Especial para La Página |
La
idea de que las contiendas electorales ponen en escena una “ficción política”
es, después de todo, menos descabellada de lo que parece, pues es en ella en la
que chapotea la política actual entre nosotros. Esta ficción posee, desde
luego, todo el suspense de una justa deportiva, mezcla de farándula, hípica o
fútbol. Es la industria del entertainment
la que construye a diario la “carrera presidencial”. Nótese que en esta lógica
todo se resuelve en torno a figuras, esto es, en torno a las presuntas
cualidades o atributos de determinadas individualidades. Son éstos, los rostros
que alimentan el imaginario de millones de ilusos incautos que volverán a votar
como quien apuesta a “Pepito-paga-doble”.
Al
igual que esos astutos charlatanes callejeros, los voceros autorizados de la
clase política de todos los colores nos
ofrecen al personaje de turno, mientras los medios se encargan de hacer las
encuestas entre el público. El giro más reciente de estas mediciones nos indica
que la ex mandataria, señora Bachelet obtiene una mayoría significativa de
potenciales votos (42%), le sigue el señor Golborne (15%) y una figura
inesperada llamada Franco Parisi que se empina ya al 10%, mucho más atrás otros
nombres como Allamand (7%), Longueira y Velasco (4%), Lagos Weber y Orrego
(1%), y finalmente, Rincón y Jocelyn Holt con un frustrante 0%. En un hipotético
encuentro entre Bachelet y Golborne, la balanza se inclinaría a favor de la ex
presidenta (60%) por sobre el 32% que obtendría Laurence Golborne.
Desde
el momento que las preferencias se expresan en torno a “personalidades” no
resulta legítimo leer estas cifras como una dicotomía Concertación- Alianza,
sino más bien en la lógica circense del señor Corales que nos ofrece el
espectáculo del “Hombre-de-goma” o la
“Mujer barbuda”. A los chilenos les corresponde, hasta el 2013, esperar
pacientes en una fila interminable, con el boleto en la mano, entre mocosos que
revolotean y quiltros callejeros, saboreando un puñado de pop corn
Cada
uno de los personajes en liza nos exhibe un “diagnóstico crítico” de la
situación actual y una retahíla de promesas. Si bien la experiencia histórica
nos demuestra hasta la saciedad que hay más credibilidad y rigor en las cartas
del Tarot que en las promesas de un político, lo cierto es que son las mentiras
empalagosas las que seducen a la mayoría de los electores de un signo u otro.
Sumidos, como estamos, en una especie de “democracia viscosa” donde lo falso y
lo turbio comparecen, la “ficción política”
cumple una función terapéutica, pues es la única manera de hacer
soportable nuestro presente y, sobre todo, nuestro vergonzante pasado.