimiento.
Hay que admitir que tal vez a toda metafísica especulativa
anterior a Kant yacía en el fondo una confusión entre dos conceptos de
experiencia; pero quizás no precisamente de esa confusión tuvo que sacar
Spinoza el interés apremiante de la deducibilidad de la experiencia, mientras
que Kant en su tiempo tuvo que rechazarla, justamente a partir de la misma
confusión. Es preciso distinguir el concepto de experiencia natural e inmediata
del concepto de experiencia del contexto del conocimiento. En otras palabras,
esta confusión cons de los conceptos: conocimiento de experiencia y
experiencia. Para el concepto de conocimiento de experiencia, la experiencia no
es exterior a su yacente novedad, sino que la experiencia como objeto de
conocimiento es ella misma, en otra forma, la uniforme y continua variedad del
conocimiento. La experiencia misma no acontece, tan paradójico como esto suene,
en el conocimiento de experiencia precisamente porque este último es, por
consiguiente, un contexto de conocimiento. Pero la experiencia es el símbolo de
ese contexto de conocimiento y se encuentra con ello, por completo, en otro
orden que esta misma. Quizá se ha escogido muy desafortunadamente al término
símbolo; él debe expresar solamente la diferencia de órdenes que quizá debe ser
explicada en una imagen: cuando un pintor está sentado frente a un paisaje y lo
pinta, como acostumbramos decir, ese mismo paisaje no proviene, de esta manera,
de su imagen; se le podría designar en grado sumo como el símbolo de su
contexto artístico y, claro está, se le otorgaría una elevada dignidad a la
imagen, y precisamente también la habría de justificar.
La confusión prekantiana de experiencia y conocimiento de
experiencia dominó también a Kant, pero la imagen del mundo se había
transformado. Si primero el símbolo de la unidad de conocimiento que llamamos
experiencia había sido algo elevado, si la experiencia anterior había sido, si
bien diferente en contenido, cercana a Dios y divina, la experiencia de la
Ilustración fue robada en creciente medida de este contenido. Bajo esta
constelación, el interés filosófico fundamental de la deducibilidad del mundo,
el interés fundamental del conocimiento tenía que resultar perjudicado porque
precisamente aquella confusión yacía entre experiencia y conocimiento de
experiencia.
No subsistía ya ningún interés en la necesidad del mundo,
sino que todo el interés se concentró en la consideración de su contingencia,
indeducibilidad, puesto que se estrelló con aquella experiencia sin Dios de la
que se creyó erróneamente que los anteriores filósofos la hubieran querido o la
hubieran deducido. Se dejó de preguntar por la especie de aquella 'experiencia'
que sólo se hubiera podido llegar a deducir si hubiera sido conocimiento. Kant
reconoció tan poco como sus antecesores la distinción de 'experiencia' y
conocimiento de experiencia. Aquella 'experiencia vacía de Dios' no debió ser
más deducible, por esto no persistió más ningún interés, así como a pesar de
todo interés la más divina experiencia nunca fue deducible, ni lo será, y
porque Kant no quiso deducir aquella experiencia vacía, explicó la
no-deducibilidad de la experiencia en el conocimiento. Con ello, es pues, claro
que todo depende de la pregunta sobre cómo se comporta el concepto
'experiencia' en el término 'conocimiento de experiencia' hacia el mero
concepto 'experiencia'. En primer lugar hay que decir que el uso del lenguaje
en lo anteriormente dicho no fue falso, es decir, que de hecho la 'experiencia'
que experimentamos en la experiencia es la misma, idéntica, que conocemos en el
conocimiento de experiencia. Bajo esta suposición, se tendrá que preguntar en
qué descansa la identidad de la experiencia y en qué yace, en ambos casos, la
distinción del comportamiento ante ella, allí se la experimenta en la
experiencia pero se la deduce en el conocimiento.
Filosofía es experiencia absoluta deducida como lenguaje en
el contexto sistemático simbólico. La experiencia absoluta es, para la
intuición de la filosofía, lenguaje; lenguaje, no obstante, entendido como
concepto simbólico sistemático. Ella se especifica en modalidades del lenguaje,
una de las cuales es la percepción; las doctrinas sobre la percepción así como
sobre todos los fenómenos inmediatos de experiencia absoluta pertenece, en
sentido más amplio a las ciencias filosóficas. La filosofía entera, incluyendo
las ciencias filosóficas, es doctrina.
Traducción: Omar Rosas
Departamento de Filosofía | Universidad Nacional de Colombia.
(BENJAMIN, Walter, “Über die Wahrnehmung” Gesammelte Schriften, Bd VI, Suhrkamp Verlag. Frankfurt a. M. 198ó, S.33 -38.)
Departamento de Filosofía | Universidad Nacional de Colombia.
(BENJAMIN, Walter, “Über die Wahrnehmung” Gesammelte Schriften, Bd VI, Suhrkamp Verlag. Frankfurt a. M. 198ó, S.33 -38.)