Especial para La Página |
A finales del siglo XIX, los dirigentes de Harvard y de Yale
decidieron llevar a cabo una aberración secular, y así, eliminaron la lengua
griega de los planes de estudio. En la era actual, en el mundo
"moderno", los estudiantes y los profesionales tienen una simiesca
capacidad intelectual. Quien no conoce su pasado, su Ethos o su Etimología, no conoce el futuro, que es espejo de lo que
fue.
Más que de síntesis, los gorilas modernos carecen de
dilectas tesis. Quiero hablar un poco sobre los griegos. Los griegos cargaban a
sus novias, las cargaban para llevarlas hasta universos lejanos, hasta paraísos
ajenos, hasta sendos grupúsculos de dioses.
En parangón, las mujeres de hoy se conforman con una
mediocre rosa, con una acaudalada cena o con una acelerada caricia, a la que
solemos llamarle "bofetada". Mantengamos nuestra marcha. Los griegos
tenían que regresar con el escudo en alto o muertos sobre el escudo.
Dice Plutarco: "Los griegos castigan al que pierde el
escudo y no al que arroja la espada y la lanza". Cito de memoria esta seca
y griega traducción de Plutarco, y lo hago porque me ha acompañado durante los
últimos cinco años.
Esta ensalada es una síntesis de todas las artes, de toda la historia y de todas las glorias de los griegos |
La duda es la raíz del vacío, y el vacío representa o emboza
oportunidades o espacios oportunos para ejercer nuestros actos. El griego tenía
una inteligencia geográfica (Deleuze, en su Rizoma, se muestra griego),
mientras que el moderno tiene una inteligencia histriónica… digo, histórica. Y
esto acaece así porque tenemos innumerables siglos detrás, más siglos de los
que tenían los griegos.
Estibar el tiempo sobre el pesado espacio, es una costumbre
griega. Bajo los influjos drogadictos de Huxley, los modernos leemos biografías
y bibliografías, mientras que los griegos leían aforismos y anécdotas, las
cuales siempre han estado en las biografías y en las bibliografías. Nietzsche,
amante de Tucídides, imitó a los antiguos con sus libros, y Goethe lo hizo con
sus profecías.
El griego era sintético y el moderno es analítico. El
antiguo mármol humano buscaba los hilos del mundo para guiarse con ellos, para guiarse
en las cavernas, mientras que el moderno hace horcas con los hilos. Cuando el
griego salía de su casa, sabía que empezaba a vivir políticamente, según las
enseñanzas que he adquirido de Hannah Arendt (judía tan brillante como mi Anne
Sachs Ferdinand).
De este postulado podemos partir para entender por qué el
griego veía laberintos en las cavernas de Platón y por qué hoy creemos que el
mito de la caverna es un mito execrable. Superficial, muy superficial era el
griego. Así, interesándose en el rostro humano y no en el esqueleto que
llevamos dentro, el bardo heleno logró ser profundo y sabio, diría Nietzsche y
diría Goethe, autores de los que no puedo hablar en esta provinciana ciudad.
Hoy entablaré un discurso griego con Anne y esgrimiré las
enseñanzas de Platón. Exordios de poesía extenderé, introducciones místicas
conmemoraré, argumentos filosóficos urdiré, demostraciones coloridas estamparé
y conclusiones puestas en el aire sostendré.
Como el griego, sé que los días son escasos, sé que las
pasiones son muchas, sé que los proyectos son hartos y que sólo cuando estamos
hartos del destino acometemos grandes proezas. Antropóloga con tendencias
estructuralistas, ingente en la lengua de Chesterton y maestra en ciencias del
lenguaje, ciencias que aplica al asiduo y divino análisis de la Tora, mi Anne
contrasta mis humores antiguos. Es hora de irme y de leer algunos textos de
Juvenal o de G. Orwell.