Esteban Valenti
No hay dinero, prosperidad, que pueda sustituir lo que la
historia de una ciudad como Montevideo ha creado, sin el aporte de sus
habitantes, de sus autoridades, de sus arquitectos, paisajistas y generaciones
de nativos y emigrantes. El tiempo es insustituible. Como insustituible es la
historia, el aporte de la cultura, de la sensibilidad, de la audacia y
genialidad de sus habitantes. Montevideo es el mejor resumen del país optimista
que tuvimos y tenemos hoy los uruguayos.
Me he cansado de recordar las grandes obras, los grandes espacios, la visión que tuvieron los constructores de nuestra capital. Y además de todo, tenemos su escenario natural, la gran bahía de su puerto natural, sus kilómetros de costa y de playas, su cerro y en general su ubicación geográfica que la hace privilegiada. Y sus habitantes a pesar de todo no hemos logrado todavía afectar la calidad de su aire, considerado entre los más puros de todas las capitales de la región.
Disculpen esta larga parrafada pero hay cosas que los
montevideanos damos por naturales, que sin embargo son un camino, una
historia, un relato urbano, social y cultural que hemos construido a lo largo
de los años y una base formidable para el futuro. No tenemos que copiar, pero
tenemos mucho por aprender del pasado.
Más que en otras ciudades del país, los montevideanos hemos
hecho en estos años un balance permanente de la marcha de nuestro hábitat, del
lugar donde pasamos una parte importante de nuestras vidas, de su limpieza, su
iluminación, el transporte y el tráfico, el estado de sus plazas y paseos
públicos, del cuidado del medio ambiente, del funcionamiento de la Intendencia
en su relación con los ciudadanos, del proceso de descentralización y
participación ciudadana y de sus grandes obras, de su mirada concreta y activa
hacia un futuro que se nos viene encima.
Además en el caso de la Intendencia de Montevideo le
agregamos sus prestaciones sociales, su aporte a las políticas sociales, de
salud, de deportes, etc. Muchos etcéteras. Y lo hacemos impulsados por nuestras
propias impresiones y por una mirada indagadora e inquisidora de la prensa y de
la oposición. Nada de que quejarse, cada uno en lo suyo. Lo cierto es que la
izquierda gobierna la capital desde hace 25 años
Hace 5 años hubo un cambio importante en el proceso político
departamental, por primera vez la izquierda dejó de crecer, se invirtió la
tendencia y cayó en forma importante la votación para la elección de la
intendencia. Eso fue consecuencia de dos procesos diferentes: primero, fue un
balance de la gestión 2005-2010, con dificultades importantes y con carencias
notorias. Parece absurdo tener que aclarar que no se trata de un juicio
personalizado, sino sobre una gestión, sobre un intendente, excelente persona y
universitario de primer nivel, pero que a la hora de gobernar debe ser juzgado
por su desempeño en el cargo, así como los colaboradores que lo rodearon. El
balance fue muy deficitario.
El segundo elemento que influyó fue la forma en que se
designó el candidato del FA, a través de una imposición orgánica, sin la
participación del pueblo frenteamplista y a través de la candidatura única,
absolutamente inexplicable. Había candidaturas múltiples en casi todos los
departamentos y en la capital funcionaron otros ''principios'', en realidad un
sistema para asegurar el poder pasando por encima de la democracia. Y una parte
de nuestros electores nos dio una sonora bofetada.
Ahora aprendimos, habilitamos candidaturas múltiples, como
no podía ser de otra manera, aunque hay compañeros irreductibles y dispuestos a
precipitarnos en otro desastre. Y lo digo con todas las letras, me refiero a
los compañeros del PCU.
Tuvimos 5 años de intendencia de Ana Olivera, una gobernante
incansable, esforzada, que fue de menos a más y que tuvo la grandeza y la
generosidad de renunciar a su reelección. Pagó muy caro por tres diferentes
problemas, los dos que mencioné anteriormente (la herencia de Erhlich, la forma
de designación) y un tercero: un equipo de gobierno con grandes lagunas en sus
capacidades y una extrema lentitud en producir cambios imprescindibles.
Cuando el balance de la gestión Olivera se mida en obras, en
realizaciones, se tendrá la verdadera magnitud de su esfuerzo y de sus
resultados, que desgraciadamente están ocultos detrás de las encuestas de
opinión pública. Se hicieron y se están haciendo muchas cosas, la mayoría de
ellas buenas o muy buenas y algunos errores y deficiencias.
Estamos a pocos meses (10 de mayo) de las elecciones
departamentales y locales. Hay muchas maneras de enfocar esta nueva instancia.
Yo voy a elegir una en esta oportunidad, voy a tratar de responder las
preguntas que me parecen claves:
Primero, segundo y tercero: ¿Cuál es el mejor gobernante
posible para aplicar un plan de fuerte impulso para Montevideo en los próximos
5 años, que coinciden con el tercer gobierno del FA? Y esto visto desde una
sola visión: el interés de los montevideanos y de los uruguayos.
El funcionamiento de la capital no tiene que ver solo con
sus habitantes, sino con todos los uruguayos. No hay posibilidad de construir
un país desarrollado, con otra calidad de vida, con otra proyección social,
cultural, educativa y de seguridad nacional, sin que eso tenga un reflejo
privilegiado en la capital. Los principales problemas que tiene el Uruguay
están en Montevideo y en la zona metropolitana y todavía no hemos logrado que
se refleje plenamente en nuestra ciudad el gran salto que está dando el país.
Se ha logrado por múltiples razones que ese cambio se refleje mucho más en todo
el interior del país.
No se ha logrado todavía en materia de la calidad de sus
servicios, en la limpieza de la ciudad que ha mejorado pero está lejos de ser
la que corresponde a nuestro Proyecto Nacional. ¿Alguien puede creer que
podemos lograr transmitir una imagen de una calidad diferente de desarrollo
social, cultural, productivo, intelectual, educativo, con los actuales niveles
de inseguridad en Montevideo, con la situación de la vivienda en los cinturones
de la capital (que no es un tema departamental), con los servicios de
transporte, de movilidad y del tránsito en nuestra ciudad?
No hay Proyecto Nacional en pleno desarrollo sin afrontar a
fondo los problemas urgentes, los nuevos, los importantes y la visión
estratégica de Montevideo. Y esa es una de las claves para analizar el futuro
gobierno de Montevideo.
La calidad de la gestión en Montevideo, su eficiencia, la
velocidad en dar respuesta a las exigencias crecientes de sus habitantes y de
su población flotante (turistas y visitantes del Interior), la capacidad de
prever las principales tendencias y retos para su desarrollo, su mayor puesta
en valor de sus tesoros arquitectónicos, urbanísticos, paisajísticos con una
visión progresista, de promoción de la convivencia colectiva, de la vida en
sociedad, es un tema fundamental para el gobierno departamental y nacional.
Una visión todavía más profunda de la democratización del
desarrollo de la ciudad en forma integral, en todos sus barrios y en especial
al norte de avenida Italia.
En Montevideo se cruzan dos cosas claves al mismo tiempo,
difíciles de separar, de dividir. Por un lado la mejora de los servicios
básicos y por otro lado la planificación y ejecución de proyectos con visión de
futuro, de promoción de su desarrollo, pensados con la audacia de un país
optimista y exigente. Uno no puede tapar o postergar al otro, deben resolverse
armónicamente.
La gestión no es un tema técnico, es profundamente político
e ideológico. Hoy la calidad de la gestión de los gobiernos de izquierda a
nivel nacional y a nivel departamental es la principal responsabilidad política
e ideológica del momento. No es la continuidad, no es más de lo mismo, es la
obligación de mejorar, de avanzar teórica y prácticamente.
Y todo esto se tiene que expresar en el programa del FA para
Montevideo, con su sentido crítico, con sus nuevas exigencias y con las
personas que ofreceremos como posibles gobernantes. Todos sabemos que los
nombres son importantes, muy importantes.
¿Acaso 25 años de experiencia, cinco gobiernos diferentes,
no nos demuestran la importancia de elegir bien a las personas, no solo para
ganar sino sobre todo para gobernar?
¿No debemos considerar a la hora de elegir nuestros
candidatos y gobernantes la experiencia, los antecedentes, los aportes que han
hecho en su carrera política, incluso en la elección de sus colaboradores?
¿Qué lugar ocupará en nuestras futuras elecciones una visión ciudadana, del interés de la gente, de su calidad de vida, de las mejores garantías para una adecuada gestión, por encima de las luchas de poder interna, de los proyectos hegemónicos?
¿Qué lugar ocupará en nuestras futuras elecciones una visión ciudadana, del interés de la gente, de su calidad de vida, de las mejores garantías para una adecuada gestión, por encima de las luchas de poder interna, de los proyectos hegemónicos?
Estas y otras preguntas deberemos responderlas en las
próximas semanas, y sobre todo el 10 de mayo.
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