Kennedy y su esposa, momentos antes de su asesinato |
Especial para La Página |
Este magnicidio no solo afectó a Estados Unidos, sino en una
sorprendente medida a Cuba y a todo el orbe. A casi 50 años del asesinato de J.
F. Kennedy, cuando la dramática relación cada día se hace más presente en el
panorama mundial contemporáneo, la CIA pretende postergar otro cuarto de siglo
la desclasificación de algunos documentos que aún esconde sobre el crimen del
22 de noviembre de 1963.
Parte de esa estrategia la constituye el libro Los secretos de Castro, de Brian Latell, oficial para América Latina de la CIA de 1990 a 1994, quien tras participar en operaciones de la agencia contra la Isla desde los años sesenta, trata de disfrazar el más escandaloso complot del siglo XX. Al día siguiente del magnicidio, el Presidente Fidel Castro fue probablemente el primero en denunciar el asesinato como una conjura, cuando compareció en la televisión cubana:
Parte de esa estrategia la constituye el libro Los secretos de Castro, de Brian Latell, oficial para América Latina de la CIA de 1990 a 1994, quien tras participar en operaciones de la agencia contra la Isla desde los años sesenta, trata de disfrazar el más escandaloso complot del siglo XX. Al día siguiente del magnicidio, el Presidente Fidel Castro fue probablemente el primero en denunciar el asesinato como una conjura, cuando compareció en la televisión cubana:
"Nosotros podemos decir que hay elementos dentro de los Estados Unidos que defienden una política ultrarreaccionaria en todos los campos, tanto en el de la política internacional como en el de la política nacional. Y esos son los elementos llamados a beneficiarse de los sucesos que ocurrieron ayer en los Estados Unidos.”
El líder cubano leyó uno de los primeros despachos
noticiosos: "Dallas, noviembre 22, (UPI).—La policía detuvo hoy a Lee H.
Oswald, identificado como el Presidente del "Comité del Juego Limpio con
Cuba" como principal sospechoso en el asesinato del presidente Kennedy.
Cuatro días después del asesinato, el 27 de noviembre, analizó la teoría de
Oswald como tirador único, y sus alegadas simpatías "castristas" que
en esos iniciales momentos nadie cuestionaba. Citó a Hubert Hammerer, campeón
olímpico de tiro, quien declaró inverosímil que “… un tirador equipado con una carabina de repetición con teleobjetivo
pueda dar en el blanco tres veces seguidas en el espacio de cinco segundos,
cuando dispara contra un blanco que se desplaza a una distancia de 180 metros,
a una velocidad de 15 kilómetros por hora". Basándose en sus
experiencias en la Sierra Maestra, con fusiles de mirilla telescópica como el
que dijeron usó Oswald, Fidel añadió: "Una
vez que se dispara el blanco se pierde —por efecto del disparo— y es necesario
volver a encontrarlo rápidamente (...) con ese tipo de arma es realmente muy
difícil hacer tres disparos consecutivos. Pero sobre todo difícil dar así en el
blanco. Casi imposible". (1)
Fidel analizó cómo Kennedy era empujado hacia la guerra por
los círculos más reaccionarios con fuertes campañas, leyes y resoluciones en el
Congreso, empujando al gobierno, por lo que ellos calificaron en 1961 como la
debacle de Bahía de Cochinos, hasta poner al mundo al borde de una guerra
nuclear, la Crisis de Octubre. El entonces Primer Ministro de Cuba se refirió
también a las actitudes de Kennedy respecto a los derechos civiles, como la
segregación y la discriminación racial, y a la política de coexistencia
pacífica que avanzaba con Jruschov. Estas acciones desataban insospechadas
fuerzas contra el Presidente e hizo pensar que el asesinato del presidente
Kennedy era la obra de algunos de los elementos inconformes con su política, en
particular respecto a Cuba que no consideraban suficientemente agresiva, pues
se resistía a autorizar una intervención militar directa.
El líder cubano se refirió a evidencias de que si Oswald:
"hubiese sido el verdadero asesino, estaría claro que los autores intelectuales del asesinato estuvieron preparando la coartada cuidadosamente. Enviaron a este individuo a solicitar visa de Cuba en México. Imaginen... que el Presidente de Estados Unidos resultara asesinado por ese individuo cuando acababa de regresar de la Unión Soviética, pasando por Cuba. Era la coartada ideal (...) para meterle en la cabeza a la opinión pública norteamericana la sospecha de que había sido un comunista o un agente de Cuba y de la Unión Soviética, como dirían ellos". (2)
En 1978 se demostró que Fidel tenía razón. El Comité Selecto
del Congreso de Estados Unidos que investigó el asesinato, concluyó:
"El Comité considera la posibilidad de que un impostor visitó la embajada soviética o el consulado de Cuba, durante uno o más de los contactos en los cuales Oswald fue identificado por la CIA en octubre de 1963". (3) El documento del Comité llega a la conclusión de que no tenía nada que ver con Oswald, porque mientras este era más bien pequeño y delgado, el individuo de la foto era de "complexión atlética, de 6 pies de estatura y medio calvo". (4)
La sospecha había comenzado en parte cuando el FBI presentó
a la madre de Oswald la supuesta foto de su hijo. Ella declaró que no era de
Lee, sino de Jack Ruby, el autor de su muerte. De hecho no había ninguna
semejanza —agregaba el informe del Comité—, el hombre de la foto no era ni
Oswald ni Ruby. El FBI también lo negó. En un memorándum al Servicio Secreto
consignaba: "Estos agentes
especiales (del FBI) son de la opinión que el individuo de referencia en la
foto no es Lee Harvey Oswald".
Fidel tenía sobradas razones para alarmarse con las
insinuaciones y acusaciones, típica estrategia de la CIA. Aun ahora, Latell
trata de alejar las sospechas sobre los verdaderos responsables del crimen,
intenta hacer renacer el infundio de la Compañía contra Cuba y de negar que
hubo un complot de quienes "defienden una política
ultrarreaccionaria". La teoría del tirador solitario es esgrimida no solo
en el caso de Oswald en 1963, sino también en el de Sirhan H. Sirhan, presunto
asesino de Robert Kennedy en 1968, en el propio momento en que fue elegido
candidato contra Richard Nixon, ya sospechoso del magnicidio. La verdad ha ido
develándose poco a poco desde entonces. Los últimos detalles fueron conocidos
en el 2005 a través del libro del investigador David Talbot: Brothers. The hidden history of the Kennedy
years (Hermanos. La escondida historia de los años de los Kennedy), con su
sensacional revelación de que Robert fue probablemente asesinado cuando admitió
que de ser elegido presidente, lo cual estaba prácticamente cercano a
conseguir, reabriría el amañado proceso.
Latell se refugia en la desprestigiada teoría del Asesino
único de la Comisión Warren que creó Johnson para investigar el asesinato, al
suceder a JFK en la presidencia. Una de las últimas y más contundentes
refutaciones la constituye la nota enviada el 8 de noviembre de 1963, 15 días
antes del atentado por Oswald a Howard L. Hunt, también sospechoso de
participar en el magnicidio y famoso organizador del allanamiento de los
"plomeros" del Watergate
"Me gustaría que me diese información sobre mi posición. Lo estoy pidiendo
solo por informarme. Sugiero que discutamos todo el asunto antes de que sea
tomado cualquier paso por mí o por alguien más. Gracias a Ud. firma, Lee Harvey
Oswald.” (5)
El investigador Paul Kangas explica que la carta de Oswald
fue obtenida por el escritor y periodista Jack Anderson en Nueva Orleans, donde
estaba viviendo el "tirador solitario" con Clay Shaw, los cubanos
Félix Rodríguez, Bernard Barker y Frank Sturgis, también investigados por el
Comité Especial del Congreso y el juez Jim Garrison. Anderson afirma en un
video que Hunt y Shaw pidieron a Oswald reunirse con ellos para planear la
posición que ocuparía en Dallas durante el atentado. Al no recibir respuesta de
Hunt, Oswald dijo a James Hosty, agente del FBI que lo atendía que Hunt y un
manojo de cubanos de la oficina CIA de Miami, estaban planeando matar a Kennedy
en Dallas, el 22 de noviembre de 1963. Según Kangas, Hosty envió un telex a
Hoover, director del FBI para informarlo y este lo reenvió a sus agentes en el
país.
El juez Garrison narra que Waggoner Carr, fiscal general de
Texas, entregó a la Comisión Warren en una sesión secreta celebrada el 22 de
enero de 1964 pruebas de que Oswald era el informante secreto del FBI No. 179,
con un salario de 200 dólares al mes, desde 1962. Las pruebas fueron entregadas
a Carr por Allan Sweat, jefe de la división criminal de la oficina del sheriff
de Dallas y publicadas por el Philadelphia Inquirer, el Houston Post, yThe
Nation, pero la Comisión Warren no citó a declarar ni a Sweat ni a los
periodistas que redactaron las noticias. Garrison admite que si Oswald era
informante del FBI en Dallas y Nueva Orleans, se puede creer que su trabajo
consistía en introducirse en organizaciones como Juego Limpio para Cuba y el
aparato de Guy Bannister para matar al presidente. "La pregunta que me atormentaba y que tal vez atormentó a Oswald
era: si la policía de Dallas, la oficina del sheriff, el Servicio secreto, el
FBI y la CIA estaban potencialmente implicados en la conspiracion, ¿quiénes
eran las autoridades adecuadas?" (6)
Cuando Robert Blakey, jefe de los investigadores del Comité
Selecto de la Cámara, montó en cólera al saber en 1990 que el recién fallecido
George Joannides (oficial de la CIA que fue asignado por la agencia para
informarlo sobre el asesinato de Kennedy), le ocultó que había trabajado estrechamente
en Nueva Orleans desde antes del crimen con Oswald y con el grupo terrorista
denominado Directorio Revolucionario Estudiantil, lo consideró una obstruccción
de la justicia y ahora no cree nada de lo que dijo la CIA al Comité.
No es raro que la Comisión Warren eludiera buscar la verdad;
no en balde la presidía el congresista Ed Ford, un hombre de Nixon, también
sospechoso. Allen Dulles, el omnipotente jefe de la CIA, manipulaba a los
miembros nombrados por Lyndon Johnson, nuevo Presidente por obra y gracia del
original golpe de Estado que fue en la práctica el asesinato de los hermanos
Kennedy.
Notas
(1) Diario Revolución. 28 de noviembre de 1963.
(2) Ibidem.
(3) The Final Assasinations Report of The
Select Committee on U:S House of Representatives. Bantam Book. New York.
1979, p.320
(4) Ibidem.
(5) Granma, 13 de
abril de 2012, p. 9.
(6) Jim Garrison. JFK
Tras la pista de los asesinos. Ediciones B. Barcelona, 1988, pp. 296 a 301