El presente artículo de investigación se propone articular
los conceptos de Estado, poder y revolución desde la traducción que realiza el
Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, de la
teoría de Poulantzas. Para ello se analizaran las tres categorías en relación
directa con los postulados poulantzeanos,
especialmente, con esta teoría política y estatal que permite trascender
aquellos postulados esencialistas e instrumentalistas. Se hará un trabajo
hermenéutico basado en una investigación documental, marcando los puntos de
aproximación entre la perspectiva de García Linera y Poulantzas, especialmente
en la lectura del Vicepresidente de Bolivia sobre el proceso autodenominado
revolución democrática y descolonizadora.
Acerca del estado
El Estado para la teoría social marxista ha representado un
problema central en sus discusiones y una preocupación experimental en los
procesos revolucionarios desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el
presente; ya sea bajo la forma de la Comuna de París de 1871, pasando
por la Revolución Rusa hasta
las experiencias de los populismos de alta intensidad, según Svampa (2015), del
presente latinoamericano como es el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador,
salvando las claras diferencias entre estos procesos políticos y sociales. Karl
Marx no ha elaborado una teoría general acerca del Estado, o del proceso de
transición, lo cual genera un espacio para re-elaboraciones a partir de
experiencias revolucionarias. Resulta interesante la propuesta del
Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, quien
debate desde el marxismo, especialmente de su traducción de la obra poulantzeana, sobre el papel del Estado,
el poder y la revolución en el proceso político de Bolivia, haciendo teoría
sobre un proyecto político y hegemónico en permanente construcción, develando
un estrategia de largo plazo, mediante una dialéctica entre guerra de
posiciones y de maniobra, de articulación de instituciones representativas y de
democracia directa.
Karl Marx no ha desarrollado una teoría general acerca del
Estado, aunque sí ciertos esbozos que pueden funcionar como elementos de
orientación, tales como Crítica del
programa de Gotha(2015), La guerra
civil en Francia (2007)y El
18 brumario de Luis Bonaparte(2015). El primer texto data del año
1875, en éste se demuele el Programa de Gotha por considerarlo
ecléctico y oportunista, ya que fue originado como concesión del sector de
Bebel y Liebknecht al sector de los lassalleanos
y retomado por Lenin en su obra El
Estado y la Revolución (2004). El segundo de ellos hace clave la
discusión sobre el acontecimiento de la Comuna de París del año 1871,
describiendo a tal proceso como un ejemplo concreto de la dictadura del
proletariado. El tercero hace referencia al proceso de 1851, el golpe de
Estado llevado a cabo por Napoleón, y expresa su tesis de que la maquinaria
estatal burguesa debe ser destruida. Más allá de las tesis centrales de la obra
de Marx sobre la lucha contra el Estado, su destrucción y la construcción de
una estatalidad de los oprimidos, no se ha podido generar una teoría general
sobre el Estado. Su obra económica sobre el capital quedo inconclusa, donde se
estimaba la realización sobre dos tomos, uno relacionado al Estado y otro a las
relaciones internacionales.
La cuestión del Estado trae consigo la imposibilidad de
realizar una teoría general acerca del Estado, lo cual queda establecida en la
obra de Poulantzas denominada Estado, poder y socialismo (2005) donde
el autor greco-francés sostiene que es imposible llevar adelante tal empresa,
ya que no hay un modelo universal de transición al socialismo. La imposibilidad
de una teoría general acerca del Estado no niega una conceptualización del
mismo y un proceso de balance y perspectiva sobre los proyectos políticos
pasados y presentes. Álvaro García Linera retoma aspectos centrales de la
teoría de Poulantzas, especialmente dirigidos a analizar los procesos de
transformación y ruptura del Estado y el proceso de transición de forma no
mecánica ni producto del despliegue metafísico de un sujeto no sujetado a las
prácticas materiales y discursos. La primera distinción que debe hacerse es qué
significado tiene el Estado para García Linera y desde allí encadenar
dicha conceptualización con las posturas de Poulantzas. Una primera
aproximación al pensamiento del Vicepresidente boliviano nos marca la
existencia de una visión relacionista, pero en carácter de conflictividad, y no
como proceso de exterioridad con respecto a la sociedad. De esta forma podemos
verificar a continuación su perspectiva centrada en un texto denominado Crisis del Estado y sublevaciones indígeno-plebeyas
en Bolivia como parte de su obra La potencia plebeya:
El Estado es una relación social conflictiva, que atraviesa el conjunto de toda la sociedad, en los modos en que realiza la continuidad de su sistema de necesidades (propiedad, impuestos, moneda, derechos laborales, créditos, etc.), y en el modo en que representa la articulación entre sus facultades políticas y sus actividades cotidianas. (García Linera, 2009: 424).
El Estado es el resultado de una relación social conflictiva
que atraviesa el conjunto de la sociedad. Si avanzamos en su consideración
podemos encontrar que de forma esquemática el Estado es el armazón de fuerzas
sociales, un sistema de instituciones y las creencias movilizadoras, es decir,
que el Estado como relación conflictiva responde históricamente a la relación
de fuerzas entre las clases sociales, entre las clases dominantes y las
dominadas, como también a las instituciones que regulan la convivencia, es
decir, el sistema normativo y coercitivo, pero sin dejar de lado el proceso de
cohesión entre dominados y dominantes. Esta consideración acerca del Estado se
encuentra presente de forma fundadora en la propuesta conceptual de Poulantzas,
para quien el Estado es “la condensación
material de una relación de fuerzas entre clases y fracciones de clase, tal
como se expresa siempre de forma específica, en el seno del Estado”
(Poulantzas, 2005: 154). Esta definición del Estado es una expresión que lo
caracteriza como no esencialista, ya que el mismo depende de la relación de
fuerzas entre las clases sociales y las facciones de clase, dando lugar a la
existencia de un Estado no abstracto, como proceso de condensación
material de dichas relaciones de fuerza.
García Linera considera que no es necesario comprender
únicamente el funcionamiento de las instituciones políticas, es decir, del
sistema normativo y coercitivo (leyes, prohibiciones, garantías sociales,
cuerpos represivos, etc.), sino también debe estudiarse aquel proceso por el
cual una clase social o una facción de clase hacen que sus intereses sean los
intereses del resto de las clases sociales. La ecuación de Estado = sociedad
política + sociedad civil, es decir, coerción más consenso representa una de
las tesis centrales en el pensamiento de Gramsci (1980), pero no únicamente en
él se puede concebir tal cuestión, ya que es Trotsky quien plantea la
imposibilidad de una sublevación victoriosa sin un proceso de hegemonía. Esto
puede concebirse en la siguiente cita: “La
sublevación no puede conducir a la victoria real de la revolución y a la
erección de un nuevo régimen más que en el caso de que se apoye sobre una clase
progresiva que sea capaz de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría del
pueblo” (Trotsky, 1975: 81). Para el pensador ruso es necesaria que una
clase progresiva, el proletariado, agrupe a la inmensa mayoría del pueblo, es
decir, que despliegue un proceso hegemónico por el cual absorba los intereses
de esa mayoría e irradie hacia ella la movilización por los intereses del
proletariado. La diferencia con Gramsci es que él plantea el problema
hegemónico no sólo como proceso ofensivo, sino también como propiedad del
Estado, ya que si esa inmensa mayoría del pueblo no se moviliza a favor una
clase social como es el proletariado, tiene que ver con que los mecanismos
coercitivos y consensuales de la clase dominante no han pasado por una crisis.
Otra de las definiciones sobre el Estado que presenta
el Vicepresidente es aquella donde el mismo es “una cotidiana trama social entre gobernantes y gobernados, en la que
todos, con distintos niveles de influencia, eficacia y decisión, intervienen en
torno a la definición de lo público, lo común, lo colectivo y lo universal.”
(García Linera, 2015: 37). Es común, colectivo, público y universal es producto
de la relación de fuerzas entre gobernados y gobernantes, entre las clases
dominantes y las clases dominadas, en cuanto el Estado es la condensación de
tal conflicto, ya que desde la perspectiva de Poulantzas el Estado no es
externo a las relaciones sociales de producción y de la lucha de clases, pero
sí las diversas luchas lo desbordan, ya que la lucha de clases no queda
reducida únicamente al Estado, además de que éste penetra en los espacios
capilares, y lo poderes de clase lo rebasan.
La definición estructuralista concibe al Estado como una
suma de apartos represivos y aparatos ideológicos, lo que nos llevaría a una
traducción de sociedad política y sociedad civil, pero Poulantzas sólo lo ve de
forma esquemática, y concibe una teoría relacional, en la cual no es una mera
sumatoria algebraica, sino un articulación de redes de poder donde la
dominación política e ideológica hace mella en los cuerpos. De esta forma la
ideología no es meramente engaño, falsa conciencia, sino una serie de prácticas
materiales que moldean el modo de vida de los cuerpos oprimidos. Es importante
tomar en cuenta esta concepción del cuerpo, ya que permite comprender que dicha
articulación entre aparatos de Estado tiene como conexión el sustrato material
de la corporalidad, tal como puede apreciarse en la siguiente extensa cita:
Cierto, el cuerpo no es una simple naturalidad biológica sino una institución política: las relaciones del Estado-poder con el cuerpo son mucho más complicadas y extensas que las de la represión. Ello no impide que el anclaje del Estado también sea siempre su acción coercitiva sobre los cuerpos por medios físicos, la manipulación y devoración de los cuerpos. Y esto en un doble aspecto: mediante instituciones que actualizan la coerción corporal y la permanente amenaza de mutilación (prisión, ejercito, policía, etc.); y mediante la instauración, por todo el Estado, de un orden corporal, que instituye y administra, a la vez, los cuerpos, conformándolos, moldeándolos y aprisionándolos en instituciones y aparatos. El Estado es coextensible, en su materialidad, de humillar, meter en cintura y consumir el cuerpo de los sujetos; en una palabra, de encarnarse en la corporeidad de los sujetos-objetos de la violencia del Estado. Si bien no puede hablarse de una mortificación corporal por el Estado, que remitiría a la imagen de un cuerpo primero, naturalmente libre, y desviado a continuación por la política –cuando en realidad no hay más cuerpo que el político-, queda en pie, no obstante, que en este orden corporal se trata siempre de amaestrar y regimentar efectivamente los cuerpos, operando mediante dispositivos físicos apropiados. (Poulantzas, 2005: 28-29)
García Linera hereda esta concepción del pensamiento de
Poulantzas, especialmente en la discusión con la teoría foucaulteana sobre la relación entre poder y cuerpo, partiendo del
hecho que fue un pensamiento situado en la segunda mitad de los años setentas,
lo que no quita su diferenciación que se expondrá más adelante entre el
profesor greco-francés y Foucault. Pero en el pensamiento del Vicepresidente de
Bolivia pueda observarse el concepto de cuerpo político que empleaba Poulantzas
y su correlato del Estado como conjunción de materia e idea. En esta dirección
plantea lo siguiente:
Se podría decir que el Estado es la manera en que la realidad dominante escribe su gramática de dominación en el cuerpo y en la mente de cada persona, en el cuerpo colectivo de cada clase social; y a la vez representa los procedimientos de producción simbólica, discursiva y moral con los que cada persona y cada cuerpo colectivo se mira a sí mismo y actúa como cuerpo en el mundo. En ese sentido, se puede decir que el Estado es materia y es idea: 50 % materia, 50 % idea (Poulantzas, 2005: 40-41).
La perspectiva relacionista del Estado se opone directamente
a una teoría instrumentalista, tomando como puntos de diferenciación la
compleja relación entre el poder del Estado y los aparatos de Estado, ya que el
poder no tiene la capacidad de estar depositado en el Estado, y menos se
corresponde con una esencia de una clase social determinada, sino que “el Estado es el lugar de organización
estratégico de la clase dominante en su relación con las clases dominadas. Es
un lugar y centro de ejercicio del poder, pero sin poseer poder propio”
(Poulantzas, 2005: 178). De esta forma es el Estado el lugar de organización de
la clase dominante, de la unificación o proceso hegemónico de una facción de
clase con respecto a las otras, y con respecto a las clases dominadas. La
perspectiva de García Linera retoma esta perspectiva relacionista acerca del
Estado para la formulación de su concepción particular, y con mucha mayor
profundidad desembarca en procesos políticos concretos como lo representa el
proceso boliviano.
La concepción relacionista del Estado le permite analizar la
crisis de Estado con un marco teórico que hace posible encontrar elementos
contradictorios y antagónicos en el movimiento real de la cosas, especialmente
en el quiebre o ruptura de las tres categorías que componen al Estado, la
relación de fuerzas entre dominantes y dominados, las instituciones y las
creencias movilizadoras. Una crisis del Estado implica la imposibilidad de la
clase dominante de organizar sus intereses y sus poderes en los aparatos del
Estado, ya que sus instituciones refuerzan la separación con las peticiones y
pliegues reivindicativos de las clases dominadas, las ideas fuerza son
confrontadas por un imaginario alternativo o sus fundamentos epistémicos
principales se ven erosionados, y la relación de fuerza por medio de la
movilización y las diversas luchas permiten tensar a favor de los oprimidos
dicha relación. Esto abre la perspectiva para una época revolucionaria y una
solución del conflicto, punto de bifurcación, a favor de la recomposición del
régimen político anterior, su mutación a un nuevo régimen opresivo, o la
apertura a una modificación de esas ideas fuerza dominantes, a un cambio
sustancial en la relación de fuerza y una transformación institucional.
Estado y poder
La perspectiva de Poulantzas con respecto al poder repercute
directamente en la concepción política de García Linera. Como el poder para el
pensador greco-francés no es un objeto-esencia que debe ser arrancado, la
interpretación de García Linera apuesta a una concepción del mismo en clave
relacional, quedando expreso en su doble crítica al vanguardismo de izquierda y
el autonomismo. Si para el vanguardismo se trataría de ver al Estado como un
instrumento, sólo bastaría adueñarse del mismo para someterlo a un giro de
ciento ochenta grados, convirtiéndose en un instrumento de la clase explotada
contra la clase explotadora. Para los autonomistas hay que llevar a cabo una
política del nomadismo, alejarse del Estado, fugarse, quedando en el margen.
Pero ambas concepciones no ven en el Estado más que la objetivación del poder
que se cosifica y queda reducido en su esencia. O se toma dicho poder o se huye
de él. La propuesta poulantzeana va
más allá de estos dos reduccionismos, pero partiendo de una concepción del
poder diferente a la concepción objetivista.
La perspectiva relacionista del Estado en García Linera es
un claro rechazo a la concepción objetivante y fetichista del poder, lo cual no
significa su alejamiento de la interpretación que ve al poder como
materializado en los aparatos de Estado. Este es un punto clave para analizar
el hilo de continuidad entre el pensamiento de Poulantzas y el del
Vicepresidente de Bolivia. Poulantzas advierte que “no debería hablarse de una
naturaleza de clase, sino de una utilización de clase del Estado” (Poulantzas,
2005: 8), ya que esta concepción devendría en una instrumentalización del
Estado, y por tanto, en ver las diferentes formas del mismo como una dictadura
de clase. Por ello es importante rescatar la lectura del Estado como
condensación para comprender su relación con el poder:
“En una palabra, captar el Estado como condensación material de una relación de fuerzas, significa que hay que captarlo también como un campo y proceso estratégicos; donde se entrelazan nudos y redes de poder, que se articulan y presentan, a la vez, contradicciones y desfases entre sí” (Poulantzas, 2005: 154)
Aquí se va haciendo presente la postura poulantzeana de aproximación y diferenciación con la concepción del
poder en Foucault. Partiendo de la cita anterior, esa condensación de las
relaciones de fuerza implica que el poder no se sitúe en un aparato del Estado
como prioridad, sino que se establece una red de poder, abriendo el campo de
intervención a procesos estratégicos de articulación y contradicción.
Poulantzas sigue avanzando sobre la concepción que analiza al Estado como
unificación de la clase dominante, aseverando lo siguiente:
Los aparatos del Estado consagran y reproducen la hegemonía estableciendo un juego (variable) de compromisos provisionales entre el bloque en el poder y algunas clases dominadas. Los aparatos del Estado organizan-unifican el bloque en el poder desorganizando-dividiendo permanentemente a las clases dominadas, polarizándolas hacia el bloque en el poder y cortocircuiteando sus organizaciones políticas propias. (Poulantzas, 2005: 169)
Siguiendo esta línea teórica acerca del poder y del Estado,
García Linera concibe al segundo no como un proceso de eterna estabilidad, sino
como movimiento que es producto de esa interacción entre sus tres componentes
(correlación de fuerzas, instituciones y sistema de creencias), y los procesos
políticos del movimiento de masas, en cuanto el ascenso de las luchas marcadas
en una época revolucionaria impacta en un cambio de la correlación de fuerzas,
la deslegitimación de las instituciones o la emergencia de nuevas ideas-fuerza.
Esto queda resumido en la siguiente cita:
Ciertamente, lo que llamamos Estado es una relación o, mejor, una estructura de relaciones políticas territorializadas y, por tanto, es un flujo de interrelaciones y de materializaciones pasadas de esas interrelaciones referidas a la dominación y legitimación política. Esta relación-Estado siempre es un proceso histórico político en construcción, en movimiento, en flujo. Pero hay momentos de su historia en los cuales este devenir se mueve en un marco de procedimientos, jerarquías y hábitos relativamente previsibles y acotados, esos son los momentos de la “estabilidad” de la relación-Estado. Pero, cuando las jerarquías, los procedimientos y los hábitos de la relación-Estado pierden su anclaje estructural primordial, hablamos de los momentos de “transición” de una estructura de relaciones políticas de dominación y legitimación a otra estructura, es decir, a otra forma de relación-Estado (García Linera, 2009: 501).
Álvaro García Linera |
Siguiendo la investigación de Paula Abal Medina (2011) poder
ampliar dichas concordancias sobre tres aspectos: la des-esencialización del
poder, la des-identificación del mismo en relación a una clase social o sector
social, y la no distinción del poder sobre quien lo detenta y quien lo sufre.
La visión del Estado y del poder en García Linera comparte estos tres aspectos
de la aproximación entre el filósofo francés y el intelectual greco-francés, ya
que su interpretación del Estado en perspectiva relacional implica una
conceptualización del poder relacional, no es esencializado en ninguna
institución ni clase social. La lectura del poder en García Linera se nutre de
estas conceptualizaciones del poder en clave marxista, no instrumentalista,
demostrando un acercamiento a la perspectiva de Foucault, pero se aleja de él
en cuanto busca una fundamentación del mismo, centrada en las relaciones de
producción, tal como propone Poulantzas. La importancia de la lectura de
Foucault sobre el poder es que permite analizarlo desde una concepción
productiva (Foucault, 1998) como también diseminado en el conjunto de
instituciones de la sociedad capitalista, ya sea en la escuela, familia, etc.
(Foucault, 1979).Para finalizar este punto de separación entre la teoría del
poder en Foucault y aquella asentada en Poulantzas, Abal Medina lo resumirá en
la siguiente cita:
1) el enfoque de Foucault permite analizar las luchas en una coexistencia atomizada; en cambio, impide analizar las articulaciones entre esas luchas-resistencias que necesariamente requieren un fundamento; 2)en el mismo sentido, el análisis en torno al ejercicio del poder impide pensar en términos de estrategia política la articulación de los quiénes, es decir, de los sujetos subalternos; 3) en la medida que se rehúsa un análisis sobre los fundamentos de las relaciones de poder cualquier lucha y resistencia no puede ser pensada en el esquema foucaultiano más que como forma defensiva, y con ello se impide analizar cómo la resistencia es algo más que la reproducción, con márgenes variables, deun mismo orden social. En otras palabras, no puede pensarse la lucha desbordando la relación de poder misma, no puede “verse” su sentido creador y fundante, o en palabras de Gramsci, los rastros de iniciativa autónoma de la actividad subalterna (Abal Medina, 2011: 287-322)
Apostar a una lectura relacionista del poder implica
aproximarse a la perspectiva de Foucault, pero encaminarse en el marxismo es
aproximarse a Poulantzas. El gran problema de continuar con la analítica del
poder foucaulteano es caer en la problemática de articulación de las
resistencias y de las luchas, especialmente desde los subalternos, y del paso
defensivo al ofensivo. Ya García Linera deja en claro dicha separación cuando
piensa el proceso de paso de un Estado que unifica un bloque social dominante
frente a un Estado en transición, en donde tal bloque social pierde su
capacidad de dominación. La articulación entre Estado y poder permite avanzar a
una tercera categoría para analizar con mayor detenimiento el problema de la
revolución en García Linera como traducción de la teoría poulantzeana. Estos dos primeros apartados hicieron posible hacer
una lectura del Estado en clave relacionista, rechazando toda consideración
instrumentalista que alimenta una concepción vanguardista o autonomista. Su
relación con el poder implica reforzar dicha lectura con una analítica del
mismo en clave estratégica, de articulación de nudos y redes de poder,
diferenciándose de Foucault en cuanto la fundamentación del ejercicio del poder
reside en la centralidad de las relaciones de producción. A forma de
aclaración, Poulantzas en otra de sus obras expone lo siguiente:
Las instituciones, consideradas desde el punto de vista del
poder, no pueden sino ser referidas a las clases sociales que detenten el
poder. Ese poder de las clases sociales está organizado, en su ejercicio, en
instituciones específicas, en centros de poder, siendo el Estado en ese
contexto el centro del ejercicio del poder político, lo cual no quiere decir,
sin embargo, que los centros de poder, las diversas instituciones de carácter
económico, político, militar, cultural, etc., son simples instrumentos, órganos
o apéndices del poder de las clases sociales. (Poulantzas, 2007: 139)
Sobre la revolución
La perspectiva sobre revolución en García Linera se
caracteriza por participar en un auto-denominado proceso revolucionario
democrático y descolonizador, siendo parte del binomio presidencial junto a Evo
Morales. Esto implica un lugar de enunciación particular para hacer referencia
a la categoría de revolución, ya que se diferencia de los procesos
insurreccionalistas, aunque tenga dicho proceso su conexión dialéctica con
la guerra del agua del año 2000 y la guerra del gas del año
2003, se caracteriza por haber llegado al poder político vía democracia representativa.
La propuesta de Poulantzas sobre la vía democrática al socialismo es el cierre
de su libro Estado, poder y
socialismo y una propuesta teórica de diferenciación con el
estalinismo y la socialdemocracia. Es parte de un debate de época donde se
conjuga el fin de clico de movilizaciones y luchas populares, las cuales se van
acercando a murallas de contención como el ascenso del neoliberalismo en
Inglaterra con Thatcher y Reagan en E.E.U.U., el proceso de golpes de Estado y
gobiernos dictatoriales en el cono sur de América Latina, y un debate
intelectual que va dejando de lado la lucha por la conquista del poder político
en consideración de cierto fetichismo de la institucionalidad burguesa,
principalmente por el Partido Comunista Francés y el Partido Comunista Italiano,
formando aquel movimiento político denominado como eurocomunismo. Para mayor
esclarecimiento de los fundamentos políticos de la discusión del eurocomunismo,
Abal Medina sostiene lo siguiente:
La dilemática específica del eurocomunismo se inscribe en la tenue alternativa de cómo alejarse de una experiencia histórica —el estatismo autoritario soviético— sin dirigirse hacia otra tanto o más repudiada histórica e ideológicamente, la socialdemocracia. La una, porque había clausurado un horizonte democrático; la otra, porque había claudicado al proyecto revolucionario. (Abal Medina, 2011, 293)
La propuesta de Poulantzas de una vía democrática al
socialismo desea contrarrestar la propuesta leninista de la dualidad de
poderes, donde los organismos de auto-organización de las masas, soviets,
terminan por reemplazar al Estado capitalista. Poulantzas advierte en la
propuesta leninista una consideración instrumentalista del Estado y una
reducción de las instituciones representativas y de las libertades políticas
como si fueran objetivaciones de la razón burguesa en su proceso fenomenológico
de auto-movimiento por la historia. A continuación se presenta tales
argumentos:
Los análisis y la práctica de Lenin tienen una línea principal: el Estado debe ser destruido en bloque mediante una lucha frontal en una situación de doble poder y ser remplazado-sustituido por el segundo poder, los soviets, poder que no sería ya un Estado en sentido propio, pues sería ya un Estado en vías de extinción. ¿Cuál es el sentido leninista de esta destrucción del Estado burgués? Las instituciones de la democracia representativa y las libertades políticas son a menudo reducidas por Lenin (esto no sucedió nunca con Marx) a una pura y simple emanación de la burguesía: democracia representativa = democracia burguesa = dictadura de la burguesía. Deben, pues, ser totalmente extirpadas y reemplazadas por la sola democracia directa de base, de mandato imperativo y revocable; en resumen, por la verdadera democracia proletaria (los soviets). (Poulantzas, 2005: 308-309)
La consideración instrumentalista del Estado condiciona una
lucha de maniobras que desde el exterior del mismo cree una situación de doble
poder que deba ser finalizada por un asalto al poder político y la instalación
de los soviets como nueva estatalidad. La propuesta de Poulantzas, que parte de
su visión del Estado como condensación de fuerzas, implica que es inviable la
suplantación de las instituciones de la democracia representativa por
organismos de democracia directa, por lo que plantea una ampliación de dichas
instituciones, articulándolas con procesos de democracia directa de base y de
auto-gestión. Son dos claras visiones de proyectos revolucionarios, donde “la vía democrática al socialismo es
un largo proceso en el cual la lucha de las masas populares no apunta a la
creación de un doble poder efectivo, paralelo y exterior al Estado, sino que se
aplica a las contradicciones internas del Estado.” (Poulantzas, 2005: 315).
De lo que se trataría es de una ruptura de los apartos ideológicos y represivos
del Estado, es decir, en el conjunto de los aparatos, y la modificación de la
relación de fuerza a favor de las masas populares. En forma de conclusión,
Poulantzas plantea lo siguiente:
Se trata, claramente, a través de todas sus transformaciones, de una cierta permanencia y continuidad de las instituciones de la democracia representativa: continuidad no en el sentido de una supervivencia lamentable que se soporta en tanto que no se puede hacer otra cosa, sino de una condición necesaria del socialismo democrático… una transformación del aparato del Estado orientada hacia la extinción del Estado sólo puede apoyarse en una intervención creciente de las masas populares en el Estado por medio ciertamente de sus representaciones sindicales y políticas, pero también por el despliegue de sus iniciativas propias en el seno mismo del Estado (Poulantzas, 2005: 321).
Este debate que propone Poulantzas deja abierta la discusión
acerca de una guerra de posiciones y una guerra de maniobra, en relación
directa con el pensamiento de Gramsci. La lectura que hace García Linera de
este debate se focaliza en siete puntos de la vía democrática al socialismo y
la articulación entre la guerra de posiciones como irradiación y la guerra de
maniobra como asalto al poder. De acuerdo con estos siete puntos la vía
democrática al socialismo constituye un proceso largo, lo que significa una
ruptura con los marcos teóricos de las vanguardias de izquierda que consideran
que el socialismo puede ser decretado, acortado en el tiempo de las voluntades
sin tomar en cuenta los procesos objetivos. Dentro de ese proceso de larga
duración, son las masas populares quienes profundizan las contradicciones
internas del Estado, y por tanto, la relación de fuerzas, lo que termina por
transformar la materialidad del Estado, dentro de un marco de pluralismo
político que profundiza las libertades políticas y la democracia
representativa, en paralelo de la conformación de procesos de democracia
directa y focos auto-gestionarios, en relación con la perspectiva de la
extinción del Estado.
García Linera traducirá esta visión de una vía democrática
al socialismo conjugada con un proceso de articulación entre la guerra de
posiciones y la guerra de maniobra. En la Conferencia del II Encuentro
Latinoamericano Progresista realizado en la ciudad de Quito, Ecuador, en el año
2015, el Vicepresidente boliviano transita este camino de articulación entre la
propuesta leninista y la propuesta gramsciana. La propuesta de García Linera
gira en torno al hecho de la confluencia del pensamiento de la propuesta de
irradiación y de asalto, ya que la lucha por nuevas ideas fuerza debe venir
acompañada de una derrota del adversario, de lo contrario, tal adversario se
recuperará y contragolpeará. La lucha por el sentido común debe acompañarse de
una lucha por el poder político, por la consolidación de un nuevo bloque social
que reemplace al bloque social dominante.
Este proceso de articulación es concebido en el empate
catastrófico y el punto de bifurcación, en cuanto la crisis de Estado repercute
en el enfrentamiento de dos bloques sociales, implicando que dicho
enfrentamiento no puede mantenerse por largo tiempo, entrando en el proceso de
punto de bifurcación, donde se decide por la estabilización del orden estatal o
la construcción de otro orden político. García Linera lo refleja a
continuación:
Si se revisan los momentos de la construcción de los nuevos Estados —el nacionalista, el republicano, la comuna, el soviético—, cualquier Estado, siempre, ha tenido un punto de bifurcación de su estructura de poder. Ahora, este punto de bifurcación tiene varias características: la primera es un momento de fuerza, no es un momento de diálogo ni necesariamente un punto violento, pero sí es un momento donde tienen que exhibirse desnudamente las fuerzas de la sociedad en pugna, tienen que medirse las capacidades, y a partir de ello definir la suerte definitiva e irreversible de cada uno de los contrincantes. En segundo lugar, el punto de bifurcación es un momento en el cual las antiguas fuerzas asumen su condición de derrota, o donde las nuevas fuerzas ascendentes asumen su imposibilidad de triunfo y se repliegan. No hay espacio para equilibrio. Es un momento en el cual una fuerza social o un bloque de fuerza asume el mando reconocido por los que aceptan obedecer, dando lugar a una nueva complacencia moral entre gobernantes y gobernados. En tercer lugar, esun momento en el cual la política (parafraseamos a Foucault) es la continuación de la guerra por otros medios y no a la inversa, es un momento en el cual tiene más razón Foucault que Rousseau. En otras palabras, el punto de bifurcación es un momento en el cual la situación de todos se dirime con base en el puro despliegue de correlación de fuerzas sin mediación alguna: fuerzas materiales, simbólicas y económicas (García Linera, 2009: 524-525).
La articulación de una guerra de posiciones y de maniobra no
puede funcionar de forma mecánica, y allí se hace presente el arte de la
política, en una lectura táctica y coyuntural, pero aliada de una perspectiva
estratégica. Volver sobre Gramsci es volver sobre la construcción del concepto
de guerra de posiciones, el cual nace como balance de la derrota de los años
1919-20, realizando una lectura correcta en el sentido de que antes de tomar el
poder político la clase trabajadora debe convertirse en clase hegemónica, pero
termina por hacer un fetiche del paso defensivo y no avanza sobre el aspecto
ofensivo. La lectura que hace García Linera apunta a una articulación entre el
proceso defensivo y el proceso ofensivo, entre la lucha por nuevas ideas fuerza
y el sentido común con la lucha contra el adversario en el proceso de
correlación de fuerzas.
El Vicepresidente de Bolivia expone una traducción del
pensamiento de Poulantzas y de Gramsci, representado en las tres categorías
desarrolladas, el Estado, poder y revolución, haciendo patente una perspectiva
relacionista del Estado que lo concibe como una condensación de relaciones de
fuerza, aunado a una concepción del poder no esencialista, y un proceso
revolucionario que articula una guerra de posiciones y de maniobra, de empate
catastrófico y punto de bifurcación, dentro de una perspectiva de una vía
democrática al socialismo que implica tres nudos centrales: la relación entre
democracia y socialismo, el tiempo de transición y los sujetos políticos. La
propuesta utópica de García Linera transita el camino de una temporalidad ajustada
al desenvolvimiento de la correlación de fuerzas, de la constitución de una
nueva institucionalidad que conjugue democracia representativa y organismos de
democracia directa, y la entrada en la escena de sujetos políticos que
confluyen en un bloque social amplio.
Bibliografía
Abal Medina, Paula (2011). “Escritos urgentes. Nikos Poulantzas y el eurocomunismo de izquierda” en Revista
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Yunque.
Daniel Alberto Sicerone
Podesta es argentino, residenciado en la República Bolivariana de Venezuela.
Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica Cecilio Acosta. Magister en
Filosofía de la Universidad del Zulia. Investigador de la Universidad Católica
Cecilio Acosta con el proyecto “Distinciones entre cuerpo y somateca desde la
genealogía política de Paul. B. Preciado”. Profesor instructor bajo la
modalidad presencial y a distancia de la Universidad Católica Cecilio Acosta,
investigador de INVECOM y del proyecto “Normatividades de la sexualidad en
América Latina” del Centro Queer Latinoamericano de la Universidad Nacional de
Rio Cuarto.
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