Especial para La Página |
Las
sociedades de América Latina están siendo sacudidas por una mutación de alcance
planetario que pone en tensión sus más preciadas tradiciones y, en el límite,
su cultura toda. Se advierte en todas las grandes urbes de nuestro continente
una arremetida tecno-económica, cultural y política que va desplazando y
desestabilizando las grandes instituciones sobre las que se forjó buena parte
de nuestra historia.
Si,
como nos propusiera Ángel Rama, América Latina nació bajo el sello
gramatológico, la escritura y el pensamiento barroco; en la actualidad, habría
que admitir que lo que ha entrado en una crisis profunda es, precisamente,
aquella Ciudad Letrada -con toda su pátina ilustrada y civilizatoria- que
inspiró a nuestros próceres de la Independencia de América.
La
cuestión planteada es radical, pues aquella Ciudad Letrada es, ni más ni menos,
la impronta de lo que hemos sido. Ella es la matriz de lo que han sido instituciones
tan sensibles como nuestra educación alfabética, nuestros cuerpos legales y el
modo en que hemos concebido lo político. Ella es el crisol que guarda las
páginas infinitas de periódicos que relatan nuestras vidas; ella, en fin, es la
que ha atesorado todo lo fino y espiritual cristalizado en los versos de
nuestros poetas. En pocas palabras: La desestabilización de la Ciudad Letrada
en América Latina es susceptible de ser entendida como la más abisal crisis de
nuestra memoria.
América
Latina asiste a la irrupción de una Ciudad Virtual nacida de una convergencia
tecno-científica que compromete la capacidad logística de almacenamiento de
datos, así como las modalidades de transmisión instantánea y a distancia de
paquetes de información. La conjunción de la informática y las
telecomunicaciones, dan origen a lo que se ha dado en llamar Nuevas Tecnologías
de la Información y la Comunicación (NTIC). En su dimensión social y cultural,
este fenómeno constituye un nuevo régimen de significación que deja atrás la
grafósfera como sistema mnemotécnico central para instituir la videósfera. De
este modo, la cultura alfabética basada en la lecto-escritura y que nos
acompañara por más de veinticinco siglos va quedando atrás frente a las
imágenes y sonidos digitalizados transmitidos en tiempo real.
Todo
régimen de significación entraña dos cuestiones que deben diferenciarse al
momento del análisis. Por una parte, es claro que las nuevas tecnologías de
información y comunicación transforman los modos de producción, distribución y
consumo de los bienes simbólicos, esto es: La cultura contemporánea se inscribe
en una nueva economía cultural en el seno del tardocapitalismo globalizado cuyo
fundamento material y condición de posibilidad se afirma, justamente, en la convergencia
tecno científica. En suma, si en el modo industrial de desarrollo, propio del
siglo XX, la cultura adquirió la fisonomía de una Kulturindustrie, podríamos
afirmar que en el siglo XXI estamos ante una cultura global, digitalizada, una
Híper Industria Cultural.
Por
otra parte, las nuevas tecnologías numéricas representan un salto cualitativo
respecto del mundo analógico, esto significa que los nuevos dispositivos
tecnológicos inauguran nuevos modos de significación. Es en esta dimensión
donde se constatan transformaciones perceptuales que redefinen el sensorium de
masas, bastará pensar, por ejemplo, en la “compresión espacio-temporal” para
advertir la profundidad del cambio. En su sentido último, un modo de
significación es lo que instala el horizonte de lo concebible, un modo
histórico de significar el mundo, los confines de un imaginario histórico
social.
La
híper industrialización de la cultura entre nosotros adquiere de modo
inevitable una dimensión política. No es aventurado sostener que el nuevo
régimen de significación es, tout court,
un nuevo régimen de politicidad. De hecho, advertimos cómo la mediatización de
nuestras sociedades, rostro cotidiano y concreto de este fenómeno, se desplaza
desde aquella modalidad Broadcast, centralista y masiva, hacia la nueva
modalidad Podcast, basada en redes horizontales, hipermasivas y personalizadas
a la vez. Esta es el rostro glamoroso que está adquiriendo la política en
nuestro continente.
No
es casual que los diversos gobiernos, organizaciones sociales y corporaciones
se ocupen cada día más de los medios de comunicación y de la red de redes. Las
fuerzas e intereses políticos se instalan cada día más en el mundo virtual de
medios y redes sociales: Ha nacido la videopolítica. Por un lado, los gobiernos
quieren mejorar su actuación democrática mediante lo que se conoce como
e-goverment, tan propio del Estado seductor, con el claro riesgo de convertir
la democracia misma en una mera performance de estadísticas y fasto mediático.
Por otro lado, los ciudadanos se apropian de posibilidades comunicativas
impensadas hace algunas décadas. El concepto mismo de ciudadanía debe ser
repensado a la luz de la nueva realidad en la que estamos inmersos.
Hagamos
notar que los estudios comunicacionales no resultan del todo apropiados ante
los nuevos fenómenos que están transformando nuestras sociedades. Los diversos
modelos al uso siguen adscritos a paradigmas logocéntricos disociados de la
llamada Comunicación Mediada por Computador (CMC). Lo visual y lo virtual están
mostrando un nuevo reparto de lo sensible; la aparición de la noción de
“usuario”, en cuanto componente funcional de una red, desafía las antiguas
concepciones respecto a “receptores” o “destinatarios”. Se hace indispensable
emprender una epistemocrítica de los modelos y teorías que quieren explicar el
fenómeno de las comunicaciones en la actualidad.
Pensar
hoy las comunicaciones exige trascender lo disciplinario. Ya no es posible
practicar una reflexión académica sintagmática. La complejidad de los fenómenos
que nos ocupan exige un pensamiento otro. Por de pronto, un pensamiento híper
textual, capaz de apelar a múltiples saberes que conjuguen lo propiamente
tecnológico con lo económico, y esto con la sociología, con la historia y
muchas otras disciplinas. Los fenómenos comunicacionales hoy, en la era de la
híper industrialización de la cultura, presentan desafíos teóricos inéditos y
complejos que desafían al mundo académico.
La
nueva economía cultural que se instala en América Latina, lo hace de la mano de
grandes corporaciones globalizadas y lo hace en un continente en que todavía la
miseria y la marginación es la vida de millones de familias. La Híper Industria
Cultural no podría sino acentuar las asimetrías en sociedades cuyo sello
distintivo es la desigualdad. Cuando algunos gobiernos exhiben sus logros en la
lucha contra el analfabetismo, surge ya en el horizonte el llamado
“analfabetismo digital”. De manera tal que junto a las muchas brechas que nos
separan del llamado mundo desarrollado, se suma hoy la “Brecha Digital”.
La
híper industrialización de la cultura es una realidad desde el momento que la
reproducción técnica deviene híper reproducibilidad digital. Como sabemos, la
copia se ha convertido en una práctica social generalizada en virtud de su bajo
coste y el hecho de que no se verifica pérdida alguna de señal. Con ello, se
produce una masificación sin límite de diversos bienes simbólicos y, en
consecuencia, una creciente homogeneización de la cultura mundial: Nace una
Cultura Internacional Popular o, si se prefiere, una Cultura Global.
La
Híper Industria Cultural, en tanto portadora de una Cultura Global,
desestabiliza las claves identitarias que han configurado las sociedades
latinoamericanas. América Latina es un crisol Indo Afro Hispanoamericano, donde
la religión de los Conquistadores ha cristalizado en mixturas e hibridaciones
tan singulares y ricas como frágiles. Bajo la forma del entertainment, el poder
de seducción de los medios y redes opaca las singularidades que constituyen un
patrimonio cultural en nuestros países. Si bien hay políticas nacionales,
regionales y mundiales tendentes a la preservación de esta riqueza, existe el
riesgo cierto de un empobrecimiento cultural de nuestras sociedades. Frente a
la tecno cultura global, América Latina tiene el imperativo de salvaguardar su
memoria, su lengua, su historia, su diversidad, pues, este es el hontanar de su
propia dignidad en un mundo global.
Desde
una perspectiva latinoamericana, donde el grado de penetración de Internet alcanza
un 39.5% frente a un 78.6% en América del Norte, el desafío presente consiste
en hacer parte del nuevo mundo que se está configurando. Según hemos visto, no
se trata tan solo de cuestiones materiales sino -y principalmente- de una
cuestión social y cultural. Dada la magnitud de la empresa que enfrentamos, es
preciso plantear un horizonte estratégico de mediano y largo plazo cuyos
vectores pueden resumirse en tres palabras: Integración. Educación.
Inteligencia.
El
desarrollo de redes y medios es, en principio, de alto costo y exige destrezas
y capacidades técnicas que, en la mayoría de los casos, exceden las capacidades
de los Estados nacionales. Por ello, se hace indispensable avanzar hacia una
fructífera Integración tecnológica y académica regional. Necesitamos, como
nunca antes, aunar esfuerzos para potenciar nuestra inserción en el mundo que
se avecina. Esta tarea es, desde luego, política en el más amplio sentido del
término.
La
herramienta privilegiada para el mejoramiento social y cultural es la
Educación, que lejos de ser una mera mercancía o bien de consumo es un derecho
ciudadano fundamental que debe ser cautelado y promovido en todo el continente.
Esta tarea señala el camino para trasformar la infinita información diseminada
en las redes en conocimiento, y dicho conocimiento en acción. Las nuevas
modalidades de educación a distancia, mediante el uso de plataformas virtuales
es un camino que debe ser explorado para asegurar la calidad, la gratuidad y el
acceso de las mayorías. Si bien el énfasis ha sido, hasta ahora, la educación
primaria y secundaria, en los años venideros el acento no puede soslayar la
educación superior de pregrado y postgrado.
Por
último, enfrentamos la necesidad imperiosa de generar Inteligencia, único modo
de garantizar una apropiación adecuada de las nuevas tecnologías. Esto
significa crear programas adecuados a nuestras necesidades en dominios tan
importantes como la industria, la educación o los sistemas de salud. La
creación de conocimiento exige, desde luego, una política de investigación a
escala nacional y regional. En este punto, pareciera que la conjunción de los
Estados, las empresas y las universidades es una posibilidad cierta.
El
desafío es mayúsculo y requiere de nuestra profunda reflexión. Bien sabemos que
las nuevas tecnologías de información y comunicación actúan más bien como
catalizadores de cambio, pero no son en sí mismas agentes de cambio. No nos
engañemos, es necesario invertir en crear la infraestructura de redes y equipos
en el sector educacional, empresarial, gubernamental, pero ello no es
suficiente. Nuestros países requieren transformaciones sociales y culturales
para abolir la insultante desigualdad que nos ha caracterizado por siglos. La
alfabetización digital, es el principal desafío social y político en nuestro
continente, pues en ella se juega la posibilidad de manejar los “lenguajes de
equivalencia” en el mundo de hoy. América Latina enfrenta la tremenda tarea de
construir sociedades más democráticas y participativas en que la riqueza económica
y cultural no sea el patrimonio de una minoría. La cuestión planteada es de
suyo problemática y nos lleva a la interrogante de fondo: ¿Cómo plantear
reclamos democráticos de justicia social y participación ciudadana sin vernos
arrastrados a comportamientos políticos regresivos?
Habría
que repetir aquello que escribiéramos hace algún tiempo: Ciudad letrada: matriz
lecto-escritural barroca que resulta ser la impronta política y cultural de
nuestras sociedades durante varios siglos, forjando con ello nuestras
instituciones tanto coloniales como republicanas y nuestras percepciones más
profundas acerca del espacio, el tiempo y, sobre todo acerca de nosotros
mismos. Ciudad virtual, incierta y ambivalente, abismo y promesa, vértigo de
flujos que desafía nuestra memoria, lenguaje extraño como el de los antiguos
Conquistadores, imágenes refulgentes como las espadas y crucifijos de antaño.
Ya no son relinchos ni cañones sino tecno imágenes digitalizadas que destellan
en tiempo real sobre plasmas multicolores. Es la nueva Biblioteca de Babel con
sus infinitos anaqueles la que nos convoca.
El
presente trabajo fue la ponencia presentada por su autor ante la Semana de las
Comunicaciones. Universidad Politécnica Salesiana. Quito. Ecuador. 18/22 de junio
2012