“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

26/6/12

Cuestionar la estadística y quejarse de su arrogancia, de su certeza

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
La prensa es la mejor herramienta para forjar ideologías, pues simula ser oficial y seria. La semana pasada leí un artículo de Juan Villoro, y lo leí en el periódico Reforma. Me senté en mi sofá verde, encendí un cigarro y escruté. Villoro empieza preguntándose si alguien recuerda cierta "época de oro". En la época de oro los acontecimientos prefiguraban a la realidad, y no al revés, dice Villoro.

Villoro, con erudición clásica, es decir, filosófica, cita a Descartes, y elogia el florilegio que el francés le rinde a la duda. La duda es buena, lo es siempre y cuando no nos vuelva esquizofrénicos. La prosa de Villoro es mordaz, aunque me gusta más la prosa de Hitchens.

Más abajo, el audio de 
“Devórame otra vez”
El artículo del que hablaré se llama "Encuéstame otra vez" (como una canción caribeña que se llama "Devórame otra vez"). Un artículo periodístico, dijo el señor Lenin, sirve para plantear problemas y para discernir líneas de pensamiento, líneas útiles para solucionar dichos problemas. El señor Villoro deja al aire su pregunta de arranque, y como la deja al aire, la deja sin forma, como humo o como nube. Para ayudar al señor Villoro en su disquisición, usaré algunos axiomas del pensador Ludwig Wittgenstein, que es mi pensador de cabecera. Villoro cuestiona la estadística y se queja de su arrogancia, de su certeza. Es verdad, la estadística no es oracular.

Villoro compara la estadística con las predicciones climatológicas. Aclaremos: la estadística mide patrones y la climatología mide condiciones. Los analistas del clima cuentan con ábaco y abanico las condiciones presentes, y los estadísticos cuentan ritmos, y lo hacen con sendas máquinas computacionales. Wittgenstein imaginaba que la realidad se instalaba en el espacio, en un espacio hecho (en categorías intelectuales, tanto espaciales como temporales), hecho de antemano, o dicho kantianamente, "a priori".

No quiero poner en duda los saberes matemáticos de Villoro, pero sí quiero estirar sus ideas, que aunque no son oscuras, son abstrusas para el lector medio, mediano y de moda. Los hechos no generan la realidad, pues la realidad ya está hecha, ya está armada en la cabeza de la gente. Mejor afirmemos que los hechos, hechos gráficas, expanden o contraen espacios, que en política se llaman "espacios públicos".

Las estadísticas pulen opciones, crean percepciones y guían opiniones. Es fascinante oír que alguien cita a Descartes, y como no me quiero quedar atrás, citaré a Pascal, que fue un pensador dedicado a los menesteres de la probabilidad, casino de intelectuales. Pascal dijo que la opinión pública es la reina de la sociedad, y la sociedad que lee el Reforma es proletaria, según los últimos registros levantados por los Mass Media.

Al proletario no le gustan los términos medios (Lope dijo: "nací en dos extremos"). Citaré, pacientemente, un articulo de Pravda, uno escrito por Lenin. Dice así: "No hay término medio. Con el término medio sueñan en vano los señoritos, los intelectualoides, los sujetos que han estudiado mal en malos libros". Este fragmento es parte de un texto publicado en 1919, publicado en el número 190 de la revista mencionada.

Las estadísticas azuzan los términos medios, las ambigüedades, o como dicen los semióticos, la polisemia, que es fatal incertidumbre en las épocas electorales. Ante tales revolturas, el votante se dice, con Tertuliano: "Credo quia absurdum".

Creemos, sí, porque todo parece absurdo. Para un experto en Nash, estar arriba o abajo por cinco o diez puntos significa algo. Para un experto en periodismo, estar arriba o abajo significa algo. Para Hitchens, por ejemplo, las encuestas serían la forma más efectiva de convertir a un idiota en un famoso. Pero para el proletario las encuestas son confusas. No sé si Villoro escribe para promover el voto, sano acto democrático cuando se practica en países realmente democráticos.

El redactor del que hablamos dice en su artículo que pareciera que el futuro se ajusta a los caprichos de la estadística. Hasta hoy, estimado Villoro, el determinismo no ha podido con “la voluntad tenaz del hombre" (Gramsci). Estoy acordándome de algo que dijo Wittgenstein. El de Viena pensaba que esperamos, que pensamos y que sentimos en signos. ¿Qué significa lo anterior? En términos coloniales, o mejor dicho, coloquiales, significa esto: sólo vemos lo que conocemos.

Y si la estadística construye signos, tenemos que los receptores televisivos perciben sólo los signos construidos por la estadística. Una de las grandes lecciones que asimilaron los comunistas (contra Kolchak), consistió en aprender a evaluar a los partidos políticos por sus hechos y no por sus discursos. Los resultados de las encuestas, no finjamos, son parte del discurso político, son parte de la arenga, son una necesaria parte "argumentativa", diría Aristóteles.

Para disimular que las encuestas son una herramienta increíble de persuasión, Villoro escribe que existen ciertos ciudadanos que representan el "margen de error", la "libertad", ésa parte de la estadística destinada a la equivocación. Pero no existe tal "margen de error". Que yo sea parte del uno, del tres o del cinco por ciento del "margen de error", no significa que no existo y no significa que pertenezco a un sector de la población "neutral".

No quiero entrar en minucias hegelianas, porque sé que el señor Villoro, al leer este texto, me entenderá. Le hago un guiño. No existen ojos sin cuerpo, no existen sectores de la ciudadanía relegados o renegados. La democracia no se practica votando, sino actuando.

Villoro nos cuenta que un amigo suyo, un maestro de sociología, se queja porque conoce el futuro. Cito a Catulo: "Sí, para ti ya brilló el sol una vez". La clase proletaria conoce su futuro, y sabe que votando o sin votar, habrá cosas que jamás le sucederán. Triste. Y es gracias a este quietismo del destino que las estadísticas siguen sirviendo para crear las mismas opiniones de siempre.

Sexenio tras sexenio se oyen las mismas diatribas en la prensa y en la calle. No hay actos espontáneos intemporales, citando a Sartre. Un voto es una continuidad, es la continuidad de nuestra "imaginaria" democracia. Un voto no es la consciencia reflejada de la sociedad, citando otra vez a Sartre. Votar es como opinar en una encuesta, es un acto clasista. El señor Villoro ha leído a Bourdieu y sabe de qué hablo, ¿verdad?

En términos generales, hay nación cuando hay un plan general, cuando hay generosos alimentos para todos, cuando hay disciplina (carente en México, pues es menester gastar millones en propaganda para lograr que la gente vaya a votar), cuando hay consciencia de clase y cuando hay diversidad ideológica en los partidos políticos. La estadística, señor Villoro, sirve para confundir.

Los sociólogos alemanes dejaron de confiar en la estadística hace más de cincuenta años. La probabilidad, la incertidumbre o el futuro de este herido país, me hace recordar unos versos de Auden, unos que reflejan mis sentimientos hacia la estadística. Cito:
"Contemplando las estrellas,
sé muy bien que,
por ellas,
me puedo ir al infierno".

“Devórame otra vez”
Autor e intérprete: Lalo Rodríguez