Ha habido autores que han proporcionado una idea o un
instrumento decisivo para el progreso de la sociedad en su momento. Pero la
aportación de Leibniz fue arquitectónica en el sentido de que proporcionó
estructuras básicas para la configuración de ese paradigma cultural en el que
hoy problemáticamente nos movemos y que llamamos Modernidad. Posteriormente,
otros muchos irían dotando de matices, contenidos concretos y consecuencias las
grandes líneas arquitectónicas trazadas por Leibniz.
Leibniz aportó ideas de tan largo alcance como el sistema
numérico binario, la idea del inconsciente, la concepción de Europa como unidad
cultural, la formulación de una metafísica de la individualidad, la relevancia
de la creación de revistas y sociedades científicas, la consideración de la
mujer como sujeto científico y filosófico equiparable al hombre, o una
concepción intercultural de la constitución del saber. Estos son algunos
ejemplos de ideas leibnizianas que antes o después tuvieron un efecto
multiplicador y constituyeron la trama intelectual sobre la que se construyó la
Modernidad.
Fue la de Leibniz una mente desbordantemente creativa tanto
en profundidad como en extensión. A diferencia de otros grandes genios como
Kant, Einstein o Picasso, Leibniz fue creador en ámbitos muy diferentes del
saber, su innovación no se restringe a una disciplina (¡que ya sería bastante!).
Participó creativamente en materias tan distintas como la matemática, la
ingeniería, el diseño industrial, la metafísica, la ética, la lógica, la teoría
del conocimiento, la política, la gestión cultural, la diplomacia, la física,
la dinámica, la psicología, la medicina, la salud pública, la estadística, la
teoría de probabilidades, la filología, el derecho, la música, la geología, la
historia, la teología…
Lo anterior justifica por sí mismo que se preste atención a
la obra de un intelectual de semejante envergadura. Pero el interés por
Leibniz no es solamente de carácter histórico, sino también sistemático, es
decir, puede aportar ideas para pensar nuestro momento actual. Esto no es
casual, sino que responde al momento histórico que vivió. Leibniz está ubicado
en el paso del siglo XVII al XVIII, en plena constitución de la visión moderna
del mundo, tanto en el ámbito teórico (científico) como práctico
(ético-político). Muchas de las propuestas que realizó no tuvieron eco en su
momento inmediato, sino con posterioridad (por ejemplo, la concepción relativista
del espacio y del tiempo, o la teoría del inconsciente).
Pues bien, en el comienzo del siglo XXI, en el que la
Modernidad está en plena revisión y crisis, las propuestas de Leibniz suenan
sugerentes. Está situado en el momento de partida de la Modernidad y a la vez
como propuesta crítica de la matriz Descartes-Kant, que se convirtió en el eje
más potente de la constitución de la cultura moderna. Leibniz puede entenderse
como el símbolo de otra Modernidad posible. Para ello ha de superarse la imagen
del Leibniz racionalista, que constituye un paso intermedio entre el
cartesianismo y Kant. La obra de Leibniz, que se va conociendo en su totalidad
poco a poco, según avanza la edición de la Academia de Ciencias de
Berlin-Brandenburg y la Academia de Ciencias de Göttingen, desborda por todos
lados esa imagen tan reduccionista que en algún momento ha existido. La
aportación de Leibniz a la historia de la lógica y a la historia de las
ciencias es incuestionable. Pero esa aportación, en el conjunto de su
pensamiento, forma parte de un marco más amplio, que puede adoptar el formato
de una metafísica de la individualidad sistémica. Esta propuesta de
racionalidad incluye una lógica del orden principal, una ontología de la razón
vital, una epistemología del perspectivismo corporal y una ética del
reconocimiento.
Tras varios siglos de desarrollo, la Modernidad ilustrada ha
ido mostrando muchas de sus limitaciones. Y ante ellas Leibniz puede ofrecer
propuestas para abordarlas y superarlas. Frente a la linealidad positivista del
pensamiento, Leibniz propone un perspectivismo que puede entenderse en línea
con la transformación hermenéutica del pensamiento. Frente a la reducción
nacionalista atomizadora de la organización política, Leibniz propugna la
convergencia cooperativa de las diferentes culturas (por ejemplo, en relación
con la cultura china). Frente a la relegación de la mujer a un plano secundario
en la vida pública, Leibniz asume como interlocutoras en las discusiones
científicas o políticas en muchos casos a mujeres de su época. Frente a una
razón escindida en ámbitos teórico y práctico, Leibniz configura un modelo de
racionalidad unificada, en el que los diversos niveles de la razón interactúan
entre sí. Frente a una reducción de la ciencia a lógica del saber, Leibniz
propone una metodología pluralista en la que hay una interacción entre objeto y
método. Frente a un conceptualismo abstracto, Leibniz esboza un cierto modelo
de razón vital. Frente al monismo metodológico de cierta concepción de la
ciencia, Leibniz exhibe una profusión y diversidad metódica dinámicamente
controlada. Frente al déficit experiencial del racionalismo ilustrado, Leibniz
crea un sistema atravesado por la experiencia básica de que “todo está vivo”.
Frente a los individualismos de diverso tipo, Leibniz elabora una teoría que conjuga
un principio irrenunciable de individualidad y diferencia con un principio de
sistematicidad según el cual tout est lié. Frente a los fundamentalismos
religiosos, Leibniz reivindica la tolerancia y la racionalidad para el ámbito
de las disputas de religión. Frente a una Europa constituida por nacionalidades
enfrentadas, Leibniz se erige en uno de los pioneros de la idea de Europa como
unidad cultural, en los aspectos político, científico, religioso o artístico.
De este modo, Leibniz puede situarse fructíferamente tanto
en la génesis de la Modernidad como en su crisis. Su pensamiento resulta
productivo tanto para comprender la Modernidad como para pensar alternativas
cuando ésta se pone en cuestión. Es un filósofo transmoderno. He aquí la imagen
del nuevo Leibniz que se viene configurando en las últimas décadas, y que sigue
dando argumentos para pensar nuestro momento actual.
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