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Cuarenta y cinco años han pasado desde que la Organización
Socialista Israelí –más conocida como “Matzpén” (“brújula”), por el nombre de
su periódico- publicara el manifiesto que acá presentamos. Cuarenta y cinco
años han pasado, pero algunas frases del manifiesto parecieran haber sido
escritas ayer mismo: “El problema de Eretz-Israel es aún una herida abierta en
el cuerpo del Cercano Oriente, fuente ininterrumpida de derramamientos de
sangre, sufrimiento y maldad; carga pesada sobre los recursos económicos
regionales, pretexto para el intervencionismo militar y la agresión
imperialistas, amenaza terrible a la paz mundial…”
Mucho ha cambiado desde que este documento se escribiera.
Muchos de sus considerandos pueden llegar a sonar hoy obsoletos o anacrónicos.
Pero su núcleo de razonamiento revolucionario sigue vigente hasta el día de
hoy: la base del conflicto es la opresión colonial del pueblo palestino y la
única posible solución se encuentra en la lucha por la desionización de Israel
y su integración en una Unión Socialista de Medio Oriente.“Matzpén” nunca pasó de ser un reducido
núcleo de militantes judíos y árabes antisionistas con una proclama que en esos
años sonaba totalmente ajena al bon ton nacionalista imperante.
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En el año 1984
tuve la oportunidad de conocer a uno de ellos. Jaím Hanegbi vino al kibutz
donde yo vivía a exponer las razones para solicitar apoyo a la plataforma
antisionista judeo-árabe que se presentaba ese año a elecciones, la “Lista
Progresista por la Paz”. Se dirigió a una audiencia judía sionista de
izquierda, sin escatimar en absoluto ni un solo principio, respondiendo a cada
pregunta provocadora o ironía política con visión revolucionaria, desprovista
totalmente de mezquindad tribal o nacionalista. Su personalidad y perseverancia
me sedujeron. Ignoro dónde puede encontrarse Jaím hoy. Matzpén como tal ya no
existe; quedó en los anales de la utopía histórica.
Por razones de trabajo me tocó visitar mi propio país,
Argentina, en diciembre del año 2001. Más precisamente, el 19 de diciembre de
ese año, mientras las masas populares argentinas protagonizaban su propia
utopía, el ya conocido “que se vayan todos”. Ese día yo debía tomar mi
programado vuelo de regreso. Luego de registrar mi equipaje salí a fumar un
cigarrillo, y entablé una casual conversación con una joven mujer que también
fumaba antes de su vuelo. La conversación, por supuesto, se centró en los
hechos que ya se estaban desarrollando en Buenos Aires. Dadas las
circunstancias y el momento, esa fue la primera vez en mi vida de exilio que
sentí que podía comentar con una perfecta y total desconocida mi condición de
exilado político. Luego de escucharme, la joven mujer se agachó para apagar su
cigarrillo, y antes de entrar de nuevo al terminal aéreo dijo sin mirarme, como
razonando para sí misma: -“ojalá ustedes
hubieran triunfado…”
Jáim, si me escucharas: ojalá ustedes, hubieran triunfado.
Manifestación del Primero de Mayo, en 1979. Archivos de
Matzpén.
Comité Central de la Organización Socialista Israelí – Mayo de 1967
Comité Central de la Organización Socialista Israelí – Mayo de 1967
Manifiesto sobre el conflicto
israelí-árabe
Este mes se cumplirán 19 años de la creación del Estado de
Israel. Durante estos 19 años, el conflicto israelo-árabe no se ha aproximado a
una solución. El problema de Eretz-Israel es aún una herida abierta en el
cuerpo del Cercano Oriente, fuente ininterrumpida de derramamientos de sangre,
sufrimiento y maldad; carga pesada sobre los recursos económicos regionales,
pretexto para el intervencionismo militar y la agresión imperialistas, amenaza
terrible a la paz mundial.
Es en especial grave la situación de los árabes de
Eretz-Israel, víctimas directas de las guerras de 1948 y de la confabulación de
los “enemigos amigables”: Ben Gurión y Abdula. La mayoría de los árabes de la
Tierra de Israel fueron desposeídos de sus casas y sus tierras durante la
guerra de 1948 y posteriormente a ella, y se transformaron en refugiados que
viven hasta el día de hoy en el sufrimiento y la adversidad en campos de
refugiados fuera del Estado de Israel. Los dirigentes de Israel se niegan
rotundamente a reconocer su elemental derecho a regresar a su patria. Los
árabes que permanecieron en el territorio de Israel sufren profundamente como
víctimas de opresión económica, civil y nacional.
Israel fue durante estos 19 años una isla aislada en la
región. Un Estado con independencia solamente formal, dependiente desde el
punto de vista económico y político de las potencias imperialistas, y en
especial de los Estados Unidos. Sirvió constantemente de instrumento en manos
de esas potencias contra la nación árabe, contra las fuerzas progresistas en el
mundo árabe. La expresión más evidente (aunque no la única) del papel de la
política oficial israelí se produjo en 1956, cuando el gobierno de Israel se
unió al imperialismo anglo-francés en una confabulación agresiva contra Egipto,
y hasta le suministró a esas potencias un pretexto para el intervencionismo
militar.
El estado de guerra y de hostilidad entre Israel y los
países árabes vecinos se mantiene hace 19 años, y la conducción sionista de
Israel no tiene ninguna perspectiva real de cambiar esta situación. La política
israelí se encuentra en un callejón sin salida.
La crisis económica que prevalece hoy en Israel, y que causa
un severo paro a los trabajadores y gran miseria a las masas populares, resalta
el hecho de que el Estado de Israel lo podrá existir a lo largo del tiempo en
su forma actual, como Estado sionista, desconectado de la región en la que se
encuentra.
Efectivamente, la actual situación es contraria a los
intereses de las masas populares árabes. Israel, en su forma actual, representa
un obstáculo en la lucha de las esas masas contra el imperialismo y por la
unión socialista árabe. La continuación de la presente situación es contraria a
los intereses de las masas israelíes.
La Organización Socialista Israelí, que cuenta entre sus
filas con miembros árabes y judíos unidos, sostiene que el problema de
Eretz-Israel y el conflicto israelo-árabe es posible y necesario resolver de
una manera socialista e internacionalista, que tome en cuenta las
características únicas en su género de este complicado problema.
Este no es un conflicto nacional común entre dos pueblos;
por lo tanto, no es suficiente con llamar a la “coexistencia basada en el
reconocimiento mutuo de los justos derechos nacionales de ambos pueblos”.
El Estado de Israel representa el resultado de la
colonización de Eretz-Israel por parte del movimiento sionista, a cuenta del
pueblo árabe, bajo el amparo del imperialismo. En su forma actual, sionista, el
Estado de Israel representa también un instrumento para la continuidad de “la
empresa sionista”.
El mundo árabe no puede aceptar el hecho de que en tal
cercanía exista un Estado Sionista, cuyo objetivo explícito no es el de servir
a su propia población, sino la de ser punta de lanza, instrumento político y
destino para la inmigración de todos los judíos del mundo. El carácter sionista
de Israel es contrario a los verdaderos intereses de las masas israelíes,
porque significa la dependencia perpetua del país de factores extranjeros.
Por lo tanto estamos convencidos de que la solución del
problema exige la desionización de Israel. El Estado de Israel debe atravesar
un cambio revolucionario profundo que la transforme, de un Estado sionista (es
decir, un Estado de todos los judíos del mundo), a un Estado Socialista que
represente los intereses de las masas populares que lo habitan. En especial, se
abolirá la “Ley del Retorno”, que otorga a todos los judíos del mundo el
derecho absoluto y automático a inmigrar a Israel y hacerse ciudadanos. Toda
solicitud de inmigración se decidirá separadamente y en particular, sin ningún
tipo de discriminación racial o religiosa.
El problema de los refugiados árabes palestinos representa
la parte más dolorosa del conflicto israelo-árabe.
Por lo tanto nosotros sostenemos que es indispensable
posibilitar a todo refugiado que así lo desee, regresar a Israel y recibir
plena restauración económica y social. A los refugiados que prefieran, de
propio albedrío, no regresar, es necesario recompensarlos totalmente por la
pérdida de sus propiedades y por el sufrimiento que les fue causado.
Asimismo, es necesario abolir todas las leyes y reglamentos
dirigidos a la discriminación y la opresión de la población árabe en Israel y a
la confiscación de sus tierras. A todas las confiscaciones y a los daños (en
tierras, propiedad y daños personales) que se produjeron debido a esas leyes y
reglamentos, es obligatorio entregar compensación plena.
La desionización de Israel determina también la anulación de
la política exterior sionista, que sirve a los intereses imperialistas. Israel
debe tomar parte activa en la lucha de los árabes contra el imperialismo y por
la construcción de la unidad socialista árabe.
La colonización sionista de Eretz-Israel se diferencia en un
aspecto básico de la colonización en otros países: mientras que en otros países
los colonizadores crearon su economía basada en la explotación de la fuerza de
trabajo de la población local, en Eretz-Israel la colonización se hizo por vía
del desplazamiento y el despojo de la población local.
Este hecho produjo una complicación especial del problema de
Eretz-Israel: como resultado de la colonización sionista, se creó en
Eretz-Israel una nación hebrea2, con características nacionales propias (idioma
en común, economía separada, etc.). Aún más: esta nación tiene una estructura
de clases capitalista; hay en ella explotadores y explotados, burguesía y
proletariado.
El argumento de que esta nación fue creada de manera
artificial, y a cuenta de la población árabe local, no modifica el hecho de que
la nación hebrea ahora existe. Ignorar este hecho sería un error desastroso.
La solución al problema de Eretz-Israel debe, no sólo
corregir el daño infligido a los árabes de Eretz Israel por parte del sionismo,
sino garantizar el futuro nacional de las masas populares hebreas. Esas masas
fueron traídas a Eretz-Israel por el sionismo, pero no son responsables de los
hechos del sionismo. Un intento de castigar a los trabajadores y a las masas
populares israelíes por los pecados del sionismo no podría solucionar el
problema de Eretz-Israel, sino que solo traería nuevas tragedias.
Los mismos líderes árabes nacionalistas, aquellos que llaman
al Yihad para la liberación de Palestina, obvian el hecho de que, aunque Israel
fuera derrotada militarmente y cesara de existir como Estado, aún entonces
existirá la nación hebrea. Si al problema de la existencia de esa nación no se
encuentra una solución correcta, nuevamente se produciría una situación de
conflicto nacional peligroso y extendido, que provocaría derramamientos de
sangre y sufrimientos interminables, y serviría de nueva excusa para la
intervención imperialista. No es casual que los líderes que llaman a una
“solución” de este tipo no sean capaces tampoco de resolver el problema Kurdo.
Adicionalmente, es necesario entender que las masas
israelíes no se liberarán de la influencia del sionismo y no lucharán contra el
mismo si las fuerzas progresistas del mundo árabe no les presentan una
perspectiva de vida en común, no de opresión nacional.
Por lo tanto, la Organización Socialista Israelí sostiene
que la verdadera solución al problema de Eretz-Israel exige el reconocimiento a
la autodeterminación de la nación hebrea.
Autodeterminación nacional no significa necesariamente
segregación. Al contrario: nosotros sostenemos que en pequeño país, de escasos
recursos naturales, no puede existir como ente separado. Tiene sólo dos
posibilidades: seguir siendo dependiente de las potencias extranjeras, o
integrarse en una unión regional.
De esto se deriva que la única solución compatible con los
intereses de las masas árabes e israelíes por igual es la integración de Israel
como un ente dentro de una unión económica y política en el Medio Oriente,
sobre la base del socialismo.
En tal marco podrá la nación hebrea tener una vida nacional
y cultural propia, sin que ponga en peligro al mundo árabe, y sin que los
árabes pongan en peligro su existencia. Las fuerzas de las masas israelíes se
unirán a las masas árabes en una lucha conjunta por el progreso y la abundancia.
Sostenemos por lo tanto, que el problema de Eretz-Israel, al
igual que otros problemas fundamentales en el Medio Oriente, puede ser
solucionado solamente en el marco de la Unión Socialista de Medio Oriente.
El análisis teórico y la experiencia práctica nos enseñan
que la unidad árabe puede crearse y existir de manera estable solamente si
tiene características socialistas.
Se puede concluir por lo tanto la solución que proponemos
con la siguiente frase: desionización de Israel, e integración del mismo en los
Estados Unidos Socialistas de Medio Oriente.
Estamos convencidos de que también el problema del futuro de
los árabes de Eretz-Israel debe solucionarse en el marco que se esbozado
arriba.
Hay quienes piensan que la justicia obliga la creación de un
ente político árabe palestino especial. En nuestra opinión, esta cuestión debe
ser determinada por los árabes de Eretz-Israel, sin injerencia extranjera.
Sin embargo, en nuestra opinión, la posición de que del
futuro político de los árabes de Eretz-Israel está en un ente separado,
independiente de la cuestión de la unidad socialista árabe, es un grave error.
Hoy, los árabes de Eretz-Israel se encuentran en la primera línea de combate
por la unidad. Si se coloca ante ellos un objetivo separado e independiente, se
puede provocar un serio daño al propósito de la unificación árabe. Asimismo, la
creación de un pequeño Estado árabe aislado no es compatible con los intereses
de la nación árabe, ni con los intereses del pueblo árabe palestino dentro de
ella.
Por lo tanto sostenemos que, si los árabes de Eretz-Israel
decidieran con todo el derecho la creación de un ente político propio, los
arreglos políticos y territoriales necesarios deben hacerse en el marco de la
creación de una Unidad Socialista del Medio Oriente. A un arreglo de este tipo
deberían contribuir en especial aquellos países que hoy por hoy controlan
partes de Eretz-Israel: Israel, Jordania y Egipto.
Llamamos a las fuerzas revolucionarias socialistas árabes y
de otros países a analizar este nuestro programa y a abrir una discusión amplia
con el objetivo de consolidar una posición común frente al problema de Medio
Oriente.
Comité Central de la Organización Socialista Israelí, Mayo
de 1967
Notas del traductor
Aunque el nombre “Eretz-Israel”, la “Tierra de Israel”,
tenga connotaciones sionistas-chauvinistas e incluso místico-bíblicas, y el uso
de dicho nombre pueda representar una debilidad ideológica por parte de los
revolucionarios que escribieron el presente manifiesto, consideré necesario
dejarlo en la traducción en su forma original. En los años 60 del siglo XX era
totalmente aceptado como el nombre “normal” del país. Otras traducciones usan
el nombre “Palestina”, y en mi opinión tampoco refleja la intención original de
los autores.
Algunas traducciones a otros idiomas que he leído usan acá
el concepto de “nación judía”, en vez de “nación hebrea”. Considero equivocada
esa traducción. En el original en hebreo dice claramente “nación hebrea”, y es
la intención de los autores del manifiesto referirse exclusivamente a las masas
judías que viven en Israel y su idioma es el hebreo, y no al concepto místico
de “nación judía” mundial usado por el sionismo.
Publicado en
hebreo en el No. 36 de “Matzpén” (Brújula), Junio-Julio de 1967, y en árabe en
el folleto “Tres Manifiestos”, editado por “Matzpén”, julio de 1967