“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

22/5/13

Dialéctica para proletarios

G.W.F. Hegel
✆ Cido Gonçalves
Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
Estudiar filosofía es arduo, complejo, y tal estudio, ha mostrado Karl Jaspers, puede inaugurarse de varios modos, puede andarse por múltiples caminos, siempre y cuando los tales caminos no interfieran nuestras lucubraciones libres, como quería Heidegger. La filosofía puede ser comprendida desde una perspectiva histórica, o desde una íntima, leyendo autores selectos, o también desde alguna ciencia, desde una disciplina práctica y teórica que nos haga oprimir el lomo de algún método. Para el proletariado la vía más efectiva siempre será la histórica. ¿Por qué? Porque en leyendo la historia verá que su clase social no aparece, que sólo aparecen emperadores, reyes, presidentes y fugitivos líderes sociales impuestos por líderes que no gustaron de los escenarios. La historia, ha escrito Karl Marx, es un teatro, y para penetrar en los arcanos de la farándula de Diderot y de Michelet es ineludible la labor escrutadora, es necesario ir a ver lo que atrás hay del telón, de la escena.

Althusser, lúcido comentarista de Marx, en entrevista con Maria-Antonietta Macciocchi, dijo: "Hay que leer y estudiar ‘El Capital’. Añado: hay que leer y estudiar a Lenin y todos los grandes textos antiguos y actuales en que se consigna la experiencia de la lucha de clases del movimiento obrero internacional". Leyendo los señeros textos, aseguro, entendemos qué es la dialéctica, método atribuido a Platón, encumbrado por Hegel y usado por Marx, aunque con su estilo personalísimo, proletario. ‘El Capital’ contiene la teoría que busca el proletariado para luchar contra el burgués, mientras que las obras de Lenin contienen tal teoría puesta en práctica, puesta sobre sus pies, ya que Hegel, dice el autor del ‘18 Brumario’, Marx, la había "puesto de cabeza". ¿Qué es la dialéctica? Simplifiquemos sin reducir, expliquemos sin vulgarizar: la dialéctica es un sistema filosófico que busca luchas, ora teóricas, ora bélicas, ora religiosas.

La dialéctica busca comprender qué salió de las batallas que tuvo el helenismo contra el hebraísmo, lo cristiano contra lo romano, lo medieval contra lo antiguo, lo epicúreo contra lo estoico. ¿Por qué lucha y no conjunción? Sartre, en ‘El ser y la nada’, dijo que el ser humano tiene conductas primigenias que jamás perderá, y entre ellas está la que le predispone a guerrear, a destruir, a invadir. En la ‘Ética’ de Spinoza, a su vez, hay lúdicas exégesis de los sentimientos e instintos humanos. Búsquense. Sigo. Marx corrigió, dice, a Hegel, alemán idealista que creía en sobremanera en el poder del noema, de la idea, tanto, que llegó a imaginar que la materia era la copia de lo divino, de algún arquetipo, como lo creía Platón. La dialéctica es la ciencia del ‘puctum contra puctum’. La vida, dijo un dilecto músico de Dostoievski, es un contrapunto.  ¿Qué pasaría si careciéramos de enemigos? Nos quedaríamos en la nada.

Hegel, señala Marx, filosofó construyendo, enarbolando, diciendo que el mundo es acumulación, pero no es así. El mundo no es mecánico, no es una suma: es una dialéctica, un ir y venir, una lucha, una resta, una raíz cuádruple, como querría Schopenhauer. ¿Qué pasa cuando el lenguaje se acumula y olvida que el mundo no es una acumulación? Hay despilfarros léxicos, sobrantes estilísticos, remanentes textuales, desorden mental. ¿Qué pasa cuando sólo tenemos diez caballos y hacemos que sean cien contándolos diez veces? Las guerras destruyen, y el hombre, viendo la destrucción, vuelve a construir, pero vuelve a hacerlo con un lenguaje que sólo era útil en las condiciones anteriores. Y así, a guisa de Génesis usada una y otra vez, el burgués dice: "Sí, ya no hay Edén, ya no hay castillo, ni parlamento, ni empresa, pero todavía hay un Adán, un Rey, un César, un Gerente". ¡Tenemos un lenguaje abigarrado y clasista para interpretar un mundo primitivo!

Tal vez por lo comentado el señor Wittgenstein soñó con un lenguaje sembrado en la fenomenología, cosa visible, y no en la física, cosa teórica y saturada de viejas nociones griegas, medievales, regoldadas por Pitágoras, Galileo y Newton. El proletario, al leer los textos de Marx y de Lenin, comprende cómo la clase burguesa ha soslayado hablar de tales temas. ¿Es científico un libro que sólo habla de un fragmento social? No. ¿Es científica una economía que sólo trata problemáticas "desde arriba", desde sus balcones? No. ¿Es científica una política que no busca explicarse por qué las clases sociales luchan? No. Para explicar mejor lo que digo citaré unas lumínicas líneas de Althusser: "Economismo e idealismo moral forman la pareja fundamental de la concepción del mundo burguesa desde los orígenes de la burguesía".  El historiador burgués, comprendemos ahora, sólo tiene ojos para el "hombre ideal", platónico, arquetípico, que no existe ("idealismo moral"). Tal historiador, notamos, sólo tiene ojos para los temas que harían posible un "hombre ideal", y tales temas, casualmente, son económicos, y son así porque en última instancia el poder contante y sonante lo da la materia, la propiedad privada, los medios de producción, el suelo, padre de la renta y del interés.

Marx fue criticado porque hablada concretamente de los ideales humanos y porque era idealista en el plano económico. Marx buscaba una "economía ideal" para un "hombre real", mientras que el burgués busca una "economía real" para favorecer al imposible "hombre ideal". El proletariado es dicho "hombre real", y mientras el hombre no sea considerado "real" o parte implícita de la naturaleza será explotado, usado y despedido, usado y eliminado. La economía política burguesa, señala Marx, sólo puede erigirse como ciencia "mientras la lucha de clases permanece latente". ¿Por qué hemos tardado tantos siglos para empezar a pensar en una lucha realmente organizada, esto es, revolucionaria? Los marxistas dicen que apenas meditamos en todo esto porque apenas, hoy, las condiciones están prestas para hacerlo. ¿Podía un platónico esclavo cavernícola sin consciencia pensar en la libertad u organizarse para palparla? ¿Podía un campesino ignorante y amante de la naturaleza pensar en la libertad viviendo bajo el abierto cielo? No. ¿Puede un proletario pensar en ella? Sí.

En el proletario vive el esclavo y el campesino, pues el proletario es el resultado de ciertas fuerzas históricas e ideológicas, fuerzas que han luchado hasta madurar, hasta juntarse. ¿Por qué ha sido tan lenta la maduración? Porque no había un plan, porque no había una teoría que acelerara el proceso cognoscitivo. Lenin, en lúcido panfleto, dijo que toda revolución enseña en meses o en años lo que el hombre aletargado aprende en siglos o en milenios. El "idealismo moral", el desarrollo del concepto del "hombre ideal", ha sido pensado, pulimentado y trabajado durante siglos. ¿Qué hacían los economistas alemanes antes de cultivar la ciencia económica? Adoptaban teorías francesas e inglesas, y cuando no las entendían rellenaban sus vacuidades con saberes literarios, es decir, humanistas. ¿Cómo se defiende hoy el burgués ante los ataques marxistas? Con el "subjetivismo fenomenológico-existencialista". Traduzcamos. ¿Qué es el subjetivismo? Es la doctrina del "yo", muy cartesiana. ¿Qué es la fenomenología? Es la doctrina de la parcialidad, una que acepta la imposibilidad de ver las cosas en su totalidad (dogmas mostrados por Husserl). ¿Qué es el existencialismo? A despecho de Sartre, es un humanismo disfrazado de "objetividad".

Hagamos una proposición general que represente el pensamiento burgués: "Existo (existencialismo), luego, con suerte (fenomenología), pienso (subjetivismo)". Sí, sea, pero tal pensamiento siempre será ‘a posteriori’, siempre se hará después, después de construir, después de viajar a ciegas, después de haber impuesto una economía sin ojos para los proletarios. ‘Errare humanum est’, imprecan los truhanes. Tolerar tales argumentos es regalar el campo de guerra, y obsequiar tal campo es renunciar a la lucha filosófica y armada (‘Kampf’, diría Marx). Tolerar la arenga burguesa, términos como "sociedad industrial", "neocapitalismo", "nueva clase obrera", "sociedad de consumo", "cultura de masas", "alienación", hace que el proletario "tenga la impresión de estar ante una construcción ‘a priori’", escribe Marx en el ‘Postfacio a la segunda edición’ de su gran obra. Tarea número uno del proletariado: derrocar la estilística burguesa, cambiar la retórica sentimental por la prosa árida, pues haciéndolo muchas categorías mentales de la política actual se irán abajo. Sin sensiblería el burgués queda casi desarmado.