Julio Le Parc ✆ Modulaciones |
Especial para La Página |
esperanza? El pensamiento escatológico, así esbozado, encuentra su raíz en los apocalípticos judíos de los siglos II y I antes del cristianismo, y continuará, modificado, en la nueva fe.
Dice Karl Löwit en “Historia del Mundo y Salvación”, “para
judíos y cristianos la historia significó ante todo historia de la salvación.
El factum de la historia y sus preguntas por un sentido surge de la creencia
escatológica de un fin último de la historia de la salvación. La dimensión
temporal de una meta definitiva es así un futuro escatológico, y el futuro sólo
existe para nosotros en la espera y la esperanza”
Las aproximaciones teológicas o seculares, en torno a la redención, se
definen según las épocas y el contexto
histórico en que cobran vida. Un proceso complejo en el que convergen
circunstancias históricas concretas y una lúcida conciencia de que el mundo
debe cambiar
La liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de
Egipto es recordado aún hoy como la acción redentora primordial de Dios con su
pueblo.
Así lo proclamó Isaias (Is.43) “ Porque yo soy Yavheh tu
Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto”
El mesianismo es liberación, es el fin de todo cautiverio. Por ello Ciro, reyde
de Persia es llamado “el ungido de Yahveh”
el Mesías, por haber liberado al pueblo de Israel del cautiverio
babilónico (Is,45).
Se puede advertir, que en los escritos proféticos conviven dos visiones en torno a la
redención; por una parte el Mesías, el ungido, sería un rey de la casa de David quien restauraría el reino de Israel en
toda su gloria, libre de los grandes imperios de Oriente. Se trata por sobre
todo de una restauración político nacional.
Junto a esa visión, que se proyectará a lo largo de los años de exilio
del pueblo de Israel, coexiste una vigorosa esperanza de una redención humana y
social, de la paz y la justicia perpetuas
que deberá suceder al final de los tiempos cuando las naciones no
levantarán espada una contra otra, cuando la justicia llegue a los desposeídos
y los oprimidos, se comparta el pan con el hambriento y se cubra al desnudo.
(visiones de Isaías, Miqueas, Amos).
Ambas concepciones, si bien diferentes, participan, en las proclamas
proféticas, de una misma esperanza, la restauración política implica volver al camino de la justicia, y andar por
el sendero de la rectitud.
El exilio babilónico y la destrucción del Templo de
Jerusalem potenció la esperanza
mesiánica en la restauración de Israel y el fin de la diáspora. Lo que caracteriza ese advenimiento en los
escritos bíbilicos judíos es el hecho
que el advenimiento de la redención se realiza en este mundo y subraya el carácter colectivo y no individual de la salvación
(J.H. Laenen “La MísticaJudía).
Rabí Akiva, prominente maestro del Talmud, exclamó: “He aquí
el Rey Mesías” (Talmud de Jerusalem-Taanit, 4-8) aludiendo a Bar Kojva, el jefe del último y heroico levantamiento
contra Roma (132-135 d.c).
Como fue señalado,
entre los siglos III y II a.c se desarrolló en Judea una corriente apocalíptica
que llegó a nosotros a través de escritos seudo-epigráficos. La nueva
literatura seudo bíblica procedía de los más diversos círculos de la sociedad
judía, de los fariseos, de los esenios, de los saduceos y aún de los judíos
helenizados. En “Los salmos de Salomón”
escrito probablemente por un fariseo devoto, éste lamenta las desgracias de la
época, el ataque de Pompeyo a Judea, y expresa
un vehemente deseo de la llegada del Mesías, hijo de David, quien será
un rey muy piadoso, conducido por Dios y en sus días no habrá injusticias,
porque todos serán santos y su rey un ungido de Dios.
El libro de Enoch compuesto en el primer siglo antes del
nacimiento de Jesús, conduce al lector a las espesuras del misticismo
religioso. Comienza con un viaje celestial guiado por ángeles sagrados que
muestran a Enoch el futuro día del juicio final, cuando serán destruídos los
pecadores y premiados los piadosos. En
siguientes capítulos se describe una serie de visiones; el orden del mundo bajo
el reinado del Mesías. A la vera de Dios se halla un”hijo del hombre”,
semejante a los angeles, que es el elegido de Dios, el Mesías, a quien se le
encomienda destronar a los reyes de las naciones porque desconocieron a aquel
que les concedió el poder. Cuando el ungido llegue se producira el milagro de
la resurrección. Los piadosos disfrutarán de beatitud y los malvados sufriran
los padecimientos de aquellos a quienes mortificaron. (Simón Dubnow”Historia
Universal del Pueblo Judío” T.II)
Es fácil advertir en esta visiones las respuestas a las mas
profundas angustias humanas: al temor y aflicción de la muere. El Mesías
producirá el milagro de la resurrección.
Los cuerpos revivirán y la vida no tendrá fin. ¡ Que mayor consuelo
contra ese destino inevitable! La
justicia fue un ideal que el pensamiento judío expresó a traves de sus
profetas, de sus sabios y de sus misticos.
Vivian como ominoso el padecimiento del justo y el goce del malvado. Esa
injusticia violaba el orden divino de la
creación y debía ser restaurado. Era la misión del redentor.
“En la literatura apocalíptica la profecía bíblica de de la
restauración nacional de Israel y de la dinastía davídica se sitúa en un
contexto mucho más extenso, de tipo cósmico. En opinión de los apocalípticos
las profecías bíblicas deben interpretarse a la luz del fin definitivo de este
mundo, del juicio final y el surgimiento de una edad radicalmente nueva para
todo el cosmos” (Laenen-obra citada).
En las condiciones sociales politicas y religiosa existentes
a finales del siglo I a.c., marcadas por el férreo dominio de Roma, la
desigualdad social y el fraccionamiento del pensamiento judío en distintas
sectas, la población de Judea se
encuentra penetrada de una fuerte esperanza mesianica, y algunos grupos
proclaman la imperiosa necesidad de levantarse contra Roma y recobrar la
soberanía política, que no es otra que el reinado de Dios.
En ese contexto surge una nueva secta judía, cuyo centro
es Jesús de Nazaret, quien dirige su prédica a los marginados, a los
“simples”, haciéndose eco de los anhelos y esperanzas de sectores más humildes
de la sociedad judía.
Como un nuevo profeta, condena la injusticia, el
padecimiento de los justos y el desamparo de los “simples”. El famoso Sermón de
la Montaña es un claro ejemplo de su prédica. Esa originaria secta judía se
desenvuelve con tanta fuerza entre los pueblos paganos, que termina convirtiéndose
en una nueva religión, el cristianismo, cuya relevancia universal es por todos conocida. El mensaje cristiano
proclama que hecho de la salvación ocurrió con la llegada de Cristo, unigénito
del padre, cuya encarnación, pasión y resurrección redimió a los hombres del
pecado. Para la Iglesia primitiva, el regreso del Redentor era inminente.
Cristo volvía para juzgar al mundo, a los vivos y a los muertos. En la carta a
los Colosenses, Pablo proclama que la redención aportada por Cristo es alabada en
cuanto redención cósmica y universal. La creación entera debe ser liberada de
la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos
de Dios, y de la totalidad de la creación.
En la Epístola a los Hebreos, Pablo les dice: “Tenéis necesidad de
paciencia para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido, pues
todavía un poco muy poco tiempo y el que ha de venir vendrá sin tardanza” (Heb.
10-36). En fin, la vuelta de Cristo era
inminente.
Al no ocurrir lo esperado y anunciado, emergió la Iglesia,
sus jerarquías, su liturgia y con ellas nuevas
ortodoxias y heterodoxias, y renovadas visiones apocalípticas.
Tanto en el judaísmo como en el cristianismo el paso del
tiempo y la demora en el advenimiento del esperado Mesías produjeron
reinterpretaciones sobre el tiempo final y sobre la propia misión mesiánica.
A fines del siglo XII Rabí Moshé ben Maimón (Maimónides) en
respuesta a una consulta que le formula el Rabino de la comunidad judía del
Yemen sobre cómo enfrentar las persecuciones que estaban padeciendo en ese reino del oriente y la aparición en la
comunidad de un autotitulado Mesías, Maimónides responde en una carta (Sobre el
Mesías-Carta a los judíos del Yemen-Barcelona 1987), plena de profundas
reflexiones sobre la fe y la Torá y a
Dios que la dictó a Moisés. Maimónides trata de reconfortara los líderes de la
comunidad judía del Yemen sobre las persecuciones que sufren recordándoles como a través de la historia
Dios aniquiló a todos aquellos que pretendieron destruir a Israel y en cuanto
al pretendido mesías aclara que ese sujeto carece de todos los atributos que
deberán acompañar al Rey Mesías, y
esboza esos atributos. El Mesías deberá manifestarse en tierra de Israel. Y
tras hacer su aparición congregará a todos los exiliados en Jerusalén y en los
restantes lugares de Israel. Pero es es un su obra Mishné Torá donde Maimónides
precisa cual será la misión del Mesías, salvador de Israel: “Surgirá EL Rey
Mesías y restaurará el Reino de David a su primitivo estado original y
soberanía. Reconstruirá su santuario y reunirá a los dispersos de Israel.
Entonces todas la leyes serán restauradas, como antaño volverán a ofrecerse
sacrificios y se observarán los años sabáticos y jubileos según los
mandamientos que vienen de la Torá”. Como se puede observar el racionalismo de
Maimónides lo abstrae de entrar en el terreno apocalíptico o en
cualquier especulación mística. La redención es sólo la restauración del Reino
de David.
Un contemporáneo de Maimónides, Joaquín de Fiore, abad y
monje italiano, (1131-1202), al contrario del racionalismo del primero, y más
próximo a la apocalíptica de Enoch aborda de forma revolucionaria el misterio
trinitario. Divide la Trinidad en tres órdenes históricos, el estado de Padre,
el estado del Hijo y el Estado del Espíritu
Santo. Cada uno de ellos representa un capítulo del proceso de la redención. En
lo que se conoció posteriormente como “evangelio eterno” la doctrina de Joaquín
reconoce en el orden de Espíritu Santo un estado monacal de santos cuya misión
histórica era salvar, a través de un supremo esfuerzo, a un mundo decadente.
Esa esperanza mesiánica tiene su versión secular a través de
las utopías sociales, el materialismo histórico de Marx, la redención en Walter
Benjamin así como entre otros prominentes pensadores.
Sin embargo la realidad que vivimos, no deja de ser
insoportable y la redención humana se demora sin tiempo final.
No quisiera clausurar
toda esperanza, pero pienso, parafraseando al escritor Andrés Rivera que: la
redención humana es un sueño eterno.