Especial
para La Página
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Un golpe a la constitucionalidad de Mali fue el
acontecimiento que en la madrugada del pasado jueves 22 de marzo despertó
a toda África y comenzó a recorrer el mundo cuando sus protagonistas, jóvenes
oficiales del ejército dirigidos por el capitán Amadou Hawa Sanogo, comenzaron
a detener a generales y comandantes, ocupar medios de comunicación, controlar
el acceso a la Casa
de Gobierno y los aeropuertos, suspendieron las garantías constitucionales,
reforzaron y cerraron el movimiento migratorio terrestre e implantaron el toque
de queda en el país.
Cuando los más altos oficiales de todo un ejército son
sometidos o aceptan su incapacidad de liderazgo es porque algo grave está
ocurriendo dentro de la organización y en el país.
Así comienza a consumarse una rebelión donde no participan,
según se ha podido conocer hasta ahora, los que detentaron algunos de los
poderes estatales. Por tal razón, referirse a un típico golpe de Estado y
controlado por alguna de las embajadas de los imperios, es todavía prematuro,
incluso porque aún se desconoce si se consolidará un cambio de gobierno o el
anterior pueda retomar su poder, aunque si es seguro que, en ese caso, no sería
el mismo país.
Las motivaciones públicas de los insurrectos, expresadas por
su vocero teniente Amadou Konaré en una conferencia de prensa, están centradas
en la preocupación por el destino de la nación ante el avance de fuerzas
externas, los Tuareg, desde el norte del país y sur de Libia y Argelia, y ante
un territorio rico en minerales y hasta de fuentes de energía, incursionado en
los últimos años por las grandes transnacionales extranjeras, beneficiadas por
las políticas neoliberales del gobierno mientras el pueblo padece extrema
pobreza reflejado en el bajo índice de desarrollo humano (0,309), ubicado entre
los diez más bajos del mundo.
Ubicación de Mali en el continente africano |
Otra crítica de los rebeldes es por la falta de recursos que
el gobierno de Toumani Touré garantiza a las fuerzas armadas para salir
victoriosos del enfrentamiento armado contra esas tribus del Sahara que a raíz
de la destrucción de Libia por la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN) están exigiendo constituirse en un nuevo Estado, con un territorio que
ancestralmente les perteneció pero que fue fragmentado a partir del Congreso de
Berlín de 1885 cuando las potencias occidentales se repartieron África y no
tuvieron en cuenta las naturales fronteras de los pueblos o etnias africanas.
He ahí una poderosa razón para que ahora los intereses
tribales estén permeando todos los movimientos sociales árabes o africanos que
acuden a sus raíces y estructuras islámicas más tradicionales para enfrentar la
crisis social (política, económica, jurídica) en que el sistema capitalista,
con el colonialismo y luego neocolonialismo, les sumió, aunque también hay
sectores militares que se están movilizando para asumir responsabilidades como
hace cuarenta años sus predecesores ya hicieron, portando proyectos
nacionalistas y hasta de orientación socialista, lo cual no excluye las
posibles interferencias de fuerzas mercenarias y de agentes encubiertos de las
potencias coloniales que actúan desde dentro de organizaciones y movimientos
sociales africanos para encauzarlos hacia sus intereses de dominación
neocolonial.
La experiencia de la revolución burkinés y del capitán
Thomas Sankara, líder de la misma, en cuanto a su gobierno y a su propia
muerte, debe tenerse presente en el análisis de estas tierras donde confluyen
Mali, Níger y Burkina Faso. También los malienses tienen en su memoria
histórica, la obra de Modibo Keita, padre fundador de esa nación afromusulmana,
solidario con los patriotas argelinos en su lucha por la independencia y amigo
de las causas más nobles y revolucionarias de la época.
Es muy interesante recordar que en parte de lo que es hoy el
territorio de Mali comenzó a desarrollarse desde el siglo III de nuestra era el
reino de Ghana que para el siglo XI toma el nombre de Mali por ser el nombre
del reino que se impuso ante los otros y logró un gran imperio, envidiado por
muchos sultanatos árabes de la época. Este alcanzó su apogeo en el siglo XIV y
ya en el XVI comienza a decaer por las luchas internas y las apetencias de uno
de sus reinos, el de Shonghai. Este último se refuerza directa o indirectamente
con la economía de trata (mercancías y seres humanos) llevada a cabo con las
potencias europeas o con los intermediarios árabes de la vasta región, lo cual
hizo que a la larga se fuera desintegrado a causa de esas mismas fuerzas
externas y que en 1850 Francia lograra imponer su voluntad sobre todo ese
territorio y en todos los vecinos como Mauritania, Senegal, Níger, Chad,
Burkina Faso, entre otros.
Precisamente, esto que está ocurriendo en Mali es otra
consecuencia del colonialismo europeo en África, continente que tiene la
población más sufrida de la tierra, primero porque la humillaron y la
desestructuraron durante varios siglos convirtiendo a más de 30 millones de sus
hijos en esclavos, y otros 70 millones que murieron violentamente durante las
cacerías humanas o tragados por el mar. Años después, la humillación cayó sobre
todas las familias africanas, convertidas de la noche a la mañana en seres
colonizados, sin derecho a la libertad ni a la independencia. Las
independencias comenzadas a mediados del siglo XX aún son un sueño no logrado
para muchos pueblos africanos y en eso están inmersos muchos de sus
protagonistas.
Los jóvenes oficiales malienses –ante la indiferencia de la
población y de sus colegas de armas- tienen una razón histórica para indignarse
y una necesidad actual para rebelarse, con el compromiso de respetar los
derechos humanos y políticos de todos por igual pues si actúan con honor y
justicia su pueblo sabrá agradecérselos, además del compromiso de defender su
país de las amenazas y apetitos imperiales de conquista.
De parte del cabecilla de los golpes de Estado en el mundo,
como es EEUU, la señal enviada no parece ajustarse a la tradición del control
de los movimientos conspirativos de derecha. No habrá más “ayuda” financiera si
no se restaura el orden constitucional y regresa al poder Toumani Touré, expresó
el gobierno de Barack Obama.
Tampoco Francia, potencia que instauró un régimen colonial a
sangre y fuego en Malì desde el siglo XIX hasta entrada la década del 60, ha dejado de condenar
“el golpe” contra Toumani a quien consideran “el presidente de Mali” porque no
hay nada decidido aún, consideró el ministro de Cooperación francés Henry
Raincourt (entidad que asume tareas del antiguo ministerio de las colonias)
ante una televisora francesa. “Francia no abandonará jamás al presidente
Touré”, puntualizó.
Ante la ausencia de resistencia popular a la revuelta
militar en el poder y del propio Jefe de Estado que parece estar en detenido
por los rebeldes, el análisis también debe orientarse hacia el programa y las
acciones que llevará a efecto el grupo de oficiales y soldados ante un país en
pie de guerra (en el norte) y que necesitará de la mayor unidad política para
enfrentar la amenaza proveniente de los tuareg quienes, en la historia de la
región, en más de una ocasión han hecho fracasar gobiernos de orígenes étnicos
bantú.
También, resulta importante analizar el matiz político que la Unión Africana y la Comunidad Económica
de Estados de África Occidental den a sus declaraciones de condena del golpe
militar y el curso de acciones que seguirán ante la agresiva posición de
Francia-EEUU-aliados y frente a una convulsionada región norafricana-sahariana
que comenzó a cambiar su mapa geopolítico con la caída de los gobiernos de
Túnez y Egipto a inicios de 2011, el desenlace político-militar con fuerte
presencia francesa ocurrido en Costa de Marfil en abril, la división
formal de Sudán en dos Estados a partir de julio y la iniciada
desintegración de la
Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista a fines del
mismo año, y que todo ello ha provocado un cambio significativo en la
correlación de fuerzas al interior del máximo organismo continental a favor de
las potencias coloniales, aunque estas aún no han logrado sus objetivos
finales.
Esto que ocurre en Mali es también consecuencia de la guerra
criminal silenciada por los medios que continúa ocurriendo en Libia, su vecino
del noreste y que comienza a surtir efectos más allá de sus fronteras, tal como
lo predijo Muammar Al Gaddafi días antes de ser asesinado por la OTAN.