René Descartes ✆ Vahr |
Lástima que el filósofo Descartes no vuelva a nacer hoy en
esta Europa. Me asomo a la ventana. Veo pasar a la gente, con prisa. Me digo:
no hemos aprendido nada. Anoche vi en la televisión las airadas disputas de
economistas europeos, escuché la radio con severas críticas al titular del
Banco Europeo por sus anuncios. Leo los diarios: Europa no camina, Grecia,
Italia y España en sus últimas oportunidades de salvar a la economía. Dicen que
la culpa la tiene Alemania. Alemania sostiene: no tenemos por qué los alemanes
pagar todos los desaciertos de los demás europeos. Discusiones, planes. Un
momento, señores: ¿y la Lógica? No, la palabra dominante no es la Lógica sino,
¿cómo salvar al euro? Cada economista tiene su plan y nadie se pone de acuerdo.
Todos tienen razón y le echan la culpa al vecino. La solución está para ellos
en aumentar los impuestos, rebajar los sueldos, dejar cesantes a todos los que
empiezan a cobrar. Nadie piensa en cambiar el sistema ni aprender de los
fracasos cada vez más seguidos. Pero el problema es que la gente sale a la
calle. Y a la pobreza y la desocupación no se las soluciona con palos, rejas y
expulsión de extranjeros... ¿Cómo? ¿Y qué pasó con el capitalismo que iba a
solucionar todos los problemas por sí mismo?
Alemania, que es el mejor país europeo en lo económico,
acaba de anunciar que el Deutsche Bank va a dejar cesantes a 1900 empleados.
Pensemos en ellos, mirémosle la cara a cada uno, pensemos en sus familias, en
los años perdidos en aprender ese oficio siempre pleno en novedades, el
sentirse cómodos de trabajar en una entidad que sólo ha tenido ganancias desde
su origen. Y ahora, a la calle. Además, lo irracional e inexplicable de todo
esto es que el mismo Banco anuncia que en el último período ha tenido una
ganancia neta de 9000 millones de euros. Pero como en el anteúltimo período
tuvo una ganancia mayor, de 13.000 millones de euros, entonces se llegó a tomar
la decisión de las cesantías de casi dos mil empleados. No hay una explicación
ética para esta medida. Porque la menor ganancia no la tienen que pagar los
empleados, más cuando los altos ejecutivos ganan sueldos de pura fantasía.