- “Nos dicen los amigos del molino que acaba de morir el molinero. Enrique el grande ha muerto. No hay que llorar la muerte de un viajero. Hay que llorar la muerte de un camino". Andrés Eloy Blanco
Especial para La Página |
Seguramente, quienes
desearon su muerte estarán frotándose las manos, celebrando la partida temprana
del Camarada Hugo. Su miopía proverbial jamás les permitirá ver más allá del
nicho de su conciencia alienada,
inoculada de un odio patológico por el mass media, para apreciar en el corto plazo la dimensión
de su legado histórico. Es la tragedia de quienes están atrapados,
flotando en el vacío de una dimensión
individual ingrávida, en la que la ternura y los sueños de justicia y libertad
están proscritos.
Quizás, con el correr de los días, ellos descubran con
sorpresas y estupor, que las huellas
dejadas por el Comandante en el alma del pueblo son profundas y eternas, porque
hizo visible a los invisibles, porque reivindicó nuestra historia, porque nos devolvió
la autoestima y el amor por lo nuestro, porque demostró que el poder mediático
de la oligarquía es derrotable, porque mantuvo a raya a los enemigos internos y
externos de la revolución esquivando provocaciones que lo empujaban a la
violencia, porque puso la industria petrolera al servicio del pueblo, porque le
devolvió la dignidad a la Fuerza Armada, porque retomó las banderas del
socialismo auténtico cuando lo daban por muerto, porque salvó al país de una
guerra civil hacia la cual marchaba y lo reencausó hacia una revolución
pacífica orientada a la construcción de
la democracia verdadera a través de un proceso constituyente inédito,
porque con su visión de estratega inagotable lideró y sentó las bases para la
construcción de la Patria Grande, porque
cabalgó al lado de otros pueblos hermanos en la lucha contra el imperialismo
terrorista destructor de humanidad, porque se erigió en un pilar en la
construcción de un mundo multipolar y la paz mundial, porque nos dejó su
testimonio militante y un pensamiento
crítico forjado en la lucha, porque amó a su pueblo sin límites y se fundió con
él, porque nos abrió el camino hacia la revolución socialista pacífica, porque
nos dio Patria y estará entre nosotros por ahora y para siempre.