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El equilibrio ambiental, más que un objetivo del desarrollo es una restricción de éste. En
consecuencia, aquellos objetivos del Programa de la Patria 2013-2019 en los que
está implícita la intervención de los ecosistemas, tendrían que estar acotados
por la capacidad de resiliencia, regeneración y recuperación de los mismos.
Siendo así, habría
que repensar el modelo que históricamente hemos venido aplicando en la
formulación y gestión de los Planes de
la Nación, en los que se suele manejar en forma separada, el Plan de Ordenamiento del Territorio (POT)
y el Plan de Desarrollo Territorial (PDT). Lo lógico sería que el primero, al
regular los usos de la tierra con criterio intergeneracional, norme y
condicione al segundo, aprovechando al máximo las potencialidades del
territorio pero, sin afectar los equilibrios ecológicos que determinan la
preservación del agua, la biodiversidad, los bosques y el aíre, minimizando los
impacto que tienen las actividades humanas en los recursos naturales
renovables.
Lo que viene ocurriendo en la práctica es que el POT se ha
subordinado al PDT, lo cual es propio del modelo desarrollista que sirvió de
tronco común al capitalismo y al socialismo del siglo XX. Aún cuando
discreparon en el modo de producción y concepción de la sociedad, ambos
concibieron la naturaleza desde una perspectiva antropocéntrica, como un factor
“exógeno” que solo existe en función de la satisfacción de las demandas sociales,
para explotarla ilimitadamente a fin de impulsar el “desarrollo de la
fuerzas productivas”, a través del uso también
ilimitado de la ciencia y la tecnología, en pos del “progreso” y la
“modernidad”.
El gran desafío que tiene el gobierno revolucionario en esta
nueva etapa, es deslastrase de los residuos desarrollista aún presentes en su
modelo de planificación y en su accionar
concreto. Para lo cual, los grandes
proyectos de infraestructura, de la Gran Misión Vivienda, del desarrollo
agrícola, industrial y energético y, el modelo de planificación, tendría que
virar hacia un enfoque ecosocialista posdesarrollista, que conduzca a una
planificación integral sustentable, hacia la construcción de la civilización
poscapitalista del Buen Vivir.