J.R. Concepción Llanes | Cuando Hitchcock era simplemente Alfred, se ganaba la vida como rotulador de la productora Famous Players Lasky. El pequeño mofletudo de 21 años, soñaba con mujeres rubias que le obedecían a sus caprichos, pero su físico era un obstáculo para sus deseos. Una barrera que llegó a ser de 1,70 metros de alto y casi 300 libras de peso. Por entonces, descubrió que quería ser director de cine. El mejor de todos. No existía otra meta para el futuro genio británico, para quien sería Sir Alfred Joseph Hitchcock. En 56 títulos, dirigió a tantas rubias como quiso y se consagró como el rey del suspense.
Es difícil encontrar a otro maestro del séptimo arte tan
prolífero y exquisito como Hitchcock. Mantuvo sus filmes en la cima durante
seis décadas. Mientras otros no pudieron transitar del cine mudo al sonoro o
trasladar el éxito alcanzado en su país natal a Hollywood, el londinense fue
considerado un maestro en Inglaterra y Estados Unidos, y produjo a ritmo de un
título por año en Norteamérica. Complació tanto al público como a la crítica e
incluyó el sonido para aumentar aún más los momentos de tensión y ansiedad, que
tanto se jactaba de lograr.