Charles Baudelaire ✆ Frantisek Kupka |
Mara Chávez
Charles Baudelaire nació en París un 9 de abril de 1821 en
pleno Barrio Latino. La muerte de su padre, con quien era muy cercano, a muy
temprana edad transformará su niñez y adolescencia en un camino de
incomprensión y soledad. Crece en un ámbito familiar hostil, lleno de odio y
rencor hacia su padrastro, quien era militar y quien controlará el destino del
poeta durante sus primeros años. Según la crítica, se conoce su participación
dentro de la revolución de 1848 donde se lo vio armado en las barricadas (y hay
quienes dicen que su viva participación se debía al odio hacia su padrastro,
quien representaba la viva imàgen de la burguesía conservadora del viejo
París).
El poeta recorrió distintos colegios, de los cuales en
muchos casos fue expulsado por indisciplina. En sus primeros años de juventud
frecuenta círculos del Barrio Latino de París, se acerca a las lecturas de
Nerval y Balzac, consume estupefacientes y comienza una vida bohemia y
libertina. Allí conoce a Sara Louchette, prostituta y musa, de quien se
contagia sífilis, enfermedad que años más tarde acabará con su vida.
Su errante vida hace que se acreciente el mal vínculo que sostenía con su padrastro. Éste lo enviará en 1841 en contra de su voluntad a la India, para que se aleje de sus relaciones y de los malos hábitos, pero Baudelaire al poco tiempo regresa a la capital francesa y retoma sus costumbres. A su regreso conoce a Jeanne Duval, una oscura actriz de teatro quien será su amante durante muchos años e inspiración de no pocos poemas de Las Flores del Mal. El repudio a su familia será constante en su vida, ya que una vez adulto la familia designa un notario para administrar los bienes heredados de su padre.
El poema Albatros, incluido en la segunda edición de Las Flores del Mal, es la
transfiguración de los recuerdos de su viaje a la India. Escrito a bordo del
velero L’Alcide en 1842 a los 21 años de edad:
Suelen, por divertirse, los mozos marineros
cazar albatros, grandes pájaros de los mares
que siguen lentamente, indolentes viajeros,
el barco, que navega sobre abismos y azares.
Apenas los arrojan allí sobre cubierta,
príncipes del azul, torpes y avergonzados,
el ala grande y blanca aflojan como muerta
y la dejan, cual remos, caer a sus costados.
¡Que débil y que inútil ahora el viajero alado!
El, antes tan hermoso, ¡que grotesco en el suelo!
Con su pipa uno de ellos el pico le ha quemado,
otro imita, renqueando, del inválido el vuelo.
El poeta es igual... Allá arriba, en la altura,
¡qué importan flechas, rayos, tempestad desatada!
Desterrado en el mundo, concluyó la aventura:
¡sus alas de gigante no le sirven de nada!
Poesía y convulsión: la raza del maldito
Publica en sus primeros años, críticas de arte como “Los
Salones” (1845) y en revistas y periódicos diversos poemas, muchos de los
cuales le darán forma a Las Flores del
Mal. Ese mismo año intentará suicidarse en un cabaret. Además, publica Las
lesbianas y traducciones del escritor norteamericano Edgar Allan Poe.
En 1857 sale a la luz la primera edición de Las Flores del Mal, que abarca casi la totalidad de su producción poética desde 1840 hasta la fecha de su publicación. Baudelaire quería titularlo Los limbos o Las lesbianas, finalmente el autor renuncia a la idea siguiendo los consejos de un amigo. En su primera edición tuvo problemas con la censura francesa y tuvo que eliminar (por obscenos) algunos de sus poemas, ya que eran de contenido lésbico y “pagano”. La obra, demasiado controversial para la época, es censurada en parte por orden de la autoridad del gobierno de Napoleón III y el poeta es acusado de “ultraje a la moral pública”.
En 1861 sale una segunda edición, adonde Baudelaire excluye
los poemas que habían sido censurados, pero agrega otros 30 nuevos. En 1868,
luego de su muerte, se edita la versión definitiva de Las flores del mal. Ésta no incluye los poemas prohibidos, pero
añade algunos más. Esta edición contiene 151poesías. Aun así, algunos de sus
poemas permanecerán censurados hasta 1949.
Es imprescindible comprender la época de Baudelaire para
intentar comprender su obra y el dandismo que la atraviesa. Ese dandismo,
interior y espontáneo, caracterizará a la aristocracia intelectual de la época:
ser el “hombre superior” quien se ubica al margen de lo trivial, lo mundano,
producto de la convulsión moderna que sólo la actitud del “dandy” puede
disimular. Baudelaire dirá “El dandy debe aspirar a ser sublime sin
interrupción. Debe vivir y dormir frente a un espejo”; es decir que el dandy
será obra de sí mismo, la mayor de las obras de arte.
A su dandysmo hay
que agregarle otra figura del siglo, el flaneur, “el callejero”, “el paseador”, la figura de
la metrópolis. El flaneur vaga por
las calles, recorre la ciudad, la mira, la hace suya en soledad. Es quien ante
el erigirse de la sociedad moderna no puede vivir sin la metrópolis y la
multitud. Todo esto le fascina, pero también le genera desprecio.
La figura del Dandy
y del flaneur convergen en varios
puntos. El dandy no puede vivir sin la ciudad, dentro de las multitudes, donde
ostenta su superioridad estética e intelectual. El flaneur es movimiento, agitación de multitudes, velocidad, caos,
rasgos aparentes de una sociedad que se levanta ante lo viejo. Flaneur es el producto de la alienación
propia de la ciudad y el capitalismo. Walter Benjamin, en El París del Segundo
Imperio en Baudelaire, postula que estos aspectos de la sociedad moderna están
representados en los pasajes parisinos (especies de escaparates de vidrio y
mármol en los que el flaneur se
siente “como en casa”) y en el bulevar, símbolo de la evolución arquitectónica
moderna, paseo que encuentra el cruce de miradas, la exposición, al examen
recíproco e indolente.
El albatros poético del siglo XX
En Baudelaire se conjugan los síntomas del siglo. Éste se
exaspera ante la burguesía de su tiempo, donde la conmoción política de 1848
sacude las principales ciudades europeas. En su obra se da sólo a modo de
síntesis el romanticismo y se esbozan las primeras expresiones de vanguardia,
que como tantas otras vanguardias del siglo, expresan el desgaste de la
sociedad burguesa y de su ideología.
El artista se separa de las pautas morales y de las
convenciones de sus contemporáneos. El poema Delfina e Hipolita publicado por
primera vez en Las Flores del Mal es
una loa al amor lésbico, un amor prohibido e inmoral para la época donde
Baudelaire en versos cuasi clásicos lo plaga de bellas imágenes:
¿Hemos perpetrado, entonces, un acto extraño?
Explica, si tú puedes, mi turbación y mi espanto:
Tiemblo de miedo cuando me dices: "¡Mi ángel!"
Y, empero, yo siento mi boca acudir hacia ti.
¡No me mires así, tú, mi pensamiento!
Los malditos asumen el mal como forma de trascendencia,
posición que ante la moral religiosa adquiere forma de blasfemia.
Lector de Hugo y Lamartine, hereda del misticismo romántico
la afición a Satanás, figura que estará presente en toda su obra y que será
símbolo de rebeldía y odio a lo establecido, lo que lo impulsará a lo malsano,
a la ambición y a una vida llena de excesos. Su sed por aferrarse a la gimnasia
del alma, el dandysmo, nunca se desprenderá del agobio y la asfixia. Enfermos
de espíritu, los artistas contemporáneos revelarán en su obra los males del
siglo y a diferencia del romanticismo, expondrán a fuerza bruta sus miserias.
Cercano al círculo parnasiano, quienes levantaron la máxima
del “arte por el arte”, también se rebela contra todo aquel que intente sacar
rédito de la poesía en términos filosóficos, políticos o morales: “la poesía
por poco que se desee penetrarla, interrogar su espíritu, llevar la atención a
sus remembranzas, no tiene más fin que ella misma”. Por eso logra a través de
su poesía y su técnica evocar analogías, alegorías y correspondencias, tal como
se lo ha propuesto su corriente estética y literaria, el simbolismo.
En 1858 comienzan sus días de abigarrada enfermedad. La
sífilis estaba ya terminando con su vida.En1866 empeora: dolores en las
piernas, vientre y estómago, ahogos y vértigos son sólo algunos síntomas de sus
últimos días. A pedido de algunos escritores como Banville, Merimée y hasta el
joven Mallarmé, el ministerio de instrucción pública acepta cubrir los gastos
de internación de Baudelaire.
El 31 de agosto de 1867 muere el poeta. Su propiedad
intelectual es vendida en una subasta.
Es el hombre moderno, los valores modernos y Baudelaire,
hito de su época por repulsión, más que por adhesión, lo que hoy nos hace
recordar su obra. Hijo de aquella generación que hizo la Revolución para algo
más que para matar al rey.
“...Cuando un exquisito poema hace brotar las lágrimas en los ojos, estas lagrimas no son la señal de un deleite exclusivo, sino más bien la huella de una melancolía irritada... de una naturaleza exiliada en el mundo imperfecto y que quisiera apoderarse sin más demora, en esta misma tierra, de un paraíso revelado”.
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