Especial
para La Página
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Con la partida del Comandante Chávez, la diplomacia del
dólar intensificó su ofensiva para intentar deshacer el proceso de integración
de ALC que con su liderazgo, desarrolló y generó una compleja arquitectura,
conformada por diversos mecanismos convergentes hacia un mismo propósito:
concretar el proyecto independentista bolivariano de la Patria Grande, para
dejar atrás el proyecto neoliberal, anexionista y neocolonial del ALCA.
La ALBA y
PETROCARIBE, la ampliación de MERCOSUR, la consolidación de la UNASUR con la
activación del Consejo de Seguridad y Defensa Suramericano (CSDS) para hacer de
la región una zona de paz, desembocó en la fundación de la CELAC. Quizás, el
manejo por dicho Consejo de una agenda que incluye la lucha conjunta contra el
narcotráfico y el desarrollo de una industria militar multinacional, indujo a
John Kerry a quitarse la careta al calificarnos ante el Senado gringo como su “patio trasero”,
amenazando con una acción “más vigorosa”
de Washington en contra aquellos países
que no se alineen con sus políticas en la región.
Esta ofensiva sigue una estrategia envolvente y
sostenida. Atacando por el flaco económico, mediante la creación del
TLC del Arco del Pacífico, conformado
por Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México,
Nicaragua, Panamá, Perú y Colombia. Tras la “muerte” del ALCA en la Cumbre de
Mar del Plata en el 2005, por mandato de
Bush, Uribe propuso este “Alquita” para “resucitarlo”.
En el flanco político dirige sus baterías hacia la
desestabilización del gobierno bolivariano, ejecutada por la
derecha fascista apátrida y la
oligarquía colombiana reunificada ahora por USA. Más allá de las increíbles
excusas diplomáticas ofrecidas a nuestra
Cancillería por Colombia, está claro que el recibimiento del capo fascista por
Santos responde a esa estrategia. Es una
señal que evidencia un nuevo punto de inflexión en el tratamiento que la Casa
Nariño ha comenzado a darle al gobierno
venezolano, demasiado parecido a la política injerencista de Uribe. El
anunciado ingreso de Colombia a la OTAN de la mano del “Tío Sam”, “por ahora”
como “socio cooperante”, ratifica el rol de “quinta columna” y “cabeza de
playa” en la UNASUR y CELAC que le asignó el imperio al gobierno colombiano.