Especial para La Página |
Pareciera
que el opio también se fuma en las filas del Partido Socialista, por lo menos
eso se puede deducir de algunas declaraciones de senadores de esa tienda
política en torno a la eventualidad de una Asamblea Constituyente. Contra la
opinión de Camilo Escalona, el senador Juan Pablo Letelier ha afirmado que
nuestro país requiere “algún grado de
ruptura institucional para que mande la mayoría”. Esta declaración nos trae
a la memoria aquella frase del presidente Salvador Allende que muchos de sus
correligionarios parecieran haber olvidado en estos días: “La historia la hacen los pueblos”
Si
bien se trata de una postura enmarcada en una entrevista difundida por los
medios y no representa, necesariamente, una línea de partido, nos advierte que
no todos los socialistas comparten el punto de vista de Escalona. La cuestión
no es menor, pues lo que está en juego es, ni más ni menos, un principio ético
y político en torno a la “soberanía popular”. Para expresarlo claramente, la
demanda por una Asamblea Constituyente entraña el reclamo por restituir al
pueblo de Chile la potestad de darse un orden constitucional consensuado por
todos y todas.
Hasta
el presente, para regocijo de los sectores de la derecha, vivimos sumidos en
una aberración que consiste en haber naturalizado una carta constitucional
concebida y sancionada por una dictadura militar. La consecuencia inmediata de
esta situación es la ilegitimidad de un orden jurídico constitucional y del
andamiaje institucional que se ha erigido a partir de ello. Por un principio elemental de higiene
política, es menester reconstruir la institucionalidad del país, destapando las
alcantarillas para espantar a las ratas, moscas y parásitos que han convertido
esos laberintos dictatoriales en su ecosistema ideal.
Los
únicos habilitados para emprender tan magna labor higiénica política son los
dueños de casa, es decir, el pueblo de Chile. De poco sirven los alambicados
ritos republicanos y el fasto militar cuando todo eso es contrario a los más
altos intereses de la patria encarnado en los anhelos de justicia social de los
estudiantes, de los hombres y mujeres de trabajo que construyen este país día a
día. Concebir una nueva constitución para nuestro país es la impostergable
tarea histórica de esta generación para abolir toda herencia dictatorial. No es
posible enfrentar el presente siglo con una institucionalidad autoritaria y
oligárquica que funciona de espaldas al pueblo al que debiera servir.