“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/1/13

La redención humana / Un sueño eterno

Julio Le Parc ✆ Modulaciones 
Marcos Cynowiec

Especial para La Página
En este mundo turbulento, donde millones de seres humanos viven vencidos y si esperanzas, donde los sueños de una sociedad justa se fueron debilitando a lo largo de los años, hasta quedar descarnados, un mundo donde los ademanes suplantaron a las conductas y la liturgia institucionalizó la esperanza, sea ésta teológica o secular; vale recrear ese otro mundo donde las utopías de redención humana llegaron a límites insospechados. Fue el despliegue más gigantesco de la imaginación del hombre, para esbozar los contenidos  de un mundo mejor. La redención, la salvación, el mesianismo, fue o  es todavía para algunos la espera de lo que todavía no aconteció, pero debe advenir. ¿Cuál sería hoy la misión de ese Redentor,  de ese Salvador? ¿cómo  se encarnará esa
esperanza? El pensamiento escatológico, así esbozado, encuentra su raíz en los apocalípticos judíos de los siglos II y I antes del cristianismo, y continuará, modificado, en la nueva fe.

Dice Karl Löwit en “Historia del Mundo y Salvación”, “para judíos y cristianos la historia significó ante todo historia de la salvación. El factum de la historia y sus preguntas por un sentido surge de la creencia escatológica de un fin último de la historia de la salvación. La dimensión temporal de una meta definitiva es así un futuro escatológico, y el futuro sólo existe para nosotros en la espera y la esperanza”

Las aproximaciones teológicas  o seculares, en torno a la redención, se definen según  las épocas y el contexto histórico en que cobran vida. Un proceso complejo en el que convergen circunstancias históricas concretas y una lúcida conciencia de que el mundo debe cambiar

La liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto es recordado aún hoy como la acción redentora primordial de Dios con su pueblo.

Así lo proclamó Isaias (Is.43) “ Porque yo soy Yavheh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. He puesto por expiación tuya a Egipto” El mesianismo es liberación, es el fin de todo cautiverio. Por ello Ciro, reyde de Persia es llamado “el ungido de Yahveh”  el Mesías, por haber liberado al pueblo de Israel del cautiverio babilónico (Is,45).

Se puede advertir, que en los escritos proféticos   conviven dos visiones en torno a la redención; por una parte el Mesías, el ungido, sería un rey de la casa de  David quien restauraría el reino de Israel en toda su gloria, libre de los grandes imperios de Oriente. Se trata por sobre todo de una restauración político nacional.  Junto a esa visión, que se proyectará a lo largo de los años de exilio del pueblo de Israel, coexiste una vigorosa esperanza de una redención humana y social, de la paz y la justicia perpetuas  que deberá suceder al final de los tiempos cuando las naciones no levantarán espada una contra otra, cuando la justicia llegue a los desposeídos y los oprimidos, se comparta el pan con el hambriento y se cubra al desnudo. (visiones de Isaías, Miqueas, Amos).  Ambas concepciones, si bien diferentes, participan, en las proclamas proféticas, de una misma esperanza, la restauración política implica  volver al camino de la justicia, y andar por el sendero de la rectitud.

El exilio babilónico y la destrucción del Templo de Jerusalem  potenció la esperanza mesiánica en la restauración de Israel y el fin de la diáspora.  Lo que caracteriza ese advenimiento en los escritos bíbilicos  judíos es el hecho que el advenimiento de la redención se realiza en este mundo y  subraya el carácter  colectivo y no individual de la salvación (J.H. Laenen “La MísticaJudía).

Rabí Akiva, prominente maestro del Talmud, exclamó: “He aquí el Rey Mesías” (Talmud de Jerusalem-Taanit, 4-8) aludiendo a Bar Kojva, el  jefe del último y heroico levantamiento contra Roma  (132-135 d.c).

Como fue  señalado, entre los siglos III y II a.c se desarrolló en Judea una corriente apocalíptica que llegó a nosotros a través de escritos seudo-epigráficos. La nueva literatura seudo bíblica procedía de los más diversos círculos de la sociedad judía, de los fariseos, de los esenios, de los saduceos y aún de los judíos helenizados.  En “Los salmos de Salomón” escrito probablemente por un fariseo devoto, éste lamenta las desgracias de la época, el ataque de Pompeyo a Judea, y expresa  un vehemente deseo de la llegada del Mesías, hijo de David, quien será un rey muy piadoso, conducido por Dios y en sus días no habrá injusticias, porque todos serán santos y su rey un ungido de Dios.

El libro de Enoch compuesto en el primer siglo antes del nacimiento de Jesús, conduce al lector a las espesuras del misticismo religioso. Comienza con un viaje celestial guiado por ángeles sagrados que muestran a Enoch el futuro día del juicio final, cuando serán destruídos los pecadores  y premiados los piadosos. En siguientes capítulos se describe una serie de visiones; el orden del mundo bajo el reinado del Mesías. A la vera de Dios se halla un”hijo del hombre”, semejante a los angeles, que es el elegido de Dios, el Mesías, a quien se le encomienda destronar a los reyes de las naciones porque desconocieron a aquel que les concedió el poder. Cuando el ungido llegue se producira el milagro de la resurrección. Los piadosos disfrutarán de beatitud y los malvados sufriran los padecimientos de aquellos a quienes mortificaron. (Simón Dubnow”Historia Universal del Pueblo Judío” T.II)



Es fácil advertir en esta visiones las respuestas a las mas profundas angustias humanas: al temor y aflicción de la muere. El Mesías producirá el milagro de la resurrección.  Los cuerpos revivirán y la vida no tendrá fin. ¡ Que mayor consuelo contra ese destino inevitable!  La justicia fue un ideal que el pensamiento judío expresó a traves de sus profetas, de sus sabios y de sus misticos.  Vivian como ominoso el padecimiento del justo y el goce del malvado. Esa injusticia violaba el orden  divino de la creación y debía ser restaurado. Era la misión del redentor.

“En la literatura apocalíptica la profecía bíblica de de la restauración nacional de Israel y de la dinastía davídica se sitúa en un contexto mucho más extenso, de tipo cósmico. En opinión de los apocalípticos las profecías bíblicas deben interpretarse a la luz del fin definitivo de este mundo, del juicio final y el surgimiento de una edad radicalmente nueva para todo el cosmos” (Laenen-obra citada).

En las condiciones sociales politicas y religiosa existentes a finales del siglo I a.c., marcadas por el férreo dominio de Roma, la desigualdad social y el fraccionamiento del pensamiento judío en distintas sectas,  la población de Judea se encuentra penetrada de una fuerte esperanza mesianica, y algunos grupos proclaman la imperiosa necesidad de levantarse contra Roma y recobrar la soberanía política, que no es otra que el reinado de Dios.

En ese contexto surge una nueva secta judía, cuyo centro es  Jesús de Nazaret, quien  dirige su prédica a los marginados, a los “simples”, haciéndose eco de los anhelos y esperanzas de sectores más humildes de la sociedad judía.

Como un nuevo profeta, condena la injusticia, el padecimiento de los justos y el desamparo de los “simples”. El famoso Sermón de la Montaña es un claro ejemplo de su prédica. Esa originaria secta judía se desenvuelve con tanta fuerza entre los pueblos paganos, que termina convirtiéndose en una nueva religión, el cristianismo, cuya relevancia universal  es por todos conocida. El mensaje cristiano proclama que hecho de la salvación ocurrió con la llegada de Cristo, unigénito del padre, cuya encarnación, pasión y resurrección redimió a los hombres del pecado. Para la Iglesia primitiva, el regreso del Redentor era inminente. Cristo volvía para juzgar al mundo, a los vivos y a los muertos. En la carta a los Colosenses, Pablo proclama que la redención aportada por Cristo es alabada en cuanto redención cósmica y universal. La creación entera debe ser liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y de la totalidad de la creación.   En la Epístola a los Hebreos, Pablo les dice: “Tenéis necesidad de paciencia para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido, pues todavía un poco muy poco tiempo y el que ha de venir vendrá sin tardanza” (Heb. 10-36).  En fin, la vuelta de Cristo era inminente.

Al no ocurrir lo esperado y anunciado, emergió la Iglesia, sus jerarquías, su liturgia y con ellas nuevas  ortodoxias y heterodoxias, y renovadas visiones apocalípticas.

Tanto en el judaísmo como en el cristianismo el paso del tiempo y la demora en el advenimiento del esperado Mesías produjeron reinterpretaciones sobre el tiempo final y sobre la propia misión mesiánica.

A fines del siglo XII Rabí Moshé ben Maimón (Maimónides) en respuesta a una consulta que le formula el Rabino de la comunidad judía del Yemen sobre cómo enfrentar las persecuciones que estaban padeciendo en ese  reino del oriente y la aparición en la comunidad de un autotitulado Mesías, Maimónides responde en una carta (Sobre el Mesías-Carta a los judíos del Yemen-Barcelona 1987), plena de profundas reflexiones sobre la fe y la Torá  y a Dios que la dictó a Moisés. Maimónides trata de reconfortara los líderes de la comunidad judía del Yemen sobre las persecuciones que sufren  recordándoles como a través de la historia Dios aniquiló a todos aquellos que pretendieron destruir a Israel y en cuanto al pretendido mesías aclara que ese sujeto carece de todos los atributos que deberán acompañar al Rey Mesías,  y esboza esos atributos. El Mesías deberá manifestarse en tierra de Israel. Y tras hacer su aparición congregará a todos los exiliados en Jerusalén y en los restantes lugares de Israel. Pero es es un su obra Mishné Torá donde Maimónides precisa cual será la misión del Mesías, salvador de Israel: “Surgirá EL Rey Mesías y restaurará el Reino de David a su primitivo estado original y soberanía. Reconstruirá su santuario y reunirá a los dispersos de Israel. Entonces todas la leyes serán restauradas, como antaño volverán a ofrecerse sacrificios y se observarán los años sabáticos y jubileos según los mandamientos que vienen de la Torá”. Como se puede observar el racionalismo de Maimónides lo abstrae de entrar en el terreno apocalíptico  o  en cualquier especulación mística. La redención es sólo la restauración del Reino de David.

Un contemporáneo de Maimónides, Joaquín de Fiore, abad y monje italiano, (1131-1202), al contrario del racionalismo del primero, y más próximo a la apocalíptica de Enoch aborda de forma revolucionaria el misterio trinitario. Divide la Trinidad en tres órdenes históricos, el estado de Padre, el estado del Hijo y el Estado del  Espíritu Santo. Cada uno de ellos representa un capítulo del proceso de la redención. En lo que se conoció posteriormente como “evangelio eterno” la doctrina de Joaquín reconoce en el orden de Espíritu Santo un estado monacal de santos cuya misión histórica era salvar, a través de un supremo esfuerzo, a un mundo decadente.

Esa esperanza mesiánica tiene su versión secular a través de las utopías sociales, el materialismo histórico de Marx, la redención en Walter Benjamin así como entre otros prominentes pensadores.

Sin embargo la realidad que vivimos, no deja de ser insoportable y la redención humana se demora sin tiempo final.

No quisiera  clausurar toda esperanza, pero pienso, parafraseando al escritor Andrés Rivera que: la redención humana es un sueño eterno.