Especial para La Página |
La prensa es la mejor herramienta para forjar ideologías,
pues simula ser oficial y seria. La semana pasada leí un artículo de Juan
Villoro, y lo leí en el periódico Reforma. Me senté en mi sofá verde, encendí
un cigarro y escruté. Villoro empieza preguntándose si alguien recuerda cierta
"época de oro". En la época de oro los acontecimientos prefiguraban a
la realidad, y no al revés, dice Villoro.
Villoro, con erudición clásica, es decir, filosófica, cita a
Descartes, y elogia el florilegio que el francés le rinde a la duda. La duda es
buena, lo es siempre y cuando no nos vuelva esquizofrénicos. La prosa de
Villoro es mordaz, aunque me gusta más la prosa de Hitchens.
Más abajo, el audio de “Devórame otra vez” |
Villoro compara la estadística con las predicciones
climatológicas. Aclaremos: la estadística mide patrones y la climatología mide
condiciones. Los analistas del clima cuentan con ábaco y abanico las
condiciones presentes, y los estadísticos cuentan ritmos, y lo hacen con sendas
máquinas computacionales. Wittgenstein imaginaba que la realidad se instalaba
en el espacio, en un espacio hecho (en categorías intelectuales, tanto
espaciales como temporales), hecho de antemano, o dicho kantianamente, "a
priori".
No quiero poner en duda los saberes matemáticos de Villoro,
pero sí quiero estirar sus ideas, que aunque no son oscuras, son abstrusas para
el lector medio, mediano y de moda. Los hechos no generan la realidad, pues la
realidad ya está hecha, ya está armada en la cabeza de la gente. Mejor
afirmemos que los hechos, hechos gráficas, expanden o contraen espacios, que en
política se llaman "espacios públicos".
Las estadísticas pulen opciones, crean percepciones y guían
opiniones. Es fascinante oír que alguien cita a Descartes, y como no me quiero
quedar atrás, citaré a Pascal, que fue un pensador dedicado a los menesteres de
la probabilidad, casino de intelectuales. Pascal dijo que la opinión pública es
la reina de la sociedad, y la sociedad que lee el Reforma es proletaria, según los últimos registros levantados por
los Mass Media.
Al proletario no le gustan los términos medios (Lope dijo:
"nací en dos extremos"). Citaré, pacientemente, un articulo de
Pravda, uno escrito por Lenin. Dice así: "No
hay término medio. Con el término medio sueñan en vano los señoritos, los
intelectualoides, los sujetos que han estudiado mal en malos libros".
Este fragmento es parte de un texto publicado en 1919, publicado en el número
190 de la revista mencionada.
Las estadísticas azuzan los términos medios, las
ambigüedades, o como dicen los semióticos, la polisemia, que es fatal
incertidumbre en las épocas electorales. Ante tales revolturas, el votante se
dice, con Tertuliano: "Credo quia
absurdum".
Creemos, sí, porque todo parece absurdo. Para un experto en
Nash, estar arriba o abajo por cinco o diez puntos significa algo. Para un
experto en periodismo, estar arriba o abajo significa algo. Para Hitchens, por
ejemplo, las encuestas serían la forma más efectiva de convertir a un idiota en
un famoso. Pero para el proletario las encuestas son confusas. No sé si Villoro
escribe para promover el voto, sano acto democrático cuando se practica en
países realmente democráticos.
El redactor del que hablamos dice en su artículo que
pareciera que el futuro se ajusta a los caprichos de la estadística. Hasta hoy,
estimado Villoro, el determinismo no ha podido con “la voluntad tenaz del hombre" (Gramsci). Estoy acordándome de
algo que dijo Wittgenstein. El de Viena pensaba que esperamos, que pensamos y
que sentimos en signos. ¿Qué significa lo anterior? En términos coloniales, o
mejor dicho, coloquiales, significa esto: sólo vemos lo que conocemos.
Y si la estadística construye signos, tenemos que los
receptores televisivos perciben sólo los signos construidos por la estadística.
Una de las grandes lecciones que asimilaron los comunistas (contra Kolchak),
consistió en aprender a evaluar a los partidos políticos por sus hechos y no por
sus discursos. Los resultados de las encuestas, no finjamos, son parte del
discurso político, son parte de la arenga, son una necesaria parte
"argumentativa", diría Aristóteles.
Para disimular que las encuestas son una herramienta
increíble de persuasión, Villoro escribe que existen ciertos ciudadanos que
representan el "margen de error", la "libertad", ésa parte
de la estadística destinada a la equivocación. Pero no existe tal "margen
de error". Que yo sea parte del uno, del tres o del cinco por ciento del
"margen de error", no significa que no existo y no significa que
pertenezco a un sector de la población "neutral".
No quiero entrar en minucias hegelianas, porque sé que el
señor Villoro, al leer este texto, me entenderá. Le hago un guiño. No existen
ojos sin cuerpo, no existen sectores de la ciudadanía relegados o renegados. La
democracia no se practica votando, sino actuando.
Villoro nos cuenta que un amigo suyo, un maestro de
sociología, se queja porque conoce el futuro. Cito a Catulo: "Sí, para ti
ya brilló el sol una vez". La clase proletaria conoce su futuro, y sabe
que votando o sin votar, habrá cosas que jamás le sucederán. Triste. Y es
gracias a este quietismo del destino que las estadísticas siguen sirviendo para
crear las mismas opiniones de siempre.
Sexenio tras sexenio se oyen las mismas diatribas en la
prensa y en la calle. No hay actos espontáneos intemporales, citando a Sartre.
Un voto es una continuidad, es la continuidad de nuestra "imaginaria"
democracia. Un voto no es la consciencia reflejada de la sociedad, citando otra
vez a Sartre. Votar es como opinar en una encuesta, es un acto clasista. El
señor Villoro ha leído a Bourdieu y sabe de qué hablo, ¿verdad?
En términos generales, hay nación cuando hay un plan general,
cuando hay generosos alimentos para todos, cuando hay disciplina (carente en
México, pues es menester gastar millones en propaganda para lograr que la gente
vaya a votar), cuando hay consciencia de clase y cuando hay diversidad
ideológica en los partidos políticos. La estadística, señor Villoro, sirve para
confundir.
Los sociólogos alemanes dejaron de confiar en la estadística
hace más de cincuenta años. La probabilidad, la incertidumbre o el futuro de
este herido país, me hace recordar unos versos de Auden, unos que reflejan mis
sentimientos hacia la estadística. Cito:
"Contemplando las
estrellas,
sé muy bien que,
por ellas,
me puedo ir al infierno".
sé muy bien que,
por ellas,
me puedo ir al infierno".
“Devórame otra vez”
Autor e intérprete: Lalo Rodríguez
Autor e intérprete: Lalo Rodríguez