Lo cierto es que en apenas un lustro (2020) se iniciará la
aplicación de un acuerdo global de reestructuración de la matriz energética,
para sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía
limpias. No todo quedará resuelto en las negociaciones de Paris, por la
negativa de los llamados países industrializado a reconocer su responsabilidad
en la catástrofe planetaria en marcha. Pero más allá de los desacuerdos
actuales, lo relevante es que ya existe un consenso en la comunidad
internacional para acelerar la implantación de las energías sustitutivas del
petróleo como única opción para hacer reversible el calentamiento global.
Cuando la Agencia Internacional de Energía -vocera de los
grandes consumidores de petróleo- afirma que “el 70% de la demanda
mundial deberá ser cubierta por energías alternativas en 2030”, está
dibujando un panorama sombrío para los países petrodependiente, especialmente
para aquellos que como Venezuela, basan su economía en la renta petrolera
con la “seguridad” de contar con la mayores reservas petroleras del
mundo. El cambio climático es importante para los venezolanos no solo por las
consecuencias socio-ambientales desastrosas que está produciendo sino también,
porque le pone fecha límite al declive del capitalismo
rentístico-dependiente venezolano. Como dice el refrán, “o corremos o nos
encaramamos”.