Ya pueden estar tranquilos los griegos, que Europa no
abandonará al país. Lo mantendrá colgando del abismo, agarrado por los pelos y
siempre a pocos minutos de la quiebra total, pero no permitirá que se hunda del
todo, pues Grecia hoy cumple una función esencial en Europa. La imagen de un
país roto, asfixiado, sometido a chantaje, despojado de su soberanía, con la
población sufriendo sucesivas vueltas de tuerca y las calles incendiadas, tiene
varias utilidades.
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Los apóstoles del shock también sacan provecho a la
situación griega: es un laboratorio en condiciones reales, con los ciudadanos
como cobayas, para probar hasta dónde es posible liquidar, empobrecer y
humillar un país sin que salten las costuras. Sí, quemaron edificios, tiraron
piedras, pero la vida sigue, y bajo el ruido y el humo Grecia no ha conocido
aún un estallido social, así que seguiremos apretando para ver hasta dónde
aguanta.
En cuanto a los ciudadanos europeos, la enseñanza de Grecia
cae por su propio peso: “Ya ves para lo que sirve protestar, sólo para romperlo
todo, pero sin conseguir nada”. “Para qué vamos a hacer una huelga, los griegos
llevan unas cuantas y nada.” E incluso: “Bueno, la reforma laboral es dura,
pero no estamos tan mal, peor están los griegos…”
Lo de que no consiguen nada no es del todo cierto. No han
parado los recortes, pero en la última votación hubo 43 diputados desertores, y
Papademos está sudando para sacar adelante su plan. Y en la policía empiezan a
aparecer agentes que no están dispuestos a seguir gaseando a sus vecinos, como
ese sindicato policial que pidió el arresto de la Troika. Y en todo caso, la
lección para nosotros debería ser otra: “Los griegos solos no pueden. Necesitan
nuestra ayuda.”
Isaac Rosa
(Sevilla, 1974) ha publicado las novelas 'La malamemoria' (1999),
posteriormente reelaborada en '¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!'
(2007), 'El vano ayer' (2004, Premio Rómulo Gallegos, y llevada al cine con el
título de "La vida en rojo"), 'El país del miedo' (2008, Premio
Fundación J.M. Lara a la mejor novela del año) y 'La mano invisible' (2011).
http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2012/02/15/para-que-sirve-grecia/ |
Nota del
Editor
Omar Montilla |
Polibio narra que la música era necesaria para apaciguar las
costumbres de los arcadios, que habitaban un país de perpetua tristeza
invernal; que los cineteos, que descuidaron ese arte, eran el pueblo más cruel
de toda la Grecia y el que mayores crímenes padecía en sus territorios. Ateneo
asegura que en la más alta antigüedad, las leyes divinas y humanas, y las
exhortaciones a la virtud se cantaban públicamente al son de instrumentos,
usanza compartida con los israelitas.
Timoteo (era otro, no Zambrano, el adeco) inflamaba de furor
al gran Alejandro al tocar con su lira en modo frigio, y le calmaba al hacerlo
en lidio. Con la música Eric, rey de Dinamarca, llenó su alma con tal furor que
asesinó a todo un grupo de sus convidados. D´Aubigny relata que bajo el reinado
de Enrique III, el músico Claudín animó el alma de un pobre cortesano haciéndolo
creer pasar de rey a mendigo según el andar de sus notas. Inclusive Boyle
cuenta acerca de un caballero que, al sonido de la gaita, le era imposible
retener su orina. Rousseau fue testigo de una dama quien, al sonar de cierta
música, era avasallada por una risa involuntaria y convulsiva. En la Historia
de la academia de Ciencias se puede leer cómo un músico condenado a muerte por
una terrible fiebre, sanó gradualmente al compás de un concierto ejecutado a
los pies de su lecho. En fin, Chabanon fue testigo de la interpretación al aire
libre del Pigmalión de Rameau cuando, justo en el clímax de l’Amour Triomphe un
potente rayo iluminó el cielo.
En esta terribles circunstancias, las actuales, los griegos
al menos todavía pueden contar con Mikis Theodorakis, devenido de músico a guerrero.
Les dejo con el “Canto General” de Pablo Neruda, y con la
música de Mikis Theodorakis.