“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

18/8/16

La perspectiva ‘poulantzeana’ sobre el Estado, el Poder y la Revolución desde la traducción de Álvaro García Linera

Daniel Alberto Sicerone Podesta

El presente artículo de investigación se propone articular los conceptos de Estado, poder y revolución desde la traducción que realiza el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, de la teoría de Poulantzas. Para ello se analizaran las tres categorías en relación directa con los postulados poulantzeanos, especialmente, con esta teoría política y estatal que permite trascender aquellos postulados esencialistas e instrumentalistas. Se hará un trabajo hermenéutico basado en una investigación documental, marcando los puntos de aproximación entre la perspectiva de García Linera y Poulantzas, especialmente en la lectura del Vicepresidente de Bolivia sobre el proceso autodenominado revolución democrática y descolonizadora. 
Acerca del estado
El Estado para la teoría social marxista ha representado un problema central en sus discusiones y una preocupación experimental en los procesos revolucionarios desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el presente; ya sea bajo la forma de la Comuna de París de 1871, pasando por la Revolución Rusa hasta las experiencias de los populismos de alta intensidad, según Svampa (2015), del presente latinoamericano como es el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador, salvando las claras diferencias entre estos procesos políticos y sociales. Karl Marx no ha elaborado una teoría general acerca del Estado, o del proceso de transición, lo cual genera un espacio para re-elaboraciones a partir de experiencias revolucionarias. Resulta interesante la propuesta del Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, quien debate desde el marxismo, especialmente de su traducción de la obra poulantzeana, sobre el papel del Estado, el poder y la revolución en el proceso político de Bolivia, haciendo teoría sobre un proyecto político y hegemónico en permanente construcción, develando un estrategia de largo plazo, mediante una dialéctica entre guerra de posiciones y de maniobra, de articulación de instituciones representativas y de democracia directa.

Karl Marx no ha desarrollado una teoría general acerca del Estado, aunque sí ciertos esbozos que pueden funcionar como elementos de orientación, tales como Crítica del programa de Gotha(2015), La guerra civil en Francia (2007)y El 18 brumario de Luis Bonaparte(2015). El primer texto data del año 1875, en éste se demuele el Programa de Gotha por considerarlo ecléctico y oportunista, ya que fue originado como concesión del sector de Bebel y Liebknecht al sector  de los lassalleanos y retomado por Lenin en su obra El Estado y la Revolución (2004). El segundo de ellos hace clave la discusión sobre el acontecimiento de la Comuna de París del año 1871, describiendo a tal proceso como un ejemplo concreto de la dictadura del proletariado. El tercero hace referencia al proceso de 1851, el golpe de Estado llevado a cabo por Napoleón, y expresa su tesis de que la maquinaria estatal burguesa debe ser destruida. Más allá de las tesis centrales de la obra de Marx sobre la lucha contra el Estado, su destrucción y la construcción de una estatalidad de los oprimidos, no se ha podido generar una teoría general sobre el Estado. Su obra económica sobre el capital quedo inconclusa, donde se estimaba la realización sobre dos tomos, uno relacionado al Estado y otro a las relaciones internacionales.

La cuestión del Estado trae consigo la imposibilidad de realizar una teoría general acerca del Estado, lo cual queda establecida en la obra de Poulantzas denominada Estado, poder y socialismo (2005) donde el autor greco-francés sostiene que es imposible llevar adelante tal empresa, ya que no hay un modelo universal de transición al socialismo. La imposibilidad de una teoría general acerca del Estado no niega una conceptualización del mismo y un proceso de balance y perspectiva sobre los proyectos políticos pasados y presentes. Álvaro García Linera retoma aspectos centrales de la teoría de Poulantzas, especialmente dirigidos a analizar los procesos de transformación y ruptura del Estado y el proceso de transición de forma no mecánica ni producto del despliegue metafísico de un sujeto no sujetado a las prácticas materiales y discursos. La primera distinción que debe hacerse es qué significado tiene el Estado para  García Linera y desde allí encadenar dicha conceptualización con las posturas de Poulantzas. Una primera aproximación al pensamiento del Vicepresidente boliviano nos marca la existencia de una visión relacionista, pero en carácter de conflictividad, y no como proceso de exterioridad con respecto a la sociedad. De esta forma podemos verificar a continuación su perspectiva centrada en un texto denominado Crisis del Estado y sublevaciones indígeno-plebeyas en Bolivia como parte de su obra La potencia plebeya:
El Estado es una relación social conflictiva, que atraviesa el conjunto de toda la sociedad, en los modos en que realiza la continuidad de su sistema de necesidades (propiedad, impuestos, moneda, derechos laborales, créditos, etc.), y en el modo en que representa la articulación entre sus facultades políticas y sus actividades cotidianas. (García Linera, 2009: 424).
El Estado es el resultado de una relación social conflictiva que atraviesa el conjunto de la sociedad. Si avanzamos en su consideración podemos encontrar que de forma esquemática el Estado es el armazón de fuerzas sociales, un sistema de instituciones y las creencias movilizadoras, es decir, que el Estado como relación conflictiva responde históricamente a la relación de fuerzas entre las clases sociales, entre las clases dominantes y las dominadas, como también a las instituciones que regulan la convivencia, es decir, el sistema normativo y coercitivo, pero sin dejar de lado el proceso de cohesión entre dominados y dominantes. Esta consideración acerca del Estado se encuentra presente de forma fundadora en la propuesta conceptual de Poulantzas, para quien el Estado es “la condensación material de una relación de fuerzas entre clases y fracciones de clase, tal como se expresa siempre de forma específica, en el seno del Estado” (Poulantzas, 2005: 154). Esta definición del Estado es una expresión que lo caracteriza como no esencialista, ya que el mismo depende de la relación de fuerzas entre las clases sociales y las facciones de clase, dando lugar a la existencia de un Estado no abstracto,  como proceso de condensación material de dichas relaciones de fuerza.

García Linera considera que no es necesario comprender únicamente el funcionamiento de las instituciones políticas, es decir, del sistema normativo y coercitivo (leyes, prohibiciones, garantías sociales, cuerpos represivos, etc.), sino también debe estudiarse aquel proceso por el cual una clase social o una facción de clase hacen que sus intereses sean los intereses del resto de las clases sociales. La ecuación de Estado = sociedad política + sociedad civil, es decir, coerción más consenso representa una de las tesis centrales en el pensamiento de Gramsci (1980), pero no únicamente en él se puede concebir tal cuestión, ya que es Trotsky quien  plantea la imposibilidad de una sublevación victoriosa sin un proceso de hegemonía. Esto puede concebirse en la siguiente cita: “La sublevación no puede conducir a la victoria real de la revolución y a la erección de un nuevo régimen más que en el caso de que se apoye sobre una clase progresiva que sea capaz de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría del pueblo” (Trotsky, 1975: 81). Para el pensador ruso es necesaria que una clase progresiva, el proletariado, agrupe a la inmensa mayoría del pueblo, es decir, que despliegue un proceso hegemónico por el cual absorba los intereses de esa mayoría e irradie hacia ella la movilización por los intereses del proletariado. La diferencia con Gramsci es que él plantea el problema hegemónico no sólo como proceso ofensivo, sino también como propiedad del Estado, ya que si esa inmensa mayoría del pueblo no se moviliza a favor una clase social como es el proletariado, tiene que ver con que los mecanismos coercitivos y consensuales de la clase dominante no han pasado por una crisis.

Otra de las definiciones  sobre el Estado que presenta el Vicepresidente es aquella donde el mismo es “una cotidiana trama social entre gobernan­tes y gobernados, en la que todos, con distintos niveles de influencia, eficacia y decisión, intervienen en torno a la definición de lo público, lo común, lo colectivo y lo universal.” (García Linera, 2015: 37). Es común, colectivo, público y universal es producto de la relación de fuerzas entre gobernados y gobernantes, entre las clases dominantes y las clases dominadas, en cuanto el Estado es la condensación de tal conflicto, ya que desde la perspectiva de Poulantzas el Estado no es externo a las relaciones sociales de producción y de la lucha de clases, pero sí las diversas luchas lo desbordan, ya que la lucha de clases no queda reducida únicamente al Estado, además de que éste penetra en los espacios capilares, y lo poderes de clase lo rebasan.

La definición estructuralista concibe al Estado como una suma de apartos represivos y aparatos ideológicos, lo que nos llevaría a una traducción de sociedad política y sociedad civil, pero Poulantzas sólo lo ve de forma esquemática, y concibe una teoría relacional, en la cual no es una mera sumatoria algebraica, sino un articulación de redes de poder donde la dominación política e ideológica hace mella en los cuerpos. De esta forma la ideología no es meramente engaño, falsa conciencia, sino una serie de prácticas materiales que moldean el modo de vida de los cuerpos oprimidos. Es importante tomar en cuenta esta concepción del cuerpo, ya que permite comprender que dicha articulación entre aparatos de Estado tiene como conexión el sustrato material de la corporalidad, tal como puede apreciarse en la siguiente extensa cita:
Cierto, el cuerpo no es una simple naturalidad biológica sino una institución política: las relaciones del Estado-poder con el cuerpo son mucho más complicadas y extensas que las de la represión. Ello no impide que el anclaje del Estado también sea siempre su acción coercitiva sobre los cuerpos por medios físicos, la manipulación y devoración de los cuerpos. Y esto en un doble aspecto: mediante instituciones que actualizan la coerción corporal y la permanente amenaza de mutilación (prisión, ejercito, policía, etc.); y mediante la instauración, por todo el Estado, de un orden corporal, que instituye y administra, a la vez, los cuerpos, conformándolos, moldeándolos y aprisionándolos en instituciones y aparatos. El Estado es coextensible, en su materialidad, de humillar, meter en cintura y consumir el cuerpo de los sujetos;  en una palabra, de encarnarse en la corporeidad de los sujetos-objetos de la violencia del Estado. Si bien no puede hablarse de una mortificación corporal por el Estado, que remitiría a la imagen de un cuerpo primero, naturalmente libre, y desviado a continuación por la política –cuando en realidad no hay más cuerpo que el político-, queda en pie, no obstante, que en este orden corporal se trata siempre de amaestrar y regimentar efectivamente los cuerpos, operando mediante dispositivos físicos apropiados. (Poulantzas, 2005: 28-29)
García Linera hereda esta concepción del pensamiento de Poulantzas, especialmente en la discusión con la teoría foucaulteana sobre la relación entre poder y cuerpo, partiendo del hecho que fue un pensamiento situado en la segunda mitad de los años setentas, lo que no quita su diferenciación que se expondrá más adelante entre el profesor greco-francés y Foucault. Pero en el pensamiento del Vicepresidente de Bolivia pueda observarse el concepto de cuerpo político que empleaba Poulantzas y su correlato del Estado como conjunción de materia e idea. En esta dirección plantea lo siguiente:
Se podría decir que el Esta­do es la manera en que la realidad dominante escribe su gramática de dominación en el cuerpo y en la mente de cada persona, en el cuerpo colectivo de cada clase social; y a la vez representa los procedimientos de producción simbólica, discursiva y moral con los que cada persona y cada cuerpo colectivo se mira a sí mismo y actúa como cuerpo en el mundo. En ese sentido, se puede decir que el Estado es materia y es idea: 50 % materia, 50 % idea (Poulantzas, 2005: 40-41).
La perspectiva relacionista del Estado se opone directamente a una teoría instrumentalista, tomando como puntos de diferenciación la compleja relación entre el poder del Estado y los aparatos de Estado, ya que el poder no tiene la capacidad de estar depositado en el Estado, y menos se corresponde con una esencia de una clase social determinada, sino que “el Estado es el lugar de organización estratégico de la clase dominante en su relación con las clases dominadas. Es un lugar y centro de ejercicio del poder, pero sin poseer poder propio” (Poulantzas, 2005: 178). De esta forma es el Estado el lugar de organización de la clase dominante, de la unificación o proceso hegemónico de una facción de clase con respecto a las otras, y con respecto a las clases dominadas. La perspectiva de García Linera retoma esta perspectiva relacionista acerca del Estado para la formulación de su concepción particular, y con mucha mayor profundidad desembarca en procesos políticos concretos como lo representa el proceso boliviano.

La concepción relacionista del Estado le permite analizar la crisis de Estado con un marco teórico que hace posible encontrar elementos contradictorios y antagónicos en el movimiento real de la cosas, especialmente en el quiebre o ruptura de las tres categorías que componen al Estado, la relación de fuerzas entre dominantes y dominados, las instituciones y las creencias movilizadoras. Una crisis del Estado implica la imposibilidad de la clase dominante de organizar sus intereses y sus poderes en los aparatos del Estado, ya que sus instituciones refuerzan la separación con las peticiones y pliegues reivindicativos de las clases dominadas, las ideas fuerza son confrontadas por un imaginario alternativo o sus fundamentos epistémicos principales se ven erosionados, y la relación de fuerza por medio de la movilización y las diversas luchas permiten tensar a favor de los oprimidos dicha relación. Esto abre la perspectiva para una época revolucionaria y una solución del conflicto, punto de bifurcación, a favor de la recomposición del régimen político anterior, su mutación a un nuevo régimen opresivo, o la apertura a una modificación de esas ideas fuerza dominantes, a un cambio sustancial en la relación de fuerza y una transformación institucional.
Estado y poder
La perspectiva de Poulantzas con respecto al poder repercute directamente en la concepción política de García Linera. Como el poder para el pensador greco-francés no es un objeto-esencia que debe ser arrancado, la interpretación de García Linera apuesta a una concepción del mismo en clave relacional, quedando expreso en su doble crítica al vanguardismo de izquierda y el autonomismo. Si para el vanguardismo se trataría de ver al Estado como un instrumento, sólo bastaría adueñarse del mismo para someterlo a un giro de ciento ochenta grados, convirtiéndose en un instrumento de la clase explotada contra la clase explotadora. Para los autonomistas hay que llevar a cabo una política del nomadismo, alejarse del Estado, fugarse, quedando en el margen. Pero ambas concepciones no ven en el Estado más que la objetivación del poder que se cosifica y queda reducido en su esencia. O se toma dicho poder o se huye de él. La propuesta poulantzeana va más allá de estos dos reduccionismos, pero partiendo de una concepción del poder diferente a la concepción objetivista.

La perspectiva relacionista del Estado en García Linera es un claro rechazo a la concepción objetivante y fetichista del poder, lo cual no significa su alejamiento de la interpretación que ve al poder como materializado en los aparatos de Estado. Este es un punto clave para analizar el hilo de continuidad entre el pensamiento de Poulantzas y el del Vicepresidente de Bolivia. Poulantzas advierte que “no debería hablarse de una naturaleza de clase, sino de una utilización de clase del Estado” (Poulantzas, 2005: 8), ya que esta concepción devendría en una instrumentalización del Estado, y por tanto, en ver las diferentes formas del mismo como una dictadura de clase. Por ello es importante rescatar la lectura del Estado como condensación para comprender su relación con el poder:
“En una palabra, captar el Estado como condensación material de una relación de fuerzas, significa que hay que captarlo también como un campo y proceso estratégicos; donde se entrelazan nudos y redes de poder, que se articulan y presentan, a la vez, contradicciones y desfases entre sí” (Poulantzas, 2005: 154)
Aquí se va haciendo presente la postura poulantzeana de aproximación y diferenciación con la concepción del poder en Foucault. Partiendo de la cita anterior, esa condensación de las relaciones de fuerza implica que el poder no se sitúe en un aparato del Estado como prioridad, sino que se establece una red de poder, abriendo el campo de intervención a procesos estratégicos de articulación y contradicción.  Poulantzas sigue avanzando sobre la concepción que analiza al Estado como unificación de la clase dominante, aseverando lo siguiente:
Los aparatos del Estado consagran y reproducen la hegemonía estableciendo un juego (variable) de compromisos provisionales entre el bloque en el poder y algunas clases dominadas. Los aparatos del Estado organizan-unifican el bloque en el poder desorganizando-dividiendo permanentemente a las clases dominadas, polarizándolas hacia el bloque en el poder y cortocircuiteando sus organizaciones políticas propias. (Poulantzas, 2005: 169)
Siguiendo esta línea teórica acerca del poder y del Estado, García Linera concibe al segundo no como un proceso de eterna estabilidad, sino como movimiento que es producto de esa interacción entre sus tres componentes (correlación de fuerzas, instituciones y sistema de creencias), y los procesos políticos del movimiento de masas, en cuanto el ascenso de las luchas marcadas en una época revolucionaria impacta en un cambio de la correlación de fuerzas, la deslegitimación de las instituciones o la emergencia de nuevas ideas-fuerza. Esto queda resumido en la siguiente cita:
Ciertamente, lo que llamamos Estado es una relación o, mejor, una estructura de relaciones políticas territorializadas  y, por tanto, es un flujo de interrelaciones y de materializaciones pasadas de esas interrelaciones referidas a la dominación y legitimación política. Esta relación-Estado siempre es un proceso histórico político en construcción, en movimiento, en flujo. Pero hay momentos de su historia en los cuales este devenir se mueve en un marco de procedimientos, jerarquías y hábitos relativamente previsibles y acotados, esos son los momentos de la “estabilidad” de la relación-Estado. Pero, cuando las jerarquías, los procedimientos y los hábitos de la relación-Estado pierden su anclaje estructural primordial, hablamos de los momentos de “transición” de una estructura de relaciones políticas de dominación y legitimación a otra estructura, es decir, a otra forma de relación-Estado (García Linera, 2009: 501).
Álvaro García Linera
Siguiendo la investigación de Paula Abal Medina (2011) poder ampliar dichas concordancias sobre tres aspectos: la des-esencialización del poder, la des-identificación del mismo en relación a una clase social o sector social, y la no distinción del poder sobre quien lo detenta y quien lo sufre. La visión del Estado y del poder en García Linera comparte estos tres aspectos de la aproximación entre el filósofo francés y el intelectual greco-francés, ya que su interpretación del Estado en perspectiva relacional implica una conceptualización del poder relacional, no es esencializado en ninguna institución ni clase social. La lectura del poder en García Linera se nutre de estas conceptualizaciones del poder en clave marxista, no instrumentalista, demostrando un acercamiento a la perspectiva de Foucault, pero se aleja de él en cuanto busca una fundamentación del mismo, centrada en las relaciones de producción, tal como propone Poulantzas. La importancia de la lectura de Foucault sobre el poder es que permite analizarlo desde una concepción productiva (Foucault, 1998) como también diseminado en el conjunto de instituciones de la sociedad capitalista, ya sea en la escuela, familia, etc. (Foucault, 1979).Para finalizar este punto de separación entre la teoría del poder en Foucault y aquella asentada en Poulantzas, Abal Medina lo resumirá en la siguiente cita:
1) el enfoque de Foucault permite analizar las luchas en una coexistencia atomizada; en cambio, impide analizar las articulaciones entre esas luchas-resistencias que necesariamente requieren un fundamento; 2)en el mismo sentido, el análisis en torno al ejercicio del poder impide pensar en términos de estrategia política la articulación de los quiénes, es decir, de los sujetos subalternos; 3) en la medida que se rehúsa un análisis sobre los fundamentos de las relaciones de poder cualquier lucha y resistencia no puede ser pensada en el esquema foucaultiano más que como forma defensiva, y con ello se impide analizar cómo la resistencia es algo más que la reproducción, con márgenes variables, deun mismo orden social. En otras palabras, no puede pensarse la lucha desbordando la relación de poder misma, no puede “verse” su sentido creador y fundante, o en palabras de Gramsci, los rastros de iniciativa autónoma de la actividad subalterna (Abal Medina, 2011: 287-322)
Apostar a una lectura relacionista del poder implica aproximarse a la perspectiva de Foucault, pero encaminarse en el marxismo es aproximarse a Poulantzas. El gran problema de continuar con la analítica del poder foucaulteano es caer en la problemática de articulación de las resistencias y de las luchas, especialmente desde los subalternos, y del paso defensivo al ofensivo. Ya García Linera deja en claro dicha separación cuando piensa el proceso de paso de un Estado que unifica un bloque social dominante frente a un Estado en transición, en donde tal bloque social pierde su capacidad de dominación. La articulación entre Estado y poder permite avanzar a una tercera categoría para analizar con mayor detenimiento el problema de la revolución en García Linera como traducción de la teoría poulantzeana. Estos dos primeros apartados hicieron posible hacer una lectura del Estado en clave relacionista, rechazando toda consideración instrumentalista que alimenta una concepción vanguardista o autonomista. Su relación con el poder implica reforzar dicha lectura con una analítica del mismo en clave estratégica, de articulación de nudos y redes de poder, diferenciándose de Foucault en cuanto la fundamentación del ejercicio del poder reside en la centralidad de las relaciones de producción. A forma de aclaración, Poulantzas en otra de sus obras expone lo siguiente:

Las instituciones, consideradas desde el punto de vista del poder, no pueden sino ser referidas a las clases sociales que detenten el poder. Ese poder de las clases sociales está organizado, en su ejercicio, en instituciones específicas, en centros de poder, siendo el Estado en ese contexto el centro del ejercicio del poder político, lo cual no quiere decir, sin embargo, que los centros de poder, las diversas instituciones de carácter económico, político, militar, cultural, etc., son simples instrumentos, órganos o apéndices del poder de las clases sociales. (Poulantzas, 2007: 139)
Sobre la revolución
La perspectiva sobre revolución en García Linera se caracteriza por participar en un auto-denominado proceso revolucionario democrático y descolonizador, siendo parte del binomio presidencial junto a Evo Morales. Esto implica un lugar de enunciación particular para hacer referencia a la categoría de revolución, ya que se diferencia de los procesos insurreccionalistas, aunque tenga dicho proceso su conexión dialéctica con la guerra del agua del año 2000 y la guerra del gas del año 2003, se caracteriza por haber llegado al poder político vía democracia representativa. La propuesta de Poulantzas sobre la vía democrática al socialismo es el cierre de su libro Estado, poder y socialismo y una propuesta teórica de diferenciación con el estalinismo y la socialdemocracia. Es parte de un debate de época donde se conjuga el fin de clico de movilizaciones y luchas populares, las cuales se van acercando a murallas de contención como el ascenso del neoliberalismo en Inglaterra con Thatcher y Reagan en E.E.U.U., el proceso de golpes de Estado y gobiernos dictatoriales en el cono sur de América Latina, y un debate intelectual que va dejando de lado la lucha por la conquista del poder político en consideración de cierto fetichismo de la institucionalidad  burguesa, principalmente por el Partido Comunista Francés y el Partido Comunista Italiano, formando aquel movimiento político denominado como eurocomunismo. Para mayor esclarecimiento de los fundamentos políticos de la discusión del eurocomunismo, Abal Medina sostiene lo siguiente:
La dilemática específica del eurocomunismo se inscribe en la tenue alternativa de cómo alejarse de una experiencia histórica —el estatismo autoritario soviético— sin dirigirse hacia otra tanto o más repudiada histórica e ideológicamente, la socialdemocracia. La una, porque había clausurado un horizonte democrático; la otra, porque había claudicado al proyecto revolucionario. (Abal Medina, 2011, 293)
La propuesta de Poulantzas de una vía democrática al socialismo desea contrarrestar la propuesta leninista de la dualidad de poderes, donde los organismos de auto-organización de las masas, soviets, terminan por reemplazar al Estado capitalista. Poulantzas advierte en la propuesta leninista una consideración instrumentalista del Estado y una reducción de las instituciones representativas y de las libertades políticas como si fueran objetivaciones de la razón burguesa en su proceso fenomenológico de auto-movimiento por la historia. A continuación se presenta tales argumentos:
Los análisis y la práctica de Lenin tienen una línea principal: el Estado debe ser destruido en bloque mediante una lucha frontal en una situación de doble poder y ser remplazado-sustituido por el segundo poder, los soviets, poder que no sería ya un Estado en sentido propio, pues sería ya un Estado en vías de extinción. ¿Cuál es el sentido leninista de esta destrucción del Estado burgués? Las instituciones de la democracia representativa y las libertades políticas son a menudo reducidas por Lenin (esto no sucedió nunca con Marx) a una pura y simple emanación de la burguesía: democracia representativa = democracia burguesa = dictadura de la burguesía. Deben, pues, ser totalmente extirpadas y reemplazadas por la sola democracia directa de base, de mandato imperativo y revocable; en resumen, por la verdadera democracia proletaria (los soviets). (Poulantzas, 2005: 308-309)
La consideración instrumentalista del Estado condiciona una lucha de maniobras que desde el exterior del mismo cree una situación de doble poder que deba ser finalizada por un asalto al poder político y la instalación de los soviets como nueva estatalidad. La propuesta de Poulantzas, que parte de su visión del Estado como condensación de fuerzas, implica que es inviable la suplantación de las instituciones de la democracia representativa por organismos de democracia directa, por lo que plantea una ampliación de dichas instituciones, articulándolas con procesos de democracia directa de base y de auto-gestión. Son dos claras visiones de proyectos revolucionarios, donde “la vía democrática al socialismo es un largo proceso en el cual la lucha de las masas populares no apunta a la creación de un doble poder efectivo, paralelo y exterior al Estado, sino que se aplica a las contradicciones internas del Estado.” (Poulantzas, 2005: 315). De lo que se trataría es de una ruptura de los apartos ideológicos y represivos del Estado, es decir, en el conjunto de los aparatos, y la modificación de la relación de fuerza a favor de las masas populares. En forma de conclusión, Poulantzas plantea lo siguiente:
Se trata, claramente, a través de todas sus transformaciones, de una cierta permanencia y continuidad de las instituciones de la democracia representativa: continuidad no en el sentido de una supervivencia lamentable que se soporta en tanto que no se puede hacer otra cosa, sino de una condición necesaria del socialismo democrático… una transformación del aparato del Estado orientada hacia la extinción del Estado sólo puede apoyarse en una intervención creciente de las masas populares en el Estado por medio ciertamente de sus representaciones sindicales y políticas, pero también por el despliegue de sus iniciativas propias en el seno mismo del Estado (Poulantzas, 2005: 321).
Este debate que propone Poulantzas deja abierta la discusión acerca de una guerra de posiciones y una guerra de maniobra, en relación directa con el pensamiento de Gramsci. La lectura que hace García Linera de este debate se focaliza en siete puntos de la vía democrática al socialismo y la articulación entre la guerra de posiciones como irradiación y la guerra de maniobra como asalto al poder. De acuerdo con estos siete puntos la vía democrática al socialismo constituye un proceso largo, lo que significa una ruptura con los marcos teóricos de las vanguardias de izquierda que consideran que el socialismo puede ser decretado, acortado en el tiempo de las voluntades sin tomar en cuenta los procesos objetivos. Dentro de ese proceso de larga duración, son las masas populares quienes profundizan las contradicciones internas del Estado, y por tanto, la relación de fuerzas, lo que termina por transformar la materialidad del Estado, dentro de un marco de pluralismo político que profundiza las libertades políticas y la democracia representativa, en paralelo de la conformación de procesos de democracia directa y focos auto-gestionarios, en relación con la perspectiva de la extinción del Estado.

García Linera traducirá esta visión de una vía democrática al socialismo conjugada con un proceso de articulación entre la guerra de posiciones y la guerra de maniobra. En la Conferencia del II Encuentro Latinoamericano Progresista realizado en la ciudad de Quito, Ecuador, en el año 2015, el Vicepresidente boliviano transita este camino de articulación entre la propuesta leninista y la propuesta gramsciana. La propuesta de García Linera gira en torno al hecho de la confluencia del pensamiento de la propuesta de irradiación y de asalto, ya que la lucha por nuevas ideas fuerza debe venir acompañada de una derrota del adversario, de lo contrario, tal adversario se recuperará y contragolpeará. La lucha por el sentido común debe acompañarse de una lucha por el poder político, por la consolidación de un nuevo bloque social que reemplace al bloque social dominante.

Este proceso de articulación es concebido en el empate catastrófico y el punto de bifurcación, en cuanto la crisis de Estado repercute en el enfrentamiento de dos bloques sociales, implicando que dicho enfrentamiento no puede mantenerse por largo tiempo, entrando en el proceso de punto de bifurcación, donde se decide por la estabilización del orden estatal o la construcción de otro orden político. García Linera lo refleja a continuación:
Si se revisan los momentos de la construcción de los nuevos Estados —el nacionalista, el republicano, la comuna, el soviético—, cualquier Estado, siempre, ha tenido un punto de bifurcación de su estructura de poder. Ahora, este punto de bifurcación tiene varias características: la primera es un momento de fuerza, no es un momento de diálogo ni necesariamente un punto violento, pero sí es un momento donde tienen que exhibirse desnudamente las fuerzas de la sociedad en pugna, tienen que medirse las capacidades, y a partir de ello definir la suerte definitiva e irreversible de cada uno de los contrincantes. En segundo lugar, el punto de bifurcación es un momento en el cual las antiguas fuerzas asumen su condición de derrota, o donde las nuevas fuerzas ascendentes asumen su imposibilidad de triunfo y se repliegan. No hay espacio para equilibrio. Es un momento en el cual una fuerza social o un bloque de fuerza asume el mando reconocido por los que aceptan obedecer, dando lugar a una nueva complacencia moral entre gobernantes y gobernados. En tercer lugar, esun momento en el cual la política (parafraseamos a Foucault) es la continuación de la guerra por otros medios y no a la inversa, es un momento en el cual tiene más razón Foucault que Rousseau. En otras palabras, el punto de bifurcación es un momento en el cual la situación de todos se dirime con base en el puro despliegue de correlación de fuerzas sin mediación alguna: fuerzas materiales, simbólicas y económicas (García Linera, 2009: 524-525).
La articulación de una guerra de posiciones y de maniobra no puede funcionar de forma mecánica, y allí se hace presente el arte de la política, en una lectura táctica y coyuntural, pero aliada de una perspectiva estratégica. Volver sobre Gramsci es volver sobre la construcción del concepto de guerra de posiciones, el cual nace como balance de la derrota de los años 1919-20, realizando una lectura correcta en el sentido de que antes de tomar el poder político la clase trabajadora debe convertirse en clase hegemónica, pero termina por hacer un fetiche del paso defensivo y no avanza sobre el aspecto ofensivo. La lectura que hace García Linera apunta a una articulación entre el proceso defensivo y el proceso ofensivo, entre la lucha por nuevas ideas fuerza y el sentido común con la lucha contra el adversario en el proceso de correlación de fuerzas.

El Vicepresidente de Bolivia expone una traducción del pensamiento de Poulantzas y de Gramsci, representado en las tres categorías desarrolladas, el Estado, poder y revolución, haciendo patente una perspectiva relacionista del Estado que lo concibe como una condensación de relaciones de fuerza, aunado a una concepción del poder no esencialista, y un proceso revolucionario que articula una guerra de posiciones y de maniobra, de empate catastrófico y punto de bifurcación, dentro de una perspectiva de una vía democrática al socialismo que implica tres nudos centrales: la relación entre democracia y socialismo, el tiempo de transición y los sujetos políticos. La propuesta utópica de García Linera transita el camino de una temporalidad ajustada al desenvolvimiento de la correlación de fuerzas, de la constitución de una nueva institucionalidad que conjugue democracia representativa y organismos de democracia directa, y la entrada en la escena de sujetos políticos que confluyen en un bloque social amplio.
Bibliografía
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Daniel Alberto Sicerone Podesta es argentino, residenciado en la República Bolivariana de Venezuela. Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica Cecilio Acosta. Magister en Filosofía de la Universidad del Zulia. Investigador de la Universidad Católica Cecilio Acosta con el proyecto “Distinciones entre cuerpo y somateca desde la genealogía política de Paul. B. Preciado”. Profesor instructor bajo la modalidad presencial y a distancia de la Universidad Católica Cecilio Acosta, investigador de INVECOM y del proyecto “Normatividades de la sexualidad en América Latina” del Centro Queer Latinoamericano de la Universidad Nacional de Rio Cuarto.
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