Jon Juanma 2
Especial para La Página |
Cada día hay más personas que están convencidas de la
necesidad de cambiar el sistema que hasta ahora marca la lógica de nuestras
vidas. El capitalismo no es capaz de garantizarnos una vida digna y por el
contrario se presenta, muchas veces, como el principal obstáculo para poder
alcanzarla. En un planeta asediado por las crisis económicas, humanitarias y
ecológicas nos es necesario implementar otro sistema de gobierno global. Sin
embargo, después del fracaso de la URSS y los “socialismos realmente
existentes”, nos faltan alternativas desde la izquierda para proponer un sistema
alternativo para las mayorías explotadas.
Es por eso que desde estas líneas propondré una serie de
alternativas que deseo sirvan para enriquecer el debate y esbozar en el
horizonte próximo, unas líneas que ayuden en la construcción de esa sociedad necesaria,
donde por fin logremos desarrollarnos y convivir en paz. Para ello me basaré en
la potenciación de tres de los mayores logros de la cultura humana: el
socialismo, la democracia y la fraternidad.
¿Qué es el Socialismo
Democrático y qué es el Socialismo Democrático Revolucionario?
El Socialismo
Democrático (SD) es el sistema que, en mi opinión, deberíamos institucionalizar
después de la revolución socialista; mientras que el Socialismo Democrático
Revolucionario (SDR) es el sistema que debemos implementar para alcanzar la
revolución. Ambos deben nacer desde ya, antes de la toma del poder político,
como simiente en oposición al propio capitalismo existente. En el presente
ensayo intentaré explicar sus características. La diferencia entre ambos ha de
ser cronológica y no fundamentalmente cualitativa: el SDR precede al SD.
El SD es un sistema alternativo que debe nacer desde dentro
del actual sistema capitalista, enmarcado en lo que he llamado alguna vez la
Cultura de Resistencia Socialista (CRS), que es algo que deberíamos desarrollar
desde los sindicatos de clase “realmente existentes”, desde los partidos
anticapitalistas o desde cualquier organización ciudadana de carácter
socialista/comunista. Es la única forma de construir un futuro socialista: hacerlo
desde dentro, como un caballo de Troya. Porque nadie está fuera del
sistema-mundo capitalista, ni siquiera los que parecen estarlo: ni los
guerrilleros colombianos o los naxalitas de las selvas indias están fuera de
este sistema-mundo. Deben negociar con traficantes de armas o con “respetables”
bancos y empresas para que se las proporcionen, con servicios secretos y
narcotraficantes capitalistas. Todo esto es el mundo real una vez desprendidos
de la propaganda de ambas partes3. Éste es el mundo que tenemos y desde donde
debemos comenzar a construir este poder organizado contrahegemónico. Hay
negociaciones y tensiones en el proceso de emancipación, no sólo con nuestros
enemigos estructurales, sino con/contra nosotros mismos. Por tanto, la tarea es
comenzar desde dentro del sistema (que se prolonga en nuestra psique),
cambiando nuestro propio sujeto a la par que cambiamos el sistema objetivado.
No puede existir lo uno sin lo otro. Debemos comenzar la revolución desde
nuestros pequeños espacios de poder, para seguir siendo revolucionarios cuando
estos sean más grandes.
Pero sobre todo, el Socialismo Democrático Revolucionario
(SDR) es un modo de autogobierno que otorga el poder a las bases mediante el
desarrollo de la tecnología y el conocimiento de la misma permitiendo que la
ciudadanía/militancia controle efectivamente a sus representantes, sin que
estos los manipulen. Justo el proceso inverso ocurrido con los sindicatos
mayoritarios de muchos países capitalistas avanzados, donde las dirigencias
burocratizadas se distancian de sus bases y frecuentemente se enfrentan a sus
sectores más conscientes y combativos.
Por primera vez en la Historia, tenemos un desarrollo
tecnológico tal que nos permite aprovechar la oportunidad de llevar a cabo ese
control efectivo de abajo a arriba: la informática y el Internet actuales nos
lo permite sobradamente, simplemente hace falta la voluntad política para
implementar esa democracia radical y profundamente participativa, interactiva:
esa infraestructura de poder popular. El Socialismo Democrático es un
movimiento democráticamente radical que entiende que no puede existir
construcción del socialismo de arriba a abajo, como ha sido de facto la
construcción clásica marxista-leninista “realmente existente” con su centralismo
democrático allí donde ha llegado a ciertas cotas de poder. Pese a sus buenas
intenciones declaradas de “información que fluctúa de abajo a arriba igual que
de arriba a abajo”, en la realidad hemos tenido líderes que controlaban mucha
más información que las bases, detentaban un poder asimétrico intrínseco a la
representación y heredado de la división del trabajo, abusaban de la disciplina
de partido y se favorecían de la lentitud de los procedimientos burocráticos
que impedían una respuesta ágil de las bases ante sus desmanes. Es por ello que
cuando las élites del PCUS4 decidieron traicionar el proyecto socialista que
significó la URSS para tantos trabajadores, éstos apenas tuvieron tiempo y
capacidad organizativa de respuesta, lo que favoreció la reinstauración de la
superestructura legal capitalista en Rusia y todas las exrepúblicas soviéticas.
Balance del
centralismo democrático
El centralismo
democrático tuvo aspectos positivos que hay que salvar y otros de los que creo
deberíamos realizar un barrido histórico profundo, a no ser que queramos volver
a repetir errores y tirar por la borda oportunidades históricas de construcción
de espacios de resistencia socialista. Y esto, debo aclarar, no es revisionismo
reformista, sino coherencia marxista a la luz de las experiencias históricas de
construcción socialista.
Por otra parte, el
Socialismo Democrático está radicalmente en contra del llamado “culto a la
personalidad” tan típico en los procesos de construcción leninistas (pese a la
oposición de Lenin), que más apropiadamente podríamos llamar postlenilistas o
estalinistas. Pero no sólo propio de ellos, sino también de otros procesos de
izquierda actuales como el venezolano, donde el personalismo y culto a la
cabeza visible del proceso (Chávez) obstruye la sana crítica revolucionaria y
favorece a los cuadros menos imaginativos y/o más serviles5. Una cosa es el
natural amor que el pueblo puede sentir hacia sus miembros más destacados,
hacia sus “héroes”, si se me permite esta palabra sin su vertiente más metafísica
ya criticada por Cortázar en “Fantomas contra los vampiros multinacionales”;
pero otra es utilizar este sentimiento legítimo para desde el Estado, ampliar
ese culto sistemáticamente desde las instituciones, como sucede en la República
Bolivariana de Venezuela, con fines de rentabilidad electoral y legitimación de
los candidatos o de las políticas del Presidente (así en mayúsculas, con sana
ironía). El SD y el SDR declaran indignas tales actitudes calificándolas de
nocivas para la construcción del socialismo y su ética ciudadana
revolucionaria.
¿Cuáles son las
experiencias políticas de las cuales el SD recoge aspectos positivos?
El Socialismo
Democrático hace suya la experiencia política de La Comuna de París, alabada
por Marx, Engels y el propio Lenin, y las lleva al siglo XXI de la mano de su
tecnología, la cual permite efectivamente, como nunca antes, a cualquier nivel
y en cualquier momento, la revocabilidad por la mayoría de las bases de
cualquier cargo de la administración, sin importar su grado en la jerarquía. El
Socialismo Democrático aspiraría a que después de la revolución, paulatinamente
todos los cargos públicos fueran de elección popular, siéndolos desde un primer
momento los directivos de mayor importancia (Director del Banco Central, Jefe
del Ejército, Ministro de Interior, Consejo Superior de Justicia, Director de
la Policía, etc). A la par, el SD hace suyas las reivindicaciones de los
clásicos padres del marxismo de que el salario más alto no sea superior al de
un trabajador cualificado. Y si durante la revolución socialista se hace
necesario el empleo de trabajadores de ideología burguesa, por no tener
suficientes trabajadores socialistas para un determinado puesto de importancia
vital para el funcionamiento de la sociedad, esto se explicará al pueblo, que
mediante votación dictará cuál será ese salario máximo con el que se
retribuirán los especialistas con el fin de no pagar más de lo estrictamente
necesario. Esto, mientras se generan futuros especialistas de ética socialista
en el propio sistema educativo y se construyen áreas de la economía reguladas
democráticamente, liberadas de la lógica impuesta por la ley del valor.
Principalmente para no repetir experiencias de capitalismo de Estado tipo
evolución de la URSS o la actual China.
En el trabajo utópico-prospectivo “El fin de las élites”,
esbocé el funcionamiento de tal Socialismo Democrático al igual que en mi libro
“Nepal, la revolución desconocida. Crisis permanente en la tierra de Buda”.
Poniendo un ejemplo ilustrativo, el Socialismo Democrático implicaría un futuro
de propiedad colectiva de todos los medios de producción. Allí donde se
eliminara la figura estructural del capitalista, y todos fueran funcionarios o
servidores civiles como se dice en inglés (“civil servants”), entonces ya no
quedaría el antagonismo entre capital y trabajo, pero sí entre trabajador
productor y trabajador usuario, cuestión muchas veces olvidada por los
marxistas. En este sentido, los trabajadores usuarios de cualquier servicio
publico acreditados tendrían derecho a elegir y revocar, por un porcentaje
suficiente, a cualquier funcionario del mismo servicio. Imagine hospitales,
bibliotecas, colegios, policía, etc. De este modo usted, como ciudadano y
usuario de los servicios públicos, sería dueño de facto de los mismos y no
sufrido usuario de ningún funcionario elegido a dedo por el “líder” de turno6.
La democracia estaría integrada paritariamente por una mezcla de trabajadores
productores y trabajadores usuarios, junto a un porcentaje en representación del
organismo que substituyera al Estado burgués, para establecer políticas de
ordenamiento micro, sobre la orquestación macro de la sociedad. El porcentaje
relativo a ese Estado de nuevo tipo7 tendería a minimizarse según la ética
socialista fuera calando entre la población, y por tanto, se pasaran a estadios
más avanzados del Socialismo8 donde la coerción fuera crecientemente
innecesaria para el desenvolvimiento armónico de la sociedad. Aunque sin duda
siempre existiría un cuerpo de trabajadores públicos de nivel macro para
armonizar las políticas que los trabajadores implementaran a niveles más micro,
como la fábrica o el hospital. Sería un método de degradación paulatina del
Estado al que se refería Lenin en su obra “El Estado y la Revolución”, pero que
el revolucionario ruso nunca llegó a formular ordenadamente, dejándo la
cuestión más bien desde un plano laxo operacional.
El Socialismo Democrático es, en definitiva, una mezcla de
los elementos más avanzados de la historia del movimiento obrero marxista y no
marxista.
¿Y cuáles son esos
elementos avanzados?
Desde la
socialdemocracia del siglo XIX, pasando por el leninismo, el maoísmo, el
anarquismo e incluso ciertas teorizaciones del eurocomunismo. Y señalo
“teorizaciones” y no prácticas, porque el eurocomunismo, en los hechos, nunca
dejó de ser una ridícula sombra vagamente izquierdista de un reformismo vendido
a las directrices nacional-capitalistas y desarrollistas de las facciones
dominantes en cada Estado.
El Socialismo Democrático une su base marxista con lo mejor
de la tradición histórica socialista/comunitarista de cualquier parte del mundo
y/o etapa evolutiva de las sociedades pasadas. Como por ejemplo, los mejores
frutos del liberalismo político en sus expresiones más avanzadas como la
presunción de inocencia de un acusado, la elección de jueces, la libertad de
prensa9, la libertad política y religiosa, su lucha contra cualquier
despotismo, entre otras. También se pueden recoger funcionamientos y
tradiciones progresivas del comunismo primitivo (como su respeto a la
Naturaleza o ciertas formas que empleaban de castigo no cruento para el
individuo infractor10).
El Partido no es
vanguardia de la revolución
Pese a respetar
opciones históricas concretas, la idea del Partido Único como vanguardia del
proceso de construcción socialista nos parece absolutamente caduca. Al menos
como dogma u obligación. Otra cosa es que cada quien forme parte del partido u
organización socialista que crea es la vanguardia. No estoy en contra del
concepto de vanguardia, porque me parece válido. El problema es decretar “quién
es la vanguardia”. ¿Quién lo hará? Entonces creo mejor una competición entre
“vanguardias”, que no que unas supuestas vanguardias eliminen desde el poder,
con la coerción, a las demás minoritarias. La garantía de la mejor vanguardia
es la sana competencia entre ellas en caso de que sus componentes consideren
que no deben estar en la misma organización revolucionaria.
A veces los revolucionarios nos podemos equivocar de
organización y pasar a otras. En mi opinión actualmente, por ejemplo en España,
hay buenos revolucionarios, miembros de vanguardia por tanto, diseminados por
diferentes organizaciones. Creo en la confluencia de vanguardias “amigas”, en
enfatizar lo que nos une desde el anticapitalismo y sumar más para conseguir
los objetivos de construcción socialista frente a nuestros enemigos
antagónicos. Parafraseando a Mao diré que pueden existir contradicciones entre
la vanguardia, que siempre existirán por los diferentes desarrollos de los
individuos y las diferentes configuraciones genéticas y vivenciales: lo
importante es que no haya antagonismos. Hay antagonismos (estructurales, que no
tiene porqué ser individuales ni personales) entre un capitalista y un
trabajador, entre un partido capitalista y un partido obrero, pero es una
locura pensar que hay antagonismos entre partidos revolucionarios que quieren
acabar con el capitalismo y construir la sociedad socialista. No debemos temer
a la diversidad siempre que el objetivo de la supresión de la contradicción
entre capital y trabajo sea indiscutible. El debate siempre existirá porque
somos seres diversos y más lo seremos fuera del capitalismo, una vez nuestras
potencialidades no encuentren más límite que el desarrollo ético y tecnológico
de nuestras sociedades. Creemos posible, y necesaria, la pluralidad política
dentro de la hegemonía socialista.
Pensamos que las experiencias históricas del Partido Único,
el sedentarismo en la práctica del debate y la criminalización del disenso,
fomentaron las camarillas, la política tras las bambalinas, las traiciones, los
asesinatos y las nuevas “Inquisiciones Marxistas-Leninistas” que tantos
padecieron y aún todavía algunos padecen en la actualidad, por ejemplo, en
China o Corea del Norte. En este último país, con la instauración de una
inédita “República Monárquica de Economía Planificada”, en base a la ideología
oficialista del juche11 que lleva al extremo las contradicciones estalinistas
del “socialismo en un sólo país” con una exaltación ultranacionalista
acientífica desquiciante, se ha producido una lamentable propaganda para los
comunistas honestos de cualquier parte del mundo que ven caricaturizados y
rechazados sus objetivos al compararlos con el “ejemplo” norcoreano.
Desde el Socialismo Democrático confiamos en las
herramientas marxistas de análisis lo suficiente para que, una vez garantizadas
materialmente la igualdad de condiciones de debate y participación (después de
la expropiación de la burguesía en la revolución), nuestras ideas triunfen y el
debate sólo logre enriquecerlas. Admitimos que no existe democracia en nuestras
sociedades capitalistas, sino como mucho: espacios democráticos minoritarios en
un mar de autoritarismo y dictadura no sólo económica sino también política y
judicial. De este modo, nuestro proyecto es garantizar una democracia real donde
cada persona sea dueña de su destino, donde los productores construyan día a
día, con las instituciones a favor funcionando como herramientas y no losas, un
proyecto de emancipación humana que nos haga salir de una vez de la Prehistoria
ética y social en la que estamos atrapados por el capitalismo.
El Socialismo Democrático es un movimiento pacífico activo
que rechaza la violencia como medio para la consecución de sus fines. No
creemos en la máxima implícita de tipo maquiavélica o sun tzuniana de que “el
fin justifica los medios” porque sabemos que los medios cambian a los sujetos y
a los fines de un modo dialéctico. Nadie puede pretender hacer algo que va
contra sus ideales centrales y pensar que nada cambiará en su mente, en su
futuro accionar y en la consecución de los objetivos socialistas marcados.
Pensar así es puro idealismo filosófico. Aunque dicho esto, el SD, como por
otra parte cualquier persona que piense racionalmente, no descarta el derecho a
la legitima defensa de los individuos y no vamos a condenar a nadie por el
derecho a sobrevivir sin entender previamente los contextos donde se producen
conflictos armados y/o violencia más o menos generalizada. No vamos a condenar
a nadie porque en plena guerra o en situación de ataque letal coja un fusil
para defenderse, pero haremos todo lo posible porque los dos bandos dejen el
fusil y desde luego creemos profundamente que nuestro camino no es ese.
El Socialismo se construye preferentemente desde la
resistencia con pedagogía, solidaridad, valentía, desobediencia civil, acción
política y sin lugar a dudas con el ejemplo de todos y cada uno de los que se
digan “socialistas” o “comunistas”12 en su propia vida, en su día a día13.
Porque la violencia en la práctica, obviando todo juicio moral, es “pan para
hoy y hambre para mañana” como estrategia política. Tenemos claro que no vamos
a convencer a nadie que se haga socialista apuntándole con una pistola o
matando a su familia, más bien al contrario, lo perderemos a él (y a sus
huérfanos) de un modo irremisible. Como afirmó Bertolt Brecht, “sólo la
violencia ayuda donde la violencia impera”. Los revolucionarios no podemos
contribuir a que la violencia impere.
Los revolucionarios
debemos analizar la realidad con internacionalismo partiendo del enfoque del sistema
mundial
Los revolucionarios
debemos emplear un enfoque internacionalista que entienda que el planeta está
viviendo una época histórica donde la economía-mundo capitalista se ha hecho
universal. Tiempo donde el modo de producción capitalista es el hegemónico tras
haber subsumido14 los modos de producción previos que llegaron a convivir en
otras épocas donde ya existía el capitalismo (como el esclavismo, el
feudalismo, etc., en el siglo XVIII o XIX).
El enfoque del sistema-mundo nos muestra una visión macro de
la realidad en la que, como decía Eduardo Galeano, regiones enteras con decenas
de países como Latinoamérica, sólo son “comarcas del mundo”: partes
interdependientes en la división internacional del trabajo capitalista. Esto
hace que el tan extendido enfoque de análisis dependiente de los Estados o las
regiones histórico-económicas quede superado por insuficiente para entender los
acontecimientos globales actuales, incluso si estos parecen localistas.
El enfoque del
sistema-mundo es radical y revolucionario porque mira de frente la realidad
sistémica sin mistificaciones nacionalistas, superando falsas divisiones
conceptuales que nos impiden aprehender la realidad internacionalmente
interdependiente que vivimos, una vez el capital conectó las sociedades para
siempre con el mercado internacional. Animo a los lectores a que miren
alrededor de su casa y comprueben dónde están hechos los productos que usan
cotidianamente, el “made in ...”. ¿Cuántos se realizaron en “su” país?
El enfoque del sistema-mundo es, en definitiva, una
necesidad perentoria para poder entender la realidad actual, alejado de las
narraciones místicas propias de los pretendidos Estados-nación. Esta
perspectiva nos permite aterrizar en la realidad y ubicarnos en el mapa donde nos
encontramos realmente: un mapamundi para la acción emancipadora.
¿Hubo socialismo de
los países “socialistas”?
No hubo socialismo en
ninguno de los países que se autoproclamaron ni se autoproclaman como tales,
aunque sí se produjeron avances en algunos aspectos en una dirección
socialista. Sí hubo espacios socialistas en la URSS, en la China maoísta, en
Cuba, etc. El problema al contestar a este tipo de preguntas, de si algo es o
no es, es igual a preguntar si llega o no llega a merecer serlo. Entonces, para
no hacerlo absolutamente subjetivo y por tanto arbitrario, nos hemos de basar
en pruebas, en argumentos. Los míos radican en establecer cuándo se alcanza la
hegemonía en algo, en este caso, la hegemonía socialista respecto a la
capitalista.
Todos los países anteriormente citados tenían un nivel en el
desarrollo de los medios de producción bajo y pese a realizarse procesos (a
veces muy deficientes) de colectivización de la economía, como predijo Marx: al
colectivizar la pobreza se distribuyó la pobreza pero no la riqueza. Desde
luego hubo más igualdad, pero… ¿fue eso por sí solo socialismo atendiendo a los
inicios del socialismo científico? ¿Era lo mismo la “Dictadura del Proletariado
(la democracia de los trabajadores) que la Dictadura del Partido Único? Por
supuesto que no. Sería un chiste de mal gusto afirmar que hubo una hegemonía
política de la Comuna de París a escala internacional en el “bloque socialista”
durante la Guerra Fría. Esos países distaron mucho del modelo de democracia
radical que “La Commune” de 1871 pudo alumbrar pese a su breve existencia y que
tanto Marx, como Engels y Lenin resaltaron como el modelo político adecuado
para un gobierno revolucionario de trabajadores.
Por otra parte, ya conocemos cómo acabaron los soviets y
cómo se impusieron la mayoría de las economías planificadas de Partido Único
una vez acabada la II Guerra Mundial. El estalinismo y el marxismo-leninismo
oficialista (de cada momento) de la “Santa Inquisición de la Academia
Soviética” intentó modificar la teoría marxista, para que cuadrara con la
maniobras nacionalistas de la élite burocrática del Partido, cada vez más
alejada de la clase a la que decía representar. Es algo muy parecido a lo que
ocurre en China actualmente con la teoría de la “Triple Representatividad”15 de
Jiang Zeming, aunque los soviéticos no llegaron tan lejos, a mi parecer, en la
distorsión del marxismo.
Desde luego, allí donde los agentes socialistas tomaron el
poder por sus propias fuerzas y no tanto por los tanques soviéticos, como el caso
de la Yugoslavia de Tito, fue donde se produjeron los experimentos
socializantes más interesantes (pese a sus deficiencias). La hegemonía
económica capitalista mundial y su superior capacidad productiva (por medio del
imperialismo y la explotación de la fuerza de trabajo internacional) impidió
que esos países pudieran llegar siquiera a alcanzar el estadio del Socialismo,
si entendemos éste como el descrito por Marx y Engels. Hay que recordar que los
bolcheviques esperaban el inminente triunfo de la Revolución Obrera en los
países centrales del sistema después de la toma del poder político en 1917,
pero tal cosa no sucedió. No ocurrió por la falta de preparación de los líderes
socialistas de esos países, de la insuficiente formación de las masas trabajadoras
y por la penetración del oportunismo de corte bersnteniana o
“ministerialista”16 en los líderes del movimiento obrero. Este oportunismo se
acentuaba cuando los líderes obreros llegaban a pactos de gobierno con partidos
burgueses.
El problema para los proyectos socialistas radicó en que la
Revolución triunfó en países atrasados económicamente, justo lo contrario de lo
que supuestamente debía ocurrir. La proximidad del campesinado y su cultura
rural con un proyecto de carácter comunitarista, colectivista, es algo que los
maoístas orientales saben perfectamente. Es un hecho que a veces es más fácil
el paso de un sujeto de mentalidad agrícola, por sus elementos comunitaristas,
a uno de mentalidad socialista; que el paso de una cosmovisión urbanita burguesa,
a la socialista. Este elemento de unión fue una de las claves del triunfo de
esas revoluciones: la confluencia entre una mayoría de trabajadores rurales,
pocos trabajadores urbanos concienciados y una élite revolucionaria, una
vanguardia profesional. Ese fue el éxito táctico de Lenin, Mao, el Che con
Fidel y tantos otros. Incluso en la actual Venezuela el voto a favor del
proceso de cambios es más poderoso en las zonas rurales que en las ciudades,
con una mentalidad mucho más aburguesada, centrada en el consumo y no tanto en
la producción. En las sociedades rurales, aunque subsumidas por la lógica del
capital, todavía conservan recuerdos y prácticas que limitan el fetichismo de
las mercancías propio del modo de producción capitalista.
Pero desgraciadamente, si bien los casos de Lenin, Mao y
Fidel fueron revoluciones de voluntad socialista, no fueron ni son suficientes
para instaurar el socialismo en sus países en un mundo donde los más
desarrollados económicamente son capitalistas. Esos gobiernos revolucionarios
se acaban asfixiando ante la lógica hegemónica mundial capitalista y la falta
de desarrollo de sus fuerzas productivas. Las contradicciones entre la teoría y
la realidad de sus gobiernos se disparan y la inexistencia de una filosofía
política y organizativa correcta hace estallar en pedazos, más pronto que
tarde, los pasados y presentes logros revolucionarios. Por esa razón el
capitalismo se restauró en Rusia, además de por el trabajo de espionaje y
corrupción de la élite dirigente por parte de los EUA y otras potencias
burguesas. Y el capitalismo se está restaurando con el Partido único en China,
pese a la oposición de una minoría de miembros del PCCh y las masas críticas
maoístas. También logra nuevo oxígeno en Cuba con la evidente apertura liberal que
se está produciendo en el sistema productivo de la isla, a pesar de que los
actuales líderes no cesan de repetir dándose golpes de pecho que “los logros de
la Revolución son irreversibles”.
Además, la cultura socialista no era ni es todavía realmente
sólida, ni seductora, como sí lo es la capitalista. La cultura socialista
después de tantos años de lucha apenas balbucea, mientras que la capitalista se
reproduce con gran facilidad entre muchos individuos de clase trabajadora, en
especial de los países centrales y semiperiféricos. ¡Y no hablemos de las
élites de “izquierda”! Las Industrias Culturales Hegemónicas, en manos de la
burguesía, conforman nuestros deseos, gustos y proyectos vitales promocionando
nuestro animalismo e infantilismo, mientras que la izquierda no logra producir
una verdadera contracultura socialista que expanda los logros de las culturas
anteriores (democracia, libertad, etc) y neutralice los aspectos reaccionarios
de las mismas (jerarquía, narcisismo, dominación, irreflexibidad, etc).
Volviendo a nuestra pregunta de si hubo o no socialismo en
los países “socialistas”, tenemos que atender a Fidel Castro que conversando
con Oliver Stone17 admitió que: “Cuba no está en otro planeta”. Prueba de ello
es el embargo. Cuando hace unos años una compañía estadounidense se hizo con la
mejor empresa de anestésicos para niños (hasta entonces de capital finlandés),
Cuba se vio en la obligación de adquirir otros de peor calidad, ya que los
nuevos accionistas estadounidenses se negaron a seguir vendiendo a Cuba,
acatando la ley del embargo a Cuba.
Sin embargo, la imposibilidad de la revolución socialista en
un solo país no es algo nuevo del enfoque del sistema-mundo wallersteniano, ni
nuestra posición un remake de la revolución permanente trotskista. El enfoque
del sistema mundial o sistema-mundo capitalista hunde sus raíces en los textos
fundacionales del marxismo. Ejemplo de ello fue el “Manifiesto
Comunista”publicado en 1848 por Marx y Engels, en donde constantemente se hace
referencia al “mercado mundial”, que por otra parte ya comenzaba a ser una
realidad en los textos de Adam Smith en el siglo XVIII.
¿Nadie escapa de esta
economía-mundo capitalista?
Desde luego que no.
Incluso un país tan autárquico como Corea del Norte, autodenominado “socialista”
por sus ultranacionalistas y sectarios dirigentes18, necesita de inversiones
capitalistas extranjeras. Para ello tiene su propia empresa estatal que recauda
inversión de capital foráneo. Incluso su gobierno “comunista” tiene la
desfachatez, en su propia página web en inglés, de alardear de poseer “los
costes laborales más bajos de toda Asia”19 para así atraer a los inversores.
Incluso el reciente expresidente de Corea del Sur, Roh Moo-Hyun, animó a “sus
empresarios” a invertir en su “archienemigo”país vecino. El caso de Corea del
Norte es la falsedad idealista máxima del “socialismo en un solo país”, lo que
tiene su reverso materialista en la pesadilla de la dictadura ultraestalinista
“realmente existente”.
Otra cosa muy distinta es que no se pueda aspirar a espacios
de mayor independencia o elegir aliados más favorables, con acuerdos fundados
en otros valores. Si se hace desde una perspectiva de construcción socialista,
es bueno y deseable. Me refiero, por ejemplo, a proyectos como el Banco del Sur
en América Latina o el ALBA que generan otras sinergias diferentes a los
tratados típicos de libre comercio entre potencias del mal llamado “Norte” y
países dependientes del mal llamado “Sur”. Estas iniciativas no son
íntegramente socialistas, pero pueden (subrayo el “pueden”), si se implementan
con transparencia, generar nuevo oxígeno para la construcción socialista
internacional.
Por tanto, ningún país, ningún Estado, quedaría fuera de
este sistema, pero sí habría Estados con mayores o menores espacios políticos
de tendencia socialista.
Ocurre lo mismo que al hablar de países democráticos:
ninguno lo es en realidad, en el sentido de que no es el pueblo el que
verdaderamente decide su propio gobierno. Como obstáculos, me refiero a las
leyes electorales que desproporcionan el voto popular (sistema de Hondt, de
Saint-League, inglés, estadounidense, etc.). No es democracia tampoco dar un
cheque en blanco un día cada cuatro años para que “tus representantes” hagan lo
que quieran sin consultarte el resto de los 1 330 días (aumento de la edad de
jubilación, privatización del patrimonio público, etc). Pero sin duda, sí hay
países con mayores espacios democráticos que otros que no tienen prácticamente
ninguno. Por ejemplo, no es lo mismo una república que una monarquía, ni el
sistema electoral de Saint-League que el de Hondt, ni Corea del Norte que
Noruega.
Hasta que la hegemonía mundial no sea socialista, no
podremos hablar de países socialistas, del mismo modo que hasta que no haya una
hegemonía mundial democrática, no podremos hablar de países democráticos.
Actualmente, por si queda alguna duda, estamos igual de lejos de ambos
objetivos. Lo cual no quiere decir que haya que quedarse de brazos cruzados,
sino al contrario. En este momento histórico, con los adelantos que tenemos, la
Democracia y el Socialismo son más exigibles que nunca, a la par que
necesarios, por eso es momento de apostar por el Socialismo Democrático
Revolucionario.
La dialéctica del
conocimiento: marxismo sin dogmas, autocrítica de la ciencia y expansión de la
cultura humana
El marxismo es un
instrumento científico de análisis de la realidad. Es un acervo teórico
incompleto, perpetuamente abierto, como el resto de disciplinas científicas,
que nos brinda una serie de conceptos (herramientas) con los que aproximarnos20
a nuestro lugar en el mapa de lo inconmensurable que significa ese vasto y
mayoritariamente ignoto terreno conocido bajo el nombre de “realidad”. Como la
“realidad” no es mensurable por completo, ya que se basa en el desarrollo históricamente
concreto y determinado de nuestros instrumentos y técnicas de medición, debemos
estar abiertos a admitir errores, como el resto de las ciencias hace. Debemos
admitir la extensa posibilidad de estar equivocándonos en el presente.
No debemos seguir adelante como si nada hubiera pasado. No
podemos continuar como si no tuviéramos constatadas varias pruebas que nos
dijeran lo contrario sobre el fracaso de la Dictadura del Partido único,
(criminalización de la disidencia, ortodoxia del pensamiento, dogmas
ideológicos, etc.); del mismo modo que la medicina contemporánea rechazó la
validez de las sangrías como método de curación para las enfermedades
infecciosas21, debemos desechar las características que siguieron los
revolucionarios del pasado en los procesos socialistas fracasados. Tampoco se
puede pretender hacer del marxismo un dogma religioso, porque no es dogma ni fe
sino teoría, ciencia por seguir construyendo basándonos en la razón y la
experiencia empírica. En las ciencias nunca nada está completamente cerrado, y
las leyes científicas lo son como explicaciones teóricas que en ese momento son
las mejores, pero que serán modificadas por los descubrimientos posteriores en
mayor o menor medida. Ocurre como cuando Maxwell en 1873 dijo que el átomo era
un cuerpo que no podía dividirse en dos. En su momento esto era una verdad
científica porque en su tiempo era cierto, pero no era un verdad
transhistórica, debido a que más tarde se descubrió que sí podíamos dividir el
átomo. O incluso recientemente que se ha cambiado el peso atómico de diversos
elementos de la tabla periódica de los elementos, porque los anteriores se
consideraban poco precisos. Lo que puede ser verdad histórica en un cierto
momento no será la verdad del mañana, y por tanto, no es la Verdad en
mayúsculas. Es por eso que el marxismo no puede ser dogmático. Siempre debe
permanecer abierto y cuestionarse sus propios conocimientos, ya que el
desarrollo histórico de la materia y en particular, el desarrollo histórico de
su expresión superior conocida, el género humano, podrá brindarnos algún día
nuevos hallazgos que si se hubieran esbozado en épocas históricas anteriores,
hubieran sido tachados de sueños, alucinaciones extraterrestres o en
definitiva, cualquier otro tipo de afirmación acientífica. Por todo ello, el
marxismo no puede ser dogma ni imponerse por la extorsión de las armas, sino
que para penetrar en la humanidad y ayudarla a avanzar hacia la felicidad,
únicamente puede hacerlo mediante el conocimiento, el estudio, el debate, el ejemplo
y el amor.
De lo anterior, se deduce que por supuesto, la perspectiva
del sistema-mundo no es algo que se reduzca a las ciencias sociales, es un
conocimiento absolutamente trans e interdisciplinar. Lo es hasta tal punto que,
para que esa perspectiva sea coherente, no le cabe menos que afirmar que
absolutamente cualquier conocimiento repercute en los demás. Los cuales
componen el acervo teórico del género humano, lo que llamamos “cultura humana”,
que incluye desde la escala pentatónica, el teorema de Pitágoras y la energía
nuclear a los ritmos sincopados de la salsa, el secador de pelo o la minifalda.
Todo nos influencia, no hay nada que esté encerrado en un
cajón y no nos toque, excepto lo que esté verdaderamente encerrado en un cajón;
como ocurrió con el llamado Testamento de Lenin, ocultado por la troika de
Zinoviev, Kamenev y Stalin durante décadas impidiendo a una parte de la
humanidad (la soviética) empaparse de ese conocimiento. O los inventos
científicos que las multinacionales farmaceúticas tienen petrificados en forma
de patentes guardadas en un cajón, porque pese poder ayudar a millones de seres
humanos no les son útiles económicamente hablando.
Nada que sea compartido por al menos dos seres humanos deja
indiferente al resto de la especie. Somos seres sociales y el conocimiento o es
compartido, y por tanto propiedad colectiva; o es ignorancia de muchos y
propiedad privada, poder, de unos pocos. Éste es otro reto al que se enfrenta
la humanidad en la etapa actual del capitalismo: la posibilidad de la
destrucción del conocimiento compartido, la privatización del mismo por parte
de una élite dominante que también disfrutaría de la mayoría de la propiedad de
los medios de producción y distribución. Es la necesaria privatización del
conocimiento para la acumulación de capital. El Capital necesita convertir
otros productos de la actividad humana en mercancías una vez extenuados los
mercados anteriores y empobrecida la clase trabajadora asalariada, es esta
necesidad de acumulación incesante de capital la que mercantiliza la cultura
humana entendida como todo el saber humano, desde las “ciencias naturales”
hasta la música o el arte del Kamasutra. Si seguimos con el capitalismo tenemos
la posibilidad no avizorada por Marx, de la destrucción del homo sapiens y lo
que ha servido de propulsor de nuestra especie desde la Eva mitocondrial: la
capacidad de compartir.
El capitalismo es en definitiva un cáncer que amenaza con
destruir a toda la humanidad y aunque no sabemos en cuánto tiempo podrá
finiquitarla, sí sabemos que ya ha empezado a hacerlo y que actualmente es un
riesgo posible, lo que Bobbio llamó “un camino bloqueado”, al que yo
denominaría “un camino al precipicio”. Justo ése por el que muchos todavía se
empeñan en avanzar. Misión nuestra es evitarlo. El capitalismo es el
Frankenstein que amenaza con degollar hasta al último hijo de nuestros padres
africanos. El Frankenstein producto del trabajo pretérito de la humanidad
vuelto a la vida con nuestro trabajo presente asalariado. El monstruo del capitalismo
nos reclama desde el pasado la diferencia evolutiva que cargamos como pesada
hipoteca, entre nuestro desarrollo ético y nuestro desarrollo tecnológico. El
problema es que seguimos siendo niños en cuerpos de titanes.
El humanocentrismo,
la nueva fase del internacioanlismo de clase
Al primero que le leí el término “humanocentrismo” fue al
desaparecido Andre Gunder Frank, si bien este concepto no es para nada nuevo y
se puede rastrear en todos los movimientos de masas de inspiración
“democrático-plebeya” que diría el profesor Antoni Domènech. Es por eso que a
la noción interclasista de Frank sería recomendable ponerle unas cuantas gotas
revolucionarias de Marx o Bakunin con su internacionalismo de clase.
Decía Althusser que el humanismo era la falsa ideología
burguesa de su momento, pero actualmente el “humanocentrismo internacionalista”
puede y debe ser parte de un auténtico programa de acción política
revolucionaria y una filosofía humanista radical, como lo es sin duda el
marxismo. Para mí el humanocentrismo debería ser esa solidaridad de clase
apenas esbozada por unos pocos ejemplos heroicos (como las Brigadas
Internacionales en la Guerra Civil Española) u otros que todavía se dan hoy día
a menor escala y con menor organización (recordemos a Rachel Corrie, joven
estadounidense que con tal solo 24 años murió aplastada por un buldozer israelí
defendiendo a los palestinos). Este sería el ejemplo último y superior del
“humanocentrismo internacionalista” o del “internacionalismo humanista”, como
se prefiera.
Sin embargo, la idea es articular uno de forma organizada
como parte del Socialismo Democrático Revolucionario y su Cultura de
Resistencia Socialista (CRS), conseguir que llegue a los programas de acción
política obrera y a las clases populares. No sólo a las reivindicaciones o a
las manifestaciones. Hay que coordinar esos sentimientos de hermandad humana
por encima de las fronteras burguesas y hacerlo mediante un programa efectivo
de acción política revolucionaria. Pero se podría pensar que, si a veces cuesta
poner de acuerdo a obreros de una misma fábrica, ¿cómo vamos a conseguir que
los obreros de la Volkswagen de Sao Paulo no produzcan cuando paren los de la
Volkswagen de Volfsburg en Alemania? Nadie dijo que fuera sencillo, pero es
seguro se conseguirá cuando los obreros alemanes se detengan en solidaridad de
clase, pero también humana, con sus hermanos brasileños. Debe ser en las dos
direcciones, esta dialéctica producirá un sujeto político revolucionario con un
tamaño tal que será capaz de librar la batalla por la lucha por el Socialismo a
escala mundial, la única posible. Un principio de ejemplo de hermandad que se
ha visto con los movimientos de indignados a nivel mundial (pese a sus
limitaciones) o que se ve, desde un punto de vista cultural, con la
construcción de uno de los mejores inventos de la humanidad: Wikipedia.
Y si no estamos dispuestos a nadar en esa dirección
“humanocentrista internacionalista”, más vale que nos dediquemos a otra
actividad más tranquila y saludable en lugar de perder nuestras energías
construyendo la revolución, como coleccionar sellos o practicar el yoga . Hemos
de acelerar ese proceso de convergencia de intereses de clase por encima de las
banderas nacionales que no son las nuestras, desde la convicción del humanocentrismo
internacionalista. Nuestra bandera es la del género humano como decía La
Internacional y no está diseñada, porque sólo la puede crear el pueblo
consciente, democráticamente. Y todavía no estamos en condiciones de tamaña
empresa emancipadora. La bandera roja de la Comuna de 1871 fue, y creo que
todavía es, lo más parecido a ese símbolo que pretendía unir a toda la
humanidad.
Por tanto no hagamos un internacionalismo únicamente de
clase, puesto que el Socialismo le interesa absolutamente a toda la humanidad.
No sólo a trabajadores asalariados, sino también a funcionarios, pequeños y
medianos empresarios, parados, jóvenes estudiantes y esclavos (27 millones
según la ONU). Necesitamos una revolución de la clase obrera con el resto de
sus aliados (o serán nuestros enemigos) para derrocar la dictadura del capital
crecientemente mundializado, que avanza transformando en mercancía cualquier
bien tangible e intangible del ser humano. Amenaza y explota desde la sonrisa
de un niño hasta los sueños de un adulto, desde el amor de pareja hasta el
potencial liberador de los avances científicos. El capitalismo avanza
mercantilizándonos a todos y empaquetándonos en los sucios cargueros de la
reproducción del plusvalor, junto al resto de las mercancías, entre las peceras
artificiales y la comida para perros.
Capitalismo, la hidra
de mil cabezas
El capitalismo no se basa solamente en la división
internacional del trabajo, sino en la división internacional, o interestatal,
de la política. De ahí la buena sintonía de los inversores capitalistas con
todo tipo de dictaduras “nacionalistas” en los países periféricos. El
capitalismo es la Hidra de Lerna contemporánea, un monstruo de mil cabezas, en
que porque un pueblo le corte una, por ejemplo el egipcio con la destitución de
Mubarak, no significa más que sigue con 999. Y si no se cortan rápido en seguida
le crecerá una nueva volviendo a tener las mil del principio. Es por ello que
la revolución debe ser mundial, porque el capitalismo es el sistema más
perfecto de explotación de clases y el pueblo trabajador tiene que estar unido
golpeando con toda su fuerza al unísono en diferentes puntos geográficos, o la
Hidra capitalista más pronto que tarde permanecerá intacta porque con su
ideología nacional conseguirá subyugar a otro pueblo con la ignorancia (o el
chauvinismo) de los restantes. Si Egipto mejora, otro pueblo caerá si no golpea
a la vez, es como un balanza con más 200 manecillas desplegadas en 360º,
estando los 180º de abajo sumergidos bajo la línea de la decencia. Y digo
doscientas manecillas es porque son aproximadamente los estados del mundo22. Aunque
habría que añadirle las zonas propensas a la independencia23, donde las
distintas facciones del capital transnacional con sus títeres políticos tienen
un rol fundamental.
En resumen: el capital, y con él la burguesía, se desplaza
geográficamente a una velocidad infinitamente superior a la fuerza de trabajo24
y ésta, en cambio, sólo puede actuar de modo significativo local o
regionalmente. Pero si no lo hace con una ideología y organización
internacionalista, con un enfoque de sistema-mundo, en solidaridad con el resto
de la clase obrera internacional, estará abocada al fracaso. Sus acciones en
defensa de sus legítimos derechos pueden acabar como cómplices de la
explotación capitalista e imperialista de otros pueblos.
¿Qué podemos hacer?
Se pueden hacer muchas cosas. Considero que hay que
construir la sociedad que queremos desde las bases, aquí y ahora, sin esperar a
la toma del poder político. Tenemos que predicar con el ejemplo que es la gran
carencia de la izquierda tanto en el poder como en la oposición. Tomarnos en
serio la ética revolucionaria. El poder lo vamos controlando en la medida en
que efectivamente nuestras ideas se materializan en la praxis diaria y van
calando en las clases populares y los principales agentes de cambio sistémico.
“Obras son amores y no buenas razones” que dice el refrán.
Históricamente ha existido una contaminación maquiavélica en
la izquierda con el típico “el fin justifica los medios” que ha servido para
justificar todo tipo de alianzas contra-natura que sólo han servido para alejar
el socialismo de nuestro horizonte y desalentar al pueblo. Esto tipo de praxis
política hay que desterrarla de nuestro programa. Los medios nos moldean, no
somos idealistas, somos materialistas dialécticos e históricos: los medios cambian
a los sujetos, es por ello que debemos ser tan cuidadosos con los medios que
empleemos. No todo vale para conseguir la revolución, porque ese “todo” nos
alejará de ella. Nuestras acciones modelan nuestra consciencia.
Debemos practicar esta coherencia entre praxis y objetivos a
cualquier nivel organizativo, tanto en sindicatos como en partidos políticos de
izquierda (real) y anticapitalistas25.
Por tanto, debemos construir organizaciones con democracia
socialista en su interior, con salarios topes limitados por el propio pueblo,
con revocabilidad permanente de todos sus cargos, con implantación hasta donde
sea posible de las nuevas tecnologías informáticas para lograr esta democracia
multidireccional, etc. También hemos de volver a la autogestión con la
independencia de los sindicatos y los partidos de las subvenciones estatales.
Además, y esto es clave: las cuotas deben ser progresivas según la renta
disponible de cada afiliado en el mundo capitalista. Un médico o un profesor de
universidad socialista/comunista debe pagar más porcentualmente que un conserje
o un parado, y mucho más si es pequeño o mediano empresario.
Contra la figura del
líder para la revolución: las élites de izquierda o el pequeñoburgués que todos
llevamos dentro.
Como decía Lincoln:
“...si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder.” Los problemas de
los procesos de construcción socialistas no siempre radican en los “sospechosos
habituales”: los capitalistas, sus embargos, sus ataques mediáticos, etc., al
menos no en exclusiva, sino en lo que hacen “los nuestros” (“nuestros
líderes”). La clave es que “ellos” no somos “nosotros”. Me explico. Un
dirigente de un partido revolucionario tiene en su mano la palanca para recibir
miles de sobornos para destruir la construcción socialista, sobretodo en un
océano interestatal capitalista. Esto lo indicó nítidamente el doctor cubano
Esteban Morales26, comunista apartado del PCC cuando apuntó lo fácil que era
que altos dirigentes cubanos estuvieran aceptando sobornos en cuentas bancarias
extranjeras y la necesidad que había de un mayor control de las bases
revolucionarias. Es razonablemente sencillo abrirle una cuenta en Suiza a un
dirigente cubano, por medio de un hombre de la CIA o mejor aún de un servicio
amigo como el CNI27 en la zona o un mafioso de los de siempre, y llenarlo de
euros o dólares para que “justifique” la apertura de la economía a un sistema
mixto con crecientes oportunidades de inversión para el capital, para
“sostener” el socialismo cubano. A los años el dirigente corrupto de turno deja
el cargo y desaparece en un viaje oficial, se va a vivir a una mansión en la
periferia arbolada de cualquier ciudad estadounidense, y ya está, cientos de
miles de trabajadores perjudicados, ¿pero quién se acordará de él cuando desaparezca?
Tenemos que ser más críticos desde la izquierda con
“nuestros líderes”. Solemos ser muy críticos con los de derecha pero con los
que se dicen estar con “nosotros”, solemos creerlos a pie juntillas y nos
chupamos el dedo como niños con todo lo que dicen. Tanto con los líderes de
nuestras organizaciones como con los referentes de la izquierda internacional.
En especial cuando “nuestros líderes” hablan con la jerga “revolucionaria” que
tanto nos gusta. Y así nos va. Necesitamos instituciones de control permanente
desde abajo, y con la tecnología actual podemos holgadamente. Falta la visión y
la voluntad política de quererlo y organizar políticamenteesta exigencia.
Debemos construir organizaciones con una democracia de bases
permanente28, donde éstas controlen en todo momento a sus representantes, los
cuales, hay que recordarlo, son corruptibles e imperfectos como cualquier
individuo. No podemos vender el futuro de la revolución a la buena o mala
praxis de un individuo más o menos “iluminado”. Son demasiados esfuerzos,
demasiados sacrificios de tantos militantes anónimos, de tantos héroes sin
rostro que luchan día a día por otra sociedad, como para apostar todo ese
trabajo a la ruleta de los caprichos del “líder” de turno.
El “líder” es una enajenación de responsabilidades
institucionalizada por parte de la militancia. Significa pensar que el
“héroe-líder-profeta” vendrá a salvarnos y con su ayuda nos redimiremos de los
“castigos” que nos aflige el sistema.
Desde un punto de vista del materialismo histórico, el
“líder” es una figura propia del infantilismo político, del poco desarrollo de
la consciencia de los revolucionarios. La figura del “líder” es fácilmente
abatible. No podemos concentrar el poder de la resistencia socialista en un
punto arriba de la pirámide de nuestras organizaciones. Pues ese punto, al
estar concentrado y sencillamente localizado, es fácilmente derribable por la
contrarrevolución capitalista. Por ejemplo, al líder lo pueden intentar
sobornar y en caso que sea insobornable económicamente, lo pueden amenazar
mediante sus familiares o amigos, que no podrán disponer de un grado de
seguridad personal tan infranqueable como él. Es por eso que desde la
perspectiva de acumulación de fuerzas, es mejor, mantener una organización
donde el poder se redistribuya lo máximo posible, y pese a existir cargos de
responsabilidad jerárquica, que todos esos cargos sean de revocación permanente
por las bases y las decisiones importantes se diriman mediante voto secreto.
Dejando las decisiones unipersonales, para cuestiones que no se puedan demorar
relativas a su trabajo diario, pero que nunca afecte la estructura de la
organización, ni los compromisos económicos o políticos de mayor alcance
(acuerdos, préstamos, distribución sustancial del presupuesto, etc.). El mejor
líder es aquel que no quiere serlo y que en cada puesto de poder que se sitúe,
se distinga por desprenderse de él distribuyéndolo democráticamente entre sus
compañeros de revolución.
La creación de la
Cultura de Resistencia Socialista.
Los artistas y
creadores culturales tenemos, pero no solamente nosotros, la necesaria tarea de
crear una Cultura de Resistencia Socialista (CRS) alejada de la cultura
burguesa, antitética a la máxima: “lo mejor que te puede pasar en la vida es
hacerte rico”. Una cultura socialista en que, contrahegemónicamente, lo más
preciado sea el bien colectivo, el saber y la felicidad de la sociedad. Donde
el bien común sea el propio, no porque sea un mensaje profético o un precepto
moral29, sino porque materialmente es de este modo: jamás dependimos tanto,
para nuestra supervivencia y bienestar, del buen desarrollo de todos los
pueblos del mundo por la interdependencia económica y cultural alcanzada30.
Para ello nos es necesaria una reapropiación del tiempo que nos expropió el
modo de producción capitalista y sus ejecutores burgueses. Esto es, nos es
necesaria una radical reducción de la jornada laboral.
Esa Cultura de
Resistencia Socialista no es necesaria porque la militancia que no se guíe por
estos valores contrahegemónicos estará simplemente instalada en una mentira.
Una mentira de individuos frustrados por no ser burgueses, por no haber nacido
ricos, por estar en la parte baja de la pirámide social. No hay construcción de
la revolución socialista desde el odio o la envidia. Debemos minimizar el odio
y la frustración lógicos que crea el sistema en todos nosotros, con todas
nuestras heridas individuales, y transformarlas en pasión, amor y creatividad
constructora. Porque los sujetos guiados por el revanchismo y la envidia no son
fiables, ya que están deseosos por conocer el precio en que se venderán al
mejor postor y cambiarán de posición. Necesitamos activistas que no vendan su
lucha, en ningún momento de la misma, ni por todo el oro del mundo. Y para ello
el antídoto es el amor, no el odio. Tenemos que crear una cultura que nos lleve
a esto: a una moral y una ética socialista que coloque el amor por la vida
humana como bien supremo.
La cultura socialista no es sugerente porque está en
pañales. Actualmente son más lemas que realidades, palabras que hechos. Al
margen de personas y activistas maravillosos que todos conocemos en la
izquierda, ¿cuántos de ellas y ellos se llenan la boca con grandiosos ideales
mientras los ensucian con sus mediocres acciones día a día? El problema es que
la cultura socialista nos exige perfeccionar nuestra humanidad y la cultura
capitalista sólo nos invita a rebozarnos en nuestra animalidad más detestable.
¿Cuál de las dos es más sencilla?
Por esta razón sigue seduciendo mucho más tener mucho dinero
para poseer todo aquello que se puede tener mediante el intercambio de dinero y
mercancías: tierras, playas, mansiones, coches, sexo con todo tipo de
individuos, drogas, etc; que comenzar a convertirse en el ciudadano
neorrenacentista con el que soñaba Marx. Ese ciudadano-artista que viviría en
la fase comunista de la sociedad, y que ya en la socialista se debía ir
construyendo. La seducción tiene mucho de animalidad, como el sexo, y eso no
significa que los socialistas seamos puritanos, sino que hay que saber dónde va
cada cosa. No podemos ordenar la vida social, nuestras ciudades y nuestros
parlamentos, con una erección permanente, a partir de la seducción y la
necesidad, que es justo lo que ocurre en el capitalismo. Es el juego de poder
capitalista entre permisibilidad y represión lo que nos marca el ritmo, con una
partitura icónica de seducción constante muchas veces frustrada por la vacuidad
posterior del consumo, que no sólo destruye lo consumido, como indica Alba
Rico, sino al propio consumidor en tanto persona.
Desde el infierno capitalista que inhalamos diariamente,
tenemos que construir espacios donde respirar oxígeno socialista a través de la
solidaridad, la fe en el género humano y el amor a la vida y sus
potencialidades.
La revolución se
construye desde ya
Aunque la toma del poder político es necesaria, igual que la
toma del militar y el económico31, este poder alternativo socialista se debe
construir desde nuestras organizaciones, desde ya. Porque si no lo hacemos,
luego, nadie podrá decretar el socialismo encarcelado desde una estructura
institucional capitalista (aparato estatal, cadena de mandos
jerárquico-autoritaria, etc) con individuos esclavos de los sueños de la
burguesía. No se podrá llegar al Socialismo sin haber tenido una experiencia
socialista de organización y toma de decisiones. Es materialmente imposible
hacer esto. Uno no se hace “buena persona” al obtener más poder,
mayoritariamente se produce lo contrario.
No será fácil hacérselo comprender a algunos gerifaltes de
la izquierda instalados en las viejas prácticas, en las cadenas de mando, las
camarillas de poder y los egocentrismos. Pero si no lo comprenden, tendremos
que no contar con ellos y barrerlos con la nueva hegemonía socialista. La
esperanza en este cambio, el agente, como siempre, será el conjunto de los
activistas de base, las gentes más conscientes y generosas de la clase
productora: la trabajadora32. Aquellas mujeres y hombres sin los cuales no
habrá ninguna revolución que merezca el epíteto de “socialista”.
Otro objetivo por lel que se debiera luchar desde ahora
mismo sería, partiendo de que no hay mejor defensa que un buen ataque: la
disminución radical de la jornada laboral con el mismo sueldo33. Y por otra
parte pero en mismo sentido, reducir la edad de jubilaciones. Con ello
conseguiríamos acrecentar las contradicciones capitalistas y obtener más tiempo
y calidad de vida para la clase obrera. O sea, justo la dirección contraria de
lo que quiere imponernos la oligarquía internacional con ayuda de los
sindicatos complacientes. Además la promesa de la reducción de la jornada
laboral serviría para ilusionar a las masas con un proyecto alternativo y
esperanzador, pues fácilmente se podrá propagar a razón de: el aumento
histórico de la productividad, la creación de empleo y el mayor disfrute del
tiempo de vida. Porque no se ilusiona en nada llamando a una lucha desigual y
sacrificada por mantener los derechos que nuestros padres tuvieron en el
capitalismo keneysiano. Esto es un objetivo muy poco ilusionante, que por
supuesto, pierde en atractivo y capacidad movilizadora en el enfrentamiento
contra el “sálvese usted mismo y si puede, hágase rico”, propio de la lógica
burguesa.
Organizativamente, y a largo plazo, sería importante
plantear la necesidad de tener un idioma común, construido artificialmente
(como el esperanto) o partiendo de la hegemonía actual (el inglés u otro), pero
adoptado democráticamente desde las bases. Esto es necesario para articular y
mejorar los tiempos de respuesta de las luchas de la clase obrera, que son absolutamente
globales hoy día. Aunque quizás esto no sea necesario si en pocos años se
desarrolla una tecnología capaz de traducir simultáneamente durante
conversaciones reales. Pero si no buscamos estos lenguajes comunes el
internacionalismo obrero seguirá brillando por su ausencia, más allá de las
patéticas (por su débil efecto) aunque bienintencionadas procesiones laicas,
donde la gente de izquierdas saca sus banderas para “solidarizarse” por la
represión sionista en Palestina o la marroquí en el Sáhara. Si no adelantamos
este proceso de conseguir ser competentes en un idioma común, al margen de los
vernáculos, el capitalismo quizás realice este proceso por nosotros y podemos
tener seguro que lo hará de un modo mucho más lento y doloroso. En este sentido,
sería importante también adoptar un sistema informático común, libre, para
conseguir la máxima independencia y esa construcción de la Cultura de
Resistencia Socialista de la que hablábamos. Me refiero a que deberíamos migrar
todos, en la medida de lo posible, de Windows a Linux y desarrollar nuestro
propia versión común de Linux que sería parte de esa Cultura de Resistencia
Socialista.
La idea central del Socialismo Democrático Revolucionario es
conseguir la mayor cantidad de códigos y lenguajes propios que nos permitan
enfrentar una cultura ajena, porque... ¿qué enfrentamiento puede existir cuando
uno viste y calza como el enemigo que se dice pretender abatir? ¿Qué lucha
podemos librar cuando los explotados balbucean el mismo idioma que sus
opresores (como les pasa a los sindicatos amaestrados)? A mayor diferenciación
cultural interna34 con el enemigo, más fácil la resistencia y la ampliación de
la misma, más difícil la asimilación.
Vuelvo a la idea de que el enemigo estructural es la
burguesía y el conjunto de las clases opresoras que nos explotan, eso está
claro; pero también lo somos nosotros mismos que sustentamos este sistema de
clases y sufrimiento con nuestro trabajo asalariado. ¿A alguien le cabe alguna
duda de que si el movimiento obrero internacional realizara una huelga general
indefinida en una decena de países centrales enarbolando un mínimo programa
revolucionario común tendríamos a la burguesía a nuestros pies? ¿O si sacaramos
simplemente un 20% de nuestros depósitos bancarios? Por eso es necesario
también construir una nueva Internacional con los errores pasados bien
estudiados, enmendados y los deberes bien hechos (fin del despotismo,
nepotismo, culto a la personalidad, criminalización de la crítica en las filas
revolucionarias, falta de transparencia y minusvaloración de facto del pueblo,
incomprensión del fenómeno religioso, etc).
Todavía nos falta mucha tarea por realizar y hemos de
comenzar desde ahora con un plan de diversos niveles: local, regional e
internacional; influido todo él por la perspectiva internacionalista y
humanista del sistema-mundo junto al desarrollo del marxismo.
¿Parece utópico o muy difícil lo que planteo? No tenemos
culpa los pacientes que la enfermedad que padecemos sea de tan laboriosa cura.
Lamentablemente el cáncer capitalista está muy extendido. Revirtámoslo lo antes
posible. El paciente se llama género humano y desde lo hondo de su humanidad
sitiada clama por la Revolución.
Notas
1. El presente trabajo toma de partida la entrevista que
Salvador López Arnal realizó al autor en febrero de 2011 para el medio digital
“Rebelión”. El autor la ha revisado y ampliado sustancialmente para la escritura
de este ensayo en diciembre de 2012.
2. El autor también es conocido bajo el seudónimo artístico
de “Jon Juanma” y fue el creador en 2008 del Sociorreproduccionismo
Prepictórico, un sistema democrático y socialista de acceso a la pintura, que
tendía a eliminar las diferencias de clase y renta características de la
sociedad capitalista.
3. Propaganda alienadora que puede provenir de los
sicofantes clásicos de la burguesía o también de los populismos disfrazados de
revolucionarios científicos.
4. Partido Comunista de la Unión Soviética.
5. Cuadros que en numerosas ocasiones utilizan la adulación
y la veneración como coartada para expandir los espacios personales de poder, y
en no pocos casos, de franca corrupción.
6. Véase lo que ocurre frecuentemente en la Venezuela
“bolivariana” actual o lo que sucedía en la Yogoslavia de Tito.
7. Estado que vería a la luz mientras el Estado propio de la
Dictadura Transitoria de los Asalariados (DTA), nunca confundir con Dictadura
del Partido, desapareciera según se eliminara la figura estructural del
capitalista y por ende su negación: el trabajador asalariado. A medida que no
quedaran capitalistas ni asalariados, la DTA desaparecería y entraríamos en el
Socialismo Democrático que sería el sistema organizativo rector de la sociedad
de los trabajadores liberados del trabajo asalariado. La DTA no debería durar
nunca más de lo estrictamente necesario pues podría mutar en la Dictadura del
Partido o la élite de turno. Para ello, se votaría cada poco tiempo, mediante
voto secreto, si la ciudadanía todavía permite la prolongación de la DTA o pasa
al Socialismo Democrático como forma política del inicio de la sociedad
socialista.
8. Y por ende más cercanos al horizonte comunista.
9. Real, no la libertad de manipulación burguesa que tenemos
instalada.
10. Por ejemplo, algunas tribus castigan a quien se ha
portado mal, negándole la conversación y el saludo durante un tiempo sin
encarcelarlo en ningún sitio y dándole oportunidad para la reflexión y la
reinserción social. Esto podría fucionar en el sistema legal socialista para
las infracciones de algún tipo.
11. La ideología del juche
es una pastiche hipertrofiado del peor estalinismo mezclado con el nacionalismo
chauvinista más paranoico, para leer algunos textos en castellano consultar:http://juche.v.wol.ne.jp/index_works_s.htm (2012/12/26).
12. Ambos están dentro del SDR y estarán en el SD.
13. Como nos recuerda el dicho: “Obras son amores y no
buenas razones”.
14. Incorporado, atrapado en su interior obligándoles a
desplegarse en la lógica de la acumulación del capital.
15. Esta teoría, en pie de igualdad con las aportaciones de
Marx, Lenin, Mao y Deng Xiaoping, propone que la lucha de clases ya no es la
contradicción principal. Para esta teoría oficial en el PCCh, la contradicción
principal es el insuficiente avance de las fuerzas productivas chinas y la
demanda creciente de su pueblo, por ende deben “reformarse aquellos aspectos de
la superestructura que no se ajusten al desarrollo de las fuerzas productivas”.
La lucha de clases también es substituida por un nacionalismo inquietante,
llamado patriotismo, donde caben los capitalistas “patriotas” capaces de
satisfacer las demandas consumistas de una “clase media urbana” nacida al calor
de la expropiación de los campesinos del interior de la China continental.
Ver: http://www.politica-china.org/imxd/noticias/doc/1223365943TextointegroestatutosPCCh.pdf
Ver: http://www.politica-china.org/imxd/noticias/doc/1223365943TextointegroestatutosPCCh.pdf
16. En palabras de Lenin.
17. Se pueden oír en la película “Loocking for Fidel” del
cineasta estadounidense.
18. Un lugar donde se llega al extremo en el cual al salir
del país la policía tiene derecho a verte/eliminarte una a una las fotos de tu
cámara digital por si enfocaste algún lugar “prohibido” o impedirte hacer
preguntas políticas a los civiles.
19. Y no solamente eso, sino que el gobierno norcoreano se
enorgullece que sus trabajadores son fieles y no abandonan su puesto buscando
mayores salarios una vez son capacitados: http://www.korea-dpr.com/business.html (2012/12/24).
20. Subrayo esta palabra.
21. Durante el Renacimiento, las sangrías se usaban
indiscriminadamente por los médicos de la época, y todavía a principios de
siglo XVIII eran usadas con asiduidad por algunos “especialistas”.
22. 193 reconocidos y unos 10 sin reconocer por la comunidad
internacional.
23. Por ejemplo Cataluña.
24. Los obreros.
25. Los diversos sindicatos, partidos y organizaciones
anticapitalistas debieran tender a la unión de acción (que no de organización)
en todo lo que tuvieran de común.
26. Para leer sus excelentes análisis consultar su blog:http://estebanmoralesdominguez.blogspot.com.es/ (2012/12/24).
27. Centro Nacional de Inteligencia, organización de los
servicios secretos del Reino de España.
28. Eso sí, de bases formadas, no cualquiera será miembro de
nuestra organización, como sí pasa en los partidos reformistas de masas, donde
al pagar la cuota ya se es miembro de pleno derecho. Abogo aquí por conjugar lo
mejor de los partidos de masas (democracia horizontal) con lo mejor de los
partidos de cuadros (preparación).
29. Aunque si alguien se siente impelido por su moral, todo
será más sencillo.
30. Interdependencia que lejos de ser un aspecto negativo,
es un logro progresivo de la cultura humana. Nuestra especie se caracteriza por
la interdependencia con el resto de sus compañeros societarios, lo que permitió
la evolución del lenguaje, el amor y las artes.
31. Esta toma de poderes, se realizará hasta donde sea
imposible, por medios pacíficos, de pedagogía y promoción.
32. Trabajadores en sentido laxo, no solamente, que
especialmente, de clase asalariada, sino también autónomos y pequeños
empresarios que realicen labores constructoras tanto directivas como
ejecutivas. Me refiero más bien a trabajadores en oposición a rentistas y
especuladores.
33. Por ejemplo, asta las cuatro horas diarias, propugnadas
propuesta por el marxista peruano Carlos Tovar.
34. Para nuestra propaganda y pedagogía externa, por el
contrario, deberemos utilizar métodos parecidos a los teorizados por el gran
psicólogo soviético Vigotsky, partiendo de su Zona de Aprendizaje Próximo.
Jon Juanma |
Sus blogs son: http://jonjuanma.blogspot.com.es/ y http://planetavideoclip.blogspot.com.es/
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