Introducción / Una nueva coyuntura histórica.
Especial para La Página |
Cerrar
los ojos ante las dramáticas situaciones que están viviendo los pueblos de la
ribera mediterránea, y pensar que somos inmunes al incendio que se desarrolla
en la región, solo porque pertenecemos a la UE y la OTAN, no es sino una manera
más de creerse la ideología oficial neoliberal y dar por buenas las condiciones
de desarrollo del capitalismo salvaje en Europa. Combatir esas políticas nos
exige una posición coherente en las relaciones internacionales, que nos permita
contemplar para nuestra región un futuro pacífico de entendimiento entre los
pueblos.
Partimos aquí de una intuición: los
cambios que estos años se están produciendo, en la evolución humana y en el
desarrollo de las fuerzas productivas, tienen una trascendencia histórica
determinante, en el sentido de que modifican las correlaciones de fuerza en la
geopolítica mundial, en unas dimensiones que tienen alcance universal. Si todas
las coyunturas son importantes, ésta también lo es, y además contiene rasgos
que parecen sintomáticos del alborear de una nueva época.
Para
poder orientar una política coherente de la izquierda, debemos descubrir en qué
consiste la especificidad del actual momento histórico: se trata de la
emergencia de una nueva hegemonía en el desarrollo de la civilización, que por
primera vez en 500 años no estará liderada por la cultura europea o sus
herederas en América y Oceanía. Los recientes sucesos europeos y mediterráneos deben
interpretarse en el marco de ese cambio fundamental. Buscamos la respuesta a la
siguiente pregunta: ¿cuáles son las repercusiones de esa mutación histórica
para el área mediterránea a la que pertenecemos?
Perspectiva
histórica
El
Mare Nostrum, el mar interior que baña las costas levantinas de la península
ibérica, fue la cuna de la civilización en el occidente del mundo antiguo, por
la simple cuestión de que las vías comerciales y los medios de comunicación en
la antigüedad transcurrían por transporte marítimo. Cuando las técnicas y las
máquinas eran todavía rudimentarias y el aprovechamiento de la energía
ambiental era todavía primitivo –el fuego del hogar, el viento de las velas,
los canales fluviales-, el mar Mediterráneo constituyó una base fantástica para
los primeros desarrollos civilizatorios en el occidente del mundo antiguo.
Eso
fue hace mucho tiempo, entre 2000 y 3000 años atrás. Más tarde, durante la Edad
Media, el océano Índico fue surcado por las naves de los comerciantes árabes de
la civilización musulmana, complementando las caravanas que llegaban desde
China hasta al-Ándalus. En la Edad Moderna fue el Atlántico, con el
descubrimiento de América por los europeos, la vía marítima que hizo posible el
desarrollo capitalista. En nuestros días el Pacífico se está convirtiendo en el
eje principal del desarrollo económico y científico. Este cambio fundamental
del eje civilizatorio es el horizonte bajo el cual debemos comprender la actual
coyuntura histórica.
Todos
esos desplazamientos han tenido importantes consecuencias en el ámbito cultural
mediterráneo. El traslado del centro de desarrollo hacia Asia y el Índico,
trajo la expansión del Islam en la Edad Media. La emergencia del transporte a
través del Atlántico impulsó la revolución burguesa y el orden político
democrático en el norte de Europa, el cual no arraigó en el ámbito mediterráneo
sino tardíamente. Por tanto, la cuestión podemos desdoblarla del siguiente modo:
¿qué nos va a traer esta nueva traslación del eje principal del desarrollo de
las fuerzas productivas hacia el Pacífico? Y en segundo lugar, ¿cómo afecta esa
traslación al ámbito mediterráneo, y además a Europa y a la UE en general?
El
ascenso de la República Popular China hacia la hegemonía mundial
La
primera constatación, que ha sido proclamada a los cuatro vientos por los
medios de comunicación, ampliamente discutida y examinada por los observadores
internacionales, es el impetuoso desarrollo de China bajo un sistema económico
de mercado, moderado por la planificación estatal. En alianza con un bloque de
países que hace tan sólo una década podían considerarse periféricos –Brasil,
Rusia (una vez superados los traumas del final de la URSS), India y Sudáfrica-,
se incrementan las relaciones Sur-Sur, y el antiguo centro capitalista ve
progresivamente vaciada su función reguladora de los flujos económicos a través
del control del mercado internacional. Expresión de ello es la crisis
financiera, que nos presenta la decadencia de las monedas europeas y
norteamericanas (dólar, euro, libra, etc.) en beneficio de monedas
sudamericanas y asiáticas (yen, remimbi, real, etc.).
Ese
desarrollo ha sido el sostén de la economía capitalista de las últimas décadas,
en el sentido de que la producción industrial se ha desplazado hacia esas
economías periféricas, y éstas se han encargado de suministrar los bienes de
consumo a la creciente población mundial en los cinco continentes. Esa
evolución es consecuencia de la globalización económica y las políticas
neoliberales, pero desconocemos muchos aspectos de cómo ha sido posible.
Necesitamos estudios serios y sin prejuicios del funcionamiento de esas
economías emergentes, del papel que ha jugado los Estados nacionales en ese
desarrollo económico, de cómo se enfocan las relaciones entre lo público y lo privado,
de su estructura económica y las relaciones de producción. En China la Reforma
Agraria (la población china se alimenta cultivando solo el 7% del territorio) y
la presencia de un Estado fuerte que regule la economía, parecen haber sido
elementos esenciales de su actual desarrollo económico. Pero tampoco deben
desdeñarse el papel de los factores ideológicos: No puede subestimarse el papel
vital que la ideología ha desempeñado en el crecimiento económico chino, por
más que ello no constituya un juicio evaluable matemáticamente (John G. Gurley,
El desarrollo económico de China comunista).
En
todo caso, se debe subrayar la semejanza con otros desarrollos similares
acaecidos anteriormente: tras una fase de acumulación primitiva, un fuerte
despegue basado en una intensa explotación de la mano de obra barata, sin
derechos económicos ni políticos consolidados. Podemos rechazar ese modelo, que
se parece demasiado a las condiciones de crecimiento de la economía española en
los años 60 bajo el franquismo, a pesar de las evidentes diferencias nominales
e ideológicas de ambos procesos. Pero no podemos obviar que esas semejanzas son
significativas, en el sentido de apoyarse en leyes históricas, conocidas por la
teoría marxista bajo el epígrafe de ‘ley del desarrollo de las fuerzas
productivas’. No es tampoco casual que en China se produzcan en estos años las
luchas de clases más dinámicas y fuertes, con mayor número de huelgas y
conflictos laborales a nivel mundial. Otra cosa sería de extrañar.
Siendo
la República Popular China la nación con mayor peso en la economía mundial y el
rival más fuerte para la caduca hegemonía europea ‘occidental’ en el mundo, es
claro que el futuro depende en buena medida de los acontecimientos en aquella
parte del mundo, así como en sus países aliados. El desplazamiento del eje
principal del desarrollo hacia el Pacífico, ha convertido el antiguo centro del
mundo en su periferia, y la periferia ha devenido centro.
La
respuesta belicista de la OTAN
La
segunda evidencia es el carácter bélico de la respuesta de las naciones
antiguamente hegemónicas agrupadas alrededor de la OTAN. De la guerra de
civilizaciones a la guerra contra el terrorismo, pasando por la guerra
preventiva, la guerra humanitaria, y otras modalidades de agresión no reconocidas,
desde los años 80 –inicio de la era neoliberal- el belicismo ha sido la
consigna ‘democrática’ en la carrera por la hegemonía mundial. El desarrollo de
la superioridad militar de ‘occidente’ ha constituido el reto principal para
conservar el control de las fuentes de materias primas a nivel mundial, en
Asia, África y América, acompañado de genocidios y masacres comparables a las
peores matanzas de la historia moderna, incluida la Segunda Guerra Mundial. Es
obvio además que la batalla por la propaganda acompaña a esas intervenciones
militares, creando una realidad histórica falsificada, para consumo de las
masas adocenadas en las sociedades de consumo dentro de los países con alto
nivel de desarrollo.
Cuna
de civilizaciones antiquísimas, uno de los frentes de esa guerra pasa por el
Mediterráneo. Desde 1947 con la ocupación de Palestina por el sionismo, hasta
la escalada bélica de 2011-2013, con el ataque a Libia y Siria, con episodios
intermedios como la guerra yugoslava y el conflicto saharaui, este frente de
guerra no ha dejado de estar activo en el último medio siglo. El papel jugado por
el Estado español en esos conflictos ha sido imperialista como miembro de la
OTAN. Los principales aliados de esta organización son las monarquías feudales
del Golfo Pérsico que profesan un islam ultraconservador. Pensemos el ambiguo
papel jugado por las potencias occidentales apoyando y combatiendo al mismo
tiempo el integrismo islámico terrorista en las guerras de Afganistán,
Pakistán, Irak, Libia y Siria. Ese apoyo en los movimientos más conservadores
de las sociedades mediterráneas, desfigura completamente la guerra contra el
terrorismo, al utilizar a los fanáticos religiosos como arma de guerra contra
los regímenes de carácter laico tachados como enemigos.
Debemos
reconocer que los verdaderos enemigos de la OTAN en esta guerra de
civilizaciones son los Estados laicos, que han sido destruidos uno a uno en las
últimas décadas: Afganistán, Irak, Libia, Siria, Pakistán. Incluso una política
exterior aparentemente bienintencionada, como fue la alianza de civilizaciones
propuesta por Zapatero, fue interpretada como una apuesta por el integrismo
musulmán en contra de Estados laicos, acabando con el triste espectáculo de la
ministra de defensa de su gabinete, Carmen Chacón, visitando a los terroristas
que protagonizaron la rebelión contra el Estado libio. Que esta mujer pueda
considerarse aspirante a la secretaría del PSOE es un índice de las prioridades
políticas de la clase dominante capitalista europea. Quitando la tímida
reacción en la guerra del Golfo, buena parte de la izquierda socialista ha
claudicado ante los imperativos de la dominación capitalista, aceptando las
necesidades militaristas del comando mundial imperialista, repitiendo una vieja
historia demasiado conocida.
Evaluación
negativa de la pertenencia del Estado español a la Unión Europea
Antes
de debatir qué política debemos impulsar respecto a la UE, sería bueno tener la
mayor claridad de ideas, evaluando la inclusión de la economía española en la
UE en los últimos 27 años. ¿Realmente nuestra participación en la UE ha sido
beneficiosa para nuestro país, o más bien ha sido una calamidad más de nuestra
historia? Veamos algunas de las
consecuencias de la decisión tomada en 1986 por el gobierno de González:
-el
desmantelamiento del tejido industrial,
-subordinación
de nuestra agricultura y el sector de la alimentación a grandes transnacionales
de capital extranjero,
-la
destrucción del litoral para construir viviendas y desarrollo monstruoso del
sector de la construcción inmobiliaria,
-participación
en guerras genocidas al tiempo que se pierde soberanía en beneficio de las
alianzas militares,
-endeudamiento
privado impagable a corto o largo plazo y recesión económica.
Desde
el punto de vista económico hoy podemos decir que esa evolución ha sido muy
negativa para nuestro país, incluso si se considera que al mismo tiempo ha
traído cierta modernización –que en sustancia no consiste en otra cosa que en
la sustitución del sector industrial o secundario de la economía por el sector
servicios o terciario, con la consiguiente desaparición de clase obrera
tradicional, reemplazada por empleados con aspiraciones a pertenecer a las
clases medias-.
Toda
esa evolución absurda de la economía española ha tenido como compañía ineludible
la aculturación de los pueblos peninsulares, la creación de una vida pública basada
en la picaresca y el fraude, y la fe ciega en los medios de propaganda del
capital –prensa, radio, tv., y otros medios de comunicación masiva-. Podemos preguntar consecuentemente:
¿realmente la entrada de España en la UE -y su condición indispensable:
pertenencia a la OTAN-, ha sido consecuencia de las ‘aspiraciones europeístas’
del pueblo español, o más bien fruto de una ilusión engañosa que nos vendieron
los falsos progresistas que han gobernado España a lo largo de las últimas
décadas, bajo la sombra nefasta de los Borbones redivivos?
Un
cambio de alianzas
La crisis económica es una
oportunidad para el cambio. Aprovechémosla. Un partido político que tiene como horizonte
de su acción el tránsito hacia una nueva sociedad socialista, no puede entrar
en ese juego aberrante de la agresión imperialista. Nuestro ideal político se
manifiesta en el artículo de la Constitución de la II República, donde se
afirmaba que España renuncia al uso de la fuerza en las relaciones
internacionales.
Como
se puso de manifiesto cuando se discutió la entrada de España en la OTAN, la
pertenencia a la Unión Europea está indisolublemente ligada a la pertenencia al
tratado militar que la sustenta. Sabemos, por los resultados del referéndum,
que una parte muy importante de la población española estaba en contra de esa
integración, y que sólo a través de la extorsión y el engaño pudo el gobierno
del PSOE mantener a España en la OTAN –después de haber entrado con el gobierno
de UCD-. Puesto que parecía que así estábamos protegidos frente a nuestras
propias fuerzas armadas, las ilusiones democráticas de los pueblos peninsulares
en aquellos años, fueron determinantes para conseguir la aceptación de la OTAN
por la ciudadanía.
Es
forzoso reconocer que la situación ha
cambiado mucho en estas décadas. En una reciente encuesta del CIS de abril de
2013, las únicas instituciones del Estado que merecían el aprobado de los
españoles eran las fuerzas armadas, la guardia civil y la policía. No es fácil
ponderar los peligros de esa opinión. Todas las demás están profundamente
desprestigiadas, incluyendo monarquía, gobierno, parlamento, jueces, partidos
políticos, etc. La situación económica y política está pidiendo cambios
importantes en el ordenamiento de la economía y en la estructura del Estado. La
propia clase dominante es consciente de ello y quiere presentar su propio plan
de cambio apoyándose en la sucesión dinástica. Solo espera el momento más
oportuno para hacerlo
Las
fuerzas progresistas deben presentar su propio proyecto político, independiente
de los intereses de la clase dominante. Hoy en día cuando la pertenencia a la
Unión Europea resulta ser un obstáculo para el desarrollo de la economía
española, y el imperialismo muestra su degeneración a través de guerras
genocidas, podemos preguntarnos y preguntar a la ciudadanía, si debemos
mantenernos con la misma estructura económica y las mismas alianzas políticas
que han llevado al país a la ruina.
Hay
un mundo nuevo que está naciendo más allá de las fronteras de la OTAN, frente a
esa cultura moribunda de una civilización decadente y periclitada. ¿Debemos
seguir perteneciendo a ese cadáver ambulante que es la OTAN, con su cortejo de
crímenes y genocidios, o podemos plantearnos valientemente que es mejor
participar de las fuerzas que están construyendo el socialismo a nivel mundial?
Propuestas
de acción política
Una
vez demostrado, por vía de los hechos, que las políticas neoliberales no son
capaces de presentar una solución a la crisis provocada por esas mismas
políticas, se hace necesario buscar la salida a la crisis en la creación una
voluntad política que sea capaz de regenerar la vida social de los pueblos
peninsulares, y en el resto de Europa. Esa voluntad será de izquierdas o de
derechas, pero su aparición y desarrollo es inevitable y ya está en curso.
La
propuesta de la dirección de IU considera la creación de esa fuerza de cambio
en el interior de la UE, a partir de los partidos de izquierda con
representación en el Parlamento Europeo, agrupados en el PIE. Rechaza adoptar
la decisión de romper con el euro, considerada como una opción prematura y
dolorosa. La propuesta es agrupar las fuerzas de la izquierda en la lucha
contra las políticas neoliberales de la Comisión Europea. Consideramos que este
es el debate fundamental: estamos ante una disyuntiva política que debe ser
discutida hasta el fondo, sin rechazar con demasiada rapidez ninguna de las
alternativas. El ulterior curso de los acontecimientos puede hacer variar las
decisiones que se tomen en estos días, dependiendo del éxito de esta propuesta
política. Ténganse en cuenta las siguientes consideraciones:
La
cuestión de si es posible romper el predominio de las políticas neoliberales en
la UE, mientras estén subordinadas a la política de la OTAN, debe ser
respondida de forma negativa. El liberalismo viene asociado al imperialismo
militarista de la clase burguesa, aceptado pasivamente por la población
europea. Tanto como el proyecto de España, unificación de los pueblos
peninsulares al servicio de la política imperialista de la monarquía española,
el liberalismo europeo ha tenido como constante histórica la expansión
económica del modo de producción capitalista a nivel mundial apoyándose en el
militarismo imperialista.
La
salida de la crisis en el Estado español, profundamente dañado por la
corrupción y el fraude, es necesariamente constituyente, y esa necesaria
refundación constituyente del Estado español no puede verse subordinada a la
creación de un proceso constituyente europeo, que parece harto improbable de
conseguir. Es en este punto donde debemos conseguir la convergencia de puntos
de vista dentro de IU. La solución que parece justa, debe tomar en cuenta el
ejercicio del derecho de autodeterminación de los pueblos peninsulares, tras un
amplio debate público, dando origen a la fundación de una o varias Repúblicas
(federación, confederación o independencia), y eliminando la monarquía
borbónica.
Una
vez sentado este principio, debemos buscar alianzas en las fuerzas y
movimientos de la región mediterránea, tomando en cuenta las dos orillas.
Entonces nos encontramos con un contexto enormemente preocupante. Los
conflictos sociales y las guerras civiles que se están desarrollando
actualmente en el ámbito mediterráneo, son consecuencia de la actual crisis
económica, pero al mismo tiempo han sido provocados por el planeamiento
estratégico de la OTAN, con el objetivo de profundizar el control de la región.
Esto nos pone ante un panorama histórico muy complicado. Sin embargo, la
derrota de los proyectos imperialistas en Siria podría traer cambios
fundamentales en la correlación de fuerzas dentro de la región mediterránea,
favoreciendo una política más independiente para las naciones del Sur de
Europa. Si la revolución anti-imperialista avanza en Oriente Medio y las
naciones árabes del norte de África, la mejor opción para nuestro país será
optar por insertarse en el nuevo panorama internacional resultante, rompiendo
sus lazos con las potencias de la OTAN.
El
debate está servido. Deseamos a todos los participantes un provechoso ejercicio
de democracia interna, que nos permita tomar la decisión colectiva más adecuada
para los intereses de nuestros pueblos, de la clase obrera y de la humanidad
entera.